Ni siquiera el famoso compositor ruso Dmitri Shostakovich, que fue un títere soviético, y el igualmente legendario director de orquesta alemán Herbert von Karajan, que era un simpatizante nazi, fueron «cancelados» en Occidente del modo en que los artistas, atletas, intérpretes e iconos culturales rusos están siendo censurados, intimidados y avergonzados en los Estados Unidos y Europa debido a las acciones criminales de Vladimir Putin en Ucrania.
¿No aprendimos nada sobre la inmoralidad de atribuir una culpa colectiva de la orden ejecutiva del presidente Franklin D. Roosevelt que estableció campos de internamiento para los residentes y ciudadanos estadounidenses de ascendencia japonesa en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial?
La actual embestida de «cancelación» está perjudicando indiscriminadamente tanto a los rusos que se oponen abiertamente a la guerra inmoral de Putin como a aquellos cuyas opiniones políticas no son conocidas: personas que probablemente se han mantenido calladas por miedo. Y miedo probablemente deberían tener, basándose en la reciente diatriba de Putin llamando «escoria y traidores» a quienes se oponen a su guerra y bregando por la «limpieza» (o «autodesintoxicación») de la sociedad rusa.
Pero algunos en Occidente también están actuando de forma irracional. Traicionando una mentalidad colectivista, casi totalitaria, muchos en Occidente han decidido que Putin encarna a todo el pueblo ruso y que cualquier persona de origen ruso debería ser responsabilizada por la crueldad de un tirano cuyas acciones no puede detener.
La Unión Europea, por ejemplo, ha cancelado todos los eventos deportivos y culturales oficiales en los que participen rusos y ha comunicado a las asociaciones culturales y federaciones deportivas que no tomen medidas contra ninguna entidad privada que prohíba un evento en el que participen jugadores o artistas rusos.
Anna Netrebko, quizás la más grande soprano operística viva, se ha visto obligada a renunciar a sus presentaciones en La Scala de Italia, en la Metropolitan Opera de Nueva York y en varios otros lugares debido a su relación personal con Putin, a pesar de sus declaraciones públicas oponiéndose a la guerra. Refiriéndose al hecho de que muchos de sus colegas han sido cancelados por no condenar a Rusia de manera inmediata y lo suficientemente enérgica, ha manifestado que «obligar a los artistas y a cualquier figura pública a expresar públicamente sus opiniones políticas y condenar a su patria es inaceptable».
Aunque algunos, como Kirill Petrenko, director de la Filarmónica de Berlín, han atacado a Putin (ha podido conservar su empleo), otros no lo han hecho. Uno desearía que todos lo hubiesen hecho, ya que una tragedia de la magnitud de la que está sufriendo Ucrania debería conllevar la obligación moral de adoptar una postura sin importar el riesgo.
Pero no todo artista y atleta es un héroe, y no sabemos si algunos de los que han guardado silencio, y a los que responsabilizamos de las acciones de Putin, pueden tener familiares que están siendo obligados a combatir en Ucrania y que, justificadamente, podrían temer que atacar a Putin o al gobierno ruso pudiese causarles daño, no de parte de los combatientes de la resistencia ucraniana, sino de los subordinados de Putin.
Así que la cancelación continúa.
Los jóvenes atletas de los clubes deportivos rusos a los que ahora se les ha prohibido participar en todas las competiciones internacionales pueden enfrentarse a la horrible perspectiva de tener que luchar en una guerra que ni siquiera entienden. ¿Cómo justificar que se cargue sobre sus hombros la culpa del genocida bombardeo de Putin sobre las ciudades ucranianas?
Alexander Malofeev, el virtuoso del piano de 20 años, no fue autorizado a actuar en Canadá. El festival de cine de Cannes ha anunciado que no proyectará películas rusas. La Royal Opera House de Londres ha cancelado una temporada de actuaciones del Ballet Bolshoi. Una conferencia sobre Dostoievski fue suspendida en Milán, a pesar de que el profesor, Paolo Nori, es … italiano!.
La «cancelación» va más allá de la cultura y el deporte: Los representantes Eric Swalwell (demócrata de California) y Rubén Gallego (demócrata de Arizona) han instado al gobierno de Biden a expulsar a todos los estudiantes rusos que asisten a las universidades estadounidenses, y no pasa un día sin que alguien boicotee el vodka ruso (aunque, irónicamente, varias marcas populares no son rusas en absoluto, como Smirnoff, que es fabricado por una empresa británica y destilado en los Estados Unidos). ¿De verdad se supone que debemos creer que la causa de la libertad, la civilización y la humanidad avanzará si nos vengamos de los menos de 5.000 estudiantes rusos que asisten a los colegios y universidades de los Estados Unidos?
La contribución de Rusia a las artes, y por tanto a la civilización en los siglos XIX y XX, fue nada menos que fenomenal. No perjudicamos a Rusia tanto como nos perjudicamos a nosotros mismos al demonizar a los artistas, los atletas y la cultura rusos por la frustración que nos produce el hecho de que Putin esté haciendo a gran escala lo que ha venido haciendo durante dos décadas: aterrorizar al pueblo ruso, incluyendo a los que viven en el exilio, y a los vecinos de Rusia, mientras los gobiernos occidentales hacían muecas, miraban para otro lado o lo adulaban y se tornaban cada vez más dependientes de las materias primas rusas.
Traducido por Gabriel Gasave
No cancelen a todos los rusos por los crímenes de Putin
Liumir / Wikimedia Commons
Ni siquiera el famoso compositor ruso Dmitri Shostakovich, que fue un títere soviético, y el igualmente legendario director de orquesta alemán Herbert von Karajan, que era un simpatizante nazi, fueron «cancelados» en Occidente del modo en que los artistas, atletas, intérpretes e iconos culturales rusos están siendo censurados, intimidados y avergonzados en los Estados Unidos y Europa debido a las acciones criminales de Vladimir Putin en Ucrania.
¿No aprendimos nada sobre la inmoralidad de atribuir una culpa colectiva de la orden ejecutiva del presidente Franklin D. Roosevelt que estableció campos de internamiento para los residentes y ciudadanos estadounidenses de ascendencia japonesa en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial?
La actual embestida de «cancelación» está perjudicando indiscriminadamente tanto a los rusos que se oponen abiertamente a la guerra inmoral de Putin como a aquellos cuyas opiniones políticas no son conocidas: personas que probablemente se han mantenido calladas por miedo. Y miedo probablemente deberían tener, basándose en la reciente diatriba de Putin llamando «escoria y traidores» a quienes se oponen a su guerra y bregando por la «limpieza» (o «autodesintoxicación») de la sociedad rusa.
Pero algunos en Occidente también están actuando de forma irracional. Traicionando una mentalidad colectivista, casi totalitaria, muchos en Occidente han decidido que Putin encarna a todo el pueblo ruso y que cualquier persona de origen ruso debería ser responsabilizada por la crueldad de un tirano cuyas acciones no puede detener.
La Unión Europea, por ejemplo, ha cancelado todos los eventos deportivos y culturales oficiales en los que participen rusos y ha comunicado a las asociaciones culturales y federaciones deportivas que no tomen medidas contra ninguna entidad privada que prohíba un evento en el que participen jugadores o artistas rusos.
Anna Netrebko, quizás la más grande soprano operística viva, se ha visto obligada a renunciar a sus presentaciones en La Scala de Italia, en la Metropolitan Opera de Nueva York y en varios otros lugares debido a su relación personal con Putin, a pesar de sus declaraciones públicas oponiéndose a la guerra. Refiriéndose al hecho de que muchos de sus colegas han sido cancelados por no condenar a Rusia de manera inmediata y lo suficientemente enérgica, ha manifestado que «obligar a los artistas y a cualquier figura pública a expresar públicamente sus opiniones políticas y condenar a su patria es inaceptable».
Aunque algunos, como Kirill Petrenko, director de la Filarmónica de Berlín, han atacado a Putin (ha podido conservar su empleo), otros no lo han hecho. Uno desearía que todos lo hubiesen hecho, ya que una tragedia de la magnitud de la que está sufriendo Ucrania debería conllevar la obligación moral de adoptar una postura sin importar el riesgo.
Pero no todo artista y atleta es un héroe, y no sabemos si algunos de los que han guardado silencio, y a los que responsabilizamos de las acciones de Putin, pueden tener familiares que están siendo obligados a combatir en Ucrania y que, justificadamente, podrían temer que atacar a Putin o al gobierno ruso pudiese causarles daño, no de parte de los combatientes de la resistencia ucraniana, sino de los subordinados de Putin.
Así que la cancelación continúa.
Los jóvenes atletas de los clubes deportivos rusos a los que ahora se les ha prohibido participar en todas las competiciones internacionales pueden enfrentarse a la horrible perspectiva de tener que luchar en una guerra que ni siquiera entienden. ¿Cómo justificar que se cargue sobre sus hombros la culpa del genocida bombardeo de Putin sobre las ciudades ucranianas?
Alexander Malofeev, el virtuoso del piano de 20 años, no fue autorizado a actuar en Canadá. El festival de cine de Cannes ha anunciado que no proyectará películas rusas. La Royal Opera House de Londres ha cancelado una temporada de actuaciones del Ballet Bolshoi. Una conferencia sobre Dostoievski fue suspendida en Milán, a pesar de que el profesor, Paolo Nori, es … italiano!.
La «cancelación» va más allá de la cultura y el deporte: Los representantes Eric Swalwell (demócrata de California) y Rubén Gallego (demócrata de Arizona) han instado al gobierno de Biden a expulsar a todos los estudiantes rusos que asisten a las universidades estadounidenses, y no pasa un día sin que alguien boicotee el vodka ruso (aunque, irónicamente, varias marcas populares no son rusas en absoluto, como Smirnoff, que es fabricado por una empresa británica y destilado en los Estados Unidos). ¿De verdad se supone que debemos creer que la causa de la libertad, la civilización y la humanidad avanzará si nos vengamos de los menos de 5.000 estudiantes rusos que asisten a los colegios y universidades de los Estados Unidos?
La contribución de Rusia a las artes, y por tanto a la civilización en los siglos XIX y XX, fue nada menos que fenomenal. No perjudicamos a Rusia tanto como nos perjudicamos a nosotros mismos al demonizar a los artistas, los atletas y la cultura rusos por la frustración que nos produce el hecho de que Putin esté haciendo a gran escala lo que ha venido haciendo durante dos décadas: aterrorizar al pueblo ruso, incluyendo a los que viven en el exilio, y a los vecinos de Rusia, mientras los gobiernos occidentales hacían muecas, miraban para otro lado o lo adulaban y se tornaban cada vez más dependientes de las materias primas rusas.
Traducido por Gabriel Gasave
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