La administración Clinton planea darles a los militares un tardío regalo navideño: la mayor propuesta de incremento en los gastos de defensa desde el refuerzo militar de los años 80, el cual tuvo lugar durante un período especialmente tenso de la Guerra Fría. El presidente propondrá aumentos en el financiamiento de cerca de $110 mil millones (billones en inglés) durante los próximos seis años.
El Congreso podría encontrarse de un humor festivo aún mayor. John Warner, el nuevo presidente del Comité Senatorial de las Fuerzas Armadas, declaró que la propuesta de la administración se encuentra por debajo de los $148 mil millones (billones en inglés) que los Jefes del Estado Mayor deseaban. Prometió que el Congreso limitaría la generosidad de la administración.
El ímpetu ostensible para proporcionar toda esta algarabía festiva es todo un conjunto de problemas de preparación, incluyendo la retención de pilotos en la Fuerza Aérea y el déficit de personal en el Ejército y en la Marina. Los Jefes del Estado Mayor y el Congreso esgrimen el espectro de la «fuerza hueca» de los años 70, para el caso de que más fondos no sean proporcionados para los crecientes beneficios jubilatorios y para los incrementos salariales generalizados tendientes a corregir la supuesta brecha entre los salarios de los militares y aquellos de los civiles.
De hecho, sin embargo, las fuerzas armadas se encuentran lejos de ser una fuerza hueca. Se está gastando por soldado en la preparación militar más que durante el refuerzo paulatino de la defensa de Reagan de los años 80.
Por otra parte, un estudio efectuado por RAND para el Departamento de Defensa– el cual está siendo convenientemente ignorado en la carrera por ver quién puede aumentar más rápidamente el presupuesto de defensa–demuestra que la brecha salarial entre los sectores militar y civil es en gran medida ilusoria. El estudio demostró que la mayoría del personal alistado gana realmente más que su contraparte civil de la misma edad y educación. Aún la brecha salarial entre el personal alistado y los oficiales senior y el sector civil es leve. Según RAND, en lugar de aumentos salariales masivos y de incrementos en los beneficios de retiro, los incrementos salariales selectivos para rangos específicos o categorías profesionales costarían menos y resultarían en una mayor retención de personal y en una mayor productividad.
Tanto el Congreso como la Casa Blanca podrían financiar cualquiera de los pasos verdaderamente necesarios para mejorar la preparación, si tan solo pudiesen romper con algunos malos hábitos.
El Congreso ha rehusado ahorrar miles de millones (billones en inglés) aceptando una nueva ronda de cierres de bases militares innecesarias, y simplemente no puede oponerse a la tentación de agregar armas al presupuesto que incluso el Pentágono no ha solicitado. El costo de todo este clientelismo de la defensa ronda las decenas de miles de millones. El Congreso también rechaza desafiar el deseo del Pentágono de construir las armas que son innecesarias o que son reliquias de la Guerra Fría–por ejemplo, la compra de tres nuevos tipos de aviones de combate a pesar de un ambiente amenazador más benigno tras la Guerra Fría.
Por su parte, la Casa Blanca continúa complaciendo a una debilidad de enviar tropas de estadounidenses en lejanas operaciones de «mantenimiento de la paz,» por ejemplo en Bosnia. No sólo la proyectada misión en Bosnia le costará a los EE.UU. 10 mil millones (billones en inglés) antes de la finalización de este ejercicio fiscal, sino que la misma ha minado la seguridad de los EE.UU. al provocar una reducción en el entrenamiento y en los ejercicios necesarios para preparar a las fuerzas de los EE.UU. para pelear una guerra importante.
Los ahorros generados por recortar las bases redundantes, los armamentos innecesarios, y los costosos y mal aconsejados despliegues en el exterior financiarían más que un alza salarial selectiva para aumentar la retención de cierto personal militar que se encuentra demandado en la robusta economía civil, así como pagarían también cualquier otra mejora en la preparación que fuese necesaria.
A pesar de toda la histeria sobre una «crisis de preparación,» las fuerzas armadas de los EE.UU. son inigualables. Incluso antes de los propuestos aumentos en el gasto, el presupuesto de los EE.UU. para la defensa nacional era igual a los presupuestos de defensa de las siguientes 10 naciones que más gastan en ese rubro combinadas. La mayoría de esas naciones son amigas de los Estados Unidos. Las únicas dos grandes potencias que podrían no serlo–Rusia y China–junto con los estados rufianes de Irak, Irán, Corea del Norte, Siria, Libia, y Cuba, poseen gastos en defensa combinados iguales a menos de un tercio del total de los de EE.UU.. Los Estados Unidos tienen las únicas fuerzas armadas verdaderamente integradas en el mundo, con por lejos las mejores armas, entrenamiento, inteligencia, y logística. Y la brecha entre las capacidades militares de los EE.UU. y las de las siguientes fuerzas armadas más capaces del mundo–nuestros aliados ricos–está creciendo.
Las fuerzas armadas de los EE.UU. no precisan más dinero. La Guerra Fría terminó. Las decrépitas fuerzas de Rusia y de China no podrían amenazar a los Estados Unidos por décadas (si es que pueden hacerlo alguna vez.) Los $280 mil millones (billones en inglés) gastados en la defensa nacional durante el ejercicio fiscal 1999 son ya casi el 90 por ciento del promedio de lo gastado durante la Guerra Fría. La administración y el Congreso se están moviendo para incrementar esos gastos por sobre ese nivel a efectos de satisfacer a los poderosos grupos de interés–los servicios militares y sus industrias contratistas–quienes están exigiendo su participación en ese superávit presupuestario. En otras palabras, se están preparando para incrementar el presupuesto de defensa porque pueden (al menos por el momento), no porque debiesen hacerlo.
El mejor plan de acción es el de pagar por mejoras de la preparación cambiando las políticas y las prioridades dentro del presupuesto de defensa, y otorgarle una rebaja en los impuestos a los ya saturados contribuyentes con una factura anual para la defensa nacional de más de $1.000 por cada hombre, mujer, y niño en los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
El incremento del gasto militar es simplemente un regalo para los intereses especiales
La administración Clinton planea darles a los militares un tardío regalo navideño: la mayor propuesta de incremento en los gastos de defensa desde el refuerzo militar de los años 80, el cual tuvo lugar durante un período especialmente tenso de la Guerra Fría. El presidente propondrá aumentos en el financiamiento de cerca de $110 mil millones (billones en inglés) durante los próximos seis años.
El Congreso podría encontrarse de un humor festivo aún mayor. John Warner, el nuevo presidente del Comité Senatorial de las Fuerzas Armadas, declaró que la propuesta de la administración se encuentra por debajo de los $148 mil millones (billones en inglés) que los Jefes del Estado Mayor deseaban. Prometió que el Congreso limitaría la generosidad de la administración.
El ímpetu ostensible para proporcionar toda esta algarabía festiva es todo un conjunto de problemas de preparación, incluyendo la retención de pilotos en la Fuerza Aérea y el déficit de personal en el Ejército y en la Marina. Los Jefes del Estado Mayor y el Congreso esgrimen el espectro de la «fuerza hueca» de los años 70, para el caso de que más fondos no sean proporcionados para los crecientes beneficios jubilatorios y para los incrementos salariales generalizados tendientes a corregir la supuesta brecha entre los salarios de los militares y aquellos de los civiles.
De hecho, sin embargo, las fuerzas armadas se encuentran lejos de ser una fuerza hueca. Se está gastando por soldado en la preparación militar más que durante el refuerzo paulatino de la defensa de Reagan de los años 80.
Por otra parte, un estudio efectuado por RAND para el Departamento de Defensa– el cual está siendo convenientemente ignorado en la carrera por ver quién puede aumentar más rápidamente el presupuesto de defensa–demuestra que la brecha salarial entre los sectores militar y civil es en gran medida ilusoria. El estudio demostró que la mayoría del personal alistado gana realmente más que su contraparte civil de la misma edad y educación. Aún la brecha salarial entre el personal alistado y los oficiales senior y el sector civil es leve. Según RAND, en lugar de aumentos salariales masivos y de incrementos en los beneficios de retiro, los incrementos salariales selectivos para rangos específicos o categorías profesionales costarían menos y resultarían en una mayor retención de personal y en una mayor productividad.
Tanto el Congreso como la Casa Blanca podrían financiar cualquiera de los pasos verdaderamente necesarios para mejorar la preparación, si tan solo pudiesen romper con algunos malos hábitos.
El Congreso ha rehusado ahorrar miles de millones (billones en inglés) aceptando una nueva ronda de cierres de bases militares innecesarias, y simplemente no puede oponerse a la tentación de agregar armas al presupuesto que incluso el Pentágono no ha solicitado. El costo de todo este clientelismo de la defensa ronda las decenas de miles de millones. El Congreso también rechaza desafiar el deseo del Pentágono de construir las armas que son innecesarias o que son reliquias de la Guerra Fría–por ejemplo, la compra de tres nuevos tipos de aviones de combate a pesar de un ambiente amenazador más benigno tras la Guerra Fría.
Por su parte, la Casa Blanca continúa complaciendo a una debilidad de enviar tropas de estadounidenses en lejanas operaciones de «mantenimiento de la paz,» por ejemplo en Bosnia. No sólo la proyectada misión en Bosnia le costará a los EE.UU. 10 mil millones (billones en inglés) antes de la finalización de este ejercicio fiscal, sino que la misma ha minado la seguridad de los EE.UU. al provocar una reducción en el entrenamiento y en los ejercicios necesarios para preparar a las fuerzas de los EE.UU. para pelear una guerra importante.
Los ahorros generados por recortar las bases redundantes, los armamentos innecesarios, y los costosos y mal aconsejados despliegues en el exterior financiarían más que un alza salarial selectiva para aumentar la retención de cierto personal militar que se encuentra demandado en la robusta economía civil, así como pagarían también cualquier otra mejora en la preparación que fuese necesaria.
A pesar de toda la histeria sobre una «crisis de preparación,» las fuerzas armadas de los EE.UU. son inigualables. Incluso antes de los propuestos aumentos en el gasto, el presupuesto de los EE.UU. para la defensa nacional era igual a los presupuestos de defensa de las siguientes 10 naciones que más gastan en ese rubro combinadas. La mayoría de esas naciones son amigas de los Estados Unidos. Las únicas dos grandes potencias que podrían no serlo–Rusia y China–junto con los estados rufianes de Irak, Irán, Corea del Norte, Siria, Libia, y Cuba, poseen gastos en defensa combinados iguales a menos de un tercio del total de los de EE.UU.. Los Estados Unidos tienen las únicas fuerzas armadas verdaderamente integradas en el mundo, con por lejos las mejores armas, entrenamiento, inteligencia, y logística. Y la brecha entre las capacidades militares de los EE.UU. y las de las siguientes fuerzas armadas más capaces del mundo–nuestros aliados ricos–está creciendo.
Las fuerzas armadas de los EE.UU. no precisan más dinero. La Guerra Fría terminó. Las decrépitas fuerzas de Rusia y de China no podrían amenazar a los Estados Unidos por décadas (si es que pueden hacerlo alguna vez.) Los $280 mil millones (billones en inglés) gastados en la defensa nacional durante el ejercicio fiscal 1999 son ya casi el 90 por ciento del promedio de lo gastado durante la Guerra Fría. La administración y el Congreso se están moviendo para incrementar esos gastos por sobre ese nivel a efectos de satisfacer a los poderosos grupos de interés–los servicios militares y sus industrias contratistas–quienes están exigiendo su participación en ese superávit presupuestario. En otras palabras, se están preparando para incrementar el presupuesto de defensa porque pueden (al menos por el momento), no porque debiesen hacerlo.
El mejor plan de acción es el de pagar por mejoras de la preparación cambiando las políticas y las prioridades dentro del presupuesto de defensa, y otorgarle una rebaja en los impuestos a los ya saturados contribuyentes con una factura anual para la defensa nacional de más de $1.000 por cada hombre, mujer, y niño en los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorDespilfarro gubernamental/ClientelismoGobierno y políticaPolítica contemporáneaPresupuesto de defensa
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