El Presidente Bush, en su segundo discurso inaugural, empleó una idealista retórica de alto vuelo para decirnos que se encontraba encaminado a democratizar al Medio Oriente. Tras las recientes elecciones iraquíes, declaró un momento triunfante en ese esfuerzo. No obstante ello, esas elecciones—con sus predecibles resultados—pueden no significar mucho para el futuro de Irak y podrían, en combinación con otras políticas estadounidenses en el mundo islámico, reforzar las percepciones mundiales sobre la hipocresía de la política exterior de los Estados Unidos.
Los iraquíes debieran ser alabados por arriesgar sus vidas al votar. Tristemente, en última instancia ese riesgo puede ser en vano. La alta concurrencia a votar en las localidades shiítas y la baja asistencia en las áreas sunnitas era predecible. El problema es que los insurgentes sunnitas pueden en verdad beneficiarse de la incrementada separación de la comunidad sunnita del resto del país, una vez que se torne claro que los sunnitas se encuentran sub representados en la nueva asamblea nacional.
La gran cantidad de votantes en las áreas shiítas no es un apoyo para la prolongada ocupación estadounidense de Irak. La misma refleja en cambio, un deseo del tradicionalmente oprimido Shi’a de gobernar a los otros grupos étnicos y la novedad de una verdadera opción en las elecciones después de décadas de plebiscitos ficticios bajo múltiples dictadores.
La mera celebración de las elecciones no garantiza que un Irak unificado alcanzará una federación liberal libre de violencia. Si el electo régimen shiíta gobierna de manera opresiva, la rebelión sunnita será adicionalmente inflamada. En cualquier democracia, la mayoría—si se le concede poder político—puede oprimir a las minorías. Después de todo, los sunnitas están ahora combatiendo, en parte, para evitar “reintegros” de parte del gobierno shiita por toda la opresión que los sunnitas le infligieron a la Shi’a a lo largo de los años.
Los kurdos—la otra minoría sustancial en Irak—han sido amistosos con la ocupación de los EE.UU. y concurrieron en gran número a votar. Si el nuevo gobierno no les permite conservar la autonomía de la que han disfrutado desde la Primera Guerra del Golfo Pérsico, podrían malhumorarse muy rápidamente. Desde el momento de la creación de Irak en los años ’20, los kurdos nunca han deseado ser parte de Irak sino que fueron obligados a serlo por los británicos y los subsecuentes gobiernos sunnitas. Sus milicias son las más poderosas en Irak.
De esta forma, la democracia importa menos en el actual Irak que lo que lo hace la libertad—es decir, los derechos de la minoría. Muchos gobiernos despóticos han llegado al poder mediante elecciones, incluido el Tercer Reich de Hitler. A pesar de que los políticos chiitas le están rindiendo pleitesía verbal a la noción de que evitarán una “república islámica” al estilo de la iraní, esa es su preferencia. Si los derechos de la minoría no son honrados, es muy probable que tenga lugar una guerra civil.
Incluso si los comicios en Irak fueron “libres,” lo que es difícil de determinar debido a que la violencia en ese país impidió que la mayor parte de los observadores internacionales desarrollaran sus tareas, los mismos fueron celebrados con candidatos prácticamente anónimos y dentro de las restricciones impuestas por la ocupación estadounidense. La verdadera autodeterminación en Irak resultaría probablemente de una partición, o de una confederación de regiones autónomas dispersas, o de una combinación de ambas cosas. Pero estas alternativas no fueron votadas. La visión ingenua y estrecha de la administración Bush de repetir una federación al estilo estadounidense en un Irak no unificado fue la única alternativa en juego.
Sin embargo, los expertos en materia de federalismo son por lo general pesimistas respecto de que federaciones al estilo estadounidense sean exitosas en países donde existen fuertes facciones étnicas y religiosas para derribar a un gobierno federado. En Irak, la confrontación es probable que surja para asegurar el control sobre le gobierno central, en virtud de que la misma ha sido tradicionalmente usada para oprimir a los grupos que no detentaban el poder. Por lo tanto, la genuina autodeterminación resultará más posiblemente en un gobierno central débil o inexistente, el cual en realidad sería el más estable y sustentable en el largo plazo.
En el mundo islámico, las elecciones conducidas por los Estados Unidos en Irak son percibidas como hipócritas a la luz de otras acciones estadounidenses. Los Estados Unidos han clausurado los periódicos “no amistosos” en Irak y están presionando al gobierno de Qatar para que proceda a cerrar Al Jazeera, el medio de comunicación más independiente del Medio Oriente. De acuerdo con el New York Times, la administración objeta la cobertura realizada por Al Jazeera de la ocupación estadounidense de Irak—especialmente los informes sobre las muertes civiles iraquíes en el asalto de los EE.UU. contra Falluya—y la información sobre la represión interna dentro de los límites de los aliados de los EE.UU. en el Medio Oriente, tales como Egipto y Arabia Saudita. En verdad, los más cercanos amigos de los Estados Unidos en el mundo islámico son las dictaduras autocráticas de Arabia Saudita, Jordania, Egipto y Pakistán—una nación que se ha vuelto menos democrática a medida que la relación estadounidense-paquistaní se ha afianzado.
Así, es improbable que las elecciones iraquíes tengan un efecto de onda expansiva en una región que ya es cínica respecto de las intenciones de los EE.UU.. El excesivamente publicitado plebiscito probablemente no hará nada más para desacelerar la espiral de violencia en Irak y la profundización del atolladero estadounidense allí que lo que han hecho la muerte de los hijos de Saddam Hussein, la captura del dictador, el traspaso nominal del poder el pasado verano boreal, y la recuperación de Falluya. En secuencia, la maquinaria propagandística de la administración Bush las vendió como las llaves para garantizar un Irak seguro y prospero, pero ninguno de esos acontecimientos hicieron que ello aconteciera. Los comicios iraquíes probablemente no traerán aparejado nada mejor.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Son las elecciones iraquíes una panacea?
El Presidente Bush, en su segundo discurso inaugural, empleó una idealista retórica de alto vuelo para decirnos que se encontraba encaminado a democratizar al Medio Oriente. Tras las recientes elecciones iraquíes, declaró un momento triunfante en ese esfuerzo. No obstante ello, esas elecciones—con sus predecibles resultados—pueden no significar mucho para el futuro de Irak y podrían, en combinación con otras políticas estadounidenses en el mundo islámico, reforzar las percepciones mundiales sobre la hipocresía de la política exterior de los Estados Unidos.
Los iraquíes debieran ser alabados por arriesgar sus vidas al votar. Tristemente, en última instancia ese riesgo puede ser en vano. La alta concurrencia a votar en las localidades shiítas y la baja asistencia en las áreas sunnitas era predecible. El problema es que los insurgentes sunnitas pueden en verdad beneficiarse de la incrementada separación de la comunidad sunnita del resto del país, una vez que se torne claro que los sunnitas se encuentran sub representados en la nueva asamblea nacional.
La gran cantidad de votantes en las áreas shiítas no es un apoyo para la prolongada ocupación estadounidense de Irak. La misma refleja en cambio, un deseo del tradicionalmente oprimido Shi’a de gobernar a los otros grupos étnicos y la novedad de una verdadera opción en las elecciones después de décadas de plebiscitos ficticios bajo múltiples dictadores.
La mera celebración de las elecciones no garantiza que un Irak unificado alcanzará una federación liberal libre de violencia. Si el electo régimen shiíta gobierna de manera opresiva, la rebelión sunnita será adicionalmente inflamada. En cualquier democracia, la mayoría—si se le concede poder político—puede oprimir a las minorías. Después de todo, los sunnitas están ahora combatiendo, en parte, para evitar “reintegros” de parte del gobierno shiita por toda la opresión que los sunnitas le infligieron a la Shi’a a lo largo de los años.
Los kurdos—la otra minoría sustancial en Irak—han sido amistosos con la ocupación de los EE.UU. y concurrieron en gran número a votar. Si el nuevo gobierno no les permite conservar la autonomía de la que han disfrutado desde la Primera Guerra del Golfo Pérsico, podrían malhumorarse muy rápidamente. Desde el momento de la creación de Irak en los años ’20, los kurdos nunca han deseado ser parte de Irak sino que fueron obligados a serlo por los británicos y los subsecuentes gobiernos sunnitas. Sus milicias son las más poderosas en Irak.
De esta forma, la democracia importa menos en el actual Irak que lo que lo hace la libertad—es decir, los derechos de la minoría. Muchos gobiernos despóticos han llegado al poder mediante elecciones, incluido el Tercer Reich de Hitler. A pesar de que los políticos chiitas le están rindiendo pleitesía verbal a la noción de que evitarán una “república islámica” al estilo de la iraní, esa es su preferencia. Si los derechos de la minoría no son honrados, es muy probable que tenga lugar una guerra civil.
Incluso si los comicios en Irak fueron “libres,” lo que es difícil de determinar debido a que la violencia en ese país impidió que la mayor parte de los observadores internacionales desarrollaran sus tareas, los mismos fueron celebrados con candidatos prácticamente anónimos y dentro de las restricciones impuestas por la ocupación estadounidense. La verdadera autodeterminación en Irak resultaría probablemente de una partición, o de una confederación de regiones autónomas dispersas, o de una combinación de ambas cosas. Pero estas alternativas no fueron votadas. La visión ingenua y estrecha de la administración Bush de repetir una federación al estilo estadounidense en un Irak no unificado fue la única alternativa en juego.
Sin embargo, los expertos en materia de federalismo son por lo general pesimistas respecto de que federaciones al estilo estadounidense sean exitosas en países donde existen fuertes facciones étnicas y religiosas para derribar a un gobierno federado. En Irak, la confrontación es probable que surja para asegurar el control sobre le gobierno central, en virtud de que la misma ha sido tradicionalmente usada para oprimir a los grupos que no detentaban el poder. Por lo tanto, la genuina autodeterminación resultará más posiblemente en un gobierno central débil o inexistente, el cual en realidad sería el más estable y sustentable en el largo plazo.
En el mundo islámico, las elecciones conducidas por los Estados Unidos en Irak son percibidas como hipócritas a la luz de otras acciones estadounidenses. Los Estados Unidos han clausurado los periódicos “no amistosos” en Irak y están presionando al gobierno de Qatar para que proceda a cerrar Al Jazeera, el medio de comunicación más independiente del Medio Oriente. De acuerdo con el New York Times, la administración objeta la cobertura realizada por Al Jazeera de la ocupación estadounidense de Irak—especialmente los informes sobre las muertes civiles iraquíes en el asalto de los EE.UU. contra Falluya—y la información sobre la represión interna dentro de los límites de los aliados de los EE.UU. en el Medio Oriente, tales como Egipto y Arabia Saudita. En verdad, los más cercanos amigos de los Estados Unidos en el mundo islámico son las dictaduras autocráticas de Arabia Saudita, Jordania, Egipto y Pakistán—una nación que se ha vuelto menos democrática a medida que la relación estadounidense-paquistaní se ha afianzado.
Así, es improbable que las elecciones iraquíes tengan un efecto de onda expansiva en una región que ya es cínica respecto de las intenciones de los EE.UU.. El excesivamente publicitado plebiscito probablemente no hará nada más para desacelerar la espiral de violencia en Irak y la profundización del atolladero estadounidense allí que lo que han hecho la muerte de los hijos de Saddam Hussein, la captura del dictador, el traspaso nominal del poder el pasado verano boreal, y la recuperación de Falluya. En secuencia, la maquinaria propagandística de la administración Bush las vendió como las llaves para garantizar un Irak seguro y prospero, pero ninguno de esos acontecimientos hicieron que ello aconteciera. Los comicios iraquíes probablemente no traerán aparejado nada mejor.
Traducido por Gabriel Gasave
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