¿Interpretará el recientemente energizado Presidente Bush su estrecha victoria electoral como una aprobación pública para su política exterior al estilo “spaghetti western” de disparémosle a todos? Muchos neo-conservadores fuera de la administración Bush han hecho ruido respecto de ir tras Irán.
¿Podría el fanfarrón sheriff ser convencido por estos expertos de tomar a los mulahs de sombrero negro de Irán? Esperemos que no; el atacar a Irán sería un desatino mayor que el de invadir a Irak.
Los iraníes solamente se pusieron serios acerca de obtener una bomba nuclear después de que la presencia militar estadounidense se estableciera en el terreno de la vecina región del Golfo Pérsico con anterioridad a la primera Guerra del Golfo. Ni siquiera la larga y brutal guerra de ocho años de Irán con su vecina Irak durante los ’80 le dio ímpetu al primero para convertirse en una potencia nuclear.
En realidad, fue la invasión de los EE.UU. de Irak la que provocó que los iraníes acelerasen sus esfuerzos para construir la bomba. El liderazgo iraní observó a la invasión y al áspero tratamiento concedido a un Irak no-nuclear por parte de los Estados Unidos y lo comparó con las más respetuosas negociaciones con Corea del Norte, la cual probablemente ya posea armas nucleares.
Si usted fuese Irán, ¿qué es lo que haría? Ciertamente, dada la posibilidad de una invasión estadounidense, muchas otras denominadas “naciones canallas” con inclinaciones a desarrollar tales armas harían exactamente lo mismo que los iraníes han hecho.
A pesar de que la administración Bush probablemente tenga dificultad en simpatizar con un régimen islámico autocrático y fundamentalista, la misma debería considerar que Irán podría sentirse amenazada por el acordonamiento que los Estados Unidos han creado en derredor de las fronteras de Irán.
Los Estados Unidos tienen una presencia militar significativa en Afganistán y en Irak, nuevas bases militares en las naciones del centro de Asia, y una alianza formal con Turquía. En la región más amplia, los EE.UU. poseen también relaciones de seguridad informales con Israel, Arabia Saudita y otros reinos del Golfo Pérsico. Consultado respecto de qué había aprendido de la Guerra del Golfo Pérsico en 1991, el Jefe de Staff hindú respondió: “No enfrentar a los Estados Unidos sin armas nucleares.” De manera similar, los iraníes han aprendido obviamente que la única forma de asegurarse que los Estados Unidos no invadan Irán es la de desarrollar al último de los disuasivos.
Pero los neo-conservadores dentro y fuera de la administración se podrían preguntar: ¿por qué no lanzar un ataque preventivo, al estilo del de Irak, antes de que los iraníes puedan obtener esas armas? La respuesta es que de acuerdo con los planificadores militares estadounidenses, las instalaciones nucleares son actualmente difíciles de descubrir y de atacar desde el aire.
Durante la Operación Zorro del Desierto en 1998—una campaña aérea diseñada para cercenar la capacidad de Irak de producir armas nucleares—se tornó evidente que los Estados Unidos no tenían idea de dónde estaban ubicadas dichas instalaciones de armas iraquíes (más tarde la administración Bush descubrió del modo más duro que las mismas no existían). Los iraníes han aprendido del ataque sorpresivo de Israel contra el reactor Osirak de Irak en 1981. Han ocultado, encallado, enterrado o situado a sus instalaciones nucleares en zonas densamente pobladas. Por este motivo, según el New York Times, los planificadores militares de los EE.UU. admiten que se lidiaría mejor con el programa nuclear iraní mediante la diplomacia que a través de la fuerza militar.
La única manera de encontrar y de eliminar a las armas nucleares iraníes es la de utilizar la acción militar, lo que implicaría lanzar una invasión a gran escala de Irán. Si la administración Bush siquiera comenzara a contemplar este curso de acción, sin embargo, las fuerzas armadas estadounidenses se encontrarían probablemente próximas a una abierta revuelta.
El invadir a Irán haría posiblemente lucir al sangriento atolladero en Irak como un picnic. Irán tiene un territorio cuatro veces mayor y tres veces la población de Irak. Al mismo tiempo, el terreno de Irán es mucho más montañoso que el de Irak y aún más ideal para la guerra de guerrillas. Cualquier invasión estadounidense rápidamente haría cambiar a la población iraní joven de ser oponentes al gobierno de los mulahs a convertirse en simpatizantes de sus esfuerzos para combatir a una superpotencia extranjera invasora.
En vez de enfrentar a la resistencia armada de una facción de la población—como en Irak—las fuerzas armadas estadounidenses probablemente enfrentarían a una oposición entusiasta por parte de la totalidad de la población. Finalmente, las ya sobreestiradas fuerzas de los EE.UU. poseen demasiados pocos efectivos para pacificar a Irak, para no mencionar el invadir simultáneamente a Irán. Las fuerzas de los EE.UU. e incluso el Congreso estadounidense probablemente serían escrupulosos respecto de invadir a otro país mientras combaten a una guerrilla insurgente en una de las probables plataformas de lanzamiento de la segunda invasión.
Sin ninguna opción militar viable, incluso la agresiva administración Bush se verá probablemente forzada a darle una oportunidad a la paz. Si los Estados Unidos pueden negociar con el errático Kim Jong II en Corea del Norte, los mismos puede ciertamente hacer otro tanto con los autoritarios mulahs en Irán.
El secreto en ambas series de negociaciones podría ser el de reconocer que estos “estados canallas” pueden estar genuinamente atemorizados de una invasión por parte de los EE.UU. y deseosos de aceptar un pacto de no-agresión con los Estados Unidos a cambio de una eliminación verificada de sus armas nucleares.
Si eso no funciona, los Estados Unidos tendrán simplemente que convivir con naciones no amistosas que posean armas nucleares. Los EE.UU. permitieron a la Unión Soviética obtener armas nucleares en los años ’40 y a la radical China maoísta conseguirlas en los ’60. No importan cuán raros o radicales sean los líderes de una nación, si un gobierno cuenta con un domicilio que pueda ser incinerado por el más apto arsenal nuclear del planeta, ese gobierno puede ser disuadido de atacar a los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
Próximo objetivo: ¿Irán?
¿Interpretará el recientemente energizado Presidente Bush su estrecha victoria electoral como una aprobación pública para su política exterior al estilo “spaghetti western” de disparémosle a todos? Muchos neo-conservadores fuera de la administración Bush han hecho ruido respecto de ir tras Irán.
¿Podría el fanfarrón sheriff ser convencido por estos expertos de tomar a los mulahs de sombrero negro de Irán? Esperemos que no; el atacar a Irán sería un desatino mayor que el de invadir a Irak.
Los iraníes solamente se pusieron serios acerca de obtener una bomba nuclear después de que la presencia militar estadounidense se estableciera en el terreno de la vecina región del Golfo Pérsico con anterioridad a la primera Guerra del Golfo. Ni siquiera la larga y brutal guerra de ocho años de Irán con su vecina Irak durante los ’80 le dio ímpetu al primero para convertirse en una potencia nuclear.
En realidad, fue la invasión de los EE.UU. de Irak la que provocó que los iraníes acelerasen sus esfuerzos para construir la bomba. El liderazgo iraní observó a la invasión y al áspero tratamiento concedido a un Irak no-nuclear por parte de los Estados Unidos y lo comparó con las más respetuosas negociaciones con Corea del Norte, la cual probablemente ya posea armas nucleares.
Si usted fuese Irán, ¿qué es lo que haría? Ciertamente, dada la posibilidad de una invasión estadounidense, muchas otras denominadas “naciones canallas” con inclinaciones a desarrollar tales armas harían exactamente lo mismo que los iraníes han hecho.
A pesar de que la administración Bush probablemente tenga dificultad en simpatizar con un régimen islámico autocrático y fundamentalista, la misma debería considerar que Irán podría sentirse amenazada por el acordonamiento que los Estados Unidos han creado en derredor de las fronteras de Irán.
Los Estados Unidos tienen una presencia militar significativa en Afganistán y en Irak, nuevas bases militares en las naciones del centro de Asia, y una alianza formal con Turquía. En la región más amplia, los EE.UU. poseen también relaciones de seguridad informales con Israel, Arabia Saudita y otros reinos del Golfo Pérsico. Consultado respecto de qué había aprendido de la Guerra del Golfo Pérsico en 1991, el Jefe de Staff hindú respondió: “No enfrentar a los Estados Unidos sin armas nucleares.” De manera similar, los iraníes han aprendido obviamente que la única forma de asegurarse que los Estados Unidos no invadan Irán es la de desarrollar al último de los disuasivos.
Pero los neo-conservadores dentro y fuera de la administración se podrían preguntar: ¿por qué no lanzar un ataque preventivo, al estilo del de Irak, antes de que los iraníes puedan obtener esas armas? La respuesta es que de acuerdo con los planificadores militares estadounidenses, las instalaciones nucleares son actualmente difíciles de descubrir y de atacar desde el aire.
Durante la Operación Zorro del Desierto en 1998—una campaña aérea diseñada para cercenar la capacidad de Irak de producir armas nucleares—se tornó evidente que los Estados Unidos no tenían idea de dónde estaban ubicadas dichas instalaciones de armas iraquíes (más tarde la administración Bush descubrió del modo más duro que las mismas no existían). Los iraníes han aprendido del ataque sorpresivo de Israel contra el reactor Osirak de Irak en 1981. Han ocultado, encallado, enterrado o situado a sus instalaciones nucleares en zonas densamente pobladas. Por este motivo, según el New York Times, los planificadores militares de los EE.UU. admiten que se lidiaría mejor con el programa nuclear iraní mediante la diplomacia que a través de la fuerza militar.
La única manera de encontrar y de eliminar a las armas nucleares iraníes es la de utilizar la acción militar, lo que implicaría lanzar una invasión a gran escala de Irán. Si la administración Bush siquiera comenzara a contemplar este curso de acción, sin embargo, las fuerzas armadas estadounidenses se encontrarían probablemente próximas a una abierta revuelta.
El invadir a Irán haría posiblemente lucir al sangriento atolladero en Irak como un picnic. Irán tiene un territorio cuatro veces mayor y tres veces la población de Irak. Al mismo tiempo, el terreno de Irán es mucho más montañoso que el de Irak y aún más ideal para la guerra de guerrillas. Cualquier invasión estadounidense rápidamente haría cambiar a la población iraní joven de ser oponentes al gobierno de los mulahs a convertirse en simpatizantes de sus esfuerzos para combatir a una superpotencia extranjera invasora.
En vez de enfrentar a la resistencia armada de una facción de la población—como en Irak—las fuerzas armadas estadounidenses probablemente enfrentarían a una oposición entusiasta por parte de la totalidad de la población. Finalmente, las ya sobreestiradas fuerzas de los EE.UU. poseen demasiados pocos efectivos para pacificar a Irak, para no mencionar el invadir simultáneamente a Irán. Las fuerzas de los EE.UU. e incluso el Congreso estadounidense probablemente serían escrupulosos respecto de invadir a otro país mientras combaten a una guerrilla insurgente en una de las probables plataformas de lanzamiento de la segunda invasión.
Sin ninguna opción militar viable, incluso la agresiva administración Bush se verá probablemente forzada a darle una oportunidad a la paz. Si los Estados Unidos pueden negociar con el errático Kim Jong II en Corea del Norte, los mismos puede ciertamente hacer otro tanto con los autoritarios mulahs en Irán.
El secreto en ambas series de negociaciones podría ser el de reconocer que estos “estados canallas” pueden estar genuinamente atemorizados de una invasión por parte de los EE.UU. y deseosos de aceptar un pacto de no-agresión con los Estados Unidos a cambio de una eliminación verificada de sus armas nucleares.
Si eso no funciona, los Estados Unidos tendrán simplemente que convivir con naciones no amistosas que posean armas nucleares. Los EE.UU. permitieron a la Unión Soviética obtener armas nucleares en los años ’40 y a la radical China maoísta conseguirlas en los ’60. No importan cuán raros o radicales sean los líderes de una nación, si un gobierno cuenta con un domicilio que pueda ser incinerado por el más apto arsenal nuclear del planeta, ese gobierno puede ser disuadido de atacar a los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
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