En la capital de la nación, no hay nada como una crisis para que surjan los lobos hambrientos buscando la carne roja de la generosidad federal. Las bestias no son reacias a incluso aprovecharse vergonzosamente de acontecimientos horribles como los del 11 de septiembre y la guerra que sobrevino. Y los políticos son rápidos de apaciguar: un ejemplo particularmente notable se presentó cuando el Presidente Bush declaró que la producción agrícola-ganadera era un «asunto de seguridad nacional.» Por lo tanto, ¿por qué deberíamos creerle cuando nos dice que necesitamos adicionar otros $48 mil millones (billones en inglés) a un presupuesto de la defensa ya hinchado a fin de darle batalla a los terroristas?
Una mirada más próxima al engordado presupuesto de defensa revela algunos huesos que les están siendo ofrecidos a los intereses creados, en nombre de una lucha patriótica contra las fuerzas del mal. Solamente $19 mil millones del incremento de $48 mil millones (ambas cifras son billones en inglés) en el presupuesto de defensa 2003 serán gastados en la guerra. El resto del aumento le permitirá al Pentágono hundirse en el status quo, en un momento en el que la cambiante amenaza requiere que las fuerzas armadas sean verdaderamente transformadas.
La absurda arremetida para incrementar el financiamiento llevará al ya excesivo presupuesto anual para la defensa nacional a casi $400 mil millones (billones en inglés), o $1.400 por ciudadano al año. Con los aumentos, las fuerzas armadas estadounidenses gastarán más que los presupuestos de defensa combinados de las 25 naciones siguientes que más gastan y más de treinta veces los gastos de defensa de los países en el «eje del mal» (Irán, Irak, y Corea del Norte), según el Centro para la Información de la Defensa. Pero los Estados Unidos son ya más dominantes militarmente, con relación al resto del mundo, que lo que eran en su apogeo los imperios romano y británico. Por lo tanto, la tarea de combatir en conflictos pequeños (Ej.: Afganistán) o en guerras de tamaño mediano (si el presidente efectúa el imprudente movimiento de eliminar a uno o más de los regímenes del «eje del mal») a efectos de conducir la batalla contra el terrorismo, encaja perfectamente en el presupuesto existente de $350 mil millones (billones en inglés). De hecho, durante la última década, las fuerzas armadas de Irán, Irak, y Corea del Norte declinaron.
En lugar de con un considerable aumento del financiamiento, los costos para la guerra contra el terrorismo podrían ser cubiertos mediante ahorros en alguna otra parte del presupuesto. Por ejemplo, recortando las bases militares innecesarias o los armamentos anacrónicos diseñados para la Guerra Fría, se ahorrarían miles de millones. Por caso, tras el derrumbe de la fuerza aérea soviética, ninguna nueva amenaza en gran escala existe a la dominación estadounidense de los cielos como para justificar el avión de combate F-22 de un precio exorbitante.
Muchas de las armas que la industria de la defensa produce en serie se encuentran tecnológicamente obsoletas, con años de atraso, y exceden bastante los costos estimados. El Secretario de Defensa Donald Rumsfeld ha comparado a la forma en que el Departamento de Defensa hace negocios con las prácticas del planeamiento centralizado soviético.
Otorgarle a una ineficiente burocracia de la defensa fajos de efectivo es recompensar el fracaso y por lo tanto bregar por más de lo mismo. En ese ambiente, existen pocos incentivos para la necesaria transformación de las defensas estadounidenses en la estela del 11 de septiembre. Bush prometió en su campaña «saltear una generación» en materia de tecnología armamentística y concentrarse en desarrollar armamentos futuristas. No obstante ello, el presupuesto de defensa 2003 no elimina efectivamente ninguno de los principales programas de armas existentes.
Así, lanzar más dinero en el Pentágono puede reducir realmente la seguridad de los EE.UU. en vez de realzarla. La burocracia de la defensa y los intereses creados que intentan explotar la guerra contra el terrorismo para llenar sus propios bolsillos a expensas de los contribuyentes deben ser derrotados.
Traducido por Gabriel Gasave
El incremento de las Fuerzas Armadas demorará las reformas
En la capital de la nación, no hay nada como una crisis para que surjan los lobos hambrientos buscando la carne roja de la generosidad federal. Las bestias no son reacias a incluso aprovecharse vergonzosamente de acontecimientos horribles como los del 11 de septiembre y la guerra que sobrevino. Y los políticos son rápidos de apaciguar: un ejemplo particularmente notable se presentó cuando el Presidente Bush declaró que la producción agrícola-ganadera era un «asunto de seguridad nacional.» Por lo tanto, ¿por qué deberíamos creerle cuando nos dice que necesitamos adicionar otros $48 mil millones (billones en inglés) a un presupuesto de la defensa ya hinchado a fin de darle batalla a los terroristas?
Una mirada más próxima al engordado presupuesto de defensa revela algunos huesos que les están siendo ofrecidos a los intereses creados, en nombre de una lucha patriótica contra las fuerzas del mal. Solamente $19 mil millones del incremento de $48 mil millones (ambas cifras son billones en inglés) en el presupuesto de defensa 2003 serán gastados en la guerra. El resto del aumento le permitirá al Pentágono hundirse en el status quo, en un momento en el que la cambiante amenaza requiere que las fuerzas armadas sean verdaderamente transformadas.
La absurda arremetida para incrementar el financiamiento llevará al ya excesivo presupuesto anual para la defensa nacional a casi $400 mil millones (billones en inglés), o $1.400 por ciudadano al año. Con los aumentos, las fuerzas armadas estadounidenses gastarán más que los presupuestos de defensa combinados de las 25 naciones siguientes que más gastan y más de treinta veces los gastos de defensa de los países en el «eje del mal» (Irán, Irak, y Corea del Norte), según el Centro para la Información de la Defensa. Pero los Estados Unidos son ya más dominantes militarmente, con relación al resto del mundo, que lo que eran en su apogeo los imperios romano y británico. Por lo tanto, la tarea de combatir en conflictos pequeños (Ej.: Afganistán) o en guerras de tamaño mediano (si el presidente efectúa el imprudente movimiento de eliminar a uno o más de los regímenes del «eje del mal») a efectos de conducir la batalla contra el terrorismo, encaja perfectamente en el presupuesto existente de $350 mil millones (billones en inglés). De hecho, durante la última década, las fuerzas armadas de Irán, Irak, y Corea del Norte declinaron.
En lugar de con un considerable aumento del financiamiento, los costos para la guerra contra el terrorismo podrían ser cubiertos mediante ahorros en alguna otra parte del presupuesto. Por ejemplo, recortando las bases militares innecesarias o los armamentos anacrónicos diseñados para la Guerra Fría, se ahorrarían miles de millones. Por caso, tras el derrumbe de la fuerza aérea soviética, ninguna nueva amenaza en gran escala existe a la dominación estadounidense de los cielos como para justificar el avión de combate F-22 de un precio exorbitante.
Muchas de las armas que la industria de la defensa produce en serie se encuentran tecnológicamente obsoletas, con años de atraso, y exceden bastante los costos estimados. El Secretario de Defensa Donald Rumsfeld ha comparado a la forma en que el Departamento de Defensa hace negocios con las prácticas del planeamiento centralizado soviético.
Otorgarle a una ineficiente burocracia de la defensa fajos de efectivo es recompensar el fracaso y por lo tanto bregar por más de lo mismo. En ese ambiente, existen pocos incentivos para la necesaria transformación de las defensas estadounidenses en la estela del 11 de septiembre. Bush prometió en su campaña «saltear una generación» en materia de tecnología armamentística y concentrarse en desarrollar armamentos futuristas. No obstante ello, el presupuesto de defensa 2003 no elimina efectivamente ninguno de los principales programas de armas existentes.
Así, lanzar más dinero en el Pentágono puede reducir realmente la seguridad de los EE.UU. en vez de realzarla. La burocracia de la defensa y los intereses creados que intentan explotar la guerra contra el terrorismo para llenar sus propios bolsillos a expensas de los contribuyentes deben ser derrotados.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorPresupuesto de defensa
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