Las metas de las Naciones unidas incluyen la reducción en un 50 por ciento del número de personas que viven en la pobreza extrema. Desgraciadamente, el informe de la ONU recientemente revelado, reclama una duplicación de la asistencia exterior a efectos de alcanzar este objetivo. Pero una asistencia incrementada es improbable que promueva el progreso económico y en verdad podría hasta llegar a impedirlo.
El informe pide incrementar la ayuda a los países pobres hasta alcanzar los $195 mil millones para el año 2015. Esto exigirá que las naciones industrializadas aumenten su ayuda al exterior pasando de un cuarto a la mitad de un punto porcentual de sus PBI. El informe sostiene que este nivel incrementado de ayuda es “absolutamente factible.” Factible o no, lo que la asistencia no hará es ayudar a que estos países hagan crecer sus economías y salgan de la pobreza.
La mejor manera de arrancar a las masas pobres del mundo fuera de la pobreza es la de que sus economías crezcan y se desarrollen. Pero la asistencia posee horribles antecedentes en materia de promover el desarrollo. Numerosos estudios económicos encuentran que la ayuda incrementada no ha fomentado un mejor desempeño económico. Los países africanos cumplen en la actualidad más de 50 años de asistencia oficial para el desarrollo con poco para exhibir al respecto. Debido a que la ayuda no hace nada por mejorar el desempeño económico, el duplicar esa asistencia tan solo duplicará el dinero desperdiciado en un programa ineficaz.
Los países pobres y empobrecidos carecen de las instituciones del mercado y de la libertad económica necesarias para un crecimiento económico. El último índice de Libertad Económica del Fraser Institute encuentra que el 20 por ciento de los países que más bajo califican en materia de libertad económica poseen también los más bajos ingresos per capita, las peores tasas de crecimiento, el menor acceso al agua potable, las menores expectativas de vida, y las peores calificaciones en el propio índice de desarrollo humano de la ONU. De hecho, las expectativas de vida son en más de 20 años más largas en aquellos países que califican entre los cinco mejores del índice de libertad económica respecto de los países que califican entre los últimos cinco.
El interrogante que la ONU y otros preocupados por la pobreza del tercer mundo precisan formularse es el de cómo mejorar la libertad económica en estos países. Desdichadamente, la asistencia no solamente falla en mejorar la libertad económica, la misma puede incluso retardarla. El fallecido eminente economista del desarrollo P. T. Bauer sostuvo largamente que la ayuda a los países del tercer mundo era, hechas las sumas y las restas, una fuerza anti-mercado.
La ayuda puede ciertamente disminuir la libertad económica en los países beneficiarios de la misma, en virtud de que la asistencia es por lo general otorgada a los gobiernos, incrementando así su tamaño y poder en términos relativos al sector privado. Dado que los gobiernos a menudo recompensan a sus simpatizantes políticos, la ayuda puede también demorar las reformas al mantener en el poder a gobiernos corruptos junto a sus malas políticas. La ayuda puede también enseñarle a los ciudadanos empobrecidos y a los supuestos emprendedores que la manera de progresar es la de procurarse dadivas gubernamentales en lugar de expandir los mercados de consumo.
El informe de la ONU contenía una recomendación pro-mercado: La atenuación de las barreras comerciales. Alentar a los países del tercer mundo a que reduzcan las barreras comerciales y reducir nuestras propias barreras ayudará a que los países empobrecidos aumenten sus ingresos, el empleo, y las condiciones de vida al expandir las industrias para las cuales están mejor preparados. Hacer que los países pobres efectúen reformas es el desafío.
Crear un medio ambiente de libertad económica no es una política que los Estados Unidos o las agencias internacionales puedan imponer sobre los países menos desarrollados a voluntad. Aún el hecho de utilizar la ayuda como un premio para los países que realizan reformas tiene sus desventajas, tales como un emprendimiento mal dirigido, y posiblemente se demore más a la verdadera reforma productiva al ayudar a los malos dirigentes a comprar el apoyo que les permite permanecer en el cargo.
Crear libertad económica en las naciones empobrecidas exige que los ciudadanos de esos países castiguen a los líderes que infringen los derechos de propiedad, la libertad, y los mercados. Lo mejor que nosotros en los EE.UU. podemos hacer es dejar de dar malos consejos, frenar los flujos de ayuda que poco consiguen y que retardan las reformas, y dar el ejemplo al mejorar nuestra propia libertad económica y prosperar aquí en nuestro país. El duplicar la asistencia no hará nada por promover el crecimiento y solamente distraerá a los países empobrecidos de las reformas necesarias.
Traducido por Gabriel Gasave
Duplicar la asistencia no ayudará a los pobres del mundo
Las metas de las Naciones unidas incluyen la reducción en un 50 por ciento del número de personas que viven en la pobreza extrema. Desgraciadamente, el informe de la ONU recientemente revelado, reclama una duplicación de la asistencia exterior a efectos de alcanzar este objetivo. Pero una asistencia incrementada es improbable que promueva el progreso económico y en verdad podría hasta llegar a impedirlo.
El informe pide incrementar la ayuda a los países pobres hasta alcanzar los $195 mil millones para el año 2015. Esto exigirá que las naciones industrializadas aumenten su ayuda al exterior pasando de un cuarto a la mitad de un punto porcentual de sus PBI. El informe sostiene que este nivel incrementado de ayuda es “absolutamente factible.” Factible o no, lo que la asistencia no hará es ayudar a que estos países hagan crecer sus economías y salgan de la pobreza.
La mejor manera de arrancar a las masas pobres del mundo fuera de la pobreza es la de que sus economías crezcan y se desarrollen. Pero la asistencia posee horribles antecedentes en materia de promover el desarrollo. Numerosos estudios económicos encuentran que la ayuda incrementada no ha fomentado un mejor desempeño económico. Los países africanos cumplen en la actualidad más de 50 años de asistencia oficial para el desarrollo con poco para exhibir al respecto. Debido a que la ayuda no hace nada por mejorar el desempeño económico, el duplicar esa asistencia tan solo duplicará el dinero desperdiciado en un programa ineficaz.
Los países pobres y empobrecidos carecen de las instituciones del mercado y de la libertad económica necesarias para un crecimiento económico. El último índice de Libertad Económica del Fraser Institute encuentra que el 20 por ciento de los países que más bajo califican en materia de libertad económica poseen también los más bajos ingresos per capita, las peores tasas de crecimiento, el menor acceso al agua potable, las menores expectativas de vida, y las peores calificaciones en el propio índice de desarrollo humano de la ONU. De hecho, las expectativas de vida son en más de 20 años más largas en aquellos países que califican entre los cinco mejores del índice de libertad económica respecto de los países que califican entre los últimos cinco.
El interrogante que la ONU y otros preocupados por la pobreza del tercer mundo precisan formularse es el de cómo mejorar la libertad económica en estos países. Desdichadamente, la asistencia no solamente falla en mejorar la libertad económica, la misma puede incluso retardarla. El fallecido eminente economista del desarrollo P. T. Bauer sostuvo largamente que la ayuda a los países del tercer mundo era, hechas las sumas y las restas, una fuerza anti-mercado.
La ayuda puede ciertamente disminuir la libertad económica en los países beneficiarios de la misma, en virtud de que la asistencia es por lo general otorgada a los gobiernos, incrementando así su tamaño y poder en términos relativos al sector privado. Dado que los gobiernos a menudo recompensan a sus simpatizantes políticos, la ayuda puede también demorar las reformas al mantener en el poder a gobiernos corruptos junto a sus malas políticas. La ayuda puede también enseñarle a los ciudadanos empobrecidos y a los supuestos emprendedores que la manera de progresar es la de procurarse dadivas gubernamentales en lugar de expandir los mercados de consumo.
El informe de la ONU contenía una recomendación pro-mercado: La atenuación de las barreras comerciales. Alentar a los países del tercer mundo a que reduzcan las barreras comerciales y reducir nuestras propias barreras ayudará a que los países empobrecidos aumenten sus ingresos, el empleo, y las condiciones de vida al expandir las industrias para las cuales están mejor preparados. Hacer que los países pobres efectúen reformas es el desafío.
Crear un medio ambiente de libertad económica no es una política que los Estados Unidos o las agencias internacionales puedan imponer sobre los países menos desarrollados a voluntad. Aún el hecho de utilizar la ayuda como un premio para los países que realizan reformas tiene sus desventajas, tales como un emprendimiento mal dirigido, y posiblemente se demore más a la verdadera reforma productiva al ayudar a los malos dirigentes a comprar el apoyo que les permite permanecer en el cargo.
Crear libertad económica en las naciones empobrecidas exige que los ciudadanos de esos países castiguen a los líderes que infringen los derechos de propiedad, la libertad, y los mercados. Lo mejor que nosotros en los EE.UU. podemos hacer es dejar de dar malos consejos, frenar los flujos de ayuda que poco consiguen y que retardan las reformas, y dar el ejemplo al mejorar nuestra propia libertad económica y prosperar aquí en nuestro país. El duplicar la asistencia no hará nada por promover el crecimiento y solamente distraerá a los países empobrecidos de las reformas necesarias.
Traducido por Gabriel Gasave
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