Enseñar en la era de los teléfonos inteligentes significa que los estudiantes nunca se encuentran a más de unos pocos segundos de la temida «verificación de los hechos». En mi curso de Economía 101, recibo con frecuencia preguntas acerca de estudios que demuestran que el salario mínimo no genera desempleo. Este tipo de trabajos se han convertido en una especie de industria artesanal que desde un estudio de referencia, comparando Pensilvania y Nueva Jersey, realizado por Card and Krueger (1994) , pretendía demostrar que el salario mínimo no tenía efectos perjudiciales sobre el empleo.
Sin embargo, sería miope concluir a partir de estos estudios que el salario mínimo no genera ninguna pérdida de empleo. En algunos casos, incluso los trabajos empíricos bien diseñados pueden ocultar la presencia de efectos que causan desocupación.
No estoy en contra de los estudios empíricos, creo que debería haber más. Pero el trabajo empírico es complejo y siempre debe estar guiado por la teoría. Espero que los economistas piensen más detenidamente respecto de cómo el trabajo empírico puede fallar en evidenciar la pérdida de empleo cuando, de hecho, está presente. En los últimos años, economistas de gran prestigio que estudian el tema del empleo han hecho precisamente eso. David Neumark, William Wascher y Jeffrey Clemens son ejemplos de ello.
Mientras tanto, hábiles comunicadores económicos como Don Boudreaux, Robert Murphy y Steven Landsburg, han estado diseccionando pacientemente hasta el último argumento a favor del salario mínimo. Han originado un sinnúmero de nuevas disquisiciones teóricas, analogías y parábolas para transmitir las consecuencias de los precios sostén. Y, en muchos casos, han señalado los defectos de los estudios empíricos, pero no he visto una fuente única donde estos problemas estén sucintamente descriptos.
He aquí cinco razones habituales por las que los estudios sobre el salario mínimo podrían fallar en encontrar un efecto sobre el empleo.
1. Márgenes de ajuste no salariales
Los controles de precios no pueden estipular todos los aspectos de un intercambio. Por lo general, el único término contractual que alteran es el precio. Los participantes en el mercado son libres de modificar otros márgenes del intercambio, y el desequilibrio generado por un salario mínimo (obligatorio) les da un incentivo para hacerlo.
Gordon Tullock ofrecía el siguiente famoso ejemplo. Imaginemos a los trabajadores de una fábrica en un caluroso día de verano. Al gerente de la planta se le ocurre la brillante idea de reducir costos apagando el aire acondicionado. Al poco tiempo, los trabajadores empiezan a quejarse. Si el dueño desea retener a estos trabajadores, probablemente responderá encendiendo de nuevo el aire acondicionado: no quiere perder a estos trabajadores en favor del empleador al otro lado de la ciudad que ofrece mejores condiciones laborales.
Entonces, ¿cómo altera el salario mínimo este cálculo? Si es obligatorio, transforma una situación de “limpiar” el mercado, el proceso de moverse hacia un equilibrio entre la cantidad ofrecida y la cantidad demandada, en una situación de sobrante. Y un sobrante en el mercado laboral desplaza el poder desde los vendedores (trabajadores) hacia los compradores (empresarios). Un excedente de mano de obra implica un mercado de compradores. Los empleadores pueden escoger y elegir, y su oferta sobre márgenes distintos al salario no tiene por qué ser tan atractiva como antes.
Ahora, cuando la planta apaga el aire acondicionado y los trabajadores comienzan a quejarse, el propietario responde metafóricamente: «¿No les gusta estar aquí? Siéntanse libres de irse. Hay otros cien trabajadores que ocuparán su lugar mañana». La curva de la oferta de mano de obra actúa en beneficio del empleador. Más trabajadores se encuentran ingresando a este mercado laboral en virtud del salario mínimo (a lo que los economistas se refieren como el «margen extensivo»). Fíjese en algo más: Será más difícil para los trabajadores encontrar un empleo alternativo precisamente porque predomina un excedente de mano de obra. En consecuencia, es menos probable que los trabajadores se marchen y busquen otro empleo.
Por lo tanto, es posible que a) el número total de trabajadores empleados se mantenga sin cambios y b) los empleadores recuperen la rentabilidad reduciendo su factura eléctrica. Una vez más, ello posibilitado por el «poder» que el salario mínimo otorga a estos empleadores.
Dado que la economía consiste en rastrear en la medida de lo posible las consecuencias de las acciones, vayamos un paso más allá. Supongamos que este empleador ha apagado el aire acondicionado y que muchos otros empleadores han seguido su ejemplo de reducción de costos. En conjunto, reducen la demanda de electricidad. A su vez, esto aminora la demanda de todos los trabajadores que producen electricidad. Si este cambio es lo suficientemente grande, es fácil imaginar que algunos de ellos pierden sus empleos a medida que los productores de electricidad ajustan sus procesos de producción. Ahí está: el desempleo causado por el salario mínimo, pero de una forma tan indirecta que el análisis empírico será incapaz de detectarlo.
¿Por dónde empezaría a buscar un investigador empírico este tipo de desempleo? Después de todo, en mi ejemplo utilicé la electricidad, pero no tiene por qué ser aquí donde se produzca el ajuste correspondiente (tal vez los empleadores dejaron de suministrar café en la sala de espera, por ejemplo).
Sin embargo, hay otras formas en las que este tipo de ajustes no salariales comúnmente se manifiestan en los mercados laborales. El empleador puede exigir más y/o mejor trabajo para justificar los salarios más altos que está pagando. La lógica por la que puede salirse con la suya es idéntica a la del ejemplo anterior del aire acondicionado. En la práctica, esto puede adoptar la forma de que el empleador trate de reducir el holgazaneo laboral, que es una «ventaja» de prácticamente todos los empleos (no se está literalmente «trabajando» durante ocho horas seguidas e ininterrumpidas en una jornada laboral). Dicho de esta manera, ayuda a hacer más evidente el paralelismo con el ejemplo del aire acondicionado. El empleador puede sacarte el aire acondicionado o puede quitarte tu capacidad de holgazanear o una combinación de ambas.
Una de las razones por las que es tan importante enfatizar estos ajustes es que son difíciles de detectar con cualquier técnica empírica. Para empezar, es imposible saber dónde buscar. Algunas empresas se ajustarán en un margen, otras en otro. Por otra parte, es imposible predecir el marco temporal en el que ocurren estos ajustes marginales.
¿En qué sentido podemos llamar a estos ajustes «pérdida de empleo» si dejan el número total de trabajadores sin cambios? Bueno, una parte de la remuneración de un trabajador se ha «perdido», así que esto constituye una pérdida de empleo en ese sentido. Mismo trabajo, menos salario. O bien, más trabajo, mismo salario. Véase Jeremy Clemens para un examen exhaustivo de estos ajustes frente al salario mínimo.
2. Subempleo
Sigamos con los márgenes de ajuste un poco más. Cuando mostramos un diagrama de oferta y demanda de un mercado laboral en Economía 101, es común que tanto los estudiantes como los profesores asuman que el eje x representa la «cantidad de trabajadores». En cierto sentido es así, pero los trabajadores son más divisibles de lo que parece a primera vista. En realidad, se puede contratar una cuarta parte de un trabajador: basta con contratarlo durante el veinticinco por ciento del tiempo que lo empleaba antes. A la curva de demanda descendente es mejor pensarla como una curva de «demanda de horas de trabajo por unidad de tiempo».
En otras palabras, los empleadores pueden ajustarse a un salario mínimo recortando las horas de los empleados, incluso sin reducir el número de trabajadores en la nómina salarial. Es habitual que los economistas discutan cómo los quioscos de atención pueden sustituir a los trabajadores poco cualificados en el contexto de las cadenas de comida rápida. Pero fíjense cómo este punto es coherente con a) mantener el tamaño de la plantilla y b) simplemente hacer que los trabajadores trabajen menos horas. Cuando las empresas instalan quioscos para realizar los pedidos, simplemente no necesitan la ayuda de tantas manos (humanas), en un momento dado. En lugar de que los trabajadores adolescentes que trabajan en las cadenas de comida rápida vengan todos los días, podrían rotar, y cada uno venir un día sí y otro no.
Steven Landsburg, en un comentario aquí, señala algo aún más sutil sobre el subempleo. Para ir al grano, es posible que el aumento del salario mínimo aumente el número total de trabajadores que contratan las empresas. Este resultado es coherente con la ley de la demanda porque el aumento del salario mínimo sigue disminuyendo el número total de horas contratadas.
Así es como funciona: Supongamos que antes del salario mínimo un adolescente trabaja en la tienda de 11 de la mañana a 7 de la noche. Sus horas de mayor actividad son al mediodía y a las seis. El resto del tiempo, se queda mirando el teléfono. Con un aumento del salario mínimo, el propietario de la tienda ya no tolera ese tipo de holgazanería (véase más arriba). En lugar de vigilar a este trabajador (de todos modos, no tiene mucho que hacer, por lo que los beneficios de la vigilancia son escasos), el propietario simplemente cierra la tienda durante las horas de menor actividad. Finalmente, el propietario reorganiza un poco su plantilla. Contrata a un trabajador para la hora del mediodía y para la hora de la cena de las seis, y permanece cerrado entre ambas. Lo más probable es que no sea el mismo trabajador para ambas horas, por lo que el número total de personas que ha contratado aumenta, mientras que el número total de horas de trabajo demandadas disminuye. «Pérdida de empleo», de algún tipo.
3. Anticipación
Los emprendedores, para ser exitosos, deben tener visión de futuro. Están en el negocio de anticiparse a futuros estados de cosas y organizar la producción en el presente basándose en sus previsiones. Este punto se aplica a los mercados libres de obstáculos tanto como se aplica a la previsión de cómo una política impactará sobre la rentabilidad. Por ejemplo, en un mercado libre, los emprendedore deben prever cómo afectarán los cambios en los costos de los proveedores a sus propios procesos de producción, a veces con años de antelación.
Añadir la intervención no cambia este punto básico, sólo hace las cosas más complejas para los emprendedores. Una subida del salario mínimo es un aumento de los costos de un productor, no menos que el incremento del precio de cualquier otro insumo. Las empresas que prevén el aumento del salario mínimo pueden prepararse para ello reemplazando con quioscos de atención o invirtiendo en otros bienes de capital mucho antes de que la ley entre en vigor.
Por lo tanto, mucho depende del marco temporal en el que un estudio examina los cambios en el empleo. Una vez más, Card and Krueger (1994) son ilustrativos. En este caso, los autores midieron el desempleo sólo unas semanas antes de que el aumento del salario mínimo entrara en vigor. Sin embargo, los aumentos del salario mínimo suelen ser anunciados por las legislaturas años antes de que se conviertan en ley. Por no hablar del incesante debate nacional que acompaña a esta cuestión. Todos los propietarios de empresas son conscientes de que las futuras subidas son una clara posibilidad. En síntesis, la pérdida de empleo puede producirse antes -incluso años antes- del periodo de tiempo que examina un trabajo de investigación.
4. La segunda ley de la demanda
Como contracara de la anticipación, también deberíamos pensar en el largo plazo, después de que un aumento del salario mínimo se convierta en ley. No todos los ajustes deben producirse antes de que se aplique el aumento del salario mínimo. Algunos pueden venir después. Pero no hay nada en la teoría económica que nos indique la duración de este periodo de ajuste, que probablemente variará de un sector a otro, e incluso de una empresa a otra.
Armen Alchian hizo hincapié en lo que llamó «La segunda ley de la demanda». A medida que pasa el tiempo, la elasticidad precio de la demanda (EPD) aumenta, a igualdad de circunstancias. A mi entender, esto es más que una observación empírica. Tiene su origen en un razonamiento sobre el costo de hallar sustitutos. Determinar cuáles sustitutos de la mano de obra utilizar, la reorganización de la producción, etc., son decisiones empresariales de prueba y error que llevan tiempo. Incluso cuando los precios de los bienes de consumo cambian, los compradores pueden tardar un tiempo en descubrir sustitutos adecuados. La producción, al ser más compleja, suele insumir más tiempo.
Un ejemplo clásico se origina en los años 50 en los Estados Unidos. Hay dos ocupaciones muy citadas que fueron víctimas de los aumentos del salario mínimo en la década del 50. En primer lugar, los acomodadores de cines, que acompañaban a los espectadores hasta sus asientos para evitar que tropezaran en la oscuridad total de su entorno. Y los ascensoristas, que giraban manivelas para llevar a los visitantes a la planta que habían solicitado. Los acomodadores y los ascensoristas manuales eran trabajadores de baja productividad, cuyo trabajo ya no era rentable tras el incremento de los salarios mínimos.
Aunque estas profesiones nos suenen arcaicas en la actualidad, no todos estos trabajadores perdieron su empleo el día que entró en vigor el aumento. Los innovadores tardaron en idear bienes de capital sustitutos (esas tiras luminosas de color a lo largo del borde del suelo en los teatros y los ascensores automáticos) que finalmente reemplazaron a estos trabajadores.
Simplemente no hay manera de saber de antemano cuánto tiempo puede durar ese proceso de ajuste, qué empresas se verán más afectadas, etc… Esto significa que es imposible saber cuánto tiempo después del cambio legal un estudio debe contemplar para captar todos los efectos resultantes sobre el empleo. Pero cuanto más larga sea esa ventana, más posibilidades hay de que se produzcan acontecimientos intermedios -que pueden cambiar el empleo en cualquier dirección-. Los datos se vuelven ruidosos.
5. Contra fácticos
¿Cuándo aprueban las legislaturas aumentos del salario mínimo? Lo más probable es que no sea en los peores momentos de una depresión . Al menos algunos políticos saben que el salario mínimo puede provocar la pérdida de puestos de trabajo. Algunos defensores del salario mínimo reconocerán que la pérdida de (algún) empleo es una contrapartida aceptable a cambio de mayores ingresos para (algunos) trabajadores. Pero ser visto como responsable de causar esa pérdida de empleo al apoyar un aumento del salario mínimo puede ser un suicidio político. Esto sugiere que hay momentos mejores y peores, desde la perspectiva de los políticos, para jugar con el salario mínimo.
Aumentar el salario mínimo durante los períodos de auge es políticamente más aceptable en razón de que las condiciones macroeconómicas favorables pueden enmascarar parte del desempleo resultante. Durante el auge, los precios y los salarios en general aumentan, lo que implica que la tasa del salario mínimo real (ajustado por inflación) disminuye. Eso, a su vez, significa que es menos vinculante, y se perderán menos puestos de trabajo que de otro modo.
Por lo tanto, para captar los efectos totales de la legislación que establece un salario mínimo sobre los empleos, es necesario utilizar un razonamiento contra fáctico. Sí, el desempleo es bajo en un periodo de auge. Pero el desempleo habría sido aún más bajo de no ser por el aumento del salario mínimo. Si un estudio se limita a comparar el «antes» y el «después», donde el «antes» es un periodo «normal» o incluso una recesión, mientras que el «después» es un auge, será difícil evaluar con precisión el impacto del salario mínimo sobre la pérdida de empleo.
Si no se ha hecho ya, alguien debería superponer las fechas de los aumentos del salario mínimo sobre los datos acerca de la recesión de la National Bureau of Economic Research (NBER), como informa la base de datos de la Federal Reserve Economic Data (FRED) de St. Louis. Mi predicción es que los incrementos tienden a producirse durante los auges, rara vez durante las recesiones.
Estas cinco formas en las que los estudios pueden no detectar los efectos del salario mínimo sobre el empleo están lejos de ser exhaustivas, ni este ensayo tampoco profundiza exhaustivamente estos cinco aspectos. Además, la forma en que estas cinco razones se manifiestan, cómo interactúan y cuáles son relevantes para cada estudio son cuestiones que deben ser evaluadas caso por caso. Pero todos haríamos bien en tener en cuenta estos cinco puntos la próxima vez que veamos un estudio en el que se afirme que cuando se trata del salario mínimo hay, de hecho, un almuerzo gratis.
Traducido por Gabriel Gasave
Cinco formas en las que fallan los estudios sobre el salario mínimo
Enseñar en la era de los teléfonos inteligentes significa que los estudiantes nunca se encuentran a más de unos pocos segundos de la temida «verificación de los hechos». En mi curso de Economía 101, recibo con frecuencia preguntas acerca de estudios que demuestran que el salario mínimo no genera desempleo. Este tipo de trabajos se han convertido en una especie de industria artesanal que desde un estudio de referencia, comparando Pensilvania y Nueva Jersey, realizado por Card and Krueger (1994) , pretendía demostrar que el salario mínimo no tenía efectos perjudiciales sobre el empleo.
Sin embargo, sería miope concluir a partir de estos estudios que el salario mínimo no genera ninguna pérdida de empleo. En algunos casos, incluso los trabajos empíricos bien diseñados pueden ocultar la presencia de efectos que causan desocupación.
No estoy en contra de los estudios empíricos, creo que debería haber más. Pero el trabajo empírico es complejo y siempre debe estar guiado por la teoría. Espero que los economistas piensen más detenidamente respecto de cómo el trabajo empírico puede fallar en evidenciar la pérdida de empleo cuando, de hecho, está presente. En los últimos años, economistas de gran prestigio que estudian el tema del empleo han hecho precisamente eso. David Neumark, William Wascher y Jeffrey Clemens son ejemplos de ello.
Mientras tanto, hábiles comunicadores económicos como Don Boudreaux, Robert Murphy y Steven Landsburg, han estado diseccionando pacientemente hasta el último argumento a favor del salario mínimo. Han originado un sinnúmero de nuevas disquisiciones teóricas, analogías y parábolas para transmitir las consecuencias de los precios sostén. Y, en muchos casos, han señalado los defectos de los estudios empíricos, pero no he visto una fuente única donde estos problemas estén sucintamente descriptos.
He aquí cinco razones habituales por las que los estudios sobre el salario mínimo podrían fallar en encontrar un efecto sobre el empleo.
1. Márgenes de ajuste no salariales
Los controles de precios no pueden estipular todos los aspectos de un intercambio. Por lo general, el único término contractual que alteran es el precio. Los participantes en el mercado son libres de modificar otros márgenes del intercambio, y el desequilibrio generado por un salario mínimo (obligatorio) les da un incentivo para hacerlo.
Gordon Tullock ofrecía el siguiente famoso ejemplo. Imaginemos a los trabajadores de una fábrica en un caluroso día de verano. Al gerente de la planta se le ocurre la brillante idea de reducir costos apagando el aire acondicionado. Al poco tiempo, los trabajadores empiezan a quejarse. Si el dueño desea retener a estos trabajadores, probablemente responderá encendiendo de nuevo el aire acondicionado: no quiere perder a estos trabajadores en favor del empleador al otro lado de la ciudad que ofrece mejores condiciones laborales.
Entonces, ¿cómo altera el salario mínimo este cálculo? Si es obligatorio, transforma una situación de “limpiar” el mercado, el proceso de moverse hacia un equilibrio entre la cantidad ofrecida y la cantidad demandada, en una situación de sobrante. Y un sobrante en el mercado laboral desplaza el poder desde los vendedores (trabajadores) hacia los compradores (empresarios). Un excedente de mano de obra implica un mercado de compradores. Los empleadores pueden escoger y elegir, y su oferta sobre márgenes distintos al salario no tiene por qué ser tan atractiva como antes.
Ahora, cuando la planta apaga el aire acondicionado y los trabajadores comienzan a quejarse, el propietario responde metafóricamente: «¿No les gusta estar aquí? Siéntanse libres de irse. Hay otros cien trabajadores que ocuparán su lugar mañana». La curva de la oferta de mano de obra actúa en beneficio del empleador. Más trabajadores se encuentran ingresando a este mercado laboral en virtud del salario mínimo (a lo que los economistas se refieren como el «margen extensivo»). Fíjese en algo más: Será más difícil para los trabajadores encontrar un empleo alternativo precisamente porque predomina un excedente de mano de obra. En consecuencia, es menos probable que los trabajadores se marchen y busquen otro empleo.
Por lo tanto, es posible que a) el número total de trabajadores empleados se mantenga sin cambios y b) los empleadores recuperen la rentabilidad reduciendo su factura eléctrica. Una vez más, ello posibilitado por el «poder» que el salario mínimo otorga a estos empleadores.
Dado que la economía consiste en rastrear en la medida de lo posible las consecuencias de las acciones, vayamos un paso más allá. Supongamos que este empleador ha apagado el aire acondicionado y que muchos otros empleadores han seguido su ejemplo de reducción de costos. En conjunto, reducen la demanda de electricidad. A su vez, esto aminora la demanda de todos los trabajadores que producen electricidad. Si este cambio es lo suficientemente grande, es fácil imaginar que algunos de ellos pierden sus empleos a medida que los productores de electricidad ajustan sus procesos de producción. Ahí está: el desempleo causado por el salario mínimo, pero de una forma tan indirecta que el análisis empírico será incapaz de detectarlo.
¿Por dónde empezaría a buscar un investigador empírico este tipo de desempleo? Después de todo, en mi ejemplo utilicé la electricidad, pero no tiene por qué ser aquí donde se produzca el ajuste correspondiente (tal vez los empleadores dejaron de suministrar café en la sala de espera, por ejemplo).
Sin embargo, hay otras formas en las que este tipo de ajustes no salariales comúnmente se manifiestan en los mercados laborales. El empleador puede exigir más y/o mejor trabajo para justificar los salarios más altos que está pagando. La lógica por la que puede salirse con la suya es idéntica a la del ejemplo anterior del aire acondicionado. En la práctica, esto puede adoptar la forma de que el empleador trate de reducir el holgazaneo laboral, que es una «ventaja» de prácticamente todos los empleos (no se está literalmente «trabajando» durante ocho horas seguidas e ininterrumpidas en una jornada laboral). Dicho de esta manera, ayuda a hacer más evidente el paralelismo con el ejemplo del aire acondicionado. El empleador puede sacarte el aire acondicionado o puede quitarte tu capacidad de holgazanear o una combinación de ambas.
Una de las razones por las que es tan importante enfatizar estos ajustes es que son difíciles de detectar con cualquier técnica empírica. Para empezar, es imposible saber dónde buscar. Algunas empresas se ajustarán en un margen, otras en otro. Por otra parte, es imposible predecir el marco temporal en el que ocurren estos ajustes marginales.
¿En qué sentido podemos llamar a estos ajustes «pérdida de empleo» si dejan el número total de trabajadores sin cambios? Bueno, una parte de la remuneración de un trabajador se ha «perdido», así que esto constituye una pérdida de empleo en ese sentido. Mismo trabajo, menos salario. O bien, más trabajo, mismo salario. Véase Jeremy Clemens para un examen exhaustivo de estos ajustes frente al salario mínimo.
2. Subempleo
Sigamos con los márgenes de ajuste un poco más. Cuando mostramos un diagrama de oferta y demanda de un mercado laboral en Economía 101, es común que tanto los estudiantes como los profesores asuman que el eje x representa la «cantidad de trabajadores». En cierto sentido es así, pero los trabajadores son más divisibles de lo que parece a primera vista. En realidad, se puede contratar una cuarta parte de un trabajador: basta con contratarlo durante el veinticinco por ciento del tiempo que lo empleaba antes. A la curva de demanda descendente es mejor pensarla como una curva de «demanda de horas de trabajo por unidad de tiempo».
En otras palabras, los empleadores pueden ajustarse a un salario mínimo recortando las horas de los empleados, incluso sin reducir el número de trabajadores en la nómina salarial. Es habitual que los economistas discutan cómo los quioscos de atención pueden sustituir a los trabajadores poco cualificados en el contexto de las cadenas de comida rápida. Pero fíjense cómo este punto es coherente con a) mantener el tamaño de la plantilla y b) simplemente hacer que los trabajadores trabajen menos horas. Cuando las empresas instalan quioscos para realizar los pedidos, simplemente no necesitan la ayuda de tantas manos (humanas), en un momento dado. En lugar de que los trabajadores adolescentes que trabajan en las cadenas de comida rápida vengan todos los días, podrían rotar, y cada uno venir un día sí y otro no.
Steven Landsburg, en un comentario aquí, señala algo aún más sutil sobre el subempleo. Para ir al grano, es posible que el aumento del salario mínimo aumente el número total de trabajadores que contratan las empresas. Este resultado es coherente con la ley de la demanda porque el aumento del salario mínimo sigue disminuyendo el número total de horas contratadas.
Así es como funciona: Supongamos que antes del salario mínimo un adolescente trabaja en la tienda de 11 de la mañana a 7 de la noche. Sus horas de mayor actividad son al mediodía y a las seis. El resto del tiempo, se queda mirando el teléfono. Con un aumento del salario mínimo, el propietario de la tienda ya no tolera ese tipo de holgazanería (véase más arriba). En lugar de vigilar a este trabajador (de todos modos, no tiene mucho que hacer, por lo que los beneficios de la vigilancia son escasos), el propietario simplemente cierra la tienda durante las horas de menor actividad. Finalmente, el propietario reorganiza un poco su plantilla. Contrata a un trabajador para la hora del mediodía y para la hora de la cena de las seis, y permanece cerrado entre ambas. Lo más probable es que no sea el mismo trabajador para ambas horas, por lo que el número total de personas que ha contratado aumenta, mientras que el número total de horas de trabajo demandadas disminuye. «Pérdida de empleo», de algún tipo.
3. Anticipación
Los emprendedores, para ser exitosos, deben tener visión de futuro. Están en el negocio de anticiparse a futuros estados de cosas y organizar la producción en el presente basándose en sus previsiones. Este punto se aplica a los mercados libres de obstáculos tanto como se aplica a la previsión de cómo una política impactará sobre la rentabilidad. Por ejemplo, en un mercado libre, los emprendedore deben prever cómo afectarán los cambios en los costos de los proveedores a sus propios procesos de producción, a veces con años de antelación.
Añadir la intervención no cambia este punto básico, sólo hace las cosas más complejas para los emprendedores. Una subida del salario mínimo es un aumento de los costos de un productor, no menos que el incremento del precio de cualquier otro insumo. Las empresas que prevén el aumento del salario mínimo pueden prepararse para ello reemplazando con quioscos de atención o invirtiendo en otros bienes de capital mucho antes de que la ley entre en vigor.
Por lo tanto, mucho depende del marco temporal en el que un estudio examina los cambios en el empleo. Una vez más, Card and Krueger (1994) son ilustrativos. En este caso, los autores midieron el desempleo sólo unas semanas antes de que el aumento del salario mínimo entrara en vigor. Sin embargo, los aumentos del salario mínimo suelen ser anunciados por las legislaturas años antes de que se conviertan en ley. Por no hablar del incesante debate nacional que acompaña a esta cuestión. Todos los propietarios de empresas son conscientes de que las futuras subidas son una clara posibilidad. En síntesis, la pérdida de empleo puede producirse antes -incluso años antes- del periodo de tiempo que examina un trabajo de investigación.
4. La segunda ley de la demanda
Como contracara de la anticipación, también deberíamos pensar en el largo plazo, después de que un aumento del salario mínimo se convierta en ley. No todos los ajustes deben producirse antes de que se aplique el aumento del salario mínimo. Algunos pueden venir después. Pero no hay nada en la teoría económica que nos indique la duración de este periodo de ajuste, que probablemente variará de un sector a otro, e incluso de una empresa a otra.
Armen Alchian hizo hincapié en lo que llamó «La segunda ley de la demanda». A medida que pasa el tiempo, la elasticidad precio de la demanda (EPD) aumenta, a igualdad de circunstancias. A mi entender, esto es más que una observación empírica. Tiene su origen en un razonamiento sobre el costo de hallar sustitutos. Determinar cuáles sustitutos de la mano de obra utilizar, la reorganización de la producción, etc., son decisiones empresariales de prueba y error que llevan tiempo. Incluso cuando los precios de los bienes de consumo cambian, los compradores pueden tardar un tiempo en descubrir sustitutos adecuados. La producción, al ser más compleja, suele insumir más tiempo.
Un ejemplo clásico se origina en los años 50 en los Estados Unidos. Hay dos ocupaciones muy citadas que fueron víctimas de los aumentos del salario mínimo en la década del 50. En primer lugar, los acomodadores de cines, que acompañaban a los espectadores hasta sus asientos para evitar que tropezaran en la oscuridad total de su entorno. Y los ascensoristas, que giraban manivelas para llevar a los visitantes a la planta que habían solicitado. Los acomodadores y los ascensoristas manuales eran trabajadores de baja productividad, cuyo trabajo ya no era rentable tras el incremento de los salarios mínimos.
Aunque estas profesiones nos suenen arcaicas en la actualidad, no todos estos trabajadores perdieron su empleo el día que entró en vigor el aumento. Los innovadores tardaron en idear bienes de capital sustitutos (esas tiras luminosas de color a lo largo del borde del suelo en los teatros y los ascensores automáticos) que finalmente reemplazaron a estos trabajadores.
Simplemente no hay manera de saber de antemano cuánto tiempo puede durar ese proceso de ajuste, qué empresas se verán más afectadas, etc… Esto significa que es imposible saber cuánto tiempo después del cambio legal un estudio debe contemplar para captar todos los efectos resultantes sobre el empleo. Pero cuanto más larga sea esa ventana, más posibilidades hay de que se produzcan acontecimientos intermedios -que pueden cambiar el empleo en cualquier dirección-. Los datos se vuelven ruidosos.
5. Contra fácticos
¿Cuándo aprueban las legislaturas aumentos del salario mínimo? Lo más probable es que no sea en los peores momentos de una depresión . Al menos algunos políticos saben que el salario mínimo puede provocar la pérdida de puestos de trabajo. Algunos defensores del salario mínimo reconocerán que la pérdida de (algún) empleo es una contrapartida aceptable a cambio de mayores ingresos para (algunos) trabajadores. Pero ser visto como responsable de causar esa pérdida de empleo al apoyar un aumento del salario mínimo puede ser un suicidio político. Esto sugiere que hay momentos mejores y peores, desde la perspectiva de los políticos, para jugar con el salario mínimo.
Aumentar el salario mínimo durante los períodos de auge es políticamente más aceptable en razón de que las condiciones macroeconómicas favorables pueden enmascarar parte del desempleo resultante. Durante el auge, los precios y los salarios en general aumentan, lo que implica que la tasa del salario mínimo real (ajustado por inflación) disminuye. Eso, a su vez, significa que es menos vinculante, y se perderán menos puestos de trabajo que de otro modo.
Por lo tanto, para captar los efectos totales de la legislación que establece un salario mínimo sobre los empleos, es necesario utilizar un razonamiento contra fáctico. Sí, el desempleo es bajo en un periodo de auge. Pero el desempleo habría sido aún más bajo de no ser por el aumento del salario mínimo. Si un estudio se limita a comparar el «antes» y el «después», donde el «antes» es un periodo «normal» o incluso una recesión, mientras que el «después» es un auge, será difícil evaluar con precisión el impacto del salario mínimo sobre la pérdida de empleo.
Si no se ha hecho ya, alguien debería superponer las fechas de los aumentos del salario mínimo sobre los datos acerca de la recesión de la National Bureau of Economic Research (NBER), como informa la base de datos de la Federal Reserve Economic Data (FRED) de St. Louis. Mi predicción es que los incrementos tienden a producirse durante los auges, rara vez durante las recesiones.
Estas cinco formas en las que los estudios pueden no detectar los efectos del salario mínimo sobre el empleo están lejos de ser exhaustivas, ni este ensayo tampoco profundiza exhaustivamente estos cinco aspectos. Además, la forma en que estas cinco razones se manifiestan, cómo interactúan y cuáles son relevantes para cada estudio son cuestiones que deben ser evaluadas caso por caso. Pero todos haríamos bien en tener en cuenta estos cinco puntos la próxima vez que veamos un estudio en el que se afirme que cuando se trata del salario mínimo hay, de hecho, un almuerzo gratis.
Traducido por Gabriel Gasave
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