Tal vez sólo Donald Trump pueda resolver el “problema” de la inmigración

20 de enero, 2025

Existen un número limitado de maneras en las que un país puede impulsar su economía: aumentando la inversión de capital, incorporando más mano de obra, optimizando el uso de sus recursos financieros y humanos, o a través de una combinación de estos factores.

Es fundamental tener en cuenta esto ahora que Donald Trump ha vuelto a la presidencia, ya que los planes que ha propuesto para iniciar una expulsión masiva de inmigrantes impactarán el futuro económico de Estados Unidos y, probablemente, también el suyo.

¿Está la economía estadounidense volviéndose más productiva? Desde 2005, la productividad en Estados Unidos ha crecido a un ritmo promedio del 1,4% anual, lo que representa la mitad del crecimiento registrado entre 1995 y 2005 y que en las décadas de los cincuenta y sesenta.

¿Y el capital? La inversión del sector privado aún no ha recuperado su nivel anterior a 2005. Como porcentaje del producto bruto interno (PBI), la inversión estadounidense, según el Banco Mundial, ha estado constantemente por debajo de la media mundial desde 1993, excepto, brevemente, entre 1997 y 2001.

¿Y la población activa? ¿Está creciendo? Si sólo contamos a los trabajadores nacidos en el país, la respuesta es no. Pero la población activa no está disminuyendo, según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos. Esto se debe a que el número de trabajadores nacidos en el extranjero ha aumentado en 3,55 millones en los últimos cinco años.

Y, sí, los “indocumentados” constituyen una parte importante del conjunto de trabajadores nacidos en el extranjero: 8,3 millones en total, según el Center for Migration Studies, es decir, el 5,2% del total de la mano de obra estadounidense. Entre las principales industrias estadounidenses que dependen de ellos se encuentran la construcción (1,5 millones), los servicios de comidas (más de 1 millón) y la agricultura y jardinería (más de 600.000).

En una economía moderna es totalmente normal depender en parte de los recién llegados; así es como funcionan un mundo interconectado y un mercado globalizado.

De hecho, la economía estadounidense ha dependido de los recién llegados durante siglos. Históricamente, entre el 13% y el 14% de la mano de obra estadounidense ha estado formada por personas nacidas en otro lugar. En la actualidad, el porcentaje es algo mayor (en torno al 17%), pero, dado que las economías mundiales están mucho más integradas, la proporción es en realidad menor de lo que cabría esperar y, desde luego, inferior a lo que sugiere la feroz y generalizada reacción antiinmigrante que hemos presenciado recientemente.

Las cifras, por supuesto, tienen que ver con la oferta y la demanda: en este caso de mano de obra.

¿Cuáles son las preocupaciones? Una de ellas es la percepción de que un número desproporcionado de inmigrantes indocumentados son delincuentes violentos. Si bien es cierto que las autoridades estadounidenses deben perseguir a los criminales extranjeros y expulsar a aquellos que cometen delitos violentos, las investigaciones no muestran que los inmigrantes sean más propensos a cometer delitos violentos que los estadounidenses nacidos en el país.

Por lo tanto, quizás la nueva administración debería hacer una pausa antes de poner en marcha su programa de expulsiones y asegurarse de que: 1) tiene una comprensión clara sobre la relación entre inmigrantes y delincuencia, y 2) sus acciones no generarán más perjuicios que beneficios, especialmente en lo que respecta a su impacto en la economía.

Seamos claros. Los planes en materia de inmigración de la administración entrante no parecen ser uniformemente malos. La administración parece estar considerando medidas tan sensatas como ampliar significativamente el programa de visados H1B, que permite a las empresas estadounidenses contratar a trabajadores nacidos en el extranjero con títulos universitarios (o equivalentes) para cubrir puestos de trabajo especializados en ciencias, matemáticas, medicina y otros campos. Esto permitirá a los estudiantes nacidos en el extranjero que se gradúen en universidades estadounidenses permanecer y trabajar aquí hasta seis años, y posiblemente más.

Quienquiera que haya estado pensando en este tema también debería considerar otras medidas que podrían ayudar a alinear la oferta y la demanda en el mercado laboral. El “problema de la inmigración” que ha preocupado a los estadounidenses durante tantos años probablemente no existiría si Estados Unidos tuviera un programa de trabajadores invitados flexible, abierto y realista, que incluyera al número necesario de trabajadores poco calificados que la economía requiere. Así es como se juzga cuántos inmigrantes indocumentados deberían poder trabajar en EE. UU. ¿cuántos necesitamos realmente?

Un programa así ayudaría a sostener la economía y eliminaría, o reduciría drásticamente, la llamada crisis de la inmigración. A pesar de todas sus fanfarronadas, quizá sea la administración Trump la que resuelva definitivamente este problema.

Traducido por Gabriel Gasave

Artículos relacionados