Al rechazar aprender de las lecciones de los nacientes atolladeros en Afganistán e Irak es probable que el Presidente Bush arriesgue nuevamente las vidas de las fuerzas armadas estadounidenses en una clintonesca intervención “humanitaria” en Liberia. El compromiso presidencial de tomar un rol activo en Liberia es una respuesta a la presión de los grupos internos y de los países extranjeros que efectúan la curiosa aseveración de que la fundación de ese país por parte de esclavos estadounidenses liberados hace más de 150 años atrás obliga moralmente a los EE.UU. a rescatar a una nación que ha estado por largo tiempo convulsionada.
La esclavitud fue una terrible mancha en los pasados de muchos países y particularmente en el de una nación estadounidense fundada sobre la base del ideal de la libertad. Pero al igual que las reparaciones históricas por la esclavitud, la intervención militar en Liberia para reparar de alguna manera este monstruoso capítulo en nuestra historia le endilga los costos a la generación actual, que nada tiene que ver con los pecados de las generaciones pasadas. En cualquier intervención, esos costos—es decir, la potencial pérdida de vida y de mutilaciones—recaerían sobre las fuerzas estadounidenses enroladas, las cuales irónicamente poseen un porcentaje de afro-americanos más alto que la población en general.
Además, si Liberia será realmente favorecida con la intervención de los EE.UU. o no, es algo cuestionable. Las violaciones a los derechos humanos y la corrupción también extravían a la oposición política interna al presidente Charles Taylor. Y el antecedente de los EE.UU. de “edificar naciones” en el mundo en desarrollo es abismal. El Líbano, Somalia, Haití, Bosnia, Kosovo, Afganistán e Irak eran, son o se están convirtiendo todas en desastres. O los países no se encuentran mejor (y a veces peor) que antes del involucramiento estadounidense, o la violencia probablemente volverá cuando los EE.UU. intenten retirarse del pantano.
Y cuando las cosas no marchan bien, la participación de los EE.UU. en el futuro de un país lleva a presionar para permanecer por más tiempo o para comprometer más fuerzas. Aunque la administración insiste en que las fuerzas de los EE.UU. permanecerán en Liberia solamente por un breve lapso, ocho años atrás el entonces presidente Bill Clinton prometió que las tropas estadounidenses se mantendrían en Bosnia solamente por un año. Con dos tercios de las brigadas del ejército de los EE.UU. ya desplegadas alrededor del mundo, una aventura neo-colonial liberiana—que no es vital a la seguridad de los EE.UU.—comprometería aún más tropas estadounidenses y podría ocupar a fuerzas que serían necesarias para una verdadera emergencia de la seguridad.
Traducido por Gabriel Gasave
La intervención es demasiado riesgosa
Al rechazar aprender de las lecciones de los nacientes atolladeros en Afganistán e Irak es probable que el Presidente Bush arriesgue nuevamente las vidas de las fuerzas armadas estadounidenses en una clintonesca intervención “humanitaria” en Liberia. El compromiso presidencial de tomar un rol activo en Liberia es una respuesta a la presión de los grupos internos y de los países extranjeros que efectúan la curiosa aseveración de que la fundación de ese país por parte de esclavos estadounidenses liberados hace más de 150 años atrás obliga moralmente a los EE.UU. a rescatar a una nación que ha estado por largo tiempo convulsionada.
La esclavitud fue una terrible mancha en los pasados de muchos países y particularmente en el de una nación estadounidense fundada sobre la base del ideal de la libertad. Pero al igual que las reparaciones históricas por la esclavitud, la intervención militar en Liberia para reparar de alguna manera este monstruoso capítulo en nuestra historia le endilga los costos a la generación actual, que nada tiene que ver con los pecados de las generaciones pasadas. En cualquier intervención, esos costos—es decir, la potencial pérdida de vida y de mutilaciones—recaerían sobre las fuerzas estadounidenses enroladas, las cuales irónicamente poseen un porcentaje de afro-americanos más alto que la población en general.
Además, si Liberia será realmente favorecida con la intervención de los EE.UU. o no, es algo cuestionable. Las violaciones a los derechos humanos y la corrupción también extravían a la oposición política interna al presidente Charles Taylor. Y el antecedente de los EE.UU. de “edificar naciones” en el mundo en desarrollo es abismal. El Líbano, Somalia, Haití, Bosnia, Kosovo, Afganistán e Irak eran, son o se están convirtiendo todas en desastres. O los países no se encuentran mejor (y a veces peor) que antes del involucramiento estadounidense, o la violencia probablemente volverá cuando los EE.UU. intenten retirarse del pantano.
Y cuando las cosas no marchan bien, la participación de los EE.UU. en el futuro de un país lleva a presionar para permanecer por más tiempo o para comprometer más fuerzas. Aunque la administración insiste en que las fuerzas de los EE.UU. permanecerán en Liberia solamente por un breve lapso, ocho años atrás el entonces presidente Bill Clinton prometió que las tropas estadounidenses se mantendrían en Bosnia solamente por un año. Con dos tercios de las brigadas del ejército de los EE.UU. ya desplegadas alrededor del mundo, una aventura neo-colonial liberiana—que no es vital a la seguridad de los EE.UU.—comprometería aún más tropas estadounidenses y podría ocupar a fuerzas que serían necesarias para una verdadera emergencia de la seguridad.
Traducido por Gabriel Gasave
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