El mes pasado el Presidente Bush anunció una nueva iniciativa audaz para crear una estación tripulada permanente en la luna, y para enviar seres humanos a Marte. Desafortunadamente, el Sr. Bush escogió a la NASA como el vehículo para alcanzar su meta—la cual de otra forma tendría el poder de convertirse en un evento definitorio en la historia humana.
Una verdadera visión audaz del futuro de la exploración espacial para los Estados Unidos ubicaría a los emprendedores espaciales privados a la vanguardia. Como en otras industrias (ej.: la de los semiconductores, la de la biotecnología, y la de Internet), el gobierno federal jugó un significativo rol inicial al probar tecnologías fundamentales. Pero estas industrias florecieron cuando los emprendedores ingresaron y tomaron las riendas. Nos encontramos actualmente en ese punto con la exploración el espacio.
Esto puede no ser obvio para aquellos que recuerdan los programas Géminis y Apolo de la NASA. La NASA realizó un trabajo destacable en los 60, y el mundo quedó pasmado cuando pusimos a un hombre en la luna.
Pero las semillas de la burocracia ya han echado raíces; la NASA quemó $122 mil millones para el programa Apolo en 1969 (en dólares actuales). Y, habiendo alcanzado tal vez el más sorprendente logro en la historia de nuestra especie, la NASA perdió su rumbo. Desde mediados de los 70 la NASA ha tratado en vano de crear una serie de metas y misiones que reencenderían el espíritu de los primeros días. Cada intento ha fracasado.
Considérese a la estación espacial internacional (ISS sus sigla en inglés): la misma estaba presupuestada para insumir 8 años y menos de $20 mil millones, pero terminó requiriendo 20 años y más de $100 mil millones—y no ha alcanzado varios de sus objetivos. La ISS fue planeada para alojar a 7 personas: 3 tripulantes y 4 investigadores. En su lugar alberga solamente a 3 tripulantes—con investigaciones ocasionales realizadas cuando los miembros de la tripulación pueden hacerse de tiempo. Es un testamento de cuan bajo la NASA ha caído, el hecho de que este fracaso estruendoso sea citado como uno de sus mayores logros recientes.
Mientras tanto, un número de jóvenes compañías privadas procuran cosechar allí donde la NASA abandonó—compañías como XCOR Aerospace, Scaled Composites, y SpaceX. Su gente se encuentra entre las mentes más innovadoras y excitantes de nuestros tiempos. De haber vivido 40 años atrás, habrían sido astronautas y administradores de programas en la NASA, responsables por misiones claves. (De hecho, ¡unos pocos de ellos lo fueron!) Se encuentran guiados por los mismos sueños que los hombres y mujeres de la NASA 40 años atrás, para ver a la humanidad alcanzar las estrellas.
Si no está familiarizado con estas compañías, debería de estarlo. Son nuestro futuro.
Cada una de estas empresas espera lanzar vehículos al espacio dentro de los próximos 2 años. Estos no son los típicos contratistas de la NASA—que de privados tan sólo tienen el nombre. Varios han ya demostrado grandes avances de ingeniería que han eludido a la NASA durante décadas—y bajo ajustados presupuestos.
La firma XCOR dio el puntapié inicial al agregarle propulsión de cohete a una aeronave de una sola persona. El mes pasado, en el aniversario 100 del vuelo del Kitty Hawk de los Hermanos Wright, la empresa Scaled Composites se convirtió en la primera compañía privada en romper la barrera del sonido. Y SpaceX, creada por uno de los co-fundadores de la unidad PayPal de eBay, se encuentra también en proceso de obtener una licencia para un lanzamiento comercial de parte de la FAA (siglas en inglés para la Federal Aviation Administration es decir la Administración Federal de la Aviación). Estas compañías esperan reducir dramáticamente el costo de lanzar personas e equipamiento al espacio—de los $500+ millones por vuelo del trasbordador, a tan poco como $500.000 por vuelo.
Muchos se encuentran motivados por el privadamente financiado “Premio X,” el cual fue inspirado por la recompensa de $25.000 que Charles Lindbergh obtuvo por cruzar el Atlántico. El Premio X otorgará $10 millones a la primera compañía que logre llegar al espacio sin utilizar fondos gubernamentales. Una suma insignificante para los estándares de la NASA, el Premio X ha atraído a más de dos docenas de competidores, y es apoyado por John Glenn, Buzz Aldrin, Tom Hanks, Tom Clancy, Dick Gephardt, y Dan Goldin, entre otros.
He aquí tres cosas que el Presidente Bush puede hacer y que ayudarán al florecimiento de la industria espacial.
Primero, él podría tener un profundo efecto sobre el clima de inversiones al clarificar que la política del gobierno de los EE.UU. es la de alentar las actividades espaciales privadas. El mayor impedimento para los emprendedores en cualquier industria es una carencia de capital, y las actividades espaciales son de capital intensivo. La mayor preocupación de los inversores que contemplan una inversión en una compañía relacionada con el espacio es la de que el gobierno estadounidense intentará poner a las empresas privadas fuera del negocio.
Segundo, él puede asegurar que terminemos con las barreras regulatorias de la FAA y de otras agencias, las que inhiben el emprendimiento espacial privado. Como con otras tecnologías, el construir y probar nuevas tecnologías espaciales no debería ser menoscabado por la regulación inútil y costosa.
Tercero, él podría alentar la inversión privada en las actividades relacionadas con el espacio a través de créditos fiscales por la inversión, y de otros incentivos tributarios.
Nótese que los contribuyentes no precisan gastar ni diez centavos en este nuevo esfuerzo. De hecho, el gasto espacial federal podría ser radicalmente cortado, dado que nuestro gran sistema capitalista ya está pagando la cuenta.
Tristemente, el Presidente Bush parece haber perdido este movimiento fundamental en los pasados 20 años: lejos de un programa espacial estadounidense, y hacia una industria espacial estadounidense. Porque él realmente tiene una oportunidad para crear uno de los más significativos y duraderos logros que nuestra especie verá por siempre—y a un precio de oferta.
El Presidente Bush ha asignado más tiempo para que regresemos a la luna que lo que nos insumió llegar a allí la primera vez. Irónicamente, aún con el tiempo extra, la NASA simplemente no se encuentra a tono con la tarea.
Pero los Estados Unidos lo están.
Traducido por Gabriel Gasave
Nuestro futuro en el espacio
El mes pasado el Presidente Bush anunció una nueva iniciativa audaz para crear una estación tripulada permanente en la luna, y para enviar seres humanos a Marte. Desafortunadamente, el Sr. Bush escogió a la NASA como el vehículo para alcanzar su meta—la cual de otra forma tendría el poder de convertirse en un evento definitorio en la historia humana.
Una verdadera visión audaz del futuro de la exploración espacial para los Estados Unidos ubicaría a los emprendedores espaciales privados a la vanguardia. Como en otras industrias (ej.: la de los semiconductores, la de la biotecnología, y la de Internet), el gobierno federal jugó un significativo rol inicial al probar tecnologías fundamentales. Pero estas industrias florecieron cuando los emprendedores ingresaron y tomaron las riendas. Nos encontramos actualmente en ese punto con la exploración el espacio.
Esto puede no ser obvio para aquellos que recuerdan los programas Géminis y Apolo de la NASA. La NASA realizó un trabajo destacable en los 60, y el mundo quedó pasmado cuando pusimos a un hombre en la luna.
Pero las semillas de la burocracia ya han echado raíces; la NASA quemó $122 mil millones para el programa Apolo en 1969 (en dólares actuales). Y, habiendo alcanzado tal vez el más sorprendente logro en la historia de nuestra especie, la NASA perdió su rumbo. Desde mediados de los 70 la NASA ha tratado en vano de crear una serie de metas y misiones que reencenderían el espíritu de los primeros días. Cada intento ha fracasado.
Considérese a la estación espacial internacional (ISS sus sigla en inglés): la misma estaba presupuestada para insumir 8 años y menos de $20 mil millones, pero terminó requiriendo 20 años y más de $100 mil millones—y no ha alcanzado varios de sus objetivos. La ISS fue planeada para alojar a 7 personas: 3 tripulantes y 4 investigadores. En su lugar alberga solamente a 3 tripulantes—con investigaciones ocasionales realizadas cuando los miembros de la tripulación pueden hacerse de tiempo. Es un testamento de cuan bajo la NASA ha caído, el hecho de que este fracaso estruendoso sea citado como uno de sus mayores logros recientes.
Mientras tanto, un número de jóvenes compañías privadas procuran cosechar allí donde la NASA abandonó—compañías como XCOR Aerospace, Scaled Composites, y SpaceX. Su gente se encuentra entre las mentes más innovadoras y excitantes de nuestros tiempos. De haber vivido 40 años atrás, habrían sido astronautas y administradores de programas en la NASA, responsables por misiones claves. (De hecho, ¡unos pocos de ellos lo fueron!) Se encuentran guiados por los mismos sueños que los hombres y mujeres de la NASA 40 años atrás, para ver a la humanidad alcanzar las estrellas.
Si no está familiarizado con estas compañías, debería de estarlo. Son nuestro futuro.
Cada una de estas empresas espera lanzar vehículos al espacio dentro de los próximos 2 años. Estos no son los típicos contratistas de la NASA—que de privados tan sólo tienen el nombre. Varios han ya demostrado grandes avances de ingeniería que han eludido a la NASA durante décadas—y bajo ajustados presupuestos.
La firma XCOR dio el puntapié inicial al agregarle propulsión de cohete a una aeronave de una sola persona. El mes pasado, en el aniversario 100 del vuelo del Kitty Hawk de los Hermanos Wright, la empresa Scaled Composites se convirtió en la primera compañía privada en romper la barrera del sonido. Y SpaceX, creada por uno de los co-fundadores de la unidad PayPal de eBay, se encuentra también en proceso de obtener una licencia para un lanzamiento comercial de parte de la FAA (siglas en inglés para la Federal Aviation Administration es decir la Administración Federal de la Aviación). Estas compañías esperan reducir dramáticamente el costo de lanzar personas e equipamiento al espacio—de los $500+ millones por vuelo del trasbordador, a tan poco como $500.000 por vuelo.
Muchos se encuentran motivados por el privadamente financiado “Premio X,” el cual fue inspirado por la recompensa de $25.000 que Charles Lindbergh obtuvo por cruzar el Atlántico. El Premio X otorgará $10 millones a la primera compañía que logre llegar al espacio sin utilizar fondos gubernamentales. Una suma insignificante para los estándares de la NASA, el Premio X ha atraído a más de dos docenas de competidores, y es apoyado por John Glenn, Buzz Aldrin, Tom Hanks, Tom Clancy, Dick Gephardt, y Dan Goldin, entre otros.
He aquí tres cosas que el Presidente Bush puede hacer y que ayudarán al florecimiento de la industria espacial.
Primero, él podría tener un profundo efecto sobre el clima de inversiones al clarificar que la política del gobierno de los EE.UU. es la de alentar las actividades espaciales privadas. El mayor impedimento para los emprendedores en cualquier industria es una carencia de capital, y las actividades espaciales son de capital intensivo. La mayor preocupación de los inversores que contemplan una inversión en una compañía relacionada con el espacio es la de que el gobierno estadounidense intentará poner a las empresas privadas fuera del negocio.
Segundo, él puede asegurar que terminemos con las barreras regulatorias de la FAA y de otras agencias, las que inhiben el emprendimiento espacial privado. Como con otras tecnologías, el construir y probar nuevas tecnologías espaciales no debería ser menoscabado por la regulación inútil y costosa.
Tercero, él podría alentar la inversión privada en las actividades relacionadas con el espacio a través de créditos fiscales por la inversión, y de otros incentivos tributarios.
Nótese que los contribuyentes no precisan gastar ni diez centavos en este nuevo esfuerzo. De hecho, el gasto espacial federal podría ser radicalmente cortado, dado que nuestro gran sistema capitalista ya está pagando la cuenta.
Tristemente, el Presidente Bush parece haber perdido este movimiento fundamental en los pasados 20 años: lejos de un programa espacial estadounidense, y hacia una industria espacial estadounidense. Porque él realmente tiene una oportunidad para crear uno de los más significativos y duraderos logros que nuestra especie verá por siempre—y a un precio de oferta.
El Presidente Bush ha asignado más tiempo para que regresemos a la luna que lo que nos insumió llegar a allí la primera vez. Irónicamente, aún con el tiempo extra, la NASA simplemente no se encuentra a tono con la tarea.
Pero los Estados Unidos lo están.
Traducido por Gabriel Gasave
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