La halagüeña estimación económica del Senador John McCain (“Vuele al Recalentamiento Global por $20 al año,” página editorial, 30 de Oct.) de su Ley de la Administración del Clima, copatrocinada con Joseph Lieberman, carece de sentido. Tal vez esto explica por qué la misma fue rechazada por 55 votos contra 43. Incluso si este esquema racionador de la energía fuere a costarles a los ingresos familiares solamente unos improbables “$20 por año” en vez de $1.000 (según la Administración de la Información de la Energía del Departamento de Energía), sus beneficios son esencialmente nulos. La misma difícilmente influiría en los gases atmosféricos del invernadero y ciertamente no en el clima.
El Senador McCain también demandó un consenso científico; por lo tanto me extenderé sobre mi testimonio entregado a su Comité senatorial. Su autoridad, el informe del panel de la ciencia del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC su sigla en inglés) de la ONU, basa su conclusión acerca de la existencia del recalentamiento global humano-inducido en tres dudosas aseveraciones:
- Que el clima se está actualmente calentando descansa solamente sobre información de los termómetros en la superficie. La misma es contradicha por observaciones superiores de los satélites meteorológicos y la información independiente de la radiosonda de los globos meteorológicos. Los datos procurados (no de termómetros) de las zonas forestales, zonas heladas, etc. confirman todos que no hay actualmente un recalentamiento.
- Que el siglo veinte fue el más cálido de los últimos 1.000 años deriva enteramente del uso erróneo de tales datos procurados. La detallada auditoría de dos científicos canadienses expone un chocante conjunto de errores; la misma permite que cualquiera verifique de forma independiente su contradenuncia. Obsérvese que incluso si estas dos afirmaciones del IPCC fueran válidas, las mismas por sí mismas no probarían una causa humana; el calentamiento bien podría ser una fluctuación climática natural del tipo observado frecuentemente en el pasado.
- La afirmación de que los modelos climáticos (empleando el incremento observado en los gases atmosféricos del invernadero) reproducen fielmente el registro de la temperatura de los últimos 100 años, es espuria. En verdad, los modelos emplean parámetros lo suficientemente ajustables para imitar a la temperatura promedio global. Pero una vez que el registro es desestructurado de acuerdo con la latitud y la altitud, el acuerdo desaparece.
De esta manera, el recalentamiento climático humano-inducido, aunque esperado de la teoría del invernadero, es difícil de demostrar y proclive a seguir siendo insignificante en comparación con las variaciones climáticas naturales.
El Senado dio en el blanco en 1997, durante la administración Clinton, cuando aprobó la Resolución Byrd-Hagel contra una propuesta similar—por un voto unánime (incluyendo aquellos de los Senadores McCain y Lieberman). El voto de la semana pasada no representa un cambio en la opinión sino más bien un regalo para los senadores deseosos de abastecer a los grupos de presión medio ambientalistas. Es ciertamente irónico que la ley hubiese comprometido a los EE.UU. a racionar su uso de la energía unilateralmente en un momento en que Rusia ha matado al Protocolo de Kyoto, el esquema internacional para controlar las emisiones del gas-invernadero.
Traducido por Gabriel Gasave
La mala información hace del recalentamiento global un caso frío
La halagüeña estimación económica del Senador John McCain (“Vuele al Recalentamiento Global por $20 al año,” página editorial, 30 de Oct.) de su Ley de la Administración del Clima, copatrocinada con Joseph Lieberman, carece de sentido. Tal vez esto explica por qué la misma fue rechazada por 55 votos contra 43. Incluso si este esquema racionador de la energía fuere a costarles a los ingresos familiares solamente unos improbables “$20 por año” en vez de $1.000 (según la Administración de la Información de la Energía del Departamento de Energía), sus beneficios son esencialmente nulos. La misma difícilmente influiría en los gases atmosféricos del invernadero y ciertamente no en el clima.
El Senador McCain también demandó un consenso científico; por lo tanto me extenderé sobre mi testimonio entregado a su Comité senatorial. Su autoridad, el informe del panel de la ciencia del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC su sigla en inglés) de la ONU, basa su conclusión acerca de la existencia del recalentamiento global humano-inducido en tres dudosas aseveraciones:
De esta manera, el recalentamiento climático humano-inducido, aunque esperado de la teoría del invernadero, es difícil de demostrar y proclive a seguir siendo insignificante en comparación con las variaciones climáticas naturales.
El Senado dio en el blanco en 1997, durante la administración Clinton, cuando aprobó la Resolución Byrd-Hagel contra una propuesta similar—por un voto unánime (incluyendo aquellos de los Senadores McCain y Lieberman). El voto de la semana pasada no representa un cambio en la opinión sino más bien un regalo para los senadores deseosos de abastecer a los grupos de presión medio ambientalistas. Es ciertamente irónico que la ley hubiese comprometido a los EE.UU. a racionar su uso de la energía unilateralmente en un momento en que Rusia ha matado al Protocolo de Kyoto, el esquema internacional para controlar las emisiones del gas-invernadero.
Traducido por Gabriel Gasave
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