Los líderes europeos temen que la sustitución de la vicepresidenta Kamala Harris por el presidente Joe Biden en la candidatura, incluso en caso de una victoria demócrata en noviembre, podría reducir el compromiso de Estados Unidos con la defensa de Europa. Y es que Biden es uno de los más firmes defensores del transatlantismo tradicional. Aunque Harris cuenta con asesores que también son pro-transatlantistas, la opinión pública estadounidense se encuentra cada vez más preocupada por las enormes sumas que siguen pagando los contribuyentes en el marco de un compromiso abierto con Ucrania, especialmente cuando los objetivos bélicos de ese país, que buscan recuperar todo su territorio de las manos de su agresor ruso, parecen una fantasía.
Aunque una reciente ofensiva rusa no ha logrado conquistar un territorio cosniderable, la posibilidad de que Ucrania, que es mucho más pequeña tanto en términos de producción económica como de población, recupere completamente su territorio por medios militares —incluso con el apoyo en armas, tecnología y entrenamiento proporcionado por Occidente— parece una quimera, a pesar de los legítimos deseos de su gobierno y su población.
Quizás los ucranianos, europeos, estadounidenses y el resto del mundo deberían centrarse en los logros alcanzados por los ucranianos y ponerlos en perspectiva histórica, en lugar de enfocarse en lo que se ha perdido. Estos heroicos desvalidos, enfrentaron una invasión rusa que Moscú esperaba que derrocase al gobierno ucraniano en solo unos días. En cambio, han convertido el conflicto en un estancamiento ruso que ha durado dos años y medio, con solo un 18% del territorio ucraniano ocupado actualmente por las fuerzas rusas.
El «David» ucraniano enfrentándose al «Goliat» ruso, que cuenta con todas las ventajas de una gran potencia, evoca la defensa de Finlandia contra la invasión soviética durante la Guerra de Invierno de 1939-1940. Incluso en ese conflicto, que la historia considera una victoria para Finlandia, los valientes finlandeses tuvieron que ceder territorios a la URSS de Stalin.
Lo ideal sería que cualquier acuerdo de paz en esta guerra incluyera referendos en los territorios ocupados para que sus habitantes pudieran decidir si desean formar parte de Rusia o de Ucrania. Parte del territorio ocupado está habitado por personas de habla rusa que podrían optar por ser controladas por Rusia si se les diera la opción en un referendo. Cuando Rusia invadió y ocupó el este de Ucrania en 2014, contó con el apoyo de separatistas ucranianos rusoparlantes. Por lo tanto, los rusos pueden reivindicar cierto respaldo público en esa región de Ucrania, aunque la tendencia de Rusia a imponer un gobierno corrupto y brutal en las zonas ocupadas podría haber reducido ese apoyo. En resumen, si se pudieran realizar referendos legítimos, no coercitivos y supervisados internacionalmente en los territorios ocupados, esto permitiría a ambas partes en conflicto una justificación para aceptar concesiones territoriales, lo que podría fomentar una solución más estable del conflicto.
Ucrania siempre ha sido más estratégica para Rusia y Europa que para el lejano Estados Unidos. Ucrania siempre fue un granero agrícola y, en su zona este, un centro industrial durante la época soviética. El país sigue estando en uno de los corredores de invasión hacia Rusia desde Occidente, que ha sido testigo de muchas sangrientas incursiones extranjeras a lo largo de los siglos -la última de las cuales provocó entre 25 y 30 millones de muertos durante la Segunda Guerra Mundial a manos de Adolf Hitler-. Además, la península de Crimea es estratégica desde el punto de vista naval porque es un puerto de aguas cálidas, las cuales escasean en Rusia.
Aunque Rusia representa una amenaza para Europa en cierto grado, siempre ha sido absurdo afirmar que los europeos no podían defenderse de un país con un PBI aproximadamente igual al de Italia. A pesar de que la Rusia actual no supone la misma amenaza que la potente Unión Soviética, abundan las historias sobre cómo Vladimir Putin había restaurado el prestigio de las fuerzas armadas rusas tras el colapso soviético; sin embargo, esto se ha visto desacreditado por el fracaso ruso en Ucrania. Las afirmaciones de algunos países de la OTAN de que «Rusia no se detendrá en Ucrania» parecen ridículas tras la humillación que Putin ha sufrido en ese país, la cual ha expuesto la enorme corrupción e incompetencia de sus fuerzas armadas. Un ejemplo particularmente llamativo es cómo la Armada rusa ha sido derrotada de manera decisiva por un país que no cuenta con buques de guerra.
Se ha dicho que los europeos no tienen la voluntad de hacer más en su propia defensa; por supuesto que no, porque Estados Unidos les ha estado proporcionando un paraguas de seguridad desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La única forma de que esa situación cambie es que Estados Unidos deje claro bajo Harris o Trump que seguirá esperando que los europeos hagan más. Estados Unidos siempre afirma que quiere que sus aliados europeos asuman una mayor parte de la carga de la alianza, pero luego también quiere conservar el «liderazgo» de la misma. Estos objetivos estadounidenses son a menudo contradictorios.
Para encaminar a Europa hacia una mayor responsabilidad en su propia defensa, si Ucrania, comprensiblemente, se resiste a negociar el fin del conflicto antes de recuperar todo su territorio, podría continuar la lucha con el apoyo militar y económico de los países europeos ricos, mientras que Estados Unidos, ya muy endeudado, podría decidir retirarse. Tal vez los europeos se den cuenta de que el último de los grandes transatlantistas estadounidenses está dejando el cargo y que tanto Harris como Trump podrían no estar tan dispuestos a asumir los enormes gastos de una guerra prolongada en Ucrania.
Traducido por Gabriel Gasave
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