El segundo aterrizaje forzado por el gobierno de una aeronave empleada para fumigar sembradíos, en la estela de los ataques terroristas del 11 de septiembre contra el Pentágono y el World Trade Center, es un espeluznante recordatorio de que esos ataques devastadores pueden no ser lo peor que acontezca. Antes de los ataques, los hombres que se cree que los perpetraron visitaron un aeropuerto municipal en la Florida e hicieron muchas preguntas acerca de un avión fumigador. Además, existe la posibilidad de que algunos de los individuos vinculados con los ataques, hayan recientemente solicitado y recibió licencias para conducir camiones de transporte de materiales peligrosos.
Mientras tanto, se ha sabido por cierta tiempo que Osama bin Laden ha estado intentando obtener armas químicas. Aunque la controversia rodeó al ataque con misiles crucero del Presidente Clinton a una planta farmacéutica sudanesa, esa administración sostuvo que la fábrica tenía vinculaciones con bin Laden y había elaborado armas químicas. Fotografías satelitales recientes del este de Afganistán han exhibido animales muertos alrededor de un aparente laboratorio utilizado para la experimentación con armas de destrucción masiva (WMD conforme su sigla en inglés). Todos estos desarrollos dan lugar a la desagradable, pero muy real, posibilidad de que los terroristas—especialmente bin Laden y su organización—intenten un ataque catastrófico contra los Estados Unidos con dichas “súper armas.”
En el futuro, esa posibilidad no es remota. Los funcionarios del Departamento de Defensa y las publicaciones han advertido desde hace mucho sobre la potencialidad de tales ataques. La amenaza de un ataque empleando armas nucleares, biológicas o químicas fue resumida de la mejor manera posible por Deborah Lee cuando ella era asistente del Secretario de Defensa durante la administración Clinton, “Las dudas acerca de la oportunidad y la localización de los posibles ataques terroristas coexisten incómodamente junto a la posibilidad casi cierta de que eventualmente ocurrirán ataques contra el territorio de los EE.UU.. Los especialistas en contra-terrorismo definen al problema no como un interrogante sobre si tales ataques ocurrirán sino como un interrogante sobre el cuándo y el dónde.” Un estudio de 1997 de la Junta de Ciencias de la Defensa, comisionada por la Oficina del Secretario de Defensa, refiriéndose a los ataques por parte de los terroristas que emplean WMD afirmaba que el “riesgo de ataque contra el suelo de los EE.UU. [es] es probable y a la vez fácil de llevar a cabo.”
De los tres tipos de armas, los agentes químicos y biológicos son probablemente los más proclives a ser utilizados en un ataque (la fabricación de una bomba nuclear requiere de un infraestructura importante y del material fisionable que se encuentra bajo control internacional). Los rociadores, incluyendo a los aviones fumigadores, son los medios más probables para propagar esos agentes. Otro informe del Departamento de Defensa sobre la proliferación de WMD, describe así la amenaza: “De ser necesario, el avión fumigador y los generadores de aerosol simples pueden ser fácilmente adaptados para la propagación de una variedad de agentes. Las cantidades de agentes químicos requeridas son relativamente pequeñas cuando se las compara con la producción industrial de similares productos químicos comerciales, lo cual plantea problemas significativos para su detección. La baja tecnología requerida se presta para proliferar e incluso para la potencial utilización por parte de los terroristas.”
Los agentes químicos y biológicos son bastante fáciles de producir empleando los materiales y las tecnologías comerciales fácilmente disponibles. Tales agentes pueden ser producidos en instalaciones comerciales, incluyendo lecherías y vinerías para las armas biológicas y las fábricas de fertilizantes y las plantas químicas y farmacéuticas para las armas químicas. Incluso si son producidas en el exterior, pequeñas cantidades de los agentes necesarios serían fáciles de contrabandear a través de los miles de millas de las fronteras de los EE.UU.. La inteligencia de los EE.UU. podría no ser capaz de detectar y prohibir tales envíos o aún detectar las actividades de los potenciales autores (una lección aprendida de los ataques del 11 de septiembre).
De los dos tipos de armas, los agentes biológicos son mucho más mortales, pero también más difíciles de convertir en armas, que los agentes químicos. Las armas químicas son relativamente fáciles de hacer y de utilizar y serían probablemente la primera opción de los terroristas. En el futuro, sin embargo, si los grupos terroristas reclutan a científicos e ingenieros competentes, incluso las armas biológicas podrían convertirse en una amenaza al territorio de los EE.UU.. Si son empleadas acertadamente bajo las condiciones ambientales correctas, las armas químicas podrían matar a miles o a decenas de miles de personas y las armas biológicas podrían matar a decenas o a centenares de miles.
Mitigar los efectos de dichos ataques catastróficos también sería dificultoso. Un problema importante es detectar tales ataques antes de que sea demasiado tarde. También, los recursos policiales, del bomberos y paramédicos y hospitalarios se encontrarían probablemente fácilmente sobrepasados. Actualmente, existe un faltante de vacunas y de antídotos para los principales agentes biológicos y químicos. Sería de un costo prohibitivo proporcionar trajes y máscaras protectores para cada ciudadano estadounidense.
Si los terroristas (incluyendo al propio bin Laden) comienzan a intentar rematar el ataque espectacular del 11 de septiembre, la única cosa más horripilante que ese ataque—el uso de WMD—podría convertirse en una horrible realidad. En el corto plazo, el gobierno de los EE.UU. necesita rápidamente reforzar las capacidades de la inteligencia humana para obtener una mejor alerta de algún ataque de ese tipo y continuar proporcionando entrenamiento, equipo, e insumos médicos (por ejemplo, dispositivos de detección, máscaras y trajes protectores, y vacunas y antídotos) a los trabajadores locales de los servicios de emergencia. En el largo plazo, después de que el polvo se haya ido, el gobierno de los EE.UU. debe formularse preguntas difíciles acerca de qué es lo que motiva a los grupos terroristas para atacar objetivos de los EE.UU. en el 47 por ciento de los incidentes terroristas del mundo. Quizás el gobierno de los Estados Unidos podría iniciar cambios en su política exterior que harían al país menos blanco de tales ataques.
Traducido por Gabriel Gasave
Inquietante presagio del futuro
El segundo aterrizaje forzado por el gobierno de una aeronave empleada para fumigar sembradíos, en la estela de los ataques terroristas del 11 de septiembre contra el Pentágono y el World Trade Center, es un espeluznante recordatorio de que esos ataques devastadores pueden no ser lo peor que acontezca. Antes de los ataques, los hombres que se cree que los perpetraron visitaron un aeropuerto municipal en la Florida e hicieron muchas preguntas acerca de un avión fumigador. Además, existe la posibilidad de que algunos de los individuos vinculados con los ataques, hayan recientemente solicitado y recibió licencias para conducir camiones de transporte de materiales peligrosos.
Mientras tanto, se ha sabido por cierta tiempo que Osama bin Laden ha estado intentando obtener armas químicas. Aunque la controversia rodeó al ataque con misiles crucero del Presidente Clinton a una planta farmacéutica sudanesa, esa administración sostuvo que la fábrica tenía vinculaciones con bin Laden y había elaborado armas químicas. Fotografías satelitales recientes del este de Afganistán han exhibido animales muertos alrededor de un aparente laboratorio utilizado para la experimentación con armas de destrucción masiva (WMD conforme su sigla en inglés). Todos estos desarrollos dan lugar a la desagradable, pero muy real, posibilidad de que los terroristas—especialmente bin Laden y su organización—intenten un ataque catastrófico contra los Estados Unidos con dichas “súper armas.”
En el futuro, esa posibilidad no es remota. Los funcionarios del Departamento de Defensa y las publicaciones han advertido desde hace mucho sobre la potencialidad de tales ataques. La amenaza de un ataque empleando armas nucleares, biológicas o químicas fue resumida de la mejor manera posible por Deborah Lee cuando ella era asistente del Secretario de Defensa durante la administración Clinton, “Las dudas acerca de la oportunidad y la localización de los posibles ataques terroristas coexisten incómodamente junto a la posibilidad casi cierta de que eventualmente ocurrirán ataques contra el territorio de los EE.UU.. Los especialistas en contra-terrorismo definen al problema no como un interrogante sobre si tales ataques ocurrirán sino como un interrogante sobre el cuándo y el dónde.” Un estudio de 1997 de la Junta de Ciencias de la Defensa, comisionada por la Oficina del Secretario de Defensa, refiriéndose a los ataques por parte de los terroristas que emplean WMD afirmaba que el “riesgo de ataque contra el suelo de los EE.UU. [es] es probable y a la vez fácil de llevar a cabo.”
De los tres tipos de armas, los agentes químicos y biológicos son probablemente los más proclives a ser utilizados en un ataque (la fabricación de una bomba nuclear requiere de un infraestructura importante y del material fisionable que se encuentra bajo control internacional). Los rociadores, incluyendo a los aviones fumigadores, son los medios más probables para propagar esos agentes. Otro informe del Departamento de Defensa sobre la proliferación de WMD, describe así la amenaza: “De ser necesario, el avión fumigador y los generadores de aerosol simples pueden ser fácilmente adaptados para la propagación de una variedad de agentes. Las cantidades de agentes químicos requeridas son relativamente pequeñas cuando se las compara con la producción industrial de similares productos químicos comerciales, lo cual plantea problemas significativos para su detección. La baja tecnología requerida se presta para proliferar e incluso para la potencial utilización por parte de los terroristas.”
Los agentes químicos y biológicos son bastante fáciles de producir empleando los materiales y las tecnologías comerciales fácilmente disponibles. Tales agentes pueden ser producidos en instalaciones comerciales, incluyendo lecherías y vinerías para las armas biológicas y las fábricas de fertilizantes y las plantas químicas y farmacéuticas para las armas químicas. Incluso si son producidas en el exterior, pequeñas cantidades de los agentes necesarios serían fáciles de contrabandear a través de los miles de millas de las fronteras de los EE.UU.. La inteligencia de los EE.UU. podría no ser capaz de detectar y prohibir tales envíos o aún detectar las actividades de los potenciales autores (una lección aprendida de los ataques del 11 de septiembre).
De los dos tipos de armas, los agentes biológicos son mucho más mortales, pero también más difíciles de convertir en armas, que los agentes químicos. Las armas químicas son relativamente fáciles de hacer y de utilizar y serían probablemente la primera opción de los terroristas. En el futuro, sin embargo, si los grupos terroristas reclutan a científicos e ingenieros competentes, incluso las armas biológicas podrían convertirse en una amenaza al territorio de los EE.UU.. Si son empleadas acertadamente bajo las condiciones ambientales correctas, las armas químicas podrían matar a miles o a decenas de miles de personas y las armas biológicas podrían matar a decenas o a centenares de miles.
Mitigar los efectos de dichos ataques catastróficos también sería dificultoso. Un problema importante es detectar tales ataques antes de que sea demasiado tarde. También, los recursos policiales, del bomberos y paramédicos y hospitalarios se encontrarían probablemente fácilmente sobrepasados. Actualmente, existe un faltante de vacunas y de antídotos para los principales agentes biológicos y químicos. Sería de un costo prohibitivo proporcionar trajes y máscaras protectores para cada ciudadano estadounidense.
Si los terroristas (incluyendo al propio bin Laden) comienzan a intentar rematar el ataque espectacular del 11 de septiembre, la única cosa más horripilante que ese ataque—el uso de WMD—podría convertirse en una horrible realidad. En el corto plazo, el gobierno de los EE.UU. necesita rápidamente reforzar las capacidades de la inteligencia humana para obtener una mejor alerta de algún ataque de ese tipo y continuar proporcionando entrenamiento, equipo, e insumos médicos (por ejemplo, dispositivos de detección, máscaras y trajes protectores, y vacunas y antídotos) a los trabajadores locales de los servicios de emergencia. En el largo plazo, después de que el polvo se haya ido, el gobierno de los EE.UU. debe formularse preguntas difíciles acerca de qué es lo que motiva a los grupos terroristas para atacar objetivos de los EE.UU. en el 47 por ciento de los incidentes terroristas del mundo. Quizás el gobierno de los Estados Unidos podría iniciar cambios en su política exterior que harían al país menos blanco de tales ataques.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorTerrorismo y seguridad nacional
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