La más reciente y exitosa gira veraniega explotó en escena ayer contra el bochornoso telón de fondo del capitolio de la nación. Provocando una tormenta de publicidad a su paso, la gira de la “Ley Patriota 2003” está lista para ponerse en marcha a través de los Estados Unidos con su número bastamente anticipado y su actor de prestigio mundial: el Fiscal General John Ashcroft.
¿A que usted no pensaba que había en la ciudad un espectáculo mejor que el deslumbrante y colorido show del Departamento de Justicia? Tal como si leyese una trillada página del cancionero del musical “Chicago”, Ashcroft ha llevado a las calles su defensa de la desacreditada Ley Patriota de los EE.UU. en una gira electoral por los estados indecisos, incluidos Iowa, Pennsylvania, Michigan, y Ohio. Como si las motivaciones políticas de Ashcroft no fuesen lo suficientemente obvias, ha limitado la concurrencia a este show tan especial solamente a los grupos encargados de la aplicación de la ley, evitando la legitimidad y las preguntas difíciles que por lo general formulan los foros públicos.
Pero si a Ashcroft le importase algo mantener el decoro de justicia e imparcialidad que se espera del Fiscal General del pueblo, jamás hubiese iniciado un breve show político en primer lugar. Al igual que cantaba el astuto Billy Flynn de “Chicago”, “deles el viejo circo de tres pistas/atúrdalos y asómbrelos/Cuando estés en problemas, ponte a bailar /…distráelos/y tendrán un romance”.
A pesar de que a Ashcroft seguramente no le resultan nada extraños los “problemas” o la controversia, la reciente tormenta que rodeó a la Ley Patriota no tiene parangón en una época en la cual el patriotismo resulta a menudo confundido con la obediencia y el escepticismo con la traición. Observemos los recientes esfuerzos liderados por los republicanos en la Cámara de Representantes para derogar dos cláusulas fundamentales de la Ley—una hazaña que hubiese resultado impensable hace más de un año atrás, cuando la gran mayoría de los representantes no se hubiese molestado en leer la totalidad del proyecto de ley antes de sancionarlo. Agréguele la circunstancia de que 152 comunidades sancionaron recientemente resoluciones contrarias a la Ley Patriota y que los grupos por las libertades civiles iniciaron una demanda alegando violaciones a la Constitución—y usted habrá conseguido una ola de calor al estilo de la de Chicago.
No obstante todo el trabajo de piernas del Departamento de Justicia alrededor de las acusaciones de violaciones a las libertades civiles, ninguna cuantía de humo y espejos podrá oscurecer esta espantosa verdad. Expresándolo de manera simple, la Ley Patriota es una abominación constitucional, que afecta por igual a los no ciudadanos y a los ciudadanos al abrogar el Bill of Rights. Dos de las cláusulas más deplorables, las denominadas órdenes para “irrumpir y revisar de manera furtiva” y el “espionaje bibliotecario”, son en la actualidad cuestionadas en el Senado. La orden para “irrumpir y revisar de manera furtiva” le permite a los agentes gubernamentales allanar hogares o confiscar propiedad secretamente , mientras que la cláusula del “espionaje bibliotecario” faculta a los agentes para indagar en los registros de las bibliotecas sin demostrar una causa probable ante un tribunal. Ambas cláusulas de la Ley Patriota difícilmente califican como un “rumbo constitucional” para el Departamento, tal como Ashcroft lo sostuvo recientemente en su primera etapa de la gira.
El Ashcroft que alguna vez se mofó de “no disculparse” por las violaciones a las libertades civiles ha quedado reducido a producir atracciones circenses secundarias en defensa de su legislación—una clara señal de que la marejada ha empezado a cambiar. No obstante ello, el interrogante implora ser planteado: ¿por qué nuestro principal oficial encargado de la aplicación de la ley siente la necesidad de viajar por todo el país como un maestro de ceremonias en una ridícula exhibición de lobby político? Quizás por que un poco de distracción es todo lo que sentía que el público necesitaba antes de revelar una incluso más represiva Ley Patriota II. A juzgar por la falta de escrutinio por parte de los medios que rodeó a la publicitada “Gira Patriota 2003”, podría salirse con la suya. Y si la reciente encuesta realizada por Fox News es acertada al informar que el 91 por ciento de los votantes registrados considera que la actual Ley no ha afectado sus derechos civiles, tal vez “las viejas palabras mágicas” en estas épocas problemáticas se hayan vuelto preferibles a la desagradable, y por lo general deprimente, realidad. Como lo demuestra el número artístico al estilo de “Chicago” de la gira de Ashcroft, la verdad se ha convertido en la primera victima de la guerra.
“Deles el viejo engaño desconcertante/Sorpréndalos y quiébrelos/¿Cómo pueden oír la verdad por encima del rugido?/…distráigalos/іY suplicarán por más!”
Traducido por Gabriel Gasave
El mismo viejo espectáculo deslumbrante
La más reciente y exitosa gira veraniega explotó en escena ayer contra el bochornoso telón de fondo del capitolio de la nación. Provocando una tormenta de publicidad a su paso, la gira de la “Ley Patriota 2003” está lista para ponerse en marcha a través de los Estados Unidos con su número bastamente anticipado y su actor de prestigio mundial: el Fiscal General John Ashcroft.
¿A que usted no pensaba que había en la ciudad un espectáculo mejor que el deslumbrante y colorido show del Departamento de Justicia? Tal como si leyese una trillada página del cancionero del musical “Chicago”, Ashcroft ha llevado a las calles su defensa de la desacreditada Ley Patriota de los EE.UU. en una gira electoral por los estados indecisos, incluidos Iowa, Pennsylvania, Michigan, y Ohio. Como si las motivaciones políticas de Ashcroft no fuesen lo suficientemente obvias, ha limitado la concurrencia a este show tan especial solamente a los grupos encargados de la aplicación de la ley, evitando la legitimidad y las preguntas difíciles que por lo general formulan los foros públicos.
Pero si a Ashcroft le importase algo mantener el decoro de justicia e imparcialidad que se espera del Fiscal General del pueblo, jamás hubiese iniciado un breve show político en primer lugar. Al igual que cantaba el astuto Billy Flynn de “Chicago”, “deles el viejo circo de tres pistas/atúrdalos y asómbrelos/Cuando estés en problemas, ponte a bailar /…distráelos/y tendrán un romance”.
A pesar de que a Ashcroft seguramente no le resultan nada extraños los “problemas” o la controversia, la reciente tormenta que rodeó a la Ley Patriota no tiene parangón en una época en la cual el patriotismo resulta a menudo confundido con la obediencia y el escepticismo con la traición. Observemos los recientes esfuerzos liderados por los republicanos en la Cámara de Representantes para derogar dos cláusulas fundamentales de la Ley—una hazaña que hubiese resultado impensable hace más de un año atrás, cuando la gran mayoría de los representantes no se hubiese molestado en leer la totalidad del proyecto de ley antes de sancionarlo. Agréguele la circunstancia de que 152 comunidades sancionaron recientemente resoluciones contrarias a la Ley Patriota y que los grupos por las libertades civiles iniciaron una demanda alegando violaciones a la Constitución—y usted habrá conseguido una ola de calor al estilo de la de Chicago.
No obstante todo el trabajo de piernas del Departamento de Justicia alrededor de las acusaciones de violaciones a las libertades civiles, ninguna cuantía de humo y espejos podrá oscurecer esta espantosa verdad. Expresándolo de manera simple, la Ley Patriota es una abominación constitucional, que afecta por igual a los no ciudadanos y a los ciudadanos al abrogar el Bill of Rights. Dos de las cláusulas más deplorables, las denominadas órdenes para “irrumpir y revisar de manera furtiva” y el “espionaje bibliotecario”, son en la actualidad cuestionadas en el Senado. La orden para “irrumpir y revisar de manera furtiva” le permite a los agentes gubernamentales allanar hogares o confiscar propiedad secretamente , mientras que la cláusula del “espionaje bibliotecario” faculta a los agentes para indagar en los registros de las bibliotecas sin demostrar una causa probable ante un tribunal. Ambas cláusulas de la Ley Patriota difícilmente califican como un “rumbo constitucional” para el Departamento, tal como Ashcroft lo sostuvo recientemente en su primera etapa de la gira.
El Ashcroft que alguna vez se mofó de “no disculparse” por las violaciones a las libertades civiles ha quedado reducido a producir atracciones circenses secundarias en defensa de su legislación—una clara señal de que la marejada ha empezado a cambiar. No obstante ello, el interrogante implora ser planteado: ¿por qué nuestro principal oficial encargado de la aplicación de la ley siente la necesidad de viajar por todo el país como un maestro de ceremonias en una ridícula exhibición de lobby político? Quizás por que un poco de distracción es todo lo que sentía que el público necesitaba antes de revelar una incluso más represiva Ley Patriota II. A juzgar por la falta de escrutinio por parte de los medios que rodeó a la publicitada “Gira Patriota 2003”, podría salirse con la suya. Y si la reciente encuesta realizada por Fox News es acertada al informar que el 91 por ciento de los votantes registrados considera que la actual Ley no ha afectado sus derechos civiles, tal vez “las viejas palabras mágicas” en estas épocas problemáticas se hayan vuelto preferibles a la desagradable, y por lo general deprimente, realidad. Como lo demuestra el número artístico al estilo de “Chicago” de la gira de Ashcroft, la verdad se ha convertido en la primera victima de la guerra.
“Deles el viejo engaño desconcertante/Sorpréndalos y quiébrelos/¿Cómo pueden oír la verdad por encima del rugido?/…distráigalos/іY suplicarán por más!”
Traducido por Gabriel Gasave
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