Muchos consideran que es injusto que algunas personas ganen mucho más que otras por trabajos que a primera vista lucen similares. Pensemos en el deporte profesional, donde recientemente se ha sabido que estrellas en ciernes como Caitlin Clark, Cameron Brink, Angel Reese y otras ganan una pequeña fracción de lo que ganan los jugadores masculinos de la NBA. El presidente Biden no perdió la oportunidad de hacer un comentario. «¿Por qué las jugadoras de la WNBA ganan tan poco cuando sus homólogas de la NBA ganan tanto? Trabajan igual de duro, y no es justo. Debería haber una ley«.
Caroline Reid informa para Forbes acerca de una brecha salarial de género en la producción del nuevo programa de Disney, The Acolyte, famoso por su progresismo.
Desgraciadamente, no está claro que la gente esté mal pagada, dado que la WNBA siempre ha perdido dinero en lugar de ganarlo (aunque la atención sin precedentes que se presta a la WNBA significa que eso podría cambiar), y The Acolyte no ha sido especialmente bien recibido por los fans de Star Wars.
El hecho de haber trabajado duro no significa que se haya creado valor. He aquí un ejemplo para ilustrarlo.
Recientemente decidí volver a coleccionar tarjetas con imágenes de jugadores de béisbol, juguetes y otros antiguos objetos de interés. Estoy vendiendo muchos de ellos en eBay para aprender más sobre el comercio en línea – ¿qué mejor manera de estudiar los costos de transacción que realizando transacciones? -, tal vez alcanzando un punto de equilibrio con grandes hallazgos periódicos que compensen lo que estoy gastando en aquellas cosas que sólo deseo conservar (como una gorra antigua de los Birmingham Steeldogs), y recopilando nuevos ejemplos para mis clases.
Un ejercicio reciente ilustra por qué la teoría del valor-trabajo es errónea. Se puede resumir con una cita que he oído y que se le atribuye al ex entrenador de fútbol de Alabama Gene Stallings (pero que lamentablemente no puedo verificar): «No confundamos esfuerzo con logro». Que te hayas esforzado en algo no significa que hayas producido algo que valga la pena.
Eso es lo que me pasó cuando abrí 180 paquetes de tarjetas de béisbol Donruss de 1990 (unas 3.000 tarjetas) e intenté montar una colección completa de unas 750 tarjetas, además de todas las piezas del rompecabezas de Carl Yastrzemski que acompañaba a la colección. Clasificar las tarjetas fue divertido y fácil de hacer mientras veía TV o hacía cualquier otra cosa igual de estúpida. Cuando terminé, me faltaban unas tres cartas para completar la colección.
Así que encargué más.
Treinta y seis paquetes más tarde, tenía un juego completo. Era la primera vez que había ensamblado una colección a mano. Me llevó un tiempo, pero extrañamente fue agradable.
¿Cuál es el valor de la colección? Creo que nunca me acostumbraré al hecho de que, como profesional de mediana edad y con un alto nivel educativo, mi tiempo valga mucho más que cuando era un preadolescente para el que no había mayor alegría que adquirir un paquete de tarjetas de béisbol con cincuenta centavos que a duras penas había reunido. ¿Valdría más la colección que he reunido recientemente que la que podría haber reunido hace 34 años, si hubiera estado dispuesto a gastar el dinero necesario?
No. eBay dice que tal vez vale unos 20 dólares, y el tiempo y la energía que invertí en ella son irrelevantes. Recuerdo haber leído hace años que alguien especulaba con que la tarjeta Honus Wagner T206 de Wayne Gretzky podría venderse por un millón de dólares, en parte debido a que el comprador desearía la notoriedad de haber comprado la pieza de colección deportiva más valiosa del mundo al mejor jugador de hockey de la historia (al final, la Grande fue vendida por apenas 500.000 dólares). Todavía no he pagado más por algo en eBay debido a quién lo vendía, ni tampoco he preguntado nunca cuánto había trabajado alguien para encontrar aquello por lo que yo estaba haciendo una oferta. Sólo he preguntado: «¿es éste el mejor precio que puedo conseguir?».
El trabajo no es, en sí mismo, una fuente de valor. El trabajo es invertido en la búsqueda de valor, y las ofertas y demandas que compiten en el mercado convierten a las valoraciones individuales y subjetivas de la gente en datos inteligibles llamados precios. En conjunto, crean señales valiosas llamadas pérdidas y ganancias, y las pérdidas económicas en las que estoy incurriendo para reunir conjuntos de tarjetas de béisbol de mi infancia que están al límite de su valor son el mundo entero uniéndose y vociferando al unísono: «esperamos que te estés divirtiendo, porque, en nuestra opinión, estás perdiendo el tiempo».
Sí lo estoy, muchas gracias. ¿Y qué mejor manera de pasar el tiempo que convertir un hobby en una lección de economía?
Traducido por Gabriel gasave
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