Muchos de nosotros, que recordamos cuando los europeos del este eran encarcelados tras la Cortina de Hierro-y que nos alegramos cuando esa Cortina se derrumbó en 1989, hecho prontamente seguido por la desaparición de la URSS en 1991- miramos con una combinación de perplejidad y desdén a los jóvenes que hoy claman por socialismo. Aunque difícilmente controversial, esta manifestación de perplejidad y desdén plantea un interrogante que todavía no ha recibido una buena respuesta, a saber, ¿por qué? ¿Por qué tanta gente hoy día está gagá por que el gobierno dirija la economía? En términos más generales, ¿por qué en la actualidad tanta gente, tanto de la izquierda como de la derecha política, desea sustituir a los mercados comerciales libres por un sistema de decretos burocráticos?
¿Qué es precisamente lo que desconocen estas personas?
¿No conocen la historia económica básica? ¿No saben que antes de la Revolución Industrial casi todos los hombres, mujeres y niños, desde el origen de nuestra especie, vivían en una pobreza que hoy nos resulta inimaginable? ¿No saben que antes del capitalismo, casi todos los que no eran lo suficientemente afortunados de poseer una cueva, vivían en estrechas moradas con pisos de tierra, techos de paja plagados de alimañas e insectos, y sin cañerías internas?
¿No saben que la gran igualdad económica que, antes del capitalismo, fue durante mucho tiempo la suerte del 99 por ciento de los seres humanos, era una igualdad sólo de privaciones y alto riesgo de muerte prematura? ¿Desconocen que la gente común comenzó a disfrutar de una razonable expectativa de vivir por encima de la mera subsistencia sólo cuando y donde los mercados comerciales innovadores -los mercados libres extensos- finalmente comenzaron a afianzarse?
¿No observan que la vida en las modernas economías de mercado no sólo es más rica en juguetes y baratijas que la vida antes de la modernidad, sino que los que vivimos en las modernas economías de mercado vivimos mucho más tiempo y más saludablemente que nuestros antepasados? ¿Y no se percatan los socialistas de hoy que en nuestras vidas más largas cada uno de nosotros tiene acceso a una gama de opciones de vida que eran inconcebibles para la gente en el pasado?
¿No saben que la desigualdad de ingresos monetarios y riqueza no es ni remotamente lo mismo que la desigualdad de acceso a los bienes y servicios ? Jeff Bezos puede valer, en dólares, 1,5 millones de veces más que la típica familia estadounidense. Pero Jeff Bezos no come más que el estadounidense típico. Tampoco tiene 1,5 millones de veces más ropa, espacio vital u esparcimiento.</p<
¿Desconocen los portavoces de la intervención gubernamental que, en términos de capacidad de consumo, nos estamos volviendo cada vez más iguales (al menos antes de la devastación provocada por las intervenciones de COVID)?
¿Ignoran los actuales enemigos del libre mercado que los estadounidenses de a pie somos ahora posiblemente más ricos -en términos de lo que consumimos habitualmente- que J.D. Rockefeller y otros estadounidenses súper ricos hace apenas un siglo? ¿No saben estos enemigos de los mercados que la cantidad de tiempo que el típico trabajador estadounidense debe trabajar para obtener suficientes ingresos para comprar la mayoría de los bienes y servicios ha venido disminuyendo de forma constante a lo largo del tiempo?
¿Tienen los detractores que ahora exigen que se acabe el capitalismo o que sea sometido significativamente por el gobierno alguna idea de la enorme complejidad de los mercados modernos que pretenden destruir o sustituir con las llamadas «políticas industriales»? ¿Desconocen estas personas que la prosperidad moderna es imposible sin una profunda división del trabajo que incentiva a cada productor a ofrecer habilidades altamente especializadas y a aprender conocimientos altamente especializados – conocimientos que se encuentran dispersos en innumerables trozos a través de miles de millones de mentes en todo el mundo? Sin esta especialización, la prosperidad moderna es imposible. Sin embargo, ninguna mente humana puede empezar a conocer lo suficiente como para «diseñar» sistemas económicos complejos de manera que mejoren su desempeño. ¿Acaso esta realidad es desconocida por quienes se sienten insatisfechos porque los mercados no logran producir el cielo en la tierra?
O quizás estos defensores de la dirección gubernamental de la economía no conocen la historia del socialismo.
¿Ignoran que el socialismo, cuando y dondequiera que se ha intentado, no ha generado prosperidad sino saqueo y tiranía? ¿Saben de las hambrunas y las purgas de Stalin? ¿De las masacres de Pol Pot? ¿De la devastación de Mao? ¿De la calamidad en Cuba causada por Castro? Del caos económico y social en Venezuela creado por Chávez y Maduro? ¿De verdad creen que el Che Guevara era un revolucionario romántico con designios de santo? ¿No saben que este hombre era en realidad un matón sanginario? </>
¿No se percatan las personas que confían en los funcionarios gubernamentales y desconfían de los dueños y ejecutivos de las empresas que, por mucho margen de maniobra que tenga un empresario en un mercado libre, esa persona nunca tiene el poder de coaccionar a los consumidores o a los trabajadores? ¿No se dan cuenta los entusiastas del gobierno de la importancia de la capacidad de cada trabajador para decir «no» a las ofertas de empleo, y de la capacidad de cada consumidor para decir «no» a la oferta de un comerciante de algún bien o servicio? ¿Creen estos entusiastas del gobierno que los funcionarios, que no tienen que aceptar un «no» como respuesta, tratarán -como resultado de su capacidad de utilizar la coerción- a la gente corriente de una forma mejor de la que la gente corriente es tratada por los empresarios, que sí tienen que aceptar un «no» como respuesta?
O quizás los que ahora gritan a favor del socialismo no saben realmente mucho sobre la naturaleza humana. ¿No saben que los individuos a los que se les da poder para coaccionar a otros individuos son propensos a abusar de ese poder, y que esos individuos se tornan más propensos a abusar del poder cuanto más tiempo lo poseen y cuanto más extravagantes son las promesas que se hicieron para asegurarse el poder?
¿No saben los socialistas de hoy en día, así como los defensores de la política industrial, que los seres humanos a los que se les otorga la facultad de tomar o alterar unilateralmente los derechos de propiedad de los extraños tienen pocos incentivos para tener en cuenta el bienestar de aquellos cuya propiedad toman o destruyen? ¿Desconocen los defensores del socialismo o de la política industrial que cuanto mayor es el poder discrecional de los funcionarios gubernamentales para dirigir los acuerdos económicos, mayor es el riesgo de que estos funcionarios se corrompan?
¿Poseen los actuales escépticos del libre mercado -ya sean estos escépticos socialistas a ultranza o defensores de la «mera» política industrial- algún conocimiento riguroso de la historia económica, de la economía o de la naturaleza humana?
Yo creo que no.
Traducido por Gabriel Gasave
¿No lo saben?
Muchos de nosotros, que recordamos cuando los europeos del este eran encarcelados tras la Cortina de Hierro-y que nos alegramos cuando esa Cortina se derrumbó en 1989, hecho prontamente seguido por la desaparición de la URSS en 1991- miramos con una combinación de perplejidad y desdén a los jóvenes que hoy claman por socialismo. Aunque difícilmente controversial, esta manifestación de perplejidad y desdén plantea un interrogante que todavía no ha recibido una buena respuesta, a saber, ¿por qué? ¿Por qué tanta gente hoy día está gagá por que el gobierno dirija la economía? En términos más generales, ¿por qué en la actualidad tanta gente, tanto de la izquierda como de la derecha política, desea sustituir a los mercados comerciales libres por un sistema de decretos burocráticos?
¿Qué es precisamente lo que desconocen estas personas?
¿No conocen la historia económica básica? ¿No saben que antes de la Revolución Industrial casi todos los hombres, mujeres y niños, desde el origen de nuestra especie, vivían en una pobreza que hoy nos resulta inimaginable? ¿No saben que antes del capitalismo, casi todos los que no eran lo suficientemente afortunados de poseer una cueva, vivían en estrechas moradas con pisos de tierra, techos de paja plagados de alimañas e insectos, y sin cañerías internas?
¿No saben que la gran igualdad económica que, antes del capitalismo, fue durante mucho tiempo la suerte del 99 por ciento de los seres humanos, era una igualdad sólo de privaciones y alto riesgo de muerte prematura? ¿Desconocen que la gente común comenzó a disfrutar de una razonable expectativa de vivir por encima de la mera subsistencia sólo cuando y donde los mercados comerciales innovadores -los mercados libres extensos- finalmente comenzaron a afianzarse?
¿No observan que la vida en las modernas economías de mercado no sólo es más rica en juguetes y baratijas que la vida antes de la modernidad, sino que los que vivimos en las modernas economías de mercado vivimos mucho más tiempo y más saludablemente que nuestros antepasados? ¿Y no se percatan los socialistas de hoy que en nuestras vidas más largas cada uno de nosotros tiene acceso a una gama de opciones de vida que eran inconcebibles para la gente en el pasado?
¿No saben que la desigualdad de ingresos monetarios y riqueza no es ni remotamente lo mismo que la desigualdad de acceso a los bienes y servicios ? Jeff Bezos puede valer, en dólares, 1,5 millones de veces más que la típica familia estadounidense. Pero Jeff Bezos no come más que el estadounidense típico. Tampoco tiene 1,5 millones de veces más ropa, espacio vital u esparcimiento.</p<
¿Desconocen los portavoces de la intervención gubernamental que, en términos de capacidad de consumo, nos estamos volviendo cada vez más iguales (al menos antes de la devastación provocada por las intervenciones de COVID)?
¿Ignoran los actuales enemigos del libre mercado que los estadounidenses de a pie somos ahora posiblemente más ricos -en términos de lo que consumimos habitualmente- que J.D. Rockefeller y otros estadounidenses súper ricos hace apenas un siglo? ¿No saben estos enemigos de los mercados que la cantidad de tiempo que el típico trabajador estadounidense debe trabajar para obtener suficientes ingresos para comprar la mayoría de los bienes y servicios ha venido disminuyendo de forma constante a lo largo del tiempo?
¿Tienen los detractores que ahora exigen que se acabe el capitalismo o que sea sometido significativamente por el gobierno alguna idea de la enorme complejidad de los mercados modernos que pretenden destruir o sustituir con las llamadas «políticas industriales»? ¿Desconocen estas personas que la prosperidad moderna es imposible sin una profunda división del trabajo que incentiva a cada productor a ofrecer habilidades altamente especializadas y a aprender conocimientos altamente especializados – conocimientos que se encuentran dispersos en innumerables trozos a través de miles de millones de mentes en todo el mundo? Sin esta especialización, la prosperidad moderna es imposible. Sin embargo, ninguna mente humana puede empezar a conocer lo suficiente como para «diseñar» sistemas económicos complejos de manera que mejoren su desempeño. ¿Acaso esta realidad es desconocida por quienes se sienten insatisfechos porque los mercados no logran producir el cielo en la tierra?
O quizás estos defensores de la dirección gubernamental de la economía no conocen la historia del socialismo.
¿Ignoran que el socialismo, cuando y dondequiera que se ha intentado, no ha generado prosperidad sino saqueo y tiranía? ¿Saben de las hambrunas y las purgas de Stalin? ¿De las masacres de Pol Pot? ¿De la devastación de Mao? ¿De la calamidad en Cuba causada por Castro? Del caos económico y social en Venezuela creado por Chávez y Maduro? ¿De verdad creen que el Che Guevara era un revolucionario romántico con designios de santo? ¿No saben que este hombre era en realidad un matón sanginario? </>
¿No se percatan las personas que confían en los funcionarios gubernamentales y desconfían de los dueños y ejecutivos de las empresas que, por mucho margen de maniobra que tenga un empresario en un mercado libre, esa persona nunca tiene el poder de coaccionar a los consumidores o a los trabajadores? ¿No se dan cuenta los entusiastas del gobierno de la importancia de la capacidad de cada trabajador para decir «no» a las ofertas de empleo, y de la capacidad de cada consumidor para decir «no» a la oferta de un comerciante de algún bien o servicio? ¿Creen estos entusiastas del gobierno que los funcionarios, que no tienen que aceptar un «no» como respuesta, tratarán -como resultado de su capacidad de utilizar la coerción- a la gente corriente de una forma mejor de la que la gente corriente es tratada por los empresarios, que sí tienen que aceptar un «no» como respuesta?
O quizás los que ahora gritan a favor del socialismo no saben realmente mucho sobre la naturaleza humana. ¿No saben que los individuos a los que se les da poder para coaccionar a otros individuos son propensos a abusar de ese poder, y que esos individuos se tornan más propensos a abusar del poder cuanto más tiempo lo poseen y cuanto más extravagantes son las promesas que se hicieron para asegurarse el poder?
¿No saben los socialistas de hoy en día, así como los defensores de la política industrial, que los seres humanos a los que se les otorga la facultad de tomar o alterar unilateralmente los derechos de propiedad de los extraños tienen pocos incentivos para tener en cuenta el bienestar de aquellos cuya propiedad toman o destruyen? ¿Desconocen los defensores del socialismo o de la política industrial que cuanto mayor es el poder discrecional de los funcionarios gubernamentales para dirigir los acuerdos económicos, mayor es el riesgo de que estos funcionarios se corrompan?
¿Poseen los actuales escépticos del libre mercado -ya sean estos escépticos socialistas a ultranza o defensores de la «mera» política industrial- algún conocimiento riguroso de la historia económica, de la economía o de la naturaleza humana?
Yo creo que no.
Traducido por Gabriel Gasave
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