Cómo los líderes de la oposición en Venezuela expusieron el robo electoral de Maduro
Aunque las recientes convenciones nacionales demócrata y republicana se enfocaron principalmente en impresiones y sentimientos, el éxito de las campañas políticas depende de otro factor: la “organización” del trabajo de campo.
Para un tutorial experto, no hay mejor fuente en la actualidad que María Corina Machado, la líder de la oposición venezolana, quien organizó gran parte de su país de 28 millones de habitantes. Con el apoyo de unos 600.000 voluntarios, demostró de manera concluyente que el dictador Nicolas Maduro robó las recientes elecciones presidenciales. Estados Unidos y muchas otras naciones han rechazado reconocer la victoria ilegítima de Maduro. La lucha aún está lejos de concluir.
El fraude electoral es común en los regímenes despóticos. Sin embargo, demostrarlo resulta casi imposible, ya que estos regímenes suelen controlar el sistema electoral y los documentos oficiales de votación.
Bajo estas condiciones, lo que la Sra. Machado y su ejército de voluntarios lograron en las horas y días inmediatamente posteriores a los comicios presidenciales del 28 de julio en Venezuela no tiene parangón: obtener en tiempo real los cómputos de las votaciones no sólo de todo el país, sino también de casi todas las 30.000 mesas electorales.
La Sra. Machado lo hizo creando un organismo de supervisión electoral paralelo, similar al Consejo Nacional Electoral dirigido por el régimen. La organización, que sacó provecho de las normas establecidas por el régimen de Maduro, publicó un escrutinio nacional de votos verificable utilizando las actas oficiales de recuento de votantes.
Los venezolanos sufragan de forma electrónica. Una vez que los votantes escogen a sus candidatos, la máquina imprime una papeleta con el nombre y el partido político de los candidatos elegidos, que los votantes depositan en una urna. Al final del proceso, las máquinas imprimen hojas de recuento con los resultados de las respectivas circunscripciones electorales; estas hojas de recuento se envían al CNE, que compila los totales y anuncia los resultados. Cada acta electoral cuenta con un código QR único y una firma digital, y debe ser firmada por los ciudadanos convocados a prestar servicio en las mesas electorales y por los representantes de los candidatos, que están legalmente autorizados a obtener copias físicas de las actas de escrutinio.
La oposición venezolana estaba preparada cuando el CNE, controlado por Maduro, anunció que el dictador había obtenido el 51,2% de los votos frente al 44,2% del candidato opositor Edmundo González. Estaban preparados porque habían obtenido copias oficiales del 83,5% de las actas electorales, todas ellas con los códigos legales y las firmas digitales impresas por las máquinas.
Las actas revelaban que González había obtenido el 67% de los votos y Maduro sólo el 30%. Incluso si Maduro hubiera obtenido el 100% de todos los votos en las circunscripciones en las que la oposición no había logrado asegurar los recuentos, Maduro habría perdido de manera aplastante. Curiosamente, el Sr. González fue un sustituto de último momento de la Sra. Machado, que había competido y vencido en las primarias, pero fue descalificada de la elección final por el régimen.
La sorpresa de la oposición en la noche electoral se redujo a la organización. Hace unos 25 años, antes de dedicarse a la política -y varios años antes de que el predecesor de Maduro, Hugo Chávez, tomara el control del otrora próspero país-, Machado había creado una organización de interés público, Sumate, dedicada a la soberanía popular y al monitoreo de actos comiciales.
Aprovechando esa experiencia, Machado organizó, en las semanas previas a los comicios, lo que se conoció como la Operación 600K: reunir un ejército de integridad electoral de 600.000 voluntarios, organizarlos en 60.000 grupos de 10 y entrenarlos en el funcionamiento del sistema.
El día de las elecciones, los voluntarios estaban preparados, escrutando el proceso de votación de principio a fin -protegidos por decenas de conciudadanos que llevaban comida y agua-, decididos a permanecer en los recintos de votación hasta que los representantes de los candidatos de la oposición recibieran copias de los recuentos de votos a los que tenían derecho.
Esto implicaba tener suficientes personas en cada colegio electoral para proteger la votación contra los matones del régimen enviados para intimidar a los voluntarios y a los representantes de los partidos y presionar a los militares, cuyo trabajo consistía en «salvaguardar» los recuentos originales y que, en muchos colegios electorales, probablemente intentarían impedir que la oposición se marchara con las copias de los recuentos.
Muchas de las actividades organizativas tuvieron lugar entre bambalinas. La dictadura fue claramente tomada por sorpresa, ya que el ejército civil de la Sra. Machado actuó con disciplina, coordinación, rapidez y eficacia para recoger los recuentos de votos certificados del 83,5% de los colegios electorales (con muchos soldados colaborando discretamente al no interponerse en el camino).
La sofisticación tecnológica de la Operación 600K también desempeñó un papel crucial. Los voluntarios transmitieron, digitalizaron y cargaron la mayoría de los recuentos y el escrutinio total de votos poco después de que el régimen, desesperado, anunciara que el sistema electoral había sido hackeado (por piratas informáticos de Macedonia del Norte, entre otros lugares), impidiera a los testigos de la oposición asistir al conteo final de votos del Consejo Nacional Electoral -como legalmente tienen derecho a hacer- y anunciara al mundo que Maduro había ganado.
Desde las elecciones, el régimen ha desatado una incalificable campaña de terror contra quienes hicieron posible esta hazaña.
No importa a cuántas personas maten, torturen o envíen a prisión el Sr. Maduro y sus matones por defender la libertad, nunca serán capaces de destruir el logro sin precedentes de los héroes silenciosos de Venezuela, ni su lección para el mundo: Si crees que unas elecciones están amañadas, prepárate para demostrarlo.
Traducido por Gabriel Gasave
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