El gobernador de Florida, Ron DeSantis, un candidato presidencial en la sombra, minimizó recientemente la relevancia del continuo apoyo estadounidense a Ucrania, describiendo a la invasión rusa de ese país como una «disputa territorial» y afirmando que no figuraba entre los «intereses nacionales vitales» de los Estados Unidos. Los demás candidatos republicanos, los políticos de línea dura del establishment republicano y, por supuesto, los demócratas lo tildaron de ser un gobernador pueblerino e ignorante sin experiencia en política exterior.
No obstante, la posición de DeSantis tiene cierto mérito.
Aunque DeSantis tiene razón técnicamente en que el conflicto entre Ucrania y Rusia se ha convertido en una «disputa territorial», ésa no era la intención original de Vladimir Putin. Su intención era que sus militares entraran en Kiev, tomaran el país rápidamente y convirtieran a Ucrania en un Estado títere, algo parecido a lo que ha hecho con Bielorrusia, al norte. Sin embargo, los ucranianos optaron por frustrar ese objetivo, luchando tenaz y hábilmente para repeler a unas fuerzas rusas groseramente incompetentes. Como resultado, Putin ha tenido que acomodarse a lo que probablemente será un prolongado conflicto en el este y sureste de Ucrania para salvar el territorio que la invasión rusa arrebató inicialmente mientras Ucrania intenta recuperarlo.
De todas maneras, la minimización que hace DeSantis de la brutal invasión rusa y de la actual conflagración a gran escala como una mera «disputa territorial», aunque técnicamente correcta, es una burda subestimación de lo que está sucediendo a los cientos de miles de personas de ambos bandos que ya han muerto o han resultado heridas. En resumen, la guerra de Ucrania es el mayor conflicto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial y, por tanto, podría tener importantes ramificaciones, aunque no necesariamente para los Estados Unidos.
Aunque el centro de la indignación fue la reacción a la minimización del conflicto por parte de DeSantis como una mera «disputa territorial», su comentario sobre que el conflicto no se encuentra entre los «intereses nacionales vitales» estadounidenses fue un punto más importante, porque es correcto.
No estamos en 1945, cuando Europa y Asia Oriental ardían en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial, dejando así prácticamente intactos a los Estados Unidos, representando la mitad del producto bruto interno mundial. Actualmente, los sobrecargados Estados Unidos representan menos del 16 por ciento del PBI del mundo, y sin embargo el 38 por ciento del gasto militar global; han acumulado casi 32 billones de dólares (trillones en inglés) de deuda nacional -una parte no desdeñable de la cual ha sido contraída para vigilar al mundo, incluyendo las largas y en gran medida innecesarias guerras en Afganistán, Irak, Libia, Somalia y otras como parte de la excesiva «guerra contra el terror» global.
Con el continuo ascenso de China, los Estados Unidos no deberían volver a distraerse en Ucrania tal como lo han hecho durante casi dos décadas en el Gran Oriente Medio.
Rusia, como lo demostró con su enorme incompetencia en Ucrania, es mucho menos una amenaza convencional a largo plazo para unos lejanos Estados Unidos de lo que es para los países mucho más cercanos de Europa. Los ricos europeos, que combinados poseen un PBI mayor que el de los Estados Unidos, deberían asumir el apoyo militar a Ucrania -ya sea proporcionando armas o financiando su compra- contra una Rusia relativamente pobre, que tiene un PBI inferior al de Alemania.
Dado que los Estados Unidos ya no pueden darse el lujo de vigilar al mundo, deberían considerar a Europa como un teatro de «economía de fuerza», dejar que los europeos ricos hagan más por su propia seguridad y redirigir aún más atención y recursos hacia Asia. Los Estados Unidos llevan intentando «pivotar hacia Asia» desde la administración Obama, pero siempre se distraen con los últimos estallidos en otras partes.
Aunque los europeos argumentarán que suministran más ayuda económica a Ucrania que los Estados Unidos, los EE.UU. están superando a todos los europeos juntos en ayuda militar a ese país. A los europeos les parece bien, porque la ayuda económica temporal a Ucrania es más barata que reforzar de manera permanente sus capacidades de seguridad para contener incluso a una Rusia severamente debilitada. ¿Por qué aumentar el gasto en seguridad cuando son los Estados Unidos quienes la proporcionan?
Contrariamente a la histeria de los expertos, DeSantis tiene razón al afirmar que incluso si toda Ucrania cayera en manos de Rusia, ello no afectaría a los intereses vitales de seguridad de los Estados Unidos -durante la Guerra Fría, los Estados Unidos convivieron con una Unión Soviética que contenía a Ucrania-, aunque eso podría poner muy nerviosa a Europa. Incluso entonces, el ejército ruso ya habría quedado tan mermado y agotado por los ucranianos que debería darles tiempo a los europeos para reforzar sus fuerzas armadas. Dado que Ucrania no es un interés vital para la seguridad estadounidense, los Estados Unidos deberían al menos exigir que los europeos se hagan cargo del suministro de ayuda militar y económica a los ucranianos.
Traducido por Gabriel Gasave
La opinión de DeSantis sobre Ucrania no debería ser desechada
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, un candidato presidencial en la sombra, minimizó recientemente la relevancia del continuo apoyo estadounidense a Ucrania, describiendo a la invasión rusa de ese país como una «disputa territorial» y afirmando que no figuraba entre los «intereses nacionales vitales» de los Estados Unidos. Los demás candidatos republicanos, los políticos de línea dura del establishment republicano y, por supuesto, los demócratas lo tildaron de ser un gobernador pueblerino e ignorante sin experiencia en política exterior.
No obstante, la posición de DeSantis tiene cierto mérito.
Aunque DeSantis tiene razón técnicamente en que el conflicto entre Ucrania y Rusia se ha convertido en una «disputa territorial», ésa no era la intención original de Vladimir Putin. Su intención era que sus militares entraran en Kiev, tomaran el país rápidamente y convirtieran a Ucrania en un Estado títere, algo parecido a lo que ha hecho con Bielorrusia, al norte. Sin embargo, los ucranianos optaron por frustrar ese objetivo, luchando tenaz y hábilmente para repeler a unas fuerzas rusas groseramente incompetentes. Como resultado, Putin ha tenido que acomodarse a lo que probablemente será un prolongado conflicto en el este y sureste de Ucrania para salvar el territorio que la invasión rusa arrebató inicialmente mientras Ucrania intenta recuperarlo.
De todas maneras, la minimización que hace DeSantis de la brutal invasión rusa y de la actual conflagración a gran escala como una mera «disputa territorial», aunque técnicamente correcta, es una burda subestimación de lo que está sucediendo a los cientos de miles de personas de ambos bandos que ya han muerto o han resultado heridas. En resumen, la guerra de Ucrania es el mayor conflicto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial y, por tanto, podría tener importantes ramificaciones, aunque no necesariamente para los Estados Unidos.
Aunque el centro de la indignación fue la reacción a la minimización del conflicto por parte de DeSantis como una mera «disputa territorial», su comentario sobre que el conflicto no se encuentra entre los «intereses nacionales vitales» estadounidenses fue un punto más importante, porque es correcto.
No estamos en 1945, cuando Europa y Asia Oriental ardían en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial, dejando así prácticamente intactos a los Estados Unidos, representando la mitad del producto bruto interno mundial. Actualmente, los sobrecargados Estados Unidos representan menos del 16 por ciento del PBI del mundo, y sin embargo el 38 por ciento del gasto militar global; han acumulado casi 32 billones de dólares (trillones en inglés) de deuda nacional -una parte no desdeñable de la cual ha sido contraída para vigilar al mundo, incluyendo las largas y en gran medida innecesarias guerras en Afganistán, Irak, Libia, Somalia y otras como parte de la excesiva «guerra contra el terror» global.
Con el continuo ascenso de China, los Estados Unidos no deberían volver a distraerse en Ucrania tal como lo han hecho durante casi dos décadas en el Gran Oriente Medio.
Rusia, como lo demostró con su enorme incompetencia en Ucrania, es mucho menos una amenaza convencional a largo plazo para unos lejanos Estados Unidos de lo que es para los países mucho más cercanos de Europa. Los ricos europeos, que combinados poseen un PBI mayor que el de los Estados Unidos, deberían asumir el apoyo militar a Ucrania -ya sea proporcionando armas o financiando su compra- contra una Rusia relativamente pobre, que tiene un PBI inferior al de Alemania.
Dado que los Estados Unidos ya no pueden darse el lujo de vigilar al mundo, deberían considerar a Europa como un teatro de «economía de fuerza», dejar que los europeos ricos hagan más por su propia seguridad y redirigir aún más atención y recursos hacia Asia. Los Estados Unidos llevan intentando «pivotar hacia Asia» desde la administración Obama, pero siempre se distraen con los últimos estallidos en otras partes.
Aunque los europeos argumentarán que suministran más ayuda económica a Ucrania que los Estados Unidos, los EE.UU. están superando a todos los europeos juntos en ayuda militar a ese país. A los europeos les parece bien, porque la ayuda económica temporal a Ucrania es más barata que reforzar de manera permanente sus capacidades de seguridad para contener incluso a una Rusia severamente debilitada. ¿Por qué aumentar el gasto en seguridad cuando son los Estados Unidos quienes la proporcionan?
Contrariamente a la histeria de los expertos, DeSantis tiene razón al afirmar que incluso si toda Ucrania cayera en manos de Rusia, ello no afectaría a los intereses vitales de seguridad de los Estados Unidos -durante la Guerra Fría, los Estados Unidos convivieron con una Unión Soviética que contenía a Ucrania-, aunque eso podría poner muy nerviosa a Europa. Incluso entonces, el ejército ruso ya habría quedado tan mermado y agotado por los ucranianos que debería darles tiempo a los europeos para reforzar sus fuerzas armadas. Dado que Ucrania no es un interés vital para la seguridad estadounidense, los Estados Unidos deberían al menos exigir que los europeos se hagan cargo del suministro de ayuda militar y económica a los ucranianos.
Traducido por Gabriel Gasave
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