La gente de Iowa parece muy contenta con sus asambleas electorales cuatrienales (caucus* como se las conoce en los EE.UU.). Los resultados se encuentran ahora disponibles y la campaña para las elecciones presidenciales de 2004 se ha iniciado. A medio mundo de distancia, sin embargo, los shiítas iraquíes han lanzado multitudinarias demostraciones contra el plan de la administración Bush en favor de asambleas electorales a efectos de elegir una asamblea nacional interina. ¿Por qué a los de Iowa les encanta algo que los shiítas iraquíes detestan?
Es simple: la versión de las asambleas electorales de Iowa es una auténtica democracia de bases en acción, mientras que la versión de la autoridad estadounidense de ocupación en Irak es un engaño. Habiendo pasado mis años de formación en Iowa y asistido a las reuniones políticas del vecindario, se que cualquier votante de Iowa puede participar en debates y escoger entre los candidatos. Por ejemplo, si mis padres, quienes aún viven en Iowa, fuesen republicanos o independientes y deseasen participar en la asamblea electoral demócrata —porque allí es donde la acción estará en 2004—podrían cambiar su afiliación partidaria y participar en la asamblea que le agrade a su corazón.
En contraste, las asambleas electorales planeadas por la administración Bush en Irak están designadas para evitar la genuina democracia participativa—las elecciones directas que la mayoría iraquí shiíta desea—porque cualquier gobierno designado de ese modo podría ser menos amistoso para con los EE.UU. que uno generado por el bien coreografiado proceso de las asambleas electorales. Sin examinar los detalles del plan de la administración, los medios estadounidenses han tratado a la propuesta de las asambleas electorales versus la elección directa en Irak como si meramente fuesen dos maneras distintas de llevar la democracia a Irak. A pesar de la grandilocuente retórica de la administración acerca de llevar la democracia a Irak y al Medio Oriente, sin embargo, sus acciones hasta el momento han indicado una preferencia por un gobierno amistoso con los EE.UU., antes que por uno democrático. Cuando el plan de las asambleas de la autoridad de ocupación de los EE.UU. es examinado de cerca, no es difícil ver porqué los shiítas iraquíes lo desaprueban.
A diferencia de la versión de las asambleas electorales de Iowa, abiertas a todos, los participantes en la versión iraquí bajo el plan actual de la administración, tienen que ser seleccionados ya sea por el Consejo del Gobierno Iraquí—el cuerpo de testaferros iraquíes escogidos a mano por el gobierno de Irak del virrey estadounidense Paul Bremer—o elegidos por los funcionarios del gobierno local que se encuentran cooperando con la autoridad estadounidense de ocupación. Por supuesto, los shiítas—con más del 60 por ciento de la población de Irak—se dan cuenta de que la administración Bush se encuentra temerosa respecto de hacía adonde conducirían a Irak unos comicios democráticos. El Gran Ayatollah Ali al-Sistani, el más influyente líder iraquí, ha insistido sobre las elecciones directas y organizado grandes demostraciones callejeras para reunir apoyo popular para su posición.
La respuesta de la autoridad estadounidense de ocupación a la posición de Sistani es la de sostener que las elecciones directas no pueden celebrarse para el 1 de julio—la fecha límite auto-impuesta por los EE.UU. para aparecer como traspasándole Irak a los iraquíes—porque ningún censo puede ser realizado para esa época ni listados de votantes creados. Sistani es escéptico respecto de esos argumentos y ha exigido que las Naciones Unidas confirmen que una elección directa no puede ser celebrada para esa fecha.
La intransigencia de Sistani y su popularidad en Irak han provocado que la autoridad de ocupación modificase su plan de las asambleas electorales e intentase ganar la aprobación de parte de las previamente denigradas Naciones Unidas. Kofi Annan, el Secretario General de la ONU, deseoso de regresar en el juego de Irak a las previamente excluidas Naciones Unidas está ya ejerciéndole presión a los EE.UU..
No obstante, incluso si los comicios directos no fuesen prácticos antes del 1 de julio, ¿qué hay de sacrosanto acerca de esa fecha? Si las Naciones Unidas realmente deseasen ver la democracia en Irak, más participación internacional en el proceso político pudiese procurarse—permitiendo así que la fecha para las elecciones directas fuese postergada. Pero las eventuales elecciones directas—que implican una demorada pero genuina transferencia del poder a los iraquíes—no encajan con los objetivos de la autoridad de ocupación. Primero, con la actual guerra de guerrillas aún ensangrentado a Irak, la apariencia de progreso hacia la auto-determinación iraquí es necesaria antes de las elecciones presidenciales de noviembre en los EE.UU..
Segundo, haciendo a un lado a la pomposa retórica respecto de llevar la democracia al Medio Oriente y de eliminar la en apariencia inexistente amenaza de las armas iraquíes de destrucción masiva, el verdadero propósito de la invasión estadounidense parece haber sido el de obtener bases militares adicionales para dominar el petróleo del Golfo Pérsico—particularmente debido a que Arabia Saudita deseaba que las tropas de los EE.UU. se retirasen de las bases allí ubicadas. El celebrar comicios directos designaría indudablemente a un gobierno dominado por los shiítas, el cual es probable que conciba unas relaciones con las fuerzas de ocupación estadounidenses mucho menos predecibles. Dicho gobierno podría formular probablemente el embarazoso pedido de que todos los efectivos estadounidenses se retiren de Irak—anulando el propósito original de la invasión.
Pero existe una posibilidad peor. Las asambleas electorales no representativas desde un inicio, vistas por la mayoría de los shiítas como ilegítimas, podrían desatar una guerra civil con las fuerzas estadounidenses atrapadas en el medio.
Así tras una mal aconsejada invasión y ocupación de Irak, la administración carece de una buena opción. Pero aún si el petróleo del Golfo Pérsico precisase de la protección militar (algunos economistas dirían que no), el mismo ha sido defendido antes de 1991 sin bases permanentes de tierra y podría serlo en el futuro. Frente a los continuos ataques guerrilleros, la administración estaría mejor aconsejada si abandonase su deseo por las bases en esa inestable tierra y trajese la supervisión internacional para las demoradas elecciones directas, las que asegurarían una genuina participación política popular en Irak. Entonces, quizás, los iraquíes estarán tan felices como lo está la gente de Iowa con su proceso político.
*Nota del Traductor:
Las asambleas electorales (caucus) constituyen el inicio de las llamadas elecciones primarias, cuando los dos principales partidos políticos de Estados Unidos—el demócrata y el republicano—seleccionan a su candidato a presidente.
Son reuniones de activistas, que duran entre dos y seis horas y se celebran en escuelas, bibliotecas, gimnasios deportivos, grandes restaurantes y, aunque cada vez menos, en casas particulares.
Dichas reuniones tienen tres partes: 1) debate en torno a la plataforma del partido, 2) presentación y proselitismo por parte de los candidatos, y 3) un proceso de votación (público en el caso de los demócratas y por lo general secreto entre los republicanos). Un candidato que no reciba el 15% o más en cada una de esas reuniones pierde todos sus votos. Sus simpatizantes deben entonces votar por otro, en una nueva ronda de votación la que obviamente insumirá tiempo.
Cada estado tiene su propia reglamentación electoral, ya que no se trata de disposiciones federales sino del derecho de cada partido, a nivel estadual, para administrarse como le plazca, conforme lo establecido por la constitución y por algunos—pocos—reglamentos del partido nacional.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Por qué a la gente de Iowa le agradan las Asambleas Electorales pero a los Iraquíes no?
La gente de Iowa parece muy contenta con sus asambleas electorales cuatrienales (caucus* como se las conoce en los EE.UU.). Los resultados se encuentran ahora disponibles y la campaña para las elecciones presidenciales de 2004 se ha iniciado. A medio mundo de distancia, sin embargo, los shiítas iraquíes han lanzado multitudinarias demostraciones contra el plan de la administración Bush en favor de asambleas electorales a efectos de elegir una asamblea nacional interina. ¿Por qué a los de Iowa les encanta algo que los shiítas iraquíes detestan?
Es simple: la versión de las asambleas electorales de Iowa es una auténtica democracia de bases en acción, mientras que la versión de la autoridad estadounidense de ocupación en Irak es un engaño. Habiendo pasado mis años de formación en Iowa y asistido a las reuniones políticas del vecindario, se que cualquier votante de Iowa puede participar en debates y escoger entre los candidatos. Por ejemplo, si mis padres, quienes aún viven en Iowa, fuesen republicanos o independientes y deseasen participar en la asamblea electoral demócrata —porque allí es donde la acción estará en 2004—podrían cambiar su afiliación partidaria y participar en la asamblea que le agrade a su corazón.
En contraste, las asambleas electorales planeadas por la administración Bush en Irak están designadas para evitar la genuina democracia participativa—las elecciones directas que la mayoría iraquí shiíta desea—porque cualquier gobierno designado de ese modo podría ser menos amistoso para con los EE.UU. que uno generado por el bien coreografiado proceso de las asambleas electorales. Sin examinar los detalles del plan de la administración, los medios estadounidenses han tratado a la propuesta de las asambleas electorales versus la elección directa en Irak como si meramente fuesen dos maneras distintas de llevar la democracia a Irak. A pesar de la grandilocuente retórica de la administración acerca de llevar la democracia a Irak y al Medio Oriente, sin embargo, sus acciones hasta el momento han indicado una preferencia por un gobierno amistoso con los EE.UU., antes que por uno democrático. Cuando el plan de las asambleas de la autoridad de ocupación de los EE.UU. es examinado de cerca, no es difícil ver porqué los shiítas iraquíes lo desaprueban.
A diferencia de la versión de las asambleas electorales de Iowa, abiertas a todos, los participantes en la versión iraquí bajo el plan actual de la administración, tienen que ser seleccionados ya sea por el Consejo del Gobierno Iraquí—el cuerpo de testaferros iraquíes escogidos a mano por el gobierno de Irak del virrey estadounidense Paul Bremer—o elegidos por los funcionarios del gobierno local que se encuentran cooperando con la autoridad estadounidense de ocupación. Por supuesto, los shiítas—con más del 60 por ciento de la población de Irak—se dan cuenta de que la administración Bush se encuentra temerosa respecto de hacía adonde conducirían a Irak unos comicios democráticos. El Gran Ayatollah Ali al-Sistani, el más influyente líder iraquí, ha insistido sobre las elecciones directas y organizado grandes demostraciones callejeras para reunir apoyo popular para su posición.
La respuesta de la autoridad estadounidense de ocupación a la posición de Sistani es la de sostener que las elecciones directas no pueden celebrarse para el 1 de julio—la fecha límite auto-impuesta por los EE.UU. para aparecer como traspasándole Irak a los iraquíes—porque ningún censo puede ser realizado para esa época ni listados de votantes creados. Sistani es escéptico respecto de esos argumentos y ha exigido que las Naciones Unidas confirmen que una elección directa no puede ser celebrada para esa fecha.
La intransigencia de Sistani y su popularidad en Irak han provocado que la autoridad de ocupación modificase su plan de las asambleas electorales e intentase ganar la aprobación de parte de las previamente denigradas Naciones Unidas. Kofi Annan, el Secretario General de la ONU, deseoso de regresar en el juego de Irak a las previamente excluidas Naciones Unidas está ya ejerciéndole presión a los EE.UU..
No obstante, incluso si los comicios directos no fuesen prácticos antes del 1 de julio, ¿qué hay de sacrosanto acerca de esa fecha? Si las Naciones Unidas realmente deseasen ver la democracia en Irak, más participación internacional en el proceso político pudiese procurarse—permitiendo así que la fecha para las elecciones directas fuese postergada. Pero las eventuales elecciones directas—que implican una demorada pero genuina transferencia del poder a los iraquíes—no encajan con los objetivos de la autoridad de ocupación. Primero, con la actual guerra de guerrillas aún ensangrentado a Irak, la apariencia de progreso hacia la auto-determinación iraquí es necesaria antes de las elecciones presidenciales de noviembre en los EE.UU..
Segundo, haciendo a un lado a la pomposa retórica respecto de llevar la democracia al Medio Oriente y de eliminar la en apariencia inexistente amenaza de las armas iraquíes de destrucción masiva, el verdadero propósito de la invasión estadounidense parece haber sido el de obtener bases militares adicionales para dominar el petróleo del Golfo Pérsico—particularmente debido a que Arabia Saudita deseaba que las tropas de los EE.UU. se retirasen de las bases allí ubicadas. El celebrar comicios directos designaría indudablemente a un gobierno dominado por los shiítas, el cual es probable que conciba unas relaciones con las fuerzas de ocupación estadounidenses mucho menos predecibles. Dicho gobierno podría formular probablemente el embarazoso pedido de que todos los efectivos estadounidenses se retiren de Irak—anulando el propósito original de la invasión.
Pero existe una posibilidad peor. Las asambleas electorales no representativas desde un inicio, vistas por la mayoría de los shiítas como ilegítimas, podrían desatar una guerra civil con las fuerzas estadounidenses atrapadas en el medio.
Así tras una mal aconsejada invasión y ocupación de Irak, la administración carece de una buena opción. Pero aún si el petróleo del Golfo Pérsico precisase de la protección militar (algunos economistas dirían que no), el mismo ha sido defendido antes de 1991 sin bases permanentes de tierra y podría serlo en el futuro. Frente a los continuos ataques guerrilleros, la administración estaría mejor aconsejada si abandonase su deseo por las bases en esa inestable tierra y trajese la supervisión internacional para las demoradas elecciones directas, las que asegurarían una genuina participación política popular en Irak. Entonces, quizás, los iraquíes estarán tan felices como lo está la gente de Iowa con su proceso político.
*Nota del Traductor:
Las asambleas electorales (caucus) constituyen el inicio de las llamadas elecciones primarias, cuando los dos principales partidos políticos de Estados Unidos—el demócrata y el republicano—seleccionan a su candidato a presidente.
Son reuniones de activistas, que duran entre dos y seis horas y se celebran en escuelas, bibliotecas, gimnasios deportivos, grandes restaurantes y, aunque cada vez menos, en casas particulares.
Dichas reuniones tienen tres partes: 1) debate en torno a la plataforma del partido, 2) presentación y proselitismo por parte de los candidatos, y 3) un proceso de votación (público en el caso de los demócratas y por lo general secreto entre los republicanos). Un candidato que no reciba el 15% o más en cada una de esas reuniones pierde todos sus votos. Sus simpatizantes deben entonces votar por otro, en una nueva ronda de votación la que obviamente insumirá tiempo.
Cada estado tiene su propia reglamentación electoral, ya que no se trata de disposiciones federales sino del derecho de cada partido, a nivel estadual, para administrarse como le plazca, conforme lo establecido por la constitución y por algunos—pocos—reglamentos del partido nacional.
Traducido por Gabriel Gasave
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