En la estela del embarazoso alzamiento shiíta y de la catástrofe de Fallujah, George W. Bush expresó en su conferencia de prensa del 13 de abril que los Estados Unidos deben emplear la “fuerza decisiva” en Irak, y sin embargo también mantiene su promesa de traspasar el poder el 30 de junio, tal como fuera inicialmente planeado por la Autoridad Provisional de la Coalición y por el Consejo del Gobierno Iraquí.
Esto podría ser visto como un poco contradictorio—con Bush intensificando su retórica bélica, no obstante seguir comprometido con el plan de traspaso. Sin embargo no se trata de una ironía, en virtud de que el plan de “traspaso” no involucra un retiro de los Estados Unidos. Cerca de 100.000 efectivos estadounidenses permanecerán en Irak después del supuesto traspaso, y la coalición aún impondrá su influencia desde la embajada de los EE.UU..
Aquellos estadounidenses que desean que los Estados Unidos abandonen por completo a Irak—incluidos muchos que apoyaron la guerra pero no ven motivo alguno en permanecer allí en la actualidad—tienen poco que esperar. Con tal enorme presencia militar estadounidense en Irak y con tales fuertes lazos con el consejo gobernante iraquí, los estadounidenses continuarán siendo blancos de un incrementado resentimiento anti-estadounidense y de una violenta insurgencia. El enorme costo para los contribuyentes estadounidenses por el mantenimiento de un satélite neo-imperialista en la Mesopotamia definitivamente continuará. Y con la coalición y el consejo gobernante ni siquiera preparándose para realizar comicios antes o poco después de la fecha del traspaso, el pueblo iraquí probablemente se sentirá tan impotente respecto del nuevo régimen gobernante como se siente en la actualidad bajo la ocupación de los EE.UU. y como lo hicieron bajo el mandato de Saddam.Así, la creciente solidaridad entre los shiítas y los sunnitas en su oposición a los que ellos ven como la hegemonía de los EE.UU. probablemente continuará, y el odio contra los Estados Unidos en el Medio Oriente, el cual engendra terroristas, florecerá. Tal como el número de estadounidenses que han fallecido después de que Bush se parase triunfalmente en frente de la ahora famosa pancarta de “Misión Cumplida” excede varias veces la cuenta de 140 muertos estadounidenses entes de que la guerra “terminase,” el número de fatalidades estadounidenses después del traspaso iraquí puede hacer que el actual número de victimas luzca como una gota en un balde.
La administración Bush no tiene ninguna intención de permitir la clase de auto-gobierno iraquí y de auto-determinación invocada por el presidente en sus discursos durante el año y medio pasado. Se teme que la retirada pueda probar que el experimento de Irak fue un fracaso, a medida que el país se hunde en le caos y en la guerra. Pero incluso después de que Richard Nixon perdiese más de veinte mil efectivos en sus intentos incrementales en la “vietnamización,” los Estados Unidos eventualmente se retiraron tan solo para observar a Vietnam del Sur caer de todas maneras en el comunismo. Algunos compatriotas, nostálgicos por la Guerra Fría, dicen que si los Estados Unidos hubiesen presionado, podrían haber derrotado al Viet Cong. Pocos estadounidenses, no obstante, consideran que el sacrificio de otros cincuenta mil jóvenes de los Estados Unidos hubiese justificado la victoria sobre los comunistas en ese solo escenario, considerando que el Vietnam comunista terminó si plantear ninguna amenaza efectiva para los Estados Unidos.
La vietnamización insumió años y fue desastrada, y la“irakización”—un término que uno podría imaginar siendo invocado por nuestro verbalmente inventivo presidente—pronto estará lejos de ser un proceso rápido y limpio. Recordando las bolsas conteniendo cadáveres de los fútiles últimos años de Vietnam, pocos estadounidenses desean hoy día ver a decenas de miles de sus hijos e hijas morir en un proyecto de irakización que casi con certeza fracasará en liberar a Irak de la clase de opresión brutal o de la guerra caótica que constituye la norma, y no la excepción, para la vida en el Medio Oriente y en gran parte del mundo.
Y no obstante ello, el Presidente Bush no ha perdido su resolución de enviar más tropas a Irak, a pesar de fingir su apoyo a la soberanía iraquí. Al final, lejos de enviar a casa a las tropas, hay poca esperanza de detener una matanza en Irak emergiendo de un conflicto entre una hostil fuerza de ocupación de soldados estadounidenses, que desean volver a su hogar, y una resentida población iraquí ocupada que preferiría ver marcharse a sus ocupantes.
A medida que el tiempo transcurre, y muchos más estadounidenses continúan muriendo en Irak por razones vistas de manera creciente por el público como no persuasivas, las tropas regresarán a casa. La única pregunta que persiste es la de cuánto tiempo esta guerra, la cual actualmente sobrevive tan solo en razón de su propia inercia, continuará consumiendo vidas humanas. Los Estados Unidos pueden acotar sus perdidas ya mismo o podemos proseguir con una guerra sin un propósito claro y justo, sin una victoria a la vista, y sin ninguna posibilidad realista de reducir al terrorismo ni de llevar la libertad a Irak.
Traducido por Gabriel Gasave
La estafa de la irakización
En la estela del embarazoso alzamiento shiíta y de la catástrofe de Fallujah, George W. Bush expresó en su conferencia de prensa del 13 de abril que los Estados Unidos deben emplear la “fuerza decisiva” en Irak, y sin embargo también mantiene su promesa de traspasar el poder el 30 de junio, tal como fuera inicialmente planeado por la Autoridad Provisional de la Coalición y por el Consejo del Gobierno Iraquí.
Esto podría ser visto como un poco contradictorio—con Bush intensificando su retórica bélica, no obstante seguir comprometido con el plan de traspaso. Sin embargo no se trata de una ironía, en virtud de que el plan de “traspaso” no involucra un retiro de los Estados Unidos. Cerca de 100.000 efectivos estadounidenses permanecerán en Irak después del supuesto traspaso, y la coalición aún impondrá su influencia desde la embajada de los EE.UU..
Aquellos estadounidenses que desean que los Estados Unidos abandonen por completo a Irak—incluidos muchos que apoyaron la guerra pero no ven motivo alguno en permanecer allí en la actualidad—tienen poco que esperar. Con tal enorme presencia militar estadounidense en Irak y con tales fuertes lazos con el consejo gobernante iraquí, los estadounidenses continuarán siendo blancos de un incrementado resentimiento anti-estadounidense y de una violenta insurgencia. El enorme costo para los contribuyentes estadounidenses por el mantenimiento de un satélite neo-imperialista en la Mesopotamia definitivamente continuará. Y con la coalición y el consejo gobernante ni siquiera preparándose para realizar comicios antes o poco después de la fecha del traspaso, el pueblo iraquí probablemente se sentirá tan impotente respecto del nuevo régimen gobernante como se siente en la actualidad bajo la ocupación de los EE.UU. y como lo hicieron bajo el mandato de Saddam.Así, la creciente solidaridad entre los shiítas y los sunnitas en su oposición a los que ellos ven como la hegemonía de los EE.UU. probablemente continuará, y el odio contra los Estados Unidos en el Medio Oriente, el cual engendra terroristas, florecerá. Tal como el número de estadounidenses que han fallecido después de que Bush se parase triunfalmente en frente de la ahora famosa pancarta de “Misión Cumplida” excede varias veces la cuenta de 140 muertos estadounidenses entes de que la guerra “terminase,” el número de fatalidades estadounidenses después del traspaso iraquí puede hacer que el actual número de victimas luzca como una gota en un balde.
La administración Bush no tiene ninguna intención de permitir la clase de auto-gobierno iraquí y de auto-determinación invocada por el presidente en sus discursos durante el año y medio pasado. Se teme que la retirada pueda probar que el experimento de Irak fue un fracaso, a medida que el país se hunde en le caos y en la guerra. Pero incluso después de que Richard Nixon perdiese más de veinte mil efectivos en sus intentos incrementales en la “vietnamización,” los Estados Unidos eventualmente se retiraron tan solo para observar a Vietnam del Sur caer de todas maneras en el comunismo. Algunos compatriotas, nostálgicos por la Guerra Fría, dicen que si los Estados Unidos hubiesen presionado, podrían haber derrotado al Viet Cong. Pocos estadounidenses, no obstante, consideran que el sacrificio de otros cincuenta mil jóvenes de los Estados Unidos hubiese justificado la victoria sobre los comunistas en ese solo escenario, considerando que el Vietnam comunista terminó si plantear ninguna amenaza efectiva para los Estados Unidos.
La vietnamización insumió años y fue desastrada, y la“irakización”—un término que uno podría imaginar siendo invocado por nuestro verbalmente inventivo presidente—pronto estará lejos de ser un proceso rápido y limpio. Recordando las bolsas conteniendo cadáveres de los fútiles últimos años de Vietnam, pocos estadounidenses desean hoy día ver a decenas de miles de sus hijos e hijas morir en un proyecto de irakización que casi con certeza fracasará en liberar a Irak de la clase de opresión brutal o de la guerra caótica que constituye la norma, y no la excepción, para la vida en el Medio Oriente y en gran parte del mundo.
Y no obstante ello, el Presidente Bush no ha perdido su resolución de enviar más tropas a Irak, a pesar de fingir su apoyo a la soberanía iraquí. Al final, lejos de enviar a casa a las tropas, hay poca esperanza de detener una matanza en Irak emergiendo de un conflicto entre una hostil fuerza de ocupación de soldados estadounidenses, que desean volver a su hogar, y una resentida población iraquí ocupada que preferiría ver marcharse a sus ocupantes.
A medida que el tiempo transcurre, y muchos más estadounidenses continúan muriendo en Irak por razones vistas de manera creciente por el público como no persuasivas, las tropas regresarán a casa. La única pregunta que persiste es la de cuánto tiempo esta guerra, la cual actualmente sobrevive tan solo en razón de su propia inercia, continuará consumiendo vidas humanas. Los Estados Unidos pueden acotar sus perdidas ya mismo o podemos proseguir con una guerra sin un propósito claro y justo, sin una victoria a la vista, y sin ninguna posibilidad realista de reducir al terrorismo ni de llevar la libertad a Irak.
Traducido por Gabriel Gasave
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