A principios de 2020, la Fed pisó su acelerador monetario como nunca antes. En mayo, la tasa trimestral anualizada de crecimiento de la oferta monetaria, medida por el M2, había alcanzado un porcentaje sin precedentes del 77,2%. Con el típico desfasaje de entre doce y veinticuatro meses, la inflación comenzó a dispararse, alcanzando un máximo del 9,1 por ciento en junio de 2022. El presidente Jerome Powell y sus colegas de la Fed no vieron venir nada de esto. Eso se debe a que la Fed ignora la oferta monetaria. De hecho, el presidente Powell ha subrayado reiteradamente que no existe una conexión fiable entre las variaciones de la oferta monetaria y la actividad económica y la inflación.
Dado que la Fed ignora la oferta monetaria y, por lo tanto, vuela a ciegas, ha hecho retroceder inadvertidamente a la oferta monetaria. Desde marzo de 2022, el M2 se ha venido contrayendo. Y, en la actualidad, el M2 se está contrayendo a una asombrosa tasa trimestral anualizada de menos 9,7%. A esta tasa de contracción de la oferta monetaria sin precedentes, no debería sorprendernos que la inflación general haya venido cayendo como una piedra y que una recesión económica se encuentre de modo inevitable a la vuelta de la esquina.
Si no es al dinero, ¿a qué le presta atención la Reserva Federal? Se centra en indicadores rezagados y utiliza modelos retrospectivos. Como resultado de ello, está siempre mirando por el espejo retrovisor. Por eso los funcionarios de la Reserva Federal siguen afligidos por el cuco de la inflación y están agitando sus alas de halcones.
En contra de lo que pueda pensar la Reserva Federal, el dinero importa. El brusco cambio y la contracción de la oferta monetaria ha tenido consecuencias dramáticas. Prueba nro. 1: el colapso del Silicon Valley Bank (SVB) y la consiguiente minicrisis bancaria, una crisis que la Reserva Federal y sus examinadores bancarios no vieron venir. De hecho, fiel a su estilo, el vicepresidente de Supervisión de la Reserva Federal, Michael Barr, declaró poco después de la quiebra del SVB que la Reserva Federal no tenía prácticamente ninguna responsabilidad en el fiasco de esa institución. Desde entonces, la Fed en cierta medida ha dado marcha atrás y ha modificado ligeramente su postura a efectos de asumir parte de la culpa.
Pero ahí no termina la historia. La Fed, como todas las entidades gubernamentales, nunca desperdicia una crisis. No hay nada como una crisis para expandir el alcance y la escala de una burocracia gubernamental. Actualmente, Michael Barr y sus colegas de la Fed desean pasar a la acción y cerrar ciertas «lagunas» reglamentarias de las instituciones bancarias medianas. En resumen, la Fed desea imponer más reglamentaciones al sistema bancario.
Al hacerlo, entre otras cosas, los bancos afectados tendrían que incrementar la cantidad de capital que mantienen en relación con sus activos, lo que significa o bien captar nuevo capital y/o reducir sus tenencias de activos. Resumiendo, tendrían que incrementar su ratio capital/activos. La Reserva Federal afirma que esta disposición volverá más seguros a los bancos. Recuérdese que es la misma canción que la Reserva Federal entonaba tras la última crisis bancaria de 2008, cuando Lehman se derrumbó, una crisis que dio lugar a la desacertada legislación Dodd-Frank y a mayores ratios de capital-activos bancarios.
¿Cómo funcionaría la propuesta de recapitalización bancaria? Para un banco, sus activos (efectivo, préstamos y valores) deben ser iguales a sus pasivos y fondos propios (capital, bonos y obligaciones que el banco debe a sus accionistas, acreedores y clientes). El grueso de los pasivos de un banco son depósitos. En la actualidad, los depósitos representan el 83% del pasivo del sistema bancario comercial estadounidense. Dado que los depósitos pueden ser utilizados para efectuar pagos, son «dinero» y constituyen el 82,5% del M2.
Para aumentar sus ratios de capital/activos, los bancos pueden acrecentar el capital y/o reducir sus tenencias de activos de riesgo. Si los bancos reducen sus activos de riesgo (léase préstamos), sus pasivos por depósitos disminuirán. En consecuencia, se destruirá dinero.
La otra forma mediante la cual los bancos pueden aumentar sus ratios de capital/activos es a través de la captación de nuevo capital. Esto también destruye dinero. Cuando un inversor adquiere acciones bancarias de reciente emisión, el inversor intercambia fondos de una cuenta bancaria por nuevas acciones. Esto reduce los pasivos de depósitos en el sistema bancario y se arrasa con el dinero.
Así que, paradójicamente, el impulso para recapitalizar a los bancos y que éstos reduzcan su deuda, en nombre de hacerlos más seguros, destruye dinero y ralentiza la tasa de crecimiento de la oferta monetaria con respecto a donde se ubicaría sin la recapitalización. Una restricción monetaria aún mayor es lo último que necesitamos. Sólo provocará una recesión más profunda y prolongada. No importa. Eso parece ser lo que la Fed, propensa a cometer errores, se empeña en darnos.
Traducido por Gabriel Gasave
Memo a la Fed: El dinero importa
Federalreserve / Flickr
A principios de 2020, la Fed pisó su acelerador monetario como nunca antes. En mayo, la tasa trimestral anualizada de crecimiento de la oferta monetaria, medida por el M2, había alcanzado un porcentaje sin precedentes del 77,2%. Con el típico desfasaje de entre doce y veinticuatro meses, la inflación comenzó a dispararse, alcanzando un máximo del 9,1 por ciento en junio de 2022. El presidente Jerome Powell y sus colegas de la Fed no vieron venir nada de esto. Eso se debe a que la Fed ignora la oferta monetaria. De hecho, el presidente Powell ha subrayado reiteradamente que no existe una conexión fiable entre las variaciones de la oferta monetaria y la actividad económica y la inflación.
Dado que la Fed ignora la oferta monetaria y, por lo tanto, vuela a ciegas, ha hecho retroceder inadvertidamente a la oferta monetaria. Desde marzo de 2022, el M2 se ha venido contrayendo. Y, en la actualidad, el M2 se está contrayendo a una asombrosa tasa trimestral anualizada de menos 9,7%. A esta tasa de contracción de la oferta monetaria sin precedentes, no debería sorprendernos que la inflación general haya venido cayendo como una piedra y que una recesión económica se encuentre de modo inevitable a la vuelta de la esquina.
Si no es al dinero, ¿a qué le presta atención la Reserva Federal? Se centra en indicadores rezagados y utiliza modelos retrospectivos. Como resultado de ello, está siempre mirando por el espejo retrovisor. Por eso los funcionarios de la Reserva Federal siguen afligidos por el cuco de la inflación y están agitando sus alas de halcones.
En contra de lo que pueda pensar la Reserva Federal, el dinero importa. El brusco cambio y la contracción de la oferta monetaria ha tenido consecuencias dramáticas. Prueba nro. 1: el colapso del Silicon Valley Bank (SVB) y la consiguiente minicrisis bancaria, una crisis que la Reserva Federal y sus examinadores bancarios no vieron venir. De hecho, fiel a su estilo, el vicepresidente de Supervisión de la Reserva Federal, Michael Barr, declaró poco después de la quiebra del SVB que la Reserva Federal no tenía prácticamente ninguna responsabilidad en el fiasco de esa institución. Desde entonces, la Fed en cierta medida ha dado marcha atrás y ha modificado ligeramente su postura a efectos de asumir parte de la culpa.
Pero ahí no termina la historia. La Fed, como todas las entidades gubernamentales, nunca desperdicia una crisis. No hay nada como una crisis para expandir el alcance y la escala de una burocracia gubernamental. Actualmente, Michael Barr y sus colegas de la Fed desean pasar a la acción y cerrar ciertas «lagunas» reglamentarias de las instituciones bancarias medianas. En resumen, la Fed desea imponer más reglamentaciones al sistema bancario.
Al hacerlo, entre otras cosas, los bancos afectados tendrían que incrementar la cantidad de capital que mantienen en relación con sus activos, lo que significa o bien captar nuevo capital y/o reducir sus tenencias de activos. Resumiendo, tendrían que incrementar su ratio capital/activos. La Reserva Federal afirma que esta disposición volverá más seguros a los bancos. Recuérdese que es la misma canción que la Reserva Federal entonaba tras la última crisis bancaria de 2008, cuando Lehman se derrumbó, una crisis que dio lugar a la desacertada legislación Dodd-Frank y a mayores ratios de capital-activos bancarios.
¿Cómo funcionaría la propuesta de recapitalización bancaria? Para un banco, sus activos (efectivo, préstamos y valores) deben ser iguales a sus pasivos y fondos propios (capital, bonos y obligaciones que el banco debe a sus accionistas, acreedores y clientes). El grueso de los pasivos de un banco son depósitos. En la actualidad, los depósitos representan el 83% del pasivo del sistema bancario comercial estadounidense. Dado que los depósitos pueden ser utilizados para efectuar pagos, son «dinero» y constituyen el 82,5% del M2.
Para aumentar sus ratios de capital/activos, los bancos pueden acrecentar el capital y/o reducir sus tenencias de activos de riesgo. Si los bancos reducen sus activos de riesgo (léase préstamos), sus pasivos por depósitos disminuirán. En consecuencia, se destruirá dinero.
La otra forma mediante la cual los bancos pueden aumentar sus ratios de capital/activos es a través de la captación de nuevo capital. Esto también destruye dinero. Cuando un inversor adquiere acciones bancarias de reciente emisión, el inversor intercambia fondos de una cuenta bancaria por nuevas acciones. Esto reduce los pasivos de depósitos en el sistema bancario y se arrasa con el dinero.
Así que, paradójicamente, el impulso para recapitalizar a los bancos y que éstos reduzcan su deuda, en nombre de hacerlos más seguros, destruye dinero y ralentiza la tasa de crecimiento de la oferta monetaria con respecto a donde se ubicaría sin la recapitalización. Una restricción monetaria aún mayor es lo último que necesitamos. Sólo provocará una recesión más profunda y prolongada. No importa. Eso parece ser lo que la Fed, propensa a cometer errores, se empeña en darnos.
Traducido por Gabriel Gasave
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