Un récord de 54.833 venezolanos fueron detenidos en la frontera sur de los Estados Unidos en septiembre, siendo la primera vez que los venezolanos ocupan el primer lugar entre las nacionalidades arrestadas en el límite fronterizo estadounidense.
El enorme número de venezolanos que huyen de su patria dice mucho respecto de la crisis a la que se enfrentan en su país. Pero, si es adecuadamente gestionada, no tiene por qué provocar una crisis en los Estados Unidos.
Los venezolanos constituyeron una cuarta parte de todas las detenciones por cruces ilegales en la frontera, las cuales se incrementaron un 21% desde agosto. En total, más de 7,7 millones de venezolanos han huido de su país desde 2013, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Casi 6,5 millones se asentaron en América Latina o el Caribe; en los últimos años, no obstante, un número creciente de ellos ha llegado a los Estados Unidos.
Como gran parte de los estadounidenses sabe, las oportunidades económicas han atraído a los inmigrantes hacia los Estados Unidos a lo largo de nuestra historia. Aunque ese incentivo es lo que en la actualidad sin duda atrae a los venezolanos, la crisis en su país es el principal motivo por el que la gran mayoría de ellos ha huido.
La crisis de Venezuela es el resultado de la revolución «socialista bolivariana» de Hugo Chávez, que comenzó hace 25 años, en 1998, cuando Chávez fue elegido a la presidencia de Venezuela. Aunque el senador estadounidense independiente por el estado de Vermont Bernie Sanders y otros, elogiaron las políticas de Chávez al principio, la realidad es que esas políticas han sido un desastre económico, a pesar de la circunstancia de que Venezuela se encuentra sentada sobre las mayores reservas probadas de petróleo del mundo.
A los pocos años de la llegada de Chávez al poder, Venezuela necesitó importar productos de primera necesidad con el dinero que el gobierno obtenía de las exportaciones petroleras, en virtud de que la producción nacional de otros bienes y servicios disminuyó. Con el tiempo, la producción de petróleo también mermó, debido a una mala administración y a la falta inversiones para su mantenimiento. En 2014, cuando los precios mundiales del petróleo cayeron precipitadamente, Venezuela se vio inmersa en una crisis total.
Fui testigo de la crisis en 2017 en el paso fronterizo de Cúcuta, Colombia, donde miles de venezolanos atravesaban el puente cada día. Algunos iban a adquirir productos de primera necesidad, no disponibles en Venezuela, y luego regresaban a casa; otros estaban huyendo de su país.
La inflación alcanzó el 1.600% el año anterior a mi visita y muchos venezolanos estaban pasando hambre.
Sin embargo, lo peor estaba por llegar. La inflación alcanzó un máximo del 65.000% en 2019 (y casi un millón de personas huyeron del país ese año, según cifras del Banco Mundial) y todavía promedia casi el 500%. La economía venezolana se contrajo un 69 por ciento desde su pico de 2012 cuando la visité menos de cinco años después, y ha caído otro 14 por ciento desde entonces. En resumen, las fracasadas políticas socialistas de Venezuela están provocando un éxodo masivo.
Esta situación contribuyó a provocar la crisis que muchas comunidades fronterizas estadounidenses han venido experimentando desde que el gobierno de Biden dio luz verde a la entrada de inmigrantes ilegales a los EE.UU. Más recientemente, incluso Nueva York y otras ciudades y estados «santuario» de tendencia izquierdista se han quejado de la carga que supone dar refugio a los inmigrantes.
Una política inmigratoria razonable, por supuesto, podría minimizar estas dificultades.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS es su sigla en inglés) dio recientemente un paso en la dirección correcta cuando anunció que concedería el Estatus de Protección Temporal a los 472.000 venezolanos que habían arribado a los Estados Unidos antes del 31 de julio. Eso les permitiría trabajar legalmente, reduciendo la carga sobre los servicios gubernamentales locales. Y para aquellos que se preocupan por perder sus empleos a manos de estos recién llegados, las investigaciones indican que los inmigrantes ni «roban» puestos de trabajo ni deprimen los salarios en general.
Los cruces ilegales generaron una crisis para las comunidades fronterizas y la imposibilidad de obtener trabajo legalmente es la principal razón por la que los inmigrantes sobrecargan los servicios de la ciudad. Un sistema de inmigración ordenado y legal que proporcione a los venezolanos y a otras personas permiso para trabajar es la mejor manera de resolver ambos problemas.
Desafortunadamente, la administración Biden ha anunciado recientemente que empezará a realizar vuelos de deportación para los venezolanos que lleguen ilegalmente, devolviéndolos a la brutal dictadura socialista de la que huyeron. Un mejor enfoque implica avanzar hacia una política de inmigración al estilo de la Ellis Island que posibilite a los venezolanos que anhelan respirar libres una vía legal para vivir y trabajar en los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
La oleada migratoria venezolana no tiene por qué provocar una crisis en los EE.UU.
Agência Brasil / Wikimedia Commons
Un récord de 54.833 venezolanos fueron detenidos en la frontera sur de los Estados Unidos en septiembre, siendo la primera vez que los venezolanos ocupan el primer lugar entre las nacionalidades arrestadas en el límite fronterizo estadounidense.
El enorme número de venezolanos que huyen de su patria dice mucho respecto de la crisis a la que se enfrentan en su país. Pero, si es adecuadamente gestionada, no tiene por qué provocar una crisis en los Estados Unidos.
Los venezolanos constituyeron una cuarta parte de todas las detenciones por cruces ilegales en la frontera, las cuales se incrementaron un 21% desde agosto. En total, más de 7,7 millones de venezolanos han huido de su país desde 2013, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Casi 6,5 millones se asentaron en América Latina o el Caribe; en los últimos años, no obstante, un número creciente de ellos ha llegado a los Estados Unidos.
Como gran parte de los estadounidenses sabe, las oportunidades económicas han atraído a los inmigrantes hacia los Estados Unidos a lo largo de nuestra historia. Aunque ese incentivo es lo que en la actualidad sin duda atrae a los venezolanos, la crisis en su país es el principal motivo por el que la gran mayoría de ellos ha huido.
La crisis de Venezuela es el resultado de la revolución «socialista bolivariana» de Hugo Chávez, que comenzó hace 25 años, en 1998, cuando Chávez fue elegido a la presidencia de Venezuela. Aunque el senador estadounidense independiente por el estado de Vermont Bernie Sanders y otros, elogiaron las políticas de Chávez al principio, la realidad es que esas políticas han sido un desastre económico, a pesar de la circunstancia de que Venezuela se encuentra sentada sobre las mayores reservas probadas de petróleo del mundo.
A los pocos años de la llegada de Chávez al poder, Venezuela necesitó importar productos de primera necesidad con el dinero que el gobierno obtenía de las exportaciones petroleras, en virtud de que la producción nacional de otros bienes y servicios disminuyó. Con el tiempo, la producción de petróleo también mermó, debido a una mala administración y a la falta inversiones para su mantenimiento. En 2014, cuando los precios mundiales del petróleo cayeron precipitadamente, Venezuela se vio inmersa en una crisis total.
Fui testigo de la crisis en 2017 en el paso fronterizo de Cúcuta, Colombia, donde miles de venezolanos atravesaban el puente cada día. Algunos iban a adquirir productos de primera necesidad, no disponibles en Venezuela, y luego regresaban a casa; otros estaban huyendo de su país.
La inflación alcanzó el 1.600% el año anterior a mi visita y muchos venezolanos estaban pasando hambre.
Sin embargo, lo peor estaba por llegar. La inflación alcanzó un máximo del 65.000% en 2019 (y casi un millón de personas huyeron del país ese año, según cifras del Banco Mundial) y todavía promedia casi el 500%. La economía venezolana se contrajo un 69 por ciento desde su pico de 2012 cuando la visité menos de cinco años después, y ha caído otro 14 por ciento desde entonces. En resumen, las fracasadas políticas socialistas de Venezuela están provocando un éxodo masivo.
Esta situación contribuyó a provocar la crisis que muchas comunidades fronterizas estadounidenses han venido experimentando desde que el gobierno de Biden dio luz verde a la entrada de inmigrantes ilegales a los EE.UU. Más recientemente, incluso Nueva York y otras ciudades y estados «santuario» de tendencia izquierdista se han quejado de la carga que supone dar refugio a los inmigrantes.
Una política inmigratoria razonable, por supuesto, podría minimizar estas dificultades.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS es su sigla en inglés) dio recientemente un paso en la dirección correcta cuando anunció que concedería el Estatus de Protección Temporal a los 472.000 venezolanos que habían arribado a los Estados Unidos antes del 31 de julio. Eso les permitiría trabajar legalmente, reduciendo la carga sobre los servicios gubernamentales locales. Y para aquellos que se preocupan por perder sus empleos a manos de estos recién llegados, las investigaciones indican que los inmigrantes ni «roban» puestos de trabajo ni deprimen los salarios en general.
Los cruces ilegales generaron una crisis para las comunidades fronterizas y la imposibilidad de obtener trabajo legalmente es la principal razón por la que los inmigrantes sobrecargan los servicios de la ciudad. Un sistema de inmigración ordenado y legal que proporcione a los venezolanos y a otras personas permiso para trabajar es la mejor manera de resolver ambos problemas.
Desafortunadamente, la administración Biden ha anunciado recientemente que empezará a realizar vuelos de deportación para los venezolanos que lleguen ilegalmente, devolviéndolos a la brutal dictadura socialista de la que huyeron. Un mejor enfoque implica avanzar hacia una política de inmigración al estilo de la Ellis Island que posibilite a los venezolanos que anhelan respirar libres una vía legal para vivir y trabajar en los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
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