Con la Argentina haciendo frente a la tercera tasa de inflación más alta del mundo de un 250% anual (según las mediciones de Hanke), muchos argentinos han brindado su apoyo al candidato presidencial Javier Milei. De hecho, en la actualidad se espera que Milei obtenga el mayor número de votos en los comicios generales del 22 de octubre. El apoyo a Milei ha sorprendido a muchos. Se basa en la circunstancia de que ha prometido hacer de manera oficial aquello que los argentinos hacen todos los días: deshacerse del peso y sustituirlo por el dólar estadounidense.
Lo que no sorprende es el hecho de que los adversarios políticos de Milei, ya sean peronistas o de centro-derecha, y sus portavoces en la Argentina se opongan a la dolarización. Han venido machacando con una falsedad tras otra en un intento por socavar la idea de la dolarización.
Lo que resulta un tanto sorprendente es que una serie de economistas extranjeros y supuestos expertos financieros hayan dado su opinión e intensificado las llamas de la propaganda anti dolarización. Por nombrar tan sólo a algunos de los más notables: Robin Brooks, Arminio Fraga, Guillermo Ortiz, Mark Sobel, Alejandro Werner e Iván Werning. Algunos han incluso argumentado que la solución a los problemas de Argentina sería declarar el incumplimiento de su deuda, y no la dolarización. Otros, careciendo de toda originalidad, han parafraseado al ex presidente de izquierdas de Ecuador, Rafael Correa, afirmando que la adopción del dólar equivaldría a un suicidio monetario. Y, por si fuera poco, decenas de economistas argentinos han suscripto una carta tildando a la dolarización de ser un «espejismo». Está claro que ninguno de ellos conoce los 96 casos exitosos de dolarización que han sido documentados por Hanke en un trabajo de investigación recientemente publicado, «Historical Episodes of Full Dollarization«.
Todo este revuelo nos retrotrae a 1981 y al enfrentamiento de la Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, con el establishment keynesiano británico, una confrontación que la Dama de Hierro ganó cómodamente. En 1981, Thatcher se apresuró a generar confianza y crecimiento a través de un ajuste fiscal. Para poner en marcha la economía, estableció un feroz ataque contra el déficit fiscal británico, unido a una política monetaria expansiva. Sus medidas fueron inmediatamente condenadas por 364 distinguidos economistas. En una carta al periódico Times, redactaron una visceral respuesta keynesiana: «Las actuales políticas profundizarán la depresión, erosionarán la base industrial de nuestra economía y amenazan su estabilidad social y política».
Thatcher no tardó en ser reivindicada. Menos de un año después de que aquellos 364 economistas estamparan sus firmas en la mencionada carta, la economía inició lo que se convirtió en una larga e impresionante recuperación.
Lo que permanece ausente en las polémicas de los críticos de la dolarización es alguna comprensión de los principios económicos básicos, el sentido común, las experiencias de otros países con la dolarización y el conocimiento de la historia de la Argentina y su situación actual. El primer hecho que hay que comprender es que el pueblo argentino ya ha elegido al dólar como su moneda preferida. Los argentinos tienen más de 200.000 millones de dólares en billetes verdes (billones en inglés) guardados en cajas de seguridad en los bancos o en sus casas «debajo del colchón». En comparación, la oferta de pesos, medida por el M3, vale menos de 50.000 millones de dólares (billones en inglés). Nadie en la Argentina desea tener pesos. Aunque Argentina puede no estar oficialmente dolarizada, sigue siendo el país más dolarizado fuera de los Estados Unidos.
Algunos economistas aseveran que, al adoptar el dólar como moneda de curso legal, Argentina perderá ingresos sustanciales procedentes del señoreaje y la capacidad de amortiguar los sacudones externos. La realidad es que el señoreaje se perdió hace ya mucho tiempo como consecuencia de la dolarización espontánea. Y la idea de que el peso le permitirá a la Argentina amortiguar los impactos externos es absurda. De hecho, la inestabilidad del peso es el principal motor de las turbulencias en la Argentina.
Resulta que algunos expertos notables han sabido lo que la mayoría de los argentinos saben desde hace muchos años: La dolarización es la única salvación para la Argentina. Hace casi 50 años, testificando ante el Congreso de los EE.UU., Milton Friedman realizó una sólida defensa de la dolarización de la Argentina. Cuando Friedman testificó a mediados de 1973, la tasa de inflación anual en los Estados Unidos era del 6,5 por ciento y en la Argentina de más del 65 por ciento. Hoy, las cifras son del 3,7% y el 250%, respectivamente.
Y resulta que Friedman no es el único peso pesado que ha abogado por la dolarización. Es importante destacar que Larry Summers fue la voz clave susurrándole al oído del presidente Jamil Mahuad cuando anunció en 2000 que Ecuador dolarizaría. Vale la pena destacar el hecho de que, contrariamente a muchos de los expertos del FMI y a otros, la dolarización de Ecuador ha sido un éxito, ha sido ampliamente apoyada por los ecuatorianos y es el régimen cambiario más longevo de la historia del Ecuador.
Javier Milei no precisa a nadie murmurándole al oído. Lo que necesita es que los electores argentinos hagan en el cuarto oscuro al momento de la votación lo que hacen con sus billeteras: Dolarizar.
Traducido por Gabriel Gasave
Es hora de abandonar el peso y dolarizar la Argentina
Con la Argentina haciendo frente a la tercera tasa de inflación más alta del mundo de un 250% anual (según las mediciones de Hanke), muchos argentinos han brindado su apoyo al candidato presidencial Javier Milei. De hecho, en la actualidad se espera que Milei obtenga el mayor número de votos en los comicios generales del 22 de octubre. El apoyo a Milei ha sorprendido a muchos. Se basa en la circunstancia de que ha prometido hacer de manera oficial aquello que los argentinos hacen todos los días: deshacerse del peso y sustituirlo por el dólar estadounidense.
Lo que no sorprende es el hecho de que los adversarios políticos de Milei, ya sean peronistas o de centro-derecha, y sus portavoces en la Argentina se opongan a la dolarización. Han venido machacando con una falsedad tras otra en un intento por socavar la idea de la dolarización.
Lo que resulta un tanto sorprendente es que una serie de economistas extranjeros y supuestos expertos financieros hayan dado su opinión e intensificado las llamas de la propaganda anti dolarización. Por nombrar tan sólo a algunos de los más notables: Robin Brooks, Arminio Fraga, Guillermo Ortiz, Mark Sobel, Alejandro Werner e Iván Werning. Algunos han incluso argumentado que la solución a los problemas de Argentina sería declarar el incumplimiento de su deuda, y no la dolarización. Otros, careciendo de toda originalidad, han parafraseado al ex presidente de izquierdas de Ecuador, Rafael Correa, afirmando que la adopción del dólar equivaldría a un suicidio monetario. Y, por si fuera poco, decenas de economistas argentinos han suscripto una carta tildando a la dolarización de ser un «espejismo». Está claro que ninguno de ellos conoce los 96 casos exitosos de dolarización que han sido documentados por Hanke en un trabajo de investigación recientemente publicado, «Historical Episodes of Full Dollarization«.
Todo este revuelo nos retrotrae a 1981 y al enfrentamiento de la Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, con el establishment keynesiano británico, una confrontación que la Dama de Hierro ganó cómodamente. En 1981, Thatcher se apresuró a generar confianza y crecimiento a través de un ajuste fiscal. Para poner en marcha la economía, estableció un feroz ataque contra el déficit fiscal británico, unido a una política monetaria expansiva. Sus medidas fueron inmediatamente condenadas por 364 distinguidos economistas. En una carta al periódico Times, redactaron una visceral respuesta keynesiana: «Las actuales políticas profundizarán la depresión, erosionarán la base industrial de nuestra economía y amenazan su estabilidad social y política».
Thatcher no tardó en ser reivindicada. Menos de un año después de que aquellos 364 economistas estamparan sus firmas en la mencionada carta, la economía inició lo que se convirtió en una larga e impresionante recuperación.
Lo que permanece ausente en las polémicas de los críticos de la dolarización es alguna comprensión de los principios económicos básicos, el sentido común, las experiencias de otros países con la dolarización y el conocimiento de la historia de la Argentina y su situación actual. El primer hecho que hay que comprender es que el pueblo argentino ya ha elegido al dólar como su moneda preferida. Los argentinos tienen más de 200.000 millones de dólares en billetes verdes (billones en inglés) guardados en cajas de seguridad en los bancos o en sus casas «debajo del colchón». En comparación, la oferta de pesos, medida por el M3, vale menos de 50.000 millones de dólares (billones en inglés). Nadie en la Argentina desea tener pesos. Aunque Argentina puede no estar oficialmente dolarizada, sigue siendo el país más dolarizado fuera de los Estados Unidos.
Algunos economistas aseveran que, al adoptar el dólar como moneda de curso legal, Argentina perderá ingresos sustanciales procedentes del señoreaje y la capacidad de amortiguar los sacudones externos. La realidad es que el señoreaje se perdió hace ya mucho tiempo como consecuencia de la dolarización espontánea. Y la idea de que el peso le permitirá a la Argentina amortiguar los impactos externos es absurda. De hecho, la inestabilidad del peso es el principal motor de las turbulencias en la Argentina.
Resulta que algunos expertos notables han sabido lo que la mayoría de los argentinos saben desde hace muchos años: La dolarización es la única salvación para la Argentina. Hace casi 50 años, testificando ante el Congreso de los EE.UU., Milton Friedman realizó una sólida defensa de la dolarización de la Argentina. Cuando Friedman testificó a mediados de 1973, la tasa de inflación anual en los Estados Unidos era del 6,5 por ciento y en la Argentina de más del 65 por ciento. Hoy, las cifras son del 3,7% y el 250%, respectivamente.
Y resulta que Friedman no es el único peso pesado que ha abogado por la dolarización. Es importante destacar que Larry Summers fue la voz clave susurrándole al oído del presidente Jamil Mahuad cuando anunció en 2000 que Ecuador dolarizaría. Vale la pena destacar el hecho de que, contrariamente a muchos de los expertos del FMI y a otros, la dolarización de Ecuador ha sido un éxito, ha sido ampliamente apoyada por los ecuatorianos y es el régimen cambiario más longevo de la historia del Ecuador.
Javier Milei no precisa a nadie murmurándole al oído. Lo que necesita es que los electores argentinos hagan en el cuarto oscuro al momento de la votación lo que hacen con sus billeteras: Dolarizar.
Traducido por Gabriel Gasave
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