Joe Biden tenía mucha experiencia en materia de política exterior antes de ser elegido presidente, pero sin dudas no es Richard Nixon. Aunque Nixon tuvo que renunciar debido a la corrupción interna relacionada con la guerra de los Estados Unidos en el Sudeste Asiático, fue magistral al abrir una brecha entre las dos grandes potencias comunistas -la China maoísta y la Unión Soviética- para lograr unas relaciones más pacíficas con ambos países. Nixon generó hábilmente una competencia entre los dos países para mejorar las relaciones con los Estados Unidos o quedar aislados en el lado equivocado del triángulo. Lamentablemente, Biden, a pesar de sus conocimientos previos de política exterior, está haciendo lo contrario, acercando a China y Rusia en contra de los Estados Unidos.
No obstante, para ser justos con Biden, la injustificada y brutal invasión de Ucrania por parte de Rusia dificulta enmendar las relaciones con esa nación a corto y medio plazo. (Aunque la reiteración por parte de Biden de la promesa de George W. Bush de 2008 de admitir finalmente a Ucrania en la OTAN puede haber contribuido a la imprudente, y francamente estúpida, decisión de Vladimir Putin de cometer semejante agresión en Ucrania). Pero entonces, ¿por qué Biden sigue agravando innecesariamente las tensiones con China, que lo único que hace es proporcionar más ayuda económica y diplomática a Rusia cuando los Estados Unidos está tratando de aislar al oso?
Por su puesto, China es una amenaza potencial a largo plazo mucho más potente para el predominio mundial estadounidense (no necesariamente para la seguridad estadounidense) que Rusia. Sin embargo, los Estados Unidos parecen desear ocuparse primero del problema de Ucrania. Podría ser aceptable amenazar a China con restricciones comerciales en el enorme mercado de los EE.UU. si asiste a Rusia con exportaciones militares o tecnología, pero ¿por qué alentar la paranoia china de que una derrota rusa en Ucrania envalentonará a los Estados Unidos a acrecentar la presión para debilitar a China?.
Biden avivó inconscientemente esos temores chinos en la reciente cumbre del G-7 de las potencias occidentales ricas -celebrada en Japón, un histórico rival de China- al cuestionar el cónclave las ambiciosas reivindicaciones territoriales chinas en el mar de la China Meridional, la «coerción económica» hacia los países en desarrollo y las políticas de derechos humanos en el Tíbet, Xinjiang y Hong Kong. Aunque Biden trató de calmar los ánimos en la cumbre al predecir mejores relaciones futuras con China, los chinos sólo vieron a la unidad occidental, expuesta en suelo asiático, como la creación de un bloque de poder japonés-estadounidense-europeo opuesto a ellos respecto de Taiwán y estas otras cuestiones en disputa-quizás transformándose en una futura alianza asiática similar a la OTAN opuesta al ascenso de China.
Incluso sin una alianza multilateral formal en Asia Oriental, la contención estadounidense de la ascendente China ha continuado tras el final de la Guerra Fría, manteniendo y reforzando las alianzas bilaterales estadounidenses en Asia e incrementando las fuerzas militares estadounidenses y aliadas desplegadas cerca de China. Sin embargo, si China desplegase de manera similar efectivos en México y Canadá, o incluso en Centroamérica, el Caribe o Sudamérica, el establishment de la seguridad estadounidense estaría furibundo.
En la actualidad, China puede ser una potencia económica mundial, pero no es una potencia militar global. Tiene pocas bases en el extranjero y pocas fuerzas militares que podrían proyectar su poder de manera eficaz en todo el planeta—los Estados Unidos tienen mucho de ambas cosas. China ha venido incrementando su presupuesto militar, pero sigue gastando sólo un tercio de lo que los Estados Unidos gastan anualmente y militarmente es sólo una potencia regional. Cuando los expertos estadounidenses en política exterior se quejan del ascenso de China, suelen hablar del aumento de las medidas militares chinas en su vecindario para defenderse de la intrusión de los grupos de combate de los portaaviones estadounidenses en los mares del Sur y del Este de China y de la insidiosa «penetración económica» china en todo el mundo. Esta última implica un comercio que, a diferencia de la interacción en el ámbito de la seguridad, es mutuamente beneficioso (incluso para los Estados Unidos) en lugar de un juego de suma cero y el proyecto «Cinturón y Ruta» en el que China simplemente malgasta sus recursos tratando de ganar una influencia amorfa, y a menudo efímera, en el mundo en desarrollo mediante el despilfarro de la construcción de proyectos de infraestructura dirigidos por el gobierno.
Por lo tanto, Biden, en lugar de hiperventilar sobre una «China en ascenso», debería especificar la «amenaza» china y situarla en la perspectiva adecuada para el pueblo estadounidense, lo que permitiría al presidente hacer realidad su predicción de descongelar las relaciones entre ambos países. Tal vez una China menos amenazada estaría más dispuesta a presionar a Rusia para que solucione el conflicto de Ucrania en lugar de ponerse de su lado para unirse contra los Estados Unidos y Occidente.
Traducido por Gabriel Gasave
La política exterior de Biden lleva innecesariamente a China y Rusia a unirse en contra de los EE.UU.
Kremlin / Wikimedia Commons
Joe Biden tenía mucha experiencia en materia de política exterior antes de ser elegido presidente, pero sin dudas no es Richard Nixon. Aunque Nixon tuvo que renunciar debido a la corrupción interna relacionada con la guerra de los Estados Unidos en el Sudeste Asiático, fue magistral al abrir una brecha entre las dos grandes potencias comunistas -la China maoísta y la Unión Soviética- para lograr unas relaciones más pacíficas con ambos países. Nixon generó hábilmente una competencia entre los dos países para mejorar las relaciones con los Estados Unidos o quedar aislados en el lado equivocado del triángulo. Lamentablemente, Biden, a pesar de sus conocimientos previos de política exterior, está haciendo lo contrario, acercando a China y Rusia en contra de los Estados Unidos.
No obstante, para ser justos con Biden, la injustificada y brutal invasión de Ucrania por parte de Rusia dificulta enmendar las relaciones con esa nación a corto y medio plazo. (Aunque la reiteración por parte de Biden de la promesa de George W. Bush de 2008 de admitir finalmente a Ucrania en la OTAN puede haber contribuido a la imprudente, y francamente estúpida, decisión de Vladimir Putin de cometer semejante agresión en Ucrania). Pero entonces, ¿por qué Biden sigue agravando innecesariamente las tensiones con China, que lo único que hace es proporcionar más ayuda económica y diplomática a Rusia cuando los Estados Unidos está tratando de aislar al oso?
Por su puesto, China es una amenaza potencial a largo plazo mucho más potente para el predominio mundial estadounidense (no necesariamente para la seguridad estadounidense) que Rusia. Sin embargo, los Estados Unidos parecen desear ocuparse primero del problema de Ucrania. Podría ser aceptable amenazar a China con restricciones comerciales en el enorme mercado de los EE.UU. si asiste a Rusia con exportaciones militares o tecnología, pero ¿por qué alentar la paranoia china de que una derrota rusa en Ucrania envalentonará a los Estados Unidos a acrecentar la presión para debilitar a China?.
Biden avivó inconscientemente esos temores chinos en la reciente cumbre del G-7 de las potencias occidentales ricas -celebrada en Japón, un histórico rival de China- al cuestionar el cónclave las ambiciosas reivindicaciones territoriales chinas en el mar de la China Meridional, la «coerción económica» hacia los países en desarrollo y las políticas de derechos humanos en el Tíbet, Xinjiang y Hong Kong. Aunque Biden trató de calmar los ánimos en la cumbre al predecir mejores relaciones futuras con China, los chinos sólo vieron a la unidad occidental, expuesta en suelo asiático, como la creación de un bloque de poder japonés-estadounidense-europeo opuesto a ellos respecto de Taiwán y estas otras cuestiones en disputa-quizás transformándose en una futura alianza asiática similar a la OTAN opuesta al ascenso de China.
Incluso sin una alianza multilateral formal en Asia Oriental, la contención estadounidense de la ascendente China ha continuado tras el final de la Guerra Fría, manteniendo y reforzando las alianzas bilaterales estadounidenses en Asia e incrementando las fuerzas militares estadounidenses y aliadas desplegadas cerca de China. Sin embargo, si China desplegase de manera similar efectivos en México y Canadá, o incluso en Centroamérica, el Caribe o Sudamérica, el establishment de la seguridad estadounidense estaría furibundo.
En la actualidad, China puede ser una potencia económica mundial, pero no es una potencia militar global. Tiene pocas bases en el extranjero y pocas fuerzas militares que podrían proyectar su poder de manera eficaz en todo el planeta—los Estados Unidos tienen mucho de ambas cosas. China ha venido incrementando su presupuesto militar, pero sigue gastando sólo un tercio de lo que los Estados Unidos gastan anualmente y militarmente es sólo una potencia regional. Cuando los expertos estadounidenses en política exterior se quejan del ascenso de China, suelen hablar del aumento de las medidas militares chinas en su vecindario para defenderse de la intrusión de los grupos de combate de los portaaviones estadounidenses en los mares del Sur y del Este de China y de la insidiosa «penetración económica» china en todo el mundo. Esta última implica un comercio que, a diferencia de la interacción en el ámbito de la seguridad, es mutuamente beneficioso (incluso para los Estados Unidos) en lugar de un juego de suma cero y el proyecto «Cinturón y Ruta» en el que China simplemente malgasta sus recursos tratando de ganar una influencia amorfa, y a menudo efímera, en el mundo en desarrollo mediante el despilfarro de la construcción de proyectos de infraestructura dirigidos por el gobierno.
Por lo tanto, Biden, en lugar de hiperventilar sobre una «China en ascenso», debería especificar la «amenaza» china y situarla en la perspectiva adecuada para el pueblo estadounidense, lo que permitiría al presidente hacer realidad su predicción de descongelar las relaciones entre ambos países. Tal vez una China menos amenazada estaría más dispuesta a presionar a Rusia para que solucione el conflicto de Ucrania en lugar de ponerse de su lado para unirse contra los Estados Unidos y Occidente.
Traducido por Gabriel Gasave
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