Nicolás Maduro de Venezuela demuestra que Milton Friedman tenía razón, 60 años después
El gobierno venezolano asegura que Nicolás Maduro ha sido reelegido para un tercer mandato presidencial. Sin embargo, esta aseveración sirve más para ilustrar la incompatibilidad entre un sistema político democrático y un sistema económico socialista que para establecer la legitimidad de Maduro como presidente de Venezuela.
El problema radica en que los sistemas socialistas centralizan el poder económico en manos del gobierno. Una vez que esto acontece, el gobierno también adquiere la capacidad de subvertir el proceso democrático, castigando económicamente a cualquier oposición política.
El socialismo en Venezuela comenzó de manera democrática con la elección de Hugo Chávez en 1998. El monopolio estatal sobre las mayores reservas de petróleo del mundo, junto con los altos precios de esa materia primade en la década de 2000, brindó al gobierno amplias reservas de divisas para importar bienes y apaciguar a los votantes, a pesar de que sus políticas estaban socavando la producción nacional y generando un bajo rendimiento económico.
La producción de petróleo terminó disminuyendo debido a la incompetencia estatal, la corrupción y las componendas políticas. Una vez que los precios mundiales del petróleo también cayeron, la economía venezolana se hundió, y ha estado en crisis durante más de una década.
Bajo el gobierno de Maduro, las políticas económicas socialistas y la corrupción han provocado una de las peores crisis económicas y humanitarias en el hemisferio occidental en siglos. La inflación anual alcanzó un máximo de 344.509% en 2019 (¡no es un error tipográfico!). La escasez de bienes básicos es generalizada, y más de 7 millones de refugiados han huido del país.
Los votantes, sin duda, destituirían a cualquier administración con este historial en unas elecciones libres y justas. En ese momento, cuando los votantes de cualquier país libre exigirían un cambio de rumbo, el socialismo democrático de Venezuela evolucionó hacia un socialismo autoritario normal.
Este año, parece que el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela manipuló descaradamente el recuento de votos, lo que llevó a la Organización de Estados Americanos (OEA) a negarse a reconocer los resultados electorales. Sin embargo, no es la primera vez que el régimen de Maduro manipula el proceso democrático. En su último intento de reelección, hace seis años, las empresas estatales ordenaron a los trabajadores que votaran por Maduro bajo amenaza de perder sus empleos y los sitios de votación supuestamente sobornaron a los votantes con ayuda alimentaria para que apoyaran al régimen.
Tras las acaloradamente reñidas elecciones del domingo, el CNE, a cargo de funcionarios designados por Maduro, lo declaró ganador alegando que había obtenido el 51,2% de los sufragios, mientras que el candidato de la oposición, Edmundo González, sólo obtuvo el 44,2% de los votos. A los representantes de la oposición se les negó el acceso a la sede del CNE mientras se realizaba el recuento de votos, pero afirman que el 73% de las actas de escrutinio a las que han tenido acceso muestran que González ganó por un margen de más de dos a uno. Las encuestas independientes previas al acto comicial coinciden mucho más con las afirmaciones de la oposición que con las del gobierno venezolano. Tres encuestas independientes tuvieron lugar en las semanas previas a las elecciones. Cada una de ellas indicaba que entre el 59% y el 72% de los votantes tenían la intención de votar a González, mientras que Maduro obtenía algo más del 12% en dos de los sondeos y algo menos del 25% en el tercero.
Hace más de 60 años, el Premio Nobel de Economía Milton Friedman escribió que no conocía «ninguna sociedad que se haya caracterizado por una cantidad significativa de libertad política y que no haya utilizado también algo comparable a un mercado libre para organizar la mayor parte de la actividad económica». Aunque Venezuela fue brevemente una excepción, acabó perdiendo sus libertades políticas después de que las políticas socialistas destruyeran sus libertades económicas.
Traducido por Gabriel Gasave
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