Los bosques para la gente, no para los políticos

1 de diciembre, 2003

El saneamiento de varios miles de millones de dólares a raíz de los incendios de California de 2003 llevará años. Miles de personas deben reconstruir sus hogares y negocios. No obstante, mientras que las casas pueden ser reemplazadas, las vidas y los recuerdos añorados no. Estos desafortunados californianos se han convertido en las víctimas más recientes de los dueños ausentes: en este caso, los políticos y las agencias forestales con sede en Washington. Su pérdida puede ser tanto una tragedia carente de sentido, o el catalizador para la reforma. Pero para que la verdadera reforma tenga lugar, el control centralizado de la tierra forestada y el uso erróneo de los bosques para propósitos políticos deben ser absolutamente rechazados.

Mientras que los incendios son inusuales (en parte por los efectos de la infestación del escarabajo de la corteza), los mismos habían sido previstos por los analistas quienes durante años advirtieron acerca de los peligros de los recientes caprichos en el manejo de la silvicultura, o por la carencia de gerenciamiento sobre las tierras públicas. Si más pastizales hubiesen sido reducidos durante los pasados años, y la tala de árboles selectiva hubiese sido más común, los incendios no habrían sido tan severos y probablemente hubiesen podido prevenirse. Ni más de 6 millones de acres se hubiesen calcinado en los estados del oeste en 2002 – un área más grande que Nueva Jersey. Los defensores de una administración más activa de los bosques federales (incluyendo la reducción de los bosques) se encuentran justificados al decir: “Nosotros se lo dijimos.”

Algunos del otro lado, afirman que este es el “estilo de la naturaleza.” Pero trágicamente, también lo son la malaria, el cólera, y el SIDA, y nadie defiende dejarlos a merced de la “naturaleza.” Los opositores a la creciente reducción y siega de los bosques federales han afirmado también que las talas enriquecen a las grandes compañías madereras. Sin embargo, mientras que el Servicio Forestal de los EE.UU. se sienta sobre 200 millones de acres de bosques, o cerca del 27 por ciento de la tierra forestada en los EE.UU., esa tierra genera solamente cerca del 5 por ciento de la producción de madera de la nación. La mayoría de las grandes compañías madereras se mudaron hace años y en la actualidad reciben sus materias primas de tierras privadas en el sureste y en Canadá, así como de los bosques minados de Rusia y de otros países que prestan poca atención a las sutilezas medioambientales. Además, cuando menos árboles federales son talados, ello significa que los bosques privados incrementan su valor, y de esa manera aumentan los beneficios para aquellos tenedores de acciones madereras y de productos en ciernes en un mercado menos competitivo. Por lo que le concierne a las grandes compañías madereras, los bosques federales podrían ser cerrados para su provecho.

La administración de los bosques públicos de los Estados Unido, especialmente en el oeste, está basada en el planeamiento gubernamental nacionalizado cuyas reglas son determinadas por los políticos. El gerenciamiento de los bosques se encuentra bajo el control directo de los comités del Congreso que supervisan al Departamento de Agricultura (Servicio Forestal de los EE.UU.) y el Departamento de Interior (Oficina de Administración de la Tierra). La trágica decisión tomada en Washington tiempo atrás fue la de suspender gran parte de la reducción y tala en las tierras federales. Este año, pedidos de asistencia federal para remover árboles malsanos en 415.000 acres de tierras de bosques federales en California fueron socavados por meses de maquinaciones burocráticas.

No obstante, a menos que algo cambie, es inverosímil que Washington asuma la responsabilidad de sus desastrosas decisiones. El desafortunado antecedente muestra más de la política de siempre cuando el Congreso “investiga” los incendios que han plagado al oeste en los años recientes. Los miembros del Congreso cuestionan seriamente a los jefes de varias agencias. Pero son el Presidente, los Senadores y los Representantes quienes deberían estar en el banquillo de los acusados. Ellos establecieron las reglas.

Aún cuando los políticos son conscientes de los peligros de dicha política, están igualmente al tanto del riesgo político de ir contra la opinión popular que impera actualmente. Esto fue bien ilustrado antes de las elecciones de 2002 por el intento del Senador Demócrata líder Tom Daschle de deslizar una enmienda en una ley que permitiría que los bosques en Dakota del Sur fuesen reducidos (mientras que aquellos en California y en otras partes no). Daschle puede haber deseado conservar su imagen como un medio ambientalista correcto, pero también tenía la misión de lograr que los demócratas fueran electos en Dakota del Sur, donde la gente estaba harta de los riesgos de incendios. La semana pasada, y solamente después de la devastación de las tormentas de fuego de California, el Senado finalmente juzgó prudente votar 80 a 14 para permitir la reducción de los bosques federales que Daschle deseaba para su estado.

Ninguno de los miembros de los subcomités de la Cámara de Representantes que supervisan la forestación son expertos en el gerenciamiento de bosques. Sin embargo, incluso si a los comités de supervisión del Congreso estuviesen integrados por silvicultores profesionales, ninguna política de bosques generalizada funcionaría. Así como los silvicultores profesionales difieren en sus opiniones respecto de la apropiada administración de los bosques, los propios bosques son diferentes. Algunos son remotos, algunos son urbanos. Algunas son selvas tropicales; algunos bosques se encuentran en los desiertos. Cada uno precisa de una administración diferente.

Una solución podría ser la de dejar a los californianos determinar independientemente el tratamiento de los bosques federales en California, dejar a la gente de Florida determinar el tratamiento de los bosques federales en la Florida, en donde cada departamento forestal estadual posee el conocimiento especializado de su propia ecología. Incluso yendo más lejos, dado que los bosques cerca de San Diego son diferentes de los bosques cerca de Redding, los bosques federales podrían ser desposeídos a los condados o a las comunidades en las cuales están situados. Contratos o derechos de propiedad a largo plazo para cada bosque federal podrían ser concedidos a asociaciones, fundaciones o a otras organizaciones. Por ejemplo, el Sierra Club, la Nature Conservancy o la Audubon Society podrían poseer o administrar bosques federales bajo contrato, incluso como tantas agencias ambientales poseen y administran miles de acres bajo áreas protegidas privadas contratadas a través del país en la actualidad. Otros bosques podrían ser concedidos contractualmente a firmas privadas y a organizaciones calificadas que ofrecen servicios de administración de bosques. A diferencia del sistema nacionalizado actual, en cada uno de estos casos aquellos involucrados serían directamente responsables por sus operaciones de silvicultura, incluyendo la plena responsabilidad por alguna falla.

Así como los bosques poseen características distintas, el gerenciamiento diverso y descentralizado los beneficiaría a todos, excepto por supuesto a los intereses adquiridos situados en Washington, los cuales perderían el control sobre las tierras que han mal utilizado y mal administrado.

Si realmente deseamos que nuestros bosques sean conservados para el provecho de todos, incluyendo a la vida silvestre, en la actualidad y en las futuras generaciones, pongamos a las tierras forestales fuera del desastroso reino de la política y de los intereses especiales y coloquémoslas al cuidado de aquellos que demuestren que pueden ser confiados con dicho legado.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es titular de la Cátedra John y Judy Goolsby y E.M. (Manny) Rosenthal en Economía y Derecho en la University of Texas, Arlington.

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