Los tres pilares populares del éxito electoral de Donald Trump han sido las quejas sobre los inmigrantes, las prácticas comerciales desleales de otros países y las “interminables guerras” estadounidenses en el extranjero.
El último de estos agravios era legítimo y estaba alimentado por los grandes atolladeros o debacles de la superpotencia intervencionista estadounidense en Cuba, Vietnam, Camboya, Laos, Irán, Líbano, Somalia, Irak, Libia y Afganistán.
Como ejemplo, un reciente artículo de opinión de John F. Sopko, quien, como inspector general especial para la reconstrucción de Afganistán desde 2012, realizó una crónica del despilfarro de vidas y dinero durante la última mitad del fiasco de dos décadas de Estados Unidos en Afganistán, argumentó convincentemente que los incentivos burocráticos en las fuerzas armadas estadounidenses y otras agencias para atribuirse el éxito hicieron que la verdad del fracaso se mantuviera oculta durante mucho tiempo a los contribuyentes estadounidenses. Ese problema puede encontrarse también en los demás fracasos catastróficos estadounidenses.
A su favor, durante su primer mandato presidencial Trump había llegado a la conclusión de que la guerra afgana era perdedora, firmó un acuerdo con los talibanes para retirar las fuerzas estadounidenses de Afganistán, pero no lo llevó a cabo antes de dejar el cargo. Joe Biden, su sucesor, tras una breve demora, coincidió con Trump sobre la guerra y sufrió un gran golpe en la popularidad de su nueva administración cuando el régimen afgano apoyado por Estados Unidos se derrumbó rápidamente durante la retirada de las tropas estadounidenses, lo que provocó cierto caos y más muertes estadounidenses y afganas.
No obstante, durante el interregno entre su reciente elección y su toma de posesión, se ha quejado de las elevadas tarifas de tránsito por el Canal de Panamá y ha amenazado con recuperarlo (presumiblemente con la fuerza militar, ya que es poco probable que los panameños se ofrezcan voluntariamente a devolver la zona del Canal), ha exigido amenazadoramente la compra de Groenlandia y ha bromeado con hacer de Canadá el estado 51º.
Por último, durante la campaña Fox News interrogó a Trump acerca de lanzar ataques militares transfronterizos contra los cárteles de la droga mexicanos y respondió: “México va a tener que solucionarlo muy rápido, o la respuesta es absolutamente”. Mark Esper, uno de los secretarios de Defensa de Trump durante su primer mandato, afirma que Trump pidió opciones militares contra los cárteles y que apenas lo convencieron de que no las ordenara. Los actuales asistentes de Trump están buscando argumentos para emplear opciones así de drásticas durante un segundo mandato.
Hasta ahora, la mayor parte de las amenazas implícitas o explícitas de Trump han estado dirigidas a países mucho más débiles del hemisferio occidental. Sin embargo, durante su primer mandato, también amenazó a países de Asia Oriental y Oriente Medio y emprendió acciones agresivas en esta última región.
Antes de dar un giro de 180 grados e intentar negociar con el líder norcoreano Kim Jong Un, Trump había amenazado implícitamente con una guerra nuclear con el reino ermitaño al decir que Corea del Norte sería “recibida con fuego y furia, como este mundo nunca ha visto antes”. También se informó de que Trump discutió en privado la posibilidad de utilizar un arma nuclear contra Corea del Norte y culpar de ello a otro país.
En Medio Oriente, Trump canceló precipitadamente el acuerdo multilateral con Irán para limitar su programa nuclear a cambio de la relajación de las sanciones económicas y más tarde asesinó al segundo funcionario iraní más poderoso cuando visitaba Irak, agitando así las relaciones con ambos países. Sus candidatos propuestos para secretario de Defensa, Pete Hegseth, y embajador en Israel, Mike Huckabee, se oponen a la autodeterminación palestina y parecen abrazar la idea de un “Gran Israel”.
Este punto de vista suele abogar por la anexión de Cisjordania y el reasentamiento de Gaza después de la expulsión de los palestinos. Por último, Trump ha prometido poner menos límites a las exportaciones de armamento a Israel que incluso los pocos que impuso la administración Biden.
Así, en un segundo mandato, aunque Trump evite los atolladeros militares estadounidenses sobre el terreno, podría emprender o permitir que países aliados emprendan acciones militares agresivas.
Esperemos que sus fanfarronerías machistas contra países amigos del hemisferio o adversarios más lejanos sean solo para obtener algún tipo de ventaja negociadora, porque incluso acciones militares limitadas -como, por ejemplo, ataques transfronterizos contra cárteles de la droga mexicanos, especialmente sin el consentimiento del gobierno mexicano- podrían convertirse en pantanos desastrosos si las cosas no salen bien; me vienen a la mente Vietnam, Irak y Afganistán.
Traducido por Gabriel Gasave
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