Marcelo Capobianco es un carnicero de la provincia de Buenos Aires, donde trabaja en una sala de mosaicos blancos rodeada de ganchos colgantes, trozos de carne y un cartel que reza «¡Viva la Libertad!”.
Diariamente informa los precios en directo por Facebook pero, como muchos comerciantes de la Argentina, utiliza pizarras en su comercio para poder actualizar los precios a lo largo de cada jornada a medida que los pesos van perdiendo su valor.
El New York Times, que recientemente entrevistó a Capobianco, informó sobre la inflación que «ha convulsionado Argentina» y ha llevado al ascenso de Javier Milei, quien la semana pasada se convirtió en el primer presidente libertario de Argentina (y podría decirse que en el primer presidente libertario del mundo en la historia moderna).
Antes de la contundente victoria de Milei, la inflación en Argentina alcanzaba el 143%. La inflación de tres dígitos ha empujado al 40% de los argentinos a la pobreza y ha provocado un aumento de la demanda de dólares estadounidenses.
Unos aproximadamente 200.000 millones de dólares estadounidenses (billones en inglés) han gravitado hacia la economía de la Argentina, de 487.000 millones de dólares (billones en inglés), estima el Times, casi el 10% de todos los dólares en circulación (más que en cualquier otro país del mundo, a excepción de los Estados Unidos).
El atractivo de los dólares en la Argentina no debería sorprender. El poder adquisitivo del peso se está depreciando tan rápidamente que la gente los cambia continuamente por dólares, los cuales son atesorados.
«Constantemente estás juntando dinero a fin de rápidamente adquirir dólares», dijo al periódico un trabajador de supermercado de 30 años, «porque al día siguiente se vuelve a devaluar».
Para que se hagan una idea de lo fuerte que ha caído el peso argentino, hoy un solo dólar estadounidense compra 1.000 pesos. En 2019, un dólar compraba 48 pesos. En 2011, un dólar podía cambiarse por 3,45 pesos.
Ignorando al elefante
La historia del Times es sólida y vale la pena leerla, pero su enfoque principal – más allá del colapso de la moneda argentina – es la dolarización de la economía argentina.
Durante su campaña presidencial y desde su victoria electoral, Milei propuso abandonar el peso por completo y adoptar el dólar como la moneda oficial de la Argentina. El Times argumenta que esto sería difícil y no resolvería inmediatamente las dificultades económicas del país.
Ambas afirmaciones son valederas, pero deshacerse del banco central argentino resolvería en gran medida uno de los mayores dolores de cabeza del país.
«Si dolarizas, te libras de la inflación», afirma Daniel Raisbeck, analista de políticas sobre América Latina en el Cato Institute, «y te deshaces del problema de la devaluación de la moneda, que es una complicación enorme en la Argentina».
Acabar con la inflación de tres dígitos no resolverá todos los problemas económicos de la Argentina, que llevan décadas gestándose y se originan en su abrazo al peronismo (una mezcla de fascismo y nacionalsocialismo). Pero puede evitar que los políticos argentinos maquillen sus problemas económicos simplemente imprimiendo pesos, que es precisamente lo que la Argentina ha hecho durante los últimos 25 años (más sobre esto en breve).
Esto me lleva a mi principal queja sobre la historia del New York Times.
Los periodistas realizan un espléndido trabajo mostrando el grave perjuicio que la inflación ha causado a los 46 millones de argentinos, pero dedican muy poco tiempo a examinar cómo llegó la inflación a la Argentina.
El Times afirma que los problemas económicos de la Argentina se deben a una serie de factores, que van desde el gasto excesivo y los grandes déficits a las políticas comerciales proteccionistas y los controles de cambios, antes de citar una «dependencia excesiva de la impresión de más pesos para pagar las cuentas del gobierno» como un factor contribuyente.
Ahora bien, la dolarización es en realidad un remedio para muchos de estos problemas, debido a que la mayoría de ellos -en particular el gasto excesivo- son posibilitados por la impresión de dinero. Pero el verdadero problema es que el Times, en un artículo sobre la inflación, emplea diez palabras para explicar su causa directa.
La inflación de la Argentina explicada en un gráfico
Aunque el Times optó por restarle importancia al elefante monetario en la habitación, es un tema que merece la pena explorar. Después de todo, la Argentina no es el único país luchando contra la inflación, y existe una gran confusión sobre qué es la inflación y qué la causa.
Tanto en los Estados Unidos como en Canadá, dos países que han luchado contra el aumento de los precios al consumidor desde 2020, los políticos han argumentado que la inflación es el resultado de empresas codiciosas que establecen precios abusivos a los consumidores.
“Es la codicia empresarial pura y simple”, dijo recientemente la senadora Elizabeth Warren. “Tengo un plan para enfrentar sus prácticas abusivas de precios y acabar con los grandes monopolios que afectan con mayores costos a las familias”.
En Canadá, los legisladores han llegado tan lejos como a amenazar a las cadenas de supermercados con nuevos impuestos si no reducen los precios de los alimentos, y también han amenazado con llevar a los directores ejecutivos ante el Parlamento.
A favor del Times, el periódico no se entretiene con la fatua idea de que la inflación de la Argentina es el resultado de empresarios codiciosos. Y por buenas razones.
Cualquiera que desee comprender la inflación argentina, tan solo precisa observar su oferta de dinero en las últimas décadas (véase más abajo).
En 1990, la Argentina tenía 711.000 millones de pesos (código ISO 4217: ARS) en circulación (billones en inglés). En 2020, Argentina tenía aproximadamente 2,5 billones de pesos en circulación (trillones en inglés). En otras palabras, el gobierno argentino casi cuadruplicó la cantidad de dinero en circulación en un periodo de 30 años.
Ese es un enorme aumento de la oferta monetaria, incluso a lo largo de tres décadas, lo que explica por qué la Argentina ha luchado contra la inflación durante años. Sin embargo, es poca cosa en comparación con la reciente impresión de dinero del país.
En septiembre de 2023, la oferta monetaria total de Argentina ascendía a 22 billones de pesos (trillones en inglés), lo que significa que el gobierno ha expandido casi diez veces la oferta monetaria en menos de cuatro años.
Economía 101
A esto se debe que el pueblo argentino se encuentre padeciendo una inflación masiva.
Es Economía 101. Prácticamente cualquier libro de texto de economía que escojas te dirá que si expandes la oferta monetaria más rápido de lo que una economía puede producir bienes y servicios, tendrás inflación.
Demasiada gente ignora la realidad de que la inflación es, ante todo, una cuestión monetaria.
El Premio Nobel de Economía Milton Friedman dijo célebremente que la inflación «es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario», pero Friedman no es el único. Se trata de una verdad ampliamente entendida en los círculos económicos.
“Creo que casi todo, menos la Reserva Federal, es un espectáculo secundario cuando se trata de la dinámica de la inflación”, respondió el año pasado Jason Furman, uno de los principales economistas del Presidente Barack Obama, cuando fue consultado acerca de la teoría de la «greedflation» (inflación codiciosa) de Warren.
No obstante, esta sencilla explicación de la inflación es una a la que muchos se muestran renuentes a aceptar, y no sólo los partidarios políticos que hablan de «greedflation». A menudo oímos sugerir cosas como mercados laborales calientes y cadenas de abastecimiento interrumpidas como causas de la inflación, o el descenso de los precios de la gasolina como prueba del enfriamiento de la inflación.
Hay una sencilla razón por la que existe tanta confusión sobre el tema: La definición de inflación ha cambiado con el paso del tiempo.
Hoy día, muchas personas, incluidos los economistas, confunden los aumentos de precios con la inflación. Piensen en cómo la inflación suele ser comunicada: El gobierno mide los precios al consumidor, y esto nos dice cuánta “inflación» hay en una economía.
Sin embargo, hay varios problemas con este enfoque, incluido el hecho de que los precios cambian constantemente por razones que nada tienen que ver con la inflación, como la oferta y la demanda. (El precio de la gasolina, que se encuentra muy influido por el suministro del petróleo crudo, es uno entre un millón de buenos ejemplos).
La inflación no era originalmente definida como un aumento de los precios al consumidor. Durante generaciones y en diversos países, la inflación estuvo definida como una expansión de la oferta de dinero en una economía.
“La inflación, tal como se ha utilizado siempre este término en todas partes y especialmente en este país [Estados Unidos], significa el aumento de la cantidad de dinero y de billetes en circulación y de la cantidad de depósitos bancarios sujetos a control”, señalaba el economista Ludwig von Mises en Economic Freedom and Interventionism. “Pero la gente utiliza hoy el término ‘inflación’ para referirse al fenómeno que es una consecuencia inevitable de la inflación, es decir, la tendencia a la suba de todos los precios y salarios”.
Mises veía a la involución del término como una especie de tragedia, puesto que ya no existía “ninguna palabra para significar el fenómeno que hasta ahora se ha llamado inflación”.
El economista austriaco tenía razón, pero hay una razón obvia por la que muchos prefieren hoy la nueva definición de inflación.
Bajo la antigua definición, era fácil descubrir a los culpables de los aumentos de precios: Eran siempre y exclusivamente aquellos que expandían la oferta monetaria. Mientras que con la definición actual, como muestra la senadora Warren, un aumento general de los precios al consumidor puede ser achacado a casi cualquier persona o cosa.
Los estadounidense no deberían dejarse engañar. Cualquiera sea la definición que prefieran utilizar – una expansión de la oferta monetaria que lleva a un incremento de los precios, o un aumento amplio y sostenido de los precios al consumidor – la inflación es causada por los gobiernos y los bancos centrales que controlan la oferta monetaria.
Lo que nos lleva a los Estados Unidos. Un vistazo a la constante expansión de la oferta monetaria estadounidense muestra por qué los precios en los Estados Unidos también están subiendo a una velocidad histórica, y por qué su actual trayectoria fiscal -que incluye añadir casi 20 billones de dólares (trillones en inglés) a la deuda nacional de 34 billones de dólares (trillones en inglés) en los próximos diez años- es motivo de grave preocupación.
“Si un gobierno recurre a la inflación, es decir, crea dinero a fin de cubrir sus déficits presupuestarios o expande el crédito en aras de estimular los negocios, entonces ningún poder sobre la tierra, ningún artilugio, dispositivo, truco o incluso indexación puede evitar sus consecuencias económicas”, observó en una ocasión el economista austriaco Hans Sennholz.
Esto no implica sostener que el destino de los Estados Unidos deba ser el de la Argentina. Pero si los políticos continúan con su curso actual de expansión monetaria y déficits masivos, algún día los estadounidenses se encontrarán probablemente en una situación muy parecida a la de Marcelo Capobianco: utilizando pizarras en sus tiendas para actualizar los precios a lo largo del día mientras hacen sus negocios.
Traducido por Gabriel Gasave
La desenfrenada inflación de Argentina, explicada (en un gráfico)
Marcelo Capobianco es un carnicero de la provincia de Buenos Aires, donde trabaja en una sala de mosaicos blancos rodeada de ganchos colgantes, trozos de carne y un cartel que reza «¡Viva la Libertad!”.
Diariamente informa los precios en directo por Facebook pero, como muchos comerciantes de la Argentina, utiliza pizarras en su comercio para poder actualizar los precios a lo largo de cada jornada a medida que los pesos van perdiendo su valor.
El New York Times, que recientemente entrevistó a Capobianco, informó sobre la inflación que «ha convulsionado Argentina» y ha llevado al ascenso de Javier Milei, quien la semana pasada se convirtió en el primer presidente libertario de Argentina (y podría decirse que en el primer presidente libertario del mundo en la historia moderna).
Antes de la contundente victoria de Milei, la inflación en Argentina alcanzaba el 143%. La inflación de tres dígitos ha empujado al 40% de los argentinos a la pobreza y ha provocado un aumento de la demanda de dólares estadounidenses.
Unos aproximadamente 200.000 millones de dólares estadounidenses (billones en inglés) han gravitado hacia la economía de la Argentina, de 487.000 millones de dólares (billones en inglés), estima el Times, casi el 10% de todos los dólares en circulación (más que en cualquier otro país del mundo, a excepción de los Estados Unidos).
El atractivo de los dólares en la Argentina no debería sorprender. El poder adquisitivo del peso se está depreciando tan rápidamente que la gente los cambia continuamente por dólares, los cuales son atesorados.
«Constantemente estás juntando dinero a fin de rápidamente adquirir dólares», dijo al periódico un trabajador de supermercado de 30 años, «porque al día siguiente se vuelve a devaluar».
Para que se hagan una idea de lo fuerte que ha caído el peso argentino, hoy un solo dólar estadounidense compra 1.000 pesos. En 2019, un dólar compraba 48 pesos. En 2011, un dólar podía cambiarse por 3,45 pesos.
Ignorando al elefante
La historia del Times es sólida y vale la pena leerla, pero su enfoque principal – más allá del colapso de la moneda argentina – es la dolarización de la economía argentina.
Durante su campaña presidencial y desde su victoria electoral, Milei propuso abandonar el peso por completo y adoptar el dólar como la moneda oficial de la Argentina. El Times argumenta que esto sería difícil y no resolvería inmediatamente las dificultades económicas del país.
Ambas afirmaciones son valederas, pero deshacerse del banco central argentino resolvería en gran medida uno de los mayores dolores de cabeza del país.
«Si dolarizas, te libras de la inflación», afirma Daniel Raisbeck, analista de políticas sobre América Latina en el Cato Institute, «y te deshaces del problema de la devaluación de la moneda, que es una complicación enorme en la Argentina».
Acabar con la inflación de tres dígitos no resolverá todos los problemas económicos de la Argentina, que llevan décadas gestándose y se originan en su abrazo al peronismo (una mezcla de fascismo y nacionalsocialismo). Pero puede evitar que los políticos argentinos maquillen sus problemas económicos simplemente imprimiendo pesos, que es precisamente lo que la Argentina ha hecho durante los últimos 25 años (más sobre esto en breve).
Esto me lleva a mi principal queja sobre la historia del New York Times.
Los periodistas realizan un espléndido trabajo mostrando el grave perjuicio que la inflación ha causado a los 46 millones de argentinos, pero dedican muy poco tiempo a examinar cómo llegó la inflación a la Argentina.
El Times afirma que los problemas económicos de la Argentina se deben a una serie de factores, que van desde el gasto excesivo y los grandes déficits a las políticas comerciales proteccionistas y los controles de cambios, antes de citar una «dependencia excesiva de la impresión de más pesos para pagar las cuentas del gobierno» como un factor contribuyente.
Ahora bien, la dolarización es en realidad un remedio para muchos de estos problemas, debido a que la mayoría de ellos -en particular el gasto excesivo- son posibilitados por la impresión de dinero. Pero el verdadero problema es que el Times, en un artículo sobre la inflación, emplea diez palabras para explicar su causa directa.
La inflación de la Argentina explicada en un gráfico
Aunque el Times optó por restarle importancia al elefante monetario en la habitación, es un tema que merece la pena explorar. Después de todo, la Argentina no es el único país luchando contra la inflación, y existe una gran confusión sobre qué es la inflación y qué la causa.
Tanto en los Estados Unidos como en Canadá, dos países que han luchado contra el aumento de los precios al consumidor desde 2020, los políticos han argumentado que la inflación es el resultado de empresas codiciosas que establecen precios abusivos a los consumidores.
“Es la codicia empresarial pura y simple”, dijo recientemente la senadora Elizabeth Warren. “Tengo un plan para enfrentar sus prácticas abusivas de precios y acabar con los grandes monopolios que afectan con mayores costos a las familias”.
En Canadá, los legisladores han llegado tan lejos como a amenazar a las cadenas de supermercados con nuevos impuestos si no reducen los precios de los alimentos, y también han amenazado con llevar a los directores ejecutivos ante el Parlamento.
A favor del Times, el periódico no se entretiene con la fatua idea de que la inflación de la Argentina es el resultado de empresarios codiciosos. Y por buenas razones.
Cualquiera que desee comprender la inflación argentina, tan solo precisa observar su oferta de dinero en las últimas décadas (véase más abajo).
En 1990, la Argentina tenía 711.000 millones de pesos (código ISO 4217: ARS) en circulación (billones en inglés). En 2020, Argentina tenía aproximadamente 2,5 billones de pesos en circulación (trillones en inglés). En otras palabras, el gobierno argentino casi cuadruplicó la cantidad de dinero en circulación en un periodo de 30 años.
Ese es un enorme aumento de la oferta monetaria, incluso a lo largo de tres décadas, lo que explica por qué la Argentina ha luchado contra la inflación durante años. Sin embargo, es poca cosa en comparación con la reciente impresión de dinero del país.
En septiembre de 2023, la oferta monetaria total de Argentina ascendía a 22 billones de pesos (trillones en inglés), lo que significa que el gobierno ha expandido casi diez veces la oferta monetaria en menos de cuatro años.
Economía 101
A esto se debe que el pueblo argentino se encuentre padeciendo una inflación masiva.
Es Economía 101. Prácticamente cualquier libro de texto de economía que escojas te dirá que si expandes la oferta monetaria más rápido de lo que una economía puede producir bienes y servicios, tendrás inflación.
Demasiada gente ignora la realidad de que la inflación es, ante todo, una cuestión monetaria.
El Premio Nobel de Economía Milton Friedman dijo célebremente que la inflación «es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario», pero Friedman no es el único. Se trata de una verdad ampliamente entendida en los círculos económicos.
“Creo que casi todo, menos la Reserva Federal, es un espectáculo secundario cuando se trata de la dinámica de la inflación”, respondió el año pasado Jason Furman, uno de los principales economistas del Presidente Barack Obama, cuando fue consultado acerca de la teoría de la «greedflation» (inflación codiciosa) de Warren.
No obstante, esta sencilla explicación de la inflación es una a la que muchos se muestran renuentes a aceptar, y no sólo los partidarios políticos que hablan de «greedflation». A menudo oímos sugerir cosas como mercados laborales calientes y cadenas de abastecimiento interrumpidas como causas de la inflación, o el descenso de los precios de la gasolina como prueba del enfriamiento de la inflación.
Hay una sencilla razón por la que existe tanta confusión sobre el tema: La definición de inflación ha cambiado con el paso del tiempo.
Hoy día, muchas personas, incluidos los economistas, confunden los aumentos de precios con la inflación. Piensen en cómo la inflación suele ser comunicada: El gobierno mide los precios al consumidor, y esto nos dice cuánta “inflación» hay en una economía.
Sin embargo, hay varios problemas con este enfoque, incluido el hecho de que los precios cambian constantemente por razones que nada tienen que ver con la inflación, como la oferta y la demanda. (El precio de la gasolina, que se encuentra muy influido por el suministro del petróleo crudo, es uno entre un millón de buenos ejemplos).
La inflación no era originalmente definida como un aumento de los precios al consumidor. Durante generaciones y en diversos países, la inflación estuvo definida como una expansión de la oferta de dinero en una economía.
“La inflación, tal como se ha utilizado siempre este término en todas partes y especialmente en este país [Estados Unidos], significa el aumento de la cantidad de dinero y de billetes en circulación y de la cantidad de depósitos bancarios sujetos a control”, señalaba el economista Ludwig von Mises en Economic Freedom and Interventionism. “Pero la gente utiliza hoy el término ‘inflación’ para referirse al fenómeno que es una consecuencia inevitable de la inflación, es decir, la tendencia a la suba de todos los precios y salarios”.
Mises veía a la involución del término como una especie de tragedia, puesto que ya no existía “ninguna palabra para significar el fenómeno que hasta ahora se ha llamado inflación”.
El economista austriaco tenía razón, pero hay una razón obvia por la que muchos prefieren hoy la nueva definición de inflación.
Bajo la antigua definición, era fácil descubrir a los culpables de los aumentos de precios: Eran siempre y exclusivamente aquellos que expandían la oferta monetaria. Mientras que con la definición actual, como muestra la senadora Warren, un aumento general de los precios al consumidor puede ser achacado a casi cualquier persona o cosa.
Los estadounidense no deberían dejarse engañar. Cualquiera sea la definición que prefieran utilizar – una expansión de la oferta monetaria que lleva a un incremento de los precios, o un aumento amplio y sostenido de los precios al consumidor – la inflación es causada por los gobiernos y los bancos centrales que controlan la oferta monetaria.
Lo que nos lleva a los Estados Unidos. Un vistazo a la constante expansión de la oferta monetaria estadounidense muestra por qué los precios en los Estados Unidos también están subiendo a una velocidad histórica, y por qué su actual trayectoria fiscal -que incluye añadir casi 20 billones de dólares (trillones en inglés) a la deuda nacional de 34 billones de dólares (trillones en inglés) en los próximos diez años- es motivo de grave preocupación.
“Si un gobierno recurre a la inflación, es decir, crea dinero a fin de cubrir sus déficits presupuestarios o expande el crédito en aras de estimular los negocios, entonces ningún poder sobre la tierra, ningún artilugio, dispositivo, truco o incluso indexación puede evitar sus consecuencias económicas”, observó en una ocasión el economista austriaco Hans Sennholz.
Esto no implica sostener que el destino de los Estados Unidos deba ser el de la Argentina. Pero si los políticos continúan con su curso actual de expansión monetaria y déficits masivos, algún día los estadounidenses se encontrarán probablemente en una situación muy parecida a la de Marcelo Capobianco: utilizando pizarras en sus tiendas para actualizar los precios a lo largo del día mientras hacen sus negocios.
Traducido por Gabriel Gasave
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