The Daily Telegraph acaba de revelar que el sistema del seguro de salud pública británico (el Servicio Nacional de Salud, o NHS según su sigla en inglés) se encuentra gastando cientos de millones de libras por año para brindar tratamiento médico a los extranjeros y a los residentes ilegales que carecen del derecho legal a la atención gratuita de la salud.1 A cualquier visitante extranjero o inmigrante ilegal de un país del tercer mundo que, mientras se encuentra en el Reino Unido, es diagnosticado como portador positivo del HIV, se le permite permanecer porque la “Ley de los Derechos Humanos hace imposible retornar a individuos a un país donde no se encuentra disponible la asistencia médica apropiada.” Muchos africanos están usufructuando de esta posibilidad. Más comúnmente, muchos visitantes extranjeros, y no necesariamente pobres, se aprovechan de su estancia en el Reino Unido para obtener asistencia médica gratuita, a expensas del contribuyente británico.
Creado prontamente tras la Segunda Guerra Mundial, el NHS es un rasgo importante del Estado del Bienestar. Quizás el sistema británico de salud pública se encuentre más propenso al abuso que sistemas similares en otros países, pero esto no disminuye su interés como un caso de estudio del Estado del Bienestar. A los ojos de mucha gente, el Estado del Bienestar es una agencia benévola que proporciona una red de seguridad en el interés de todos.
De hecho, existe una argumento racional para elegir al Estado del Bienestar, que a continuación describimos. Un individuo racional elegirá asegurarse contra las contingencias catastróficas que no pueden ser aseguradas en el mercado privado del seguro por razones de selección adversa o de riesgo moral. Estas contingencias, asegurables solamente por el estado, incluyen las enfermedades catastróficas, el desempleo a largo plazo, y un montón de inhabilidades asignadas por la lotería del nacimiento. A fin de compensar estas inhabilidades, otras políticas sociales son necesarias, tal como la educación gratuita. Esta clase de teoría es tal vez ejemplificada del mejor modo posible por la obra de John Rawls A Theory of Justice (Una Teoría de la Justicia), pero se encuentra más o menos implícita en la mayoría de las discusiones contemporáneas sobre el Estado de Bienestar.
La justificación de la elección racional para el Estado de Bienestar es defectuosa porque la misma no se aplica a los buscadores del riesgo. Un buscador de riesgo bien puede preferir optar por ser muy rico y por el riesgo de la pobreza, antes que por una costosa seguridad. Usted solamente precisa de uno de tales individuos para invalidar la afirmación de que el Estado del Bienestar sería unánimemente elegido por individuos racionales detrás de un velo de ignorancia—o por individuos racionales en la etapa constitucional, para emplear la terminología de Buchanan.2 Pero existe otro, aún más importante, motivo por el cual el enfoque de las políticas de la elección racional no apoya al Estado del Bienestar: incluso para un individuo de riesgo neutro o para uno que evita el riesgo, el Estado del Bienestar posee costos que empequeñecerán a menudo sus beneficios.
El problema no es sólo que, a fin de ser una fuente de bienestar para algunos, el Estado de Bienestar tiene que ser un vampiro impositivo para otros, sino también que debe supervisar y controlar al populacho de una manera que necesariamente impone costos sobre alguien que no desea ser supervisado y controlado, y que tales poderes incrementan el riesgo de la tiranía. El Estado del Bienestar no puede, de ninguna manera significativa, asumir la responsabilidad por el bienestar de la población sin conocer mucho sobre sus sujetos, sin la imposición de números de identificación y de papelerío, sin sistemas para detectar la necesidad y el abuso, y sin leyes secundarias significadas para proteger a sus pupilos contra la imposición de costos sobre el sistema (como los individuos que no usan los cinturones de seguridad, que beben, que son obesos, etcétera y así sucesivamente). En el proceso de redistribuir los ingresos y los placeres de la vida, el estado necesariamente se vuelve más y más poderoso. Como Bertrand de Jouvenel lo expresa: “Cuanto más considera uno la cuestión, más claro se torna que la redistribución es en realidad mucho menos una redistribución del ingreso libre del más rico al más pobre, como nos lo imaginábamos, y más una redistribución de poder del individuo al Estado.”3
Lo que el argumento de la elección racional para el Estado de Bienestar descuida principalmente son los realzados requisitos de control y vigilancia de este tipo de estado. Muchos individuos, especialmente si adhieren a la tradición occidental de la libertad, considerarán a estos un costo muy alto.
Lo cual nos trae nuevamente al NHS como una ilustración de los peligros y de los costos ocultos del Estado del Bienestar. Por razones políticas relacionadas con la tradición inglesa de la privacidad y la ausencia de papeles de identificación, uno puede obtener el cuidado del NHS virtualmente sin ninguna pregunta ni formularios que completar—y sí, no obstante lo increíble que esto pueda parecerle a los estadounidenses, ¡también sin suministrar nada parecido a un número de Seguridad Social! Tales condiciones liberales atraen a todos los pobres del mundo y, como la investigación del Daily Telegraph lo demuestra, a algunos, menos pobres, que todavía prefieren el cuidado de la salud gratuito al que podrían conseguir en otra parte con un costo. El mismo problema plagó al sistema canadiense de salud pública algunos años atrás, con muchos estadounidenses cruzando la frontera para obtener atención sanitaria a expensas de los contribuyentes canadienses; fue solucionado estableciendo controles administrativos (incluyendo tarjetas de seguro médico con fotografías, bases de datos centralizadas, etc.) para cerciorarse de que solamente el enfermo de la nacionalidad correcta sería tratado gratuitamente. Los británicos tendrán también que tomar este sendero, de lo contrario el sistema, o los contribuyentes, van a la quiebra.
Cuando la reportera investigadora del Telegraph afirma que “a nadie que ingresa en el Reino Unido se le exige hacerse un chequeo de salud,” ella está tan sólo diciendo que usted no puede tener al Estado del Bienestar y evitar los controles totalitarios por siempre. Una enfermera británica efectuó un comentario fabuloso: “No es la gente que utiliza [el NHS] la culpable. Es el sistema que se permite a sí mismo ser burlado.” Traducido, esto significa que el Estado del Bienestar tiene que llegar a ser más y más burocrático, intruso y poderoso, para sobrevivir.
Hasta aquí bien, pero un rompecabezas complicado subsiste. ¿Por qué desearía el estado británico atraer a africanos pobres enfermos de SIDA a las costas británicas? La pregunta sigue siendo desconcertante incluso cuando uno admite que el estado no es un agente aislado sino una red de individuos relacionados y de organizaciones en un ambiente particular, para las acciones del estado que todavía revelan las preferencias expresadas por, o dentro, de esta red. La pregunta sigue siendo desconcertante incluso cuando una admite que el estado no es totalmente inmune a la rebelión de los ciudadanos, y que pueden ser tomadas medidas en respuesta a las revelaciones del Telegraph.
Mi hipótesis es que al estado le gustan los ciudadanos dóciles. Y quién va a ser más dócil que esta mujer sudanesa que vino al Reino Unido con su marido y sus dos niños, todo HIV positivos, y que afirma: “En Sudán, estaría muerta. Mis niños estarían muertos o huérfanos. Ahora, tenemos una vida feliz.” La peor revolución en la cual esta mujer podría llegar a participar sería una dirigida a incrementar el poder del estado. Tales sujetos no se encuentran amenazados por los burócratas partidistas del estado. Solamente con más tiranía administrativa puede el Estado de Bienestar evitar ser engatusado. El Estado de Bienestar y el Estado de Totalitario son las dos caras del mismo Leviathan Jano.
Referencias
1. Harriet Sergeant, “The World‘s Sick Are Flocking to the NHS—And We Are Paying,” The Daily Telegraph, 23 de mayo de 2003, pp. 20-21.
2. James M. Buchanan, The Limits of Liberty. Between Anarchy and Leviathan (Chicago: University of Chicago Press, 1975).
3. Bertrand de Jouvenel, The Ethics of Redistribution (Indianapolis: Liberty Fund, 1989; edición original: 1952), p. 72.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Timar al Estado del Bienestar? El Estado de Bienestar requiere de controles totalitarios
The Daily Telegraph acaba de revelar que el sistema del seguro de salud pública británico (el Servicio Nacional de Salud, o NHS según su sigla en inglés) se encuentra gastando cientos de millones de libras por año para brindar tratamiento médico a los extranjeros y a los residentes ilegales que carecen del derecho legal a la atención gratuita de la salud.1 A cualquier visitante extranjero o inmigrante ilegal de un país del tercer mundo que, mientras se encuentra en el Reino Unido, es diagnosticado como portador positivo del HIV, se le permite permanecer porque la “Ley de los Derechos Humanos hace imposible retornar a individuos a un país donde no se encuentra disponible la asistencia médica apropiada.” Muchos africanos están usufructuando de esta posibilidad. Más comúnmente, muchos visitantes extranjeros, y no necesariamente pobres, se aprovechan de su estancia en el Reino Unido para obtener asistencia médica gratuita, a expensas del contribuyente británico.
Creado prontamente tras la Segunda Guerra Mundial, el NHS es un rasgo importante del Estado del Bienestar. Quizás el sistema británico de salud pública se encuentre más propenso al abuso que sistemas similares en otros países, pero esto no disminuye su interés como un caso de estudio del Estado del Bienestar. A los ojos de mucha gente, el Estado del Bienestar es una agencia benévola que proporciona una red de seguridad en el interés de todos.
De hecho, existe una argumento racional para elegir al Estado del Bienestar, que a continuación describimos. Un individuo racional elegirá asegurarse contra las contingencias catastróficas que no pueden ser aseguradas en el mercado privado del seguro por razones de selección adversa o de riesgo moral. Estas contingencias, asegurables solamente por el estado, incluyen las enfermedades catastróficas, el desempleo a largo plazo, y un montón de inhabilidades asignadas por la lotería del nacimiento. A fin de compensar estas inhabilidades, otras políticas sociales son necesarias, tal como la educación gratuita. Esta clase de teoría es tal vez ejemplificada del mejor modo posible por la obra de John Rawls A Theory of Justice (Una Teoría de la Justicia), pero se encuentra más o menos implícita en la mayoría de las discusiones contemporáneas sobre el Estado de Bienestar.
La justificación de la elección racional para el Estado de Bienestar es defectuosa porque la misma no se aplica a los buscadores del riesgo. Un buscador de riesgo bien puede preferir optar por ser muy rico y por el riesgo de la pobreza, antes que por una costosa seguridad. Usted solamente precisa de uno de tales individuos para invalidar la afirmación de que el Estado del Bienestar sería unánimemente elegido por individuos racionales detrás de un velo de ignorancia—o por individuos racionales en la etapa constitucional, para emplear la terminología de Buchanan.2 Pero existe otro, aún más importante, motivo por el cual el enfoque de las políticas de la elección racional no apoya al Estado del Bienestar: incluso para un individuo de riesgo neutro o para uno que evita el riesgo, el Estado del Bienestar posee costos que empequeñecerán a menudo sus beneficios.
El problema no es sólo que, a fin de ser una fuente de bienestar para algunos, el Estado de Bienestar tiene que ser un vampiro impositivo para otros, sino también que debe supervisar y controlar al populacho de una manera que necesariamente impone costos sobre alguien que no desea ser supervisado y controlado, y que tales poderes incrementan el riesgo de la tiranía. El Estado del Bienestar no puede, de ninguna manera significativa, asumir la responsabilidad por el bienestar de la población sin conocer mucho sobre sus sujetos, sin la imposición de números de identificación y de papelerío, sin sistemas para detectar la necesidad y el abuso, y sin leyes secundarias significadas para proteger a sus pupilos contra la imposición de costos sobre el sistema (como los individuos que no usan los cinturones de seguridad, que beben, que son obesos, etcétera y así sucesivamente). En el proceso de redistribuir los ingresos y los placeres de la vida, el estado necesariamente se vuelve más y más poderoso. Como Bertrand de Jouvenel lo expresa: “Cuanto más considera uno la cuestión, más claro se torna que la redistribución es en realidad mucho menos una redistribución del ingreso libre del más rico al más pobre, como nos lo imaginábamos, y más una redistribución de poder del individuo al Estado.”3
Lo que el argumento de la elección racional para el Estado de Bienestar descuida principalmente son los realzados requisitos de control y vigilancia de este tipo de estado. Muchos individuos, especialmente si adhieren a la tradición occidental de la libertad, considerarán a estos un costo muy alto.
Lo cual nos trae nuevamente al NHS como una ilustración de los peligros y de los costos ocultos del Estado del Bienestar. Por razones políticas relacionadas con la tradición inglesa de la privacidad y la ausencia de papeles de identificación, uno puede obtener el cuidado del NHS virtualmente sin ninguna pregunta ni formularios que completar—y sí, no obstante lo increíble que esto pueda parecerle a los estadounidenses, ¡también sin suministrar nada parecido a un número de Seguridad Social! Tales condiciones liberales atraen a todos los pobres del mundo y, como la investigación del Daily Telegraph lo demuestra, a algunos, menos pobres, que todavía prefieren el cuidado de la salud gratuito al que podrían conseguir en otra parte con un costo. El mismo problema plagó al sistema canadiense de salud pública algunos años atrás, con muchos estadounidenses cruzando la frontera para obtener atención sanitaria a expensas de los contribuyentes canadienses; fue solucionado estableciendo controles administrativos (incluyendo tarjetas de seguro médico con fotografías, bases de datos centralizadas, etc.) para cerciorarse de que solamente el enfermo de la nacionalidad correcta sería tratado gratuitamente. Los británicos tendrán también que tomar este sendero, de lo contrario el sistema, o los contribuyentes, van a la quiebra.
Cuando la reportera investigadora del Telegraph afirma que “a nadie que ingresa en el Reino Unido se le exige hacerse un chequeo de salud,” ella está tan sólo diciendo que usted no puede tener al Estado del Bienestar y evitar los controles totalitarios por siempre. Una enfermera británica efectuó un comentario fabuloso: “No es la gente que utiliza [el NHS] la culpable. Es el sistema que se permite a sí mismo ser burlado.” Traducido, esto significa que el Estado del Bienestar tiene que llegar a ser más y más burocrático, intruso y poderoso, para sobrevivir.
Hasta aquí bien, pero un rompecabezas complicado subsiste. ¿Por qué desearía el estado británico atraer a africanos pobres enfermos de SIDA a las costas británicas? La pregunta sigue siendo desconcertante incluso cuando uno admite que el estado no es un agente aislado sino una red de individuos relacionados y de organizaciones en un ambiente particular, para las acciones del estado que todavía revelan las preferencias expresadas por, o dentro, de esta red. La pregunta sigue siendo desconcertante incluso cuando una admite que el estado no es totalmente inmune a la rebelión de los ciudadanos, y que pueden ser tomadas medidas en respuesta a las revelaciones del Telegraph.
Mi hipótesis es que al estado le gustan los ciudadanos dóciles. Y quién va a ser más dócil que esta mujer sudanesa que vino al Reino Unido con su marido y sus dos niños, todo HIV positivos, y que afirma: “En Sudán, estaría muerta. Mis niños estarían muertos o huérfanos. Ahora, tenemos una vida feliz.” La peor revolución en la cual esta mujer podría llegar a participar sería una dirigida a incrementar el poder del estado. Tales sujetos no se encuentran amenazados por los burócratas partidistas del estado. Solamente con más tiranía administrativa puede el Estado de Bienestar evitar ser engatusado. El Estado de Bienestar y el Estado de Totalitario son las dos caras del mismo Leviathan Jano.
Referencias
1. Harriet Sergeant, “The World‘s Sick Are Flocking to the NHS—And We Are Paying,” The Daily Telegraph, 23 de mayo de 2003, pp. 20-21.
2. James M. Buchanan, The Limits of Liberty. Between Anarchy and Leviathan (Chicago: University of Chicago Press, 1975).
3. Bertrand de Jouvenel, The Ethics of Redistribution (Indianapolis: Liberty Fund, 1989; edición original: 1952), p. 72.
Traducido por Gabriel Gasave
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