La vendetta de Maduro en Venezuela
Intencionado o no, el hostigamiento del presidente Trump a Canadá, México, Dinamarca, Ucrania y otros países parece estar facilitando que algunos de los déspotas del hemisferio occidental se dediquen a sus acciones brutales con escasa repercusión internacional.
Tal vez, en ningún lugar sea esto tan evidente como en Venezuela, donde el hombre fuerte Nicolás Maduro, que robó las elecciones presidenciales del año pasado, ha puesto en marcha una venganza contra la familia de su rival, el presidente electo Edmundo González Urrutia.
Aunque apenas se ha informado de ello en los medios de comunicación estadounidenses, hace más de dos meses que el yerno de González fue secuestrado en Caracas por encapuchados pertenecientes a las fuerzas de seguridad de Maduro. Rafael Tudares Bracho, casado con la hija de González, Mariana, llevaba a sus dos hijos pequeños a visitar a su abuela cuando fue secuestrado el 7 de enero. No se le ha visto ni se ha sabido nada de él desde entonces.
Según Mariana, hace algunos días funcionarios del gobierno le comunicaron que su marido había sido imputado de colaboración en un acto de traición grave. La misma acusación se formuló contra su padre, que ha estado viviendo en el exilio, procurando atraer la atención mundial sobre el fraude electoral y las terribles violaciones de los derechos humanos desatadas posteriormente contra los críticos del Sr. Maduro.
Resulta imposible saber si se presentaron tales cargos contra el Sr. Tudares porque todo lo que pudo haber sucedido, fue a puertas cerradas. No se informó a nadie de que se habían presentado cargos penales contra él ni de que tendría que enfrentar una audiencia. No hay pruebas de que se permitiera al Sr. Tudares contar con un abogado. Privarlo del acceso a un abogado violaría la Constitución de Venezuela (artículos 44, 45 y 49, relativos a las libertades y derechos civiles) y la legislación vigente.
Los déspotas, por supuesto, se burlan de sus propias leyes cuando les conviene y no les importan en lo más mínimo los acuerdos y normas legales internacionales que prohíben el secuestro, la detención sin acceso a un abogado, la denegación a las familias de información sobre el paradero de un detenido, los procedimientos legales secretos, la imputación a los familiares de los críticos y la tortura, que, en el caso del Sr. Tudares, es altamente probable.
Tras buscar información en todos los centros de detención conocidos de Caracas y de otros lugares del país, Mariana oyó lo que parece ser un rumor creíble de que su marido se encontraba recluido en la tristemente célebre prisión de El Rodeo, en las afueras de Caracas, un infierno de tres edificios sinónimo de tortura, desapariciones y muerte. Cuando Mariana pidió ver a su marido en El Rodeo, le dijeron: “No está aquí”.
Suponiendo que el Sr. Tudares siga vivo y esté detenido por cargos relacionados con traición (curiosa definición para apoyar unas elecciones justas), está claro que es por quién es, no por lo que ha hecho.
El Sr. Tudares no está involucrado en política y no tuvo ningún papel en la campaña presidencial de su suegro. No existe la menor evidencia que sugiera que tuvo algo que ver con la convocatoria de su suegro a manifestaciones pacíficas tras las elecciones robadas ni con que se haya ocultado después de los comicios (ahora sabemos que se alojó en la embajada holandesa antes de abandonar Venezuela), y mucho menos que fuera cómplice de conspirar con su suegro de cualquier otra forma que el Sr. Maduro pudiera ver como una amenaza.
Como informé en agosto en The Washington Times, el presidente legítimo de Venezuela, Edmundo González, demostró más allá de toda duda que derrotó al Sr. Maduro por un margen de más de 2-1.
Posteriormente, el Sr. González se vio obligado a exiliarse. Su hija, su yerno y sus nietos se quedaron y siguieron llevando una vida normal. A principios de este año, su yerno, el Sr. Tudares, fue secuestrado a fin de chantajear al Sr. González para que abandonara su petición de reconocimiento internacional de los verdaderos resultados electorales y un cambio de gobierno.
Al mantener al Sr. Tudares como rehén, probablemente torturándolo, y sometiendo a su esposa e hijos al tormento de ignorar su paradero o, Dios no lo quiera, si todavía está vivo, el Sr. Maduro está imitando las prácticas que los peores dictadores del siglo pasado hicieron suyas en sus esfuerzos por quebrantar la dignidad humana de aquellos sobre los que gobernaban. Es el tipo de cosas que Arthur Koestler escribió en “Oscuridad al mediodía”, la alegoría del encarcelamiento político bajo el brutal hombre fuerte soviético Josef Stalin.
No olvidemos que, si bien Mariana González ha demostrado coraje y fortaleza durante estos dos últimos meses, otras innumerables familias venezolanas se encuentran en situaciones similares. Merecen nuestra solidaridad y la del gobierno estadounidense, que extrañamente parece más enamorado de los opresores que de los oprimidos.
Traducido por Gabriel Gasave