Pretendiendo cumplir con una promesa de la campaña del año 2000, la administración Bush declarará pronto la “activación” del segundo sistema de defensa misilística de la nación (NMD son sus sigla en inglés.) Pensado para que luzca bien para las elecciones, el nuevo sistema es probable que corra la misma suerte del primero—un vil fracaso.
A comienzos de los años 70, el Presidente Nixon activó el sistema anti-misiles balísticos Safeguard, pensado para proteger a los Estados Unidos de la incursión de armas nucleares comunistas, y que fuera desactivado poco tiempo después cuando el gobierno estadounidense descubrió que el mismo no funcionaba. Hoy día, la administración Bush está transitando el mismo camino.
En virtud de que la política y no la seguridad nacional está manejando el programa, la prisa por tener instalado alguna clase de sistema para el mes de noviembre ha llevado a la mentalidad de “instálenlo ahora y pruébenlo más adelante.” Tras revisar varios programas de armamentos, la Oficina de Contabilidad del Gobierno ha concluido que esta táctica por lo general lleva al desastre—generando costos en alza y disminuyendo el desempeño. Una prueba adecuada debe ser realizada antes de construir el equipamiento, caso contrario costosos rediseños serán probablemente necesarios cuando algunas tecnologías ideadas inevitablemente no resultan. Con las elecciones al alcance de la mano, sin embargo, la despilfarradora administración Bush se preocupa poco respecto de los dólares de los contribuyentes.
Durante años, según el New York Times, el gobierno de los Estados Unidos ha gastado unos descomunales $130 mil millones en la defensa misilística, pero aún no posee ningún sistema genuinamente eficaz para cumplir con la fantasía de la Guerra de las Galaxias de Ronald Reagan. El deseo de la derecha de deificar a Reagan y de preservar su legado ha vuelto al apoyo para la defensa misilística una especie de prueba tornasolada—aún cuando la misma tiene poco que ver con la seguridad nacional.
La activación por parte de la administración Bush de seis interceptores es un pálida sombra de la grandiosa visión de la “Guerra de las Galaxias” de Reagan la que tan sólo fantasiosamente hubiese detenido un ataque nuclear soviético masivo y tornado obsoletas las armas nucleares. Y aún eso asume que esos interceptores pueden en verdad derribar misiles reales de largo alcance desde Corea del Norte o algún otro estado “truhán.”
El NMD es el sistema de armamentos más complejo jamás diseñado. Para permitir que una “bala impacte a otra bala,” el sistema precisa de sistemas de satélites para la detección del lanzamiento de mísiles y para su seguimiento, de radares para un rastreo adicional, de cohetes reforzados para impulsar a la ojiva destructiva, y de computadoras para la administración de la batalla. El Pentágono ha llevado a cabo algunas exitosas intercepciones de mísiles, pero estas pruebas fueron manipuladas para ayudar al interceptor a eliminar al misil entrante. El verdadero desafío será el de integrar a todos estos componentes juntos de manera tal que el interceptor, sin mentir, pueda impactar a un verdadero misil, el que podría estar intentando engañarlo.
Si todo esto no es lo suficientemente malo, la pregunta más importante de sí dicho sistema de defensa es incluso necesario permanece sin ser respondida. Desde que las armas nucleares fueron inventadas, los Estados Unidos han confiado en el arsenal atómico más potente del mundo para disuadir a otros países de un ataque nuclear. Los países con pocas ojivas nucleares—las cuales son todo lo que el sistema misilístico será capaz de interceptar, incluso si el mismo funciona—serían probablemente de todos modos disuadidos de emplearlas contra los Estados Unidos, debido a la amenaza de una incineración nacional con las miles de precisas ojivas estadounidenses. Por lo tanto, si la disuasión actuaría de manera mucho más económica que adicionando costosas defensas misilísticas, ¿por qué están los conservadores tan inclinados a construirlas?
Glorificar y mantener vivo el legado de Ronald Reagan es solamente una de las muchas agendas ocultas. Como documentos recientemente revelados de la Fuerza Aérea sobre las armas espaciales y la doctrina de combate lo evidencian, el gobierno de los Estados Unidos desea colocar armas en el espacio. Los halcones esperan que el financiamiento para la defensa misilistica conducirá eventualmente al despliegue de interceptores situados en el espacio, lo cual abrirá las puertas a una panoplia de armas espaciales ofensivas. No obstante, comenzar una carrera armamentística en el espacio no es algo aconsejable, cuando los Estados Unidos son el país que más depende de los satélites comerciales y militares.
A pesar de que el propósito declarado de la defensa misilística nacional es el de proteger a la nación de unos pocos misiles lanzados por pequeños estados “bribones,” muchos conservadores desearían eventualmente usar un sistema más robusto contra China. El problema con cualquier clase de defensa misilística, sin embargo, ha sido siempre el de que un adversario puede construir misiles adicionales a fin de saturar las defensas de una manera menos costosa de la que los sistemas defensivos pueden ser aumentados. Una China crecientemente prospera no tendría mayores problemas en desactualizar a las defensas de los EE.UU..
Finalmente, los ataques del 11 de septiembre demostraron que probablemente la principal amenaza para los Estados Unidos no provenga de un arma nuclear enviada con un misil sino de aquellas plantadas por terroristas o comandos empleando otros medios—por ejemplo, mecanismos contrabandeados por barco a un puerto de los EE.UU.. En realidad, los misiles de largo alcance amenazan la habilidad de los Estados Unidos para involucrarse a su antojo en los asuntos de otros países. Por ejemplo, si Saddam Hussein hubiese poseído unas pocas armas nucleares y mísiles de largo alcance que pudiesen haber impactado a los Estados Unidos, la administración Bush posiblemente hubiese sido disuadida de invadir a Irak. Pero asusta pensar en una futura administración estadounidense similarmente agresiva que considere que un imperfecto escudo misilístico protegerá por completo a los Estados Unidos de cualquier misil lanzado por una nación que esté siendo atacada por los EE.UU..
Muy probablemente, la defensa misilística de la administración Bush será un ineficaz derroche de dinero. Pero aún en la improbable circunstancia en que el NMD sea de alguna manera eficaz, sigue siendo una idea peligrosa y debería ser desechada.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Protegiendo a los estadounidenses o las posibilidades reeleccionistas del Presidente?
Pretendiendo cumplir con una promesa de la campaña del año 2000, la administración Bush declarará pronto la “activación” del segundo sistema de defensa misilística de la nación (NMD son sus sigla en inglés.) Pensado para que luzca bien para las elecciones, el nuevo sistema es probable que corra la misma suerte del primero—un vil fracaso.
A comienzos de los años 70, el Presidente Nixon activó el sistema anti-misiles balísticos Safeguard, pensado para proteger a los Estados Unidos de la incursión de armas nucleares comunistas, y que fuera desactivado poco tiempo después cuando el gobierno estadounidense descubrió que el mismo no funcionaba. Hoy día, la administración Bush está transitando el mismo camino.
En virtud de que la política y no la seguridad nacional está manejando el programa, la prisa por tener instalado alguna clase de sistema para el mes de noviembre ha llevado a la mentalidad de “instálenlo ahora y pruébenlo más adelante.” Tras revisar varios programas de armamentos, la Oficina de Contabilidad del Gobierno ha concluido que esta táctica por lo general lleva al desastre—generando costos en alza y disminuyendo el desempeño. Una prueba adecuada debe ser realizada antes de construir el equipamiento, caso contrario costosos rediseños serán probablemente necesarios cuando algunas tecnologías ideadas inevitablemente no resultan. Con las elecciones al alcance de la mano, sin embargo, la despilfarradora administración Bush se preocupa poco respecto de los dólares de los contribuyentes.
Durante años, según el New York Times, el gobierno de los Estados Unidos ha gastado unos descomunales $130 mil millones en la defensa misilística, pero aún no posee ningún sistema genuinamente eficaz para cumplir con la fantasía de la Guerra de las Galaxias de Ronald Reagan. El deseo de la derecha de deificar a Reagan y de preservar su legado ha vuelto al apoyo para la defensa misilística una especie de prueba tornasolada—aún cuando la misma tiene poco que ver con la seguridad nacional.
La activación por parte de la administración Bush de seis interceptores es un pálida sombra de la grandiosa visión de la “Guerra de las Galaxias” de Reagan la que tan sólo fantasiosamente hubiese detenido un ataque nuclear soviético masivo y tornado obsoletas las armas nucleares. Y aún eso asume que esos interceptores pueden en verdad derribar misiles reales de largo alcance desde Corea del Norte o algún otro estado “truhán.”
El NMD es el sistema de armamentos más complejo jamás diseñado. Para permitir que una “bala impacte a otra bala,” el sistema precisa de sistemas de satélites para la detección del lanzamiento de mísiles y para su seguimiento, de radares para un rastreo adicional, de cohetes reforzados para impulsar a la ojiva destructiva, y de computadoras para la administración de la batalla. El Pentágono ha llevado a cabo algunas exitosas intercepciones de mísiles, pero estas pruebas fueron manipuladas para ayudar al interceptor a eliminar al misil entrante. El verdadero desafío será el de integrar a todos estos componentes juntos de manera tal que el interceptor, sin mentir, pueda impactar a un verdadero misil, el que podría estar intentando engañarlo.
Si todo esto no es lo suficientemente malo, la pregunta más importante de sí dicho sistema de defensa es incluso necesario permanece sin ser respondida. Desde que las armas nucleares fueron inventadas, los Estados Unidos han confiado en el arsenal atómico más potente del mundo para disuadir a otros países de un ataque nuclear. Los países con pocas ojivas nucleares—las cuales son todo lo que el sistema misilístico será capaz de interceptar, incluso si el mismo funciona—serían probablemente de todos modos disuadidos de emplearlas contra los Estados Unidos, debido a la amenaza de una incineración nacional con las miles de precisas ojivas estadounidenses. Por lo tanto, si la disuasión actuaría de manera mucho más económica que adicionando costosas defensas misilísticas, ¿por qué están los conservadores tan inclinados a construirlas?
Glorificar y mantener vivo el legado de Ronald Reagan es solamente una de las muchas agendas ocultas. Como documentos recientemente revelados de la Fuerza Aérea sobre las armas espaciales y la doctrina de combate lo evidencian, el gobierno de los Estados Unidos desea colocar armas en el espacio. Los halcones esperan que el financiamiento para la defensa misilistica conducirá eventualmente al despliegue de interceptores situados en el espacio, lo cual abrirá las puertas a una panoplia de armas espaciales ofensivas. No obstante, comenzar una carrera armamentística en el espacio no es algo aconsejable, cuando los Estados Unidos son el país que más depende de los satélites comerciales y militares.
A pesar de que el propósito declarado de la defensa misilística nacional es el de proteger a la nación de unos pocos misiles lanzados por pequeños estados “bribones,” muchos conservadores desearían eventualmente usar un sistema más robusto contra China. El problema con cualquier clase de defensa misilística, sin embargo, ha sido siempre el de que un adversario puede construir misiles adicionales a fin de saturar las defensas de una manera menos costosa de la que los sistemas defensivos pueden ser aumentados. Una China crecientemente prospera no tendría mayores problemas en desactualizar a las defensas de los EE.UU..
Finalmente, los ataques del 11 de septiembre demostraron que probablemente la principal amenaza para los Estados Unidos no provenga de un arma nuclear enviada con un misil sino de aquellas plantadas por terroristas o comandos empleando otros medios—por ejemplo, mecanismos contrabandeados por barco a un puerto de los EE.UU.. En realidad, los misiles de largo alcance amenazan la habilidad de los Estados Unidos para involucrarse a su antojo en los asuntos de otros países. Por ejemplo, si Saddam Hussein hubiese poseído unas pocas armas nucleares y mísiles de largo alcance que pudiesen haber impactado a los Estados Unidos, la administración Bush posiblemente hubiese sido disuadida de invadir a Irak. Pero asusta pensar en una futura administración estadounidense similarmente agresiva que considere que un imperfecto escudo misilístico protegerá por completo a los Estados Unidos de cualquier misil lanzado por una nación que esté siendo atacada por los EE.UU..
Muy probablemente, la defensa misilística de la administración Bush será un ineficaz derroche de dinero. Pero aún en la improbable circunstancia en que el NMD sea de alguna manera eficaz, sigue siendo una idea peligrosa y debería ser desechada.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorDespilfarro gubernamental/ClientelismoGobierno y políticaTerrorismo y seguridad nacional
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