Los ataques militares contra Serbia han sido retratados por la administración Clinton como una misión de la OTAN–un verdadero esfuerzo multilateral con los aliados europeos. Pero la realidad es muy diferente a la retórica.
Para fingir que la OTAN es la fuerza motora detrás de la acción militar, el Pentágono ha permitido que los voceros de la OTAN en Bruselas, de hecho casi exclusivamente europeos, tomen el liderazgo en comunicarle al mundo las operaciones en curso. Los voceros pueden estar parados detrás de podios blasonados con el logotipo de la alianza y repartir reportes impresos en hojas con el membrete de la “OTAN,” pero las fuerzas en situación de peligro son básicamente estadounidenses.
Una vez que la actual acumulación de poder aéreo de 1.000 aeronaves sea completada, los aviones estadounidenses representarán cerca del 80 por ciento de las aeronaves que conducen la operación. Incluso antes de la acumulación, una fuente anónima de la fuerza aérea de los EE.UU. observó que los aviones estadounidenses volaban el 90 por ciento de las misiones de combate. (El Pentágono está suprimiendo los datos oficiales acerca del número de misiones que cada miembro de la OTAN ha conducido.) El porcentaje de los EE.UU. se incrementará a medida que las fuerzas crezcan. Esta desigual asunción de la carga, resulta de la vasta superioridad estadounidense respecto de la disponibilidad de aeronaves, armas, electrónica para el campo de batalla, preparación, y móviles para la logística y recursos de apoyo.
Las tropas de los EE.UU. también constituirán un porcentaje desproporcionado de las fuerzas para cualquier ataque terrestre contra Kosovo o Serbia. Según el Comandante retirado del ejército, General Edward Atkeson, el 50 por ciento de cualquier fuerza terrestre de la OTAN sería estadounidense porque «tenemos el mejor material»: tanques, equipos de comunicación, y doctrina. Fundamentalmente, los Estados Unidos poseen capacidades militares–por ejemplo, en inteligencia y móviles para la logística y de recursos de apoyo (a saber, camiones, transportadores de equipo, equipamiento para el manejo de municiones, unidades de mantenimiento, ingenieros de combate, policía militar, y unidades médicas)–en las cuales los aliados son profundamente deficientes.
Cuando la OTAN publicó en 1991 su primer concepto estratégico post Guerra Fría, los aliados prometieron mejorar la movilidad de sus fuerzas de aire y de tierra de modo tal que pudieran conducir más fácilmente a las operaciones fuera del territorio de la OTAN. En los ocho años que transcurrieron desde entonces, han alcanzado poco progreso en hacerlo. Dado que la OTAN considera revisar al concepto estratégico de 1991 en la cumbre de Washington, hay pocos motivos para ser optimistas respecto de que los aliados acelerarán mejoras a sus fuerzas.
De hecho, actualmente existe preocupación en la alianza de que las fuerzas estadounidenses pudiesen llegar a ser tan superiores a las de los otros miembros, que las fuerzas de la OTAN ya no sean más capaces de operar juntas. Esta disparidad en las capacidades surge de la amplia brecha en el gasto militar entre los EE.UU. y sus aliados: los Estados Unidos gastan cerca de $280 mil millones (billones en inglés) al año en la defensa nacional mientras que cada uno de sus mayores aliados gastan unos magros $20 a $40 mil millones (billones en inglés) por año. El Reino Unido gasta cerca de $40 mil millones, Francia alrededor de $30 mil millones, Alemania aproximadamente $25 mil millones, e Italia unos $20 mil millones. Y dada la gran disparidad entre los EE.UU. y las contribuciones aliadas al esfuerzo bélico contra Serbia, los Estados Unidos soportarán también la carga de los costos suplementales requeridos para conducir la confrontación bélica–dinero para reponer a los misiles utilizados, municiones, combustible, y el mantenimiento adicional del equipamiento. (La administración Clinton ha solicitado $6 mil millones para financiar la guerra durante todo septiembre, pero el total podría alcanzar los $16 mil millones si un ataque terrestre total es eventualmente ordenado.)
Si los Estados Unidos continúan sacando de apuros a los europeos aún de problemas seguridad de menor importancia–por ejemplo, pequeñas guerras civiles en partes alejadas de Europa, tales como Kosovo–los mismos nunca gastarán el dinero necesario para proporcionar las capacidades militares adecuadas a fin de manejar tales situaciones. Como siempre, los Estados Unidos se preocupan más respecto de la seguridad europea que los propios europeos y parecen estar deseosos de pagar los costos en sangre y en tesoros, cuando perciben que dicha seguridad se encuentra amenazada. Sin embargo, Kosovo se encuentra mucho más lejos de los Estados Unidos que de las capitales de Europa occidental. Aunque la administración Clinton deliberadamente exalta el espectro obsesionante de otra conflagración a lo ancho de Europa a resultas de las cenizas de la guerra civil en Kosovo, la situación en la región balcánica es muy diferente a aquella previa a la Primera Guerra Mundial. Por entonces, varias de las grandes potencias se encontraban procurando activamente ganancias en los Balcanes. En contraste, la mayoría de las grandes potencias son en la actualidad amistosas para con los Estados Unidos y buscan la estabilidad en la región. A pesar de la fanfarroneada de Rusia, la misma no es ninguna excepción y actualmente es demasiado débil como para defender agresivamente los intereses serbios–incluso si también lo deseara.
Resumiendo, cualquier guerra más amplia en la región, en el peor de los casos, involucrará a contrincantes más pequeños tales como Grecia y Turquía. Si tal escenario inquieta a los miembros europeos de la OTAN, los mismos deberían reunir sus recursos militares para prevenirlo.
Los Estados Unidos no tuvieron interés vital alguno en Yugoslavia durante la Guerra Fría e incluso tienen menos motivos para estar preocupados respecto de la región tras la desintegración de su superpotencia rival. Si los Estados Unidos siguen rescatando a sus aliados europeos de pequeñas guerras a baja escala, estarán condenados a hacerlo eternamente. Los aliados continuarán disfrutando de un «viaje gratis»* y no desarrollarán las ágiles fuerzas militares necesarias para apagar a tales pequeños incendios.
*Nota del Traductor:
En inglés “free-rider”, concepto que hace referencia a la situación en la cual, frente a la provisión de un bien público–respecto del que no existe posibilidad de exclusión de terceros en su disfrute–alguien goza de los beneficios del mismo sin incurrir en sus costos, convirtiéndose por ende en un “free-rider.”
Traducido por Gabriel Gasave
La OTAN se está encaminando hacia una situación de derrota
Los ataques militares contra Serbia han sido retratados por la administración Clinton como una misión de la OTAN–un verdadero esfuerzo multilateral con los aliados europeos. Pero la realidad es muy diferente a la retórica.
Para fingir que la OTAN es la fuerza motora detrás de la acción militar, el Pentágono ha permitido que los voceros de la OTAN en Bruselas, de hecho casi exclusivamente europeos, tomen el liderazgo en comunicarle al mundo las operaciones en curso. Los voceros pueden estar parados detrás de podios blasonados con el logotipo de la alianza y repartir reportes impresos en hojas con el membrete de la “OTAN,” pero las fuerzas en situación de peligro son básicamente estadounidenses.
Una vez que la actual acumulación de poder aéreo de 1.000 aeronaves sea completada, los aviones estadounidenses representarán cerca del 80 por ciento de las aeronaves que conducen la operación. Incluso antes de la acumulación, una fuente anónima de la fuerza aérea de los EE.UU. observó que los aviones estadounidenses volaban el 90 por ciento de las misiones de combate. (El Pentágono está suprimiendo los datos oficiales acerca del número de misiones que cada miembro de la OTAN ha conducido.) El porcentaje de los EE.UU. se incrementará a medida que las fuerzas crezcan. Esta desigual asunción de la carga, resulta de la vasta superioridad estadounidense respecto de la disponibilidad de aeronaves, armas, electrónica para el campo de batalla, preparación, y móviles para la logística y recursos de apoyo.
Las tropas de los EE.UU. también constituirán un porcentaje desproporcionado de las fuerzas para cualquier ataque terrestre contra Kosovo o Serbia. Según el Comandante retirado del ejército, General Edward Atkeson, el 50 por ciento de cualquier fuerza terrestre de la OTAN sería estadounidense porque «tenemos el mejor material»: tanques, equipos de comunicación, y doctrina. Fundamentalmente, los Estados Unidos poseen capacidades militares–por ejemplo, en inteligencia y móviles para la logística y de recursos de apoyo (a saber, camiones, transportadores de equipo, equipamiento para el manejo de municiones, unidades de mantenimiento, ingenieros de combate, policía militar, y unidades médicas)–en las cuales los aliados son profundamente deficientes.
Cuando la OTAN publicó en 1991 su primer concepto estratégico post Guerra Fría, los aliados prometieron mejorar la movilidad de sus fuerzas de aire y de tierra de modo tal que pudieran conducir más fácilmente a las operaciones fuera del territorio de la OTAN. En los ocho años que transcurrieron desde entonces, han alcanzado poco progreso en hacerlo. Dado que la OTAN considera revisar al concepto estratégico de 1991 en la cumbre de Washington, hay pocos motivos para ser optimistas respecto de que los aliados acelerarán mejoras a sus fuerzas.
De hecho, actualmente existe preocupación en la alianza de que las fuerzas estadounidenses pudiesen llegar a ser tan superiores a las de los otros miembros, que las fuerzas de la OTAN ya no sean más capaces de operar juntas. Esta disparidad en las capacidades surge de la amplia brecha en el gasto militar entre los EE.UU. y sus aliados: los Estados Unidos gastan cerca de $280 mil millones (billones en inglés) al año en la defensa nacional mientras que cada uno de sus mayores aliados gastan unos magros $20 a $40 mil millones (billones en inglés) por año. El Reino Unido gasta cerca de $40 mil millones, Francia alrededor de $30 mil millones, Alemania aproximadamente $25 mil millones, e Italia unos $20 mil millones. Y dada la gran disparidad entre los EE.UU. y las contribuciones aliadas al esfuerzo bélico contra Serbia, los Estados Unidos soportarán también la carga de los costos suplementales requeridos para conducir la confrontación bélica–dinero para reponer a los misiles utilizados, municiones, combustible, y el mantenimiento adicional del equipamiento. (La administración Clinton ha solicitado $6 mil millones para financiar la guerra durante todo septiembre, pero el total podría alcanzar los $16 mil millones si un ataque terrestre total es eventualmente ordenado.)
Si los Estados Unidos continúan sacando de apuros a los europeos aún de problemas seguridad de menor importancia–por ejemplo, pequeñas guerras civiles en partes alejadas de Europa, tales como Kosovo–los mismos nunca gastarán el dinero necesario para proporcionar las capacidades militares adecuadas a fin de manejar tales situaciones. Como siempre, los Estados Unidos se preocupan más respecto de la seguridad europea que los propios europeos y parecen estar deseosos de pagar los costos en sangre y en tesoros, cuando perciben que dicha seguridad se encuentra amenazada. Sin embargo, Kosovo se encuentra mucho más lejos de los Estados Unidos que de las capitales de Europa occidental. Aunque la administración Clinton deliberadamente exalta el espectro obsesionante de otra conflagración a lo ancho de Europa a resultas de las cenizas de la guerra civil en Kosovo, la situación en la región balcánica es muy diferente a aquella previa a la Primera Guerra Mundial. Por entonces, varias de las grandes potencias se encontraban procurando activamente ganancias en los Balcanes. En contraste, la mayoría de las grandes potencias son en la actualidad amistosas para con los Estados Unidos y buscan la estabilidad en la región. A pesar de la fanfarroneada de Rusia, la misma no es ninguna excepción y actualmente es demasiado débil como para defender agresivamente los intereses serbios–incluso si también lo deseara.
Resumiendo, cualquier guerra más amplia en la región, en el peor de los casos, involucrará a contrincantes más pequeños tales como Grecia y Turquía. Si tal escenario inquieta a los miembros europeos de la OTAN, los mismos deberían reunir sus recursos militares para prevenirlo.
Los Estados Unidos no tuvieron interés vital alguno en Yugoslavia durante la Guerra Fría e incluso tienen menos motivos para estar preocupados respecto de la región tras la desintegración de su superpotencia rival. Si los Estados Unidos siguen rescatando a sus aliados europeos de pequeñas guerras a baja escala, estarán condenados a hacerlo eternamente. Los aliados continuarán disfrutando de un «viaje gratis»* y no desarrollarán las ágiles fuerzas militares necesarias para apagar a tales pequeños incendios.
*Nota del Traductor:
En inglés “free-rider”, concepto que hace referencia a la situación en la cual, frente a la provisión de un bien público–respecto del que no existe posibilidad de exclusión de terceros en su disfrute–alguien goza de los beneficios del mismo sin incurrir en sus costos, convirtiéndose por ende en un “free-rider.”
Traducido por Gabriel Gasave
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