Como es ampliamente conocido en la actualidad, los fiscales generales de los estados acumularon un enorme beneficio para sus tesoros (y para las cuentas bancarias de selectos abogados privados) en demandas por indemnización contra las compañías tabacaleras. Las demandas fueron invalidadas como una cuestión de derecho, pero no obstante ello las mismas presionaron a las Grandes Tabacaleras para llegar a un acuerdo, a cambio de concederles protección de la competencia, para repartir las ganancias futuras con los estados. (Cuando las partes privadas hacen esto, se trata de chantaje.) Desgraciadamente, los fiscales generales de ocho estados han evidenciado que estas demandas son adictivas—el 21 de julio incoaron una nueva demanda intimidatoria de pseudo-agravio contra cinco grandes de servicios eléctricos.
¿Qué falta civil han cometido estos acusados? Se atrevieron a operar a 174 plantas de energía, en pleno cumplimiento con las reglamentaciones estaduales y federales. Al hacerlo, tuvieron la audacia de producir dióxido de carbono, un inevitable subproducto de quemar combustibles fósiles. ¿Cómo perjudicó esto a los ocho estados (California, Connecticut, Iowa, Nueva Jersey, Nueva York, Rhode Island, Vermont y Wisconsin)? ¿Estarían mejor sus habitantes si no quemásemos combustibles fósiles? Al parecer sí, afirma la demanda por indemnización—la misma alega que las plantas de energía son perjudiciales.
¿Y se comportaron estos cinco acusados de manera distinta a la de todas aquellas otras compañías de servicios públicos que no fueron demandadas? Para nada—los fiscales generales desean que todas las compañías comprendan la moral de esta historia: Cualquier compañía puede ser objeto de querella, en cualquier momento, por realizar sus actividades de manera legal, cuando los fiscales generales deciden regular mediante los pleitos. (La Gran Manzana se adhirió a la demanda alegando que estas emisiones viles son “incompatibles con el mantenimiento de una Ciudad de Nueva York limpia y sustentable”.)
Lo absurdo de esto es tan palpable que es casi insultante tener que explicarlo. El CO2 no es tóxico, carece de olor, es incoloro y no es un “contaminante” de conformidad con la Ley Federal del Aire Limpio. De hecho, muchos de estos mismos fiscales generales amenazaron con demandar a la Agencia de Protección Ambiental (EPA son sus siglas en inglés) debido a que la misma no estaba de acuerdo con ellos respecto de esta última opinión.
El argumento principal de los fiscales generales (aparte de la asombrosa afirmación de que la provisión de energía es, de algún modo, un “perjuicio”) es el de que el CO2 contribuye al “efecto invernadero de recalentamiento.” Pero dos estudios recientes de las Universidades de Rochester y de Virginia demuestran que la afirmación del recalentamiento global no se encuentra apoyada por la evidencia de los hechos. Todos los elaborados modelos de computadora establecidos por el lobby del recalentamiento, predicen que los efectos del calentamiento deberían incrementarse con la altitud, tornándose dos veces más fuertes cerca de las tres millas de altura. Los científicos compararon los resultados de tres modelos de última generación con cuatro muestrarios independientes de información observable. La disparidad fue abrumadora: Todos los modelos mostraban tendencias de que las temperaturas se incrementan con la altitud—pero las observaciones demuestran lo opuesto.
El segundo estudio examinó la disparidad entre las mediciones mediante termómetros en la superficie terrestre, las cuales muestran una significativa tendencia de calentamiento, y las temperaturas de la atmósfera más baja medida con globos así como con los satélites; ninguna muestra un significativo recalentamiento atmosférico. (Un informe anterior de la National Academy of Sciences había también confirmado dicha disparidad.) Otra forma de determinar la temperatura cerca de la superficie terrestre coincide tanto con los resultados de los satélites como los de los globos independientes, estableciendo que en realidad no existe ningún recalentamiento general. ¿La conclusión? Hay algo que falla con la argüida tendencia de recalentamiento derivada de las estaciones meteorológicas ubicadas principalmente en áreas urbanas en crecimiento y en los aeropuertos. Diversos análisis apuntan todos a la contaminación local de las lecturas de las estaciones de superficie. Quizás podamos decir como algo seguro que todos los aeropuertos se están recalentando.
La ciencia basura sumada a las leyes basura dan lugar a una super causa basura. Los votantes en sus estados deberían acordarse de los nombres de los fiscales generales, y cada propietario de un artefacto emisor de CO2 (un automóvil, un horno a petróleo, o una boca) deberían ayudarlos a aliviarse de su adicción a las demandas por indemnización en el cuarto de votación. Por otra parte, si las empresas energéticas tienen el coraje de defender esta causa, tendremos la oportunidad de probar los fundamentos científicos del temor al recalentamiento global ante un tribunal. Y cuanto antes, mejor.
Traducido por Gabriel Gasave
¡Alerta de pseudo-agravios!
Como es ampliamente conocido en la actualidad, los fiscales generales de los estados acumularon un enorme beneficio para sus tesoros (y para las cuentas bancarias de selectos abogados privados) en demandas por indemnización contra las compañías tabacaleras. Las demandas fueron invalidadas como una cuestión de derecho, pero no obstante ello las mismas presionaron a las Grandes Tabacaleras para llegar a un acuerdo, a cambio de concederles protección de la competencia, para repartir las ganancias futuras con los estados. (Cuando las partes privadas hacen esto, se trata de chantaje.) Desgraciadamente, los fiscales generales de ocho estados han evidenciado que estas demandas son adictivas—el 21 de julio incoaron una nueva demanda intimidatoria de pseudo-agravio contra cinco grandes de servicios eléctricos.
¿Qué falta civil han cometido estos acusados? Se atrevieron a operar a 174 plantas de energía, en pleno cumplimiento con las reglamentaciones estaduales y federales. Al hacerlo, tuvieron la audacia de producir dióxido de carbono, un inevitable subproducto de quemar combustibles fósiles. ¿Cómo perjudicó esto a los ocho estados (California, Connecticut, Iowa, Nueva Jersey, Nueva York, Rhode Island, Vermont y Wisconsin)? ¿Estarían mejor sus habitantes si no quemásemos combustibles fósiles? Al parecer sí, afirma la demanda por indemnización—la misma alega que las plantas de energía son perjudiciales.
¿Y se comportaron estos cinco acusados de manera distinta a la de todas aquellas otras compañías de servicios públicos que no fueron demandadas? Para nada—los fiscales generales desean que todas las compañías comprendan la moral de esta historia: Cualquier compañía puede ser objeto de querella, en cualquier momento, por realizar sus actividades de manera legal, cuando los fiscales generales deciden regular mediante los pleitos. (La Gran Manzana se adhirió a la demanda alegando que estas emisiones viles son “incompatibles con el mantenimiento de una Ciudad de Nueva York limpia y sustentable”.)
Lo absurdo de esto es tan palpable que es casi insultante tener que explicarlo. El CO2 no es tóxico, carece de olor, es incoloro y no es un “contaminante” de conformidad con la Ley Federal del Aire Limpio. De hecho, muchos de estos mismos fiscales generales amenazaron con demandar a la Agencia de Protección Ambiental (EPA son sus siglas en inglés) debido a que la misma no estaba de acuerdo con ellos respecto de esta última opinión.
El argumento principal de los fiscales generales (aparte de la asombrosa afirmación de que la provisión de energía es, de algún modo, un “perjuicio”) es el de que el CO2 contribuye al “efecto invernadero de recalentamiento.” Pero dos estudios recientes de las Universidades de Rochester y de Virginia demuestran que la afirmación del recalentamiento global no se encuentra apoyada por la evidencia de los hechos. Todos los elaborados modelos de computadora establecidos por el lobby del recalentamiento, predicen que los efectos del calentamiento deberían incrementarse con la altitud, tornándose dos veces más fuertes cerca de las tres millas de altura. Los científicos compararon los resultados de tres modelos de última generación con cuatro muestrarios independientes de información observable. La disparidad fue abrumadora: Todos los modelos mostraban tendencias de que las temperaturas se incrementan con la altitud—pero las observaciones demuestran lo opuesto.
El segundo estudio examinó la disparidad entre las mediciones mediante termómetros en la superficie terrestre, las cuales muestran una significativa tendencia de calentamiento, y las temperaturas de la atmósfera más baja medida con globos así como con los satélites; ninguna muestra un significativo recalentamiento atmosférico. (Un informe anterior de la National Academy of Sciences había también confirmado dicha disparidad.) Otra forma de determinar la temperatura cerca de la superficie terrestre coincide tanto con los resultados de los satélites como los de los globos independientes, estableciendo que en realidad no existe ningún recalentamiento general. ¿La conclusión? Hay algo que falla con la argüida tendencia de recalentamiento derivada de las estaciones meteorológicas ubicadas principalmente en áreas urbanas en crecimiento y en los aeropuertos. Diversos análisis apuntan todos a la contaminación local de las lecturas de las estaciones de superficie. Quizás podamos decir como algo seguro que todos los aeropuertos se están recalentando.
La ciencia basura sumada a las leyes basura dan lugar a una super causa basura. Los votantes en sus estados deberían acordarse de los nombres de los fiscales generales, y cada propietario de un artefacto emisor de CO2 (un automóvil, un horno a petróleo, o una boca) deberían ayudarlos a aliviarse de su adicción a las demandas por indemnización en el cuarto de votación. Por otra parte, si las empresas energéticas tienen el coraje de defender esta causa, tendremos la oportunidad de probar los fundamentos científicos del temor al recalentamiento global ante un tribunal. Y cuanto antes, mejor.
Traducido por Gabriel Gasave
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