El reciente voto de “no confianza” del cuerpo docente de la Harvard University para el presidente de la universidad Lawrence Summers y el pedido de renuncia para Ward Churchill de la University of Colorado apuntan a un retorno de la censura tanto de la derecha como de la izquierda sobre los campos universitarios.
En enero, se le pidió a Summers en una reunión cerrada, que presentara algunos pensamientos provocativos respecto de controversias existentes en el plano de la educación superior. Complaciendo el pedido, Summers especuló acerca de las razones de porqué las mujeres podrían, en general, tener menos aptitud que los hombres para alcanzar la gama superior de logros en materia de ciencias y de matemáticas. La reacción de parte de la izquierda feminista a estos comentarios fue rápida y enérgica, culminando en el voto de “no confianza” contra Summers.
Que el cuerpo docente de la universidad más renombrada de los Estados Unidos considerara que la imposición de un punto de vista políticamente correcto es más importante que el respeto por el libre pensamiento y la honesta búsqueda de la verdad, dice mucho acerca del estado de la libertad de expresión y de la libertad académica en la educación superior.
Discursos recientes del profesor Ward Churchill acusando a los estadounidenses de ser “asesinos” por tolerar la política estadounidense en el mundo, y comparando a las víctimas de los ataques contra el World Trade Center con los “pequeños Eichmanns” que eran de alguna manera moralmente culpables por su destino, habían tenido también consecuencias significativas. El presidente de la University of Colorado ha renunciado, y los funcionarios de Colorado están pidiendo que Churchill sea despedido. Cuando la University of Wisconsin en Whitewater decidió no revocar una invitación previa que la misma le había cursado a Churchill para hablar (una de las pocas escuelas que toman esta posición), la legislatura de Wisconsin debatió una resolución que hubiese facultado a la Junta de Regentes de la University of Wisconsin a “separar oportunamente” a un profesor cuyas ideas ellos juzguen “deshonrosas.” La circunstancia de que esta facultad destruiría el propio tejido de la libertad académica se les escapó a los defensores de esta medida.
Estas respuestas sugieren que muchos individuos que deberían conocer mejor no han aprendido las lecciones de los últimos cincuenta años, cuando una clase diferente de censura comenzó a esparcirse a través de los ámbitos universitarios en todo el país: la censura en nombre de las “políticamente correctas” causas izquierdistas. Dicha censura ensombreció de un lado a otro a la educación superior, arruinando injustamente muchas carreras en el proceso. El caso de Churchill presagia el regreso de un tipo de censura más tradicional: aquella proporcionada por la derecha, ingresando desde afuera de las puertas de la universidad. Repentinamente, la libertad académica se encuentra sitiada tanto desde la izquierda como desde la derecha.
La censura políticamente correcta de la izquierda también permanece viva y en buenas condiciones en otro caso reciente en la University of Nevada. Considérese el dilema del profesor de economía Hans Hoppe en la University of Nevada, Las Vegas. En noviembre pasado, Hoppe le dedicó un minuto o dos en una conferencia a opinar respecto de cómo los homosexuales podrían tener horizontes de tiempo distintos en la toma de decisiones acerca de ahorrar dinero, debido a que los mismos tendía a no tener hijos. Este comentario ofendió a un estudiante, quien procedió a acusar a Hoppe de “acoso” a los homosexuales. (¡Qué le ha ocurrido al hecho de seguir la ruta de la libertad intelectual mediante el dialogo con el profesor o la presentación de una opinión en contrario durante la clase!) Una investigación coercitiva demasiado típica tuvo lugar. Afortunadamente para la libertad académica, Hoppe está resistiendo la investigación, y ha organizado el apoyo de los partidarios de la libertad académica de todo el país.
Todos estos casos reflejan el desequilibrio político de los cuerpos docentes a nivel nacional y la forma políticamente selectiva en la cual algunos de la izquierda han reaccionado a las más prominentes amenazas a la libertad de expresión y a la libertad académica en las universidades. Los conservadores han soportado el embate de los códigos de expresión y de las políticas relacionadas, y han abarcado a la basta mayoría de los oradores que han sido abucheados cuando ingresan al foro público de los recintos universitarios. Demasiados desde la izquierda no han denunciado tales formas de censura, debido probablemente a que la otra cara del buey estaba siendo corneada. En efecto, el propio Churchill ha obstruido los desfiles del Día de Colon, sosteniendo que los mismos representan una “expresión de odio.” El no era ningún defensor de la libertad de expresión hasta que la que fue atacada fue su propia expresión.
Pero lo último que necesitan las universidades estadounidenses es la censura de la derecha amontonándose sobre la preexistente censura de la izquierda. Las universidades no recobrarán la confianza del público a la que han desperdiciado hasta que se paren y defiendan los principios de la libre expresión y de la libertad académica para todos, sin consideración de sus ideas políticas.
Traducido por Gabriel Gasave
La libertad de expresión en el ámbito universitario: ¿Bajo ataque desde ambas direcciones?
El reciente voto de “no confianza” del cuerpo docente de la Harvard University para el presidente de la universidad Lawrence Summers y el pedido de renuncia para Ward Churchill de la University of Colorado apuntan a un retorno de la censura tanto de la derecha como de la izquierda sobre los campos universitarios.
En enero, se le pidió a Summers en una reunión cerrada, que presentara algunos pensamientos provocativos respecto de controversias existentes en el plano de la educación superior. Complaciendo el pedido, Summers especuló acerca de las razones de porqué las mujeres podrían, en general, tener menos aptitud que los hombres para alcanzar la gama superior de logros en materia de ciencias y de matemáticas. La reacción de parte de la izquierda feminista a estos comentarios fue rápida y enérgica, culminando en el voto de “no confianza” contra Summers.
Que el cuerpo docente de la universidad más renombrada de los Estados Unidos considerara que la imposición de un punto de vista políticamente correcto es más importante que el respeto por el libre pensamiento y la honesta búsqueda de la verdad, dice mucho acerca del estado de la libertad de expresión y de la libertad académica en la educación superior.
Discursos recientes del profesor Ward Churchill acusando a los estadounidenses de ser “asesinos” por tolerar la política estadounidense en el mundo, y comparando a las víctimas de los ataques contra el World Trade Center con los “pequeños Eichmanns” que eran de alguna manera moralmente culpables por su destino, habían tenido también consecuencias significativas. El presidente de la University of Colorado ha renunciado, y los funcionarios de Colorado están pidiendo que Churchill sea despedido. Cuando la University of Wisconsin en Whitewater decidió no revocar una invitación previa que la misma le había cursado a Churchill para hablar (una de las pocas escuelas que toman esta posición), la legislatura de Wisconsin debatió una resolución que hubiese facultado a la Junta de Regentes de la University of Wisconsin a “separar oportunamente” a un profesor cuyas ideas ellos juzguen “deshonrosas.” La circunstancia de que esta facultad destruiría el propio tejido de la libertad académica se les escapó a los defensores de esta medida.
Estas respuestas sugieren que muchos individuos que deberían conocer mejor no han aprendido las lecciones de los últimos cincuenta años, cuando una clase diferente de censura comenzó a esparcirse a través de los ámbitos universitarios en todo el país: la censura en nombre de las “políticamente correctas” causas izquierdistas. Dicha censura ensombreció de un lado a otro a la educación superior, arruinando injustamente muchas carreras en el proceso. El caso de Churchill presagia el regreso de un tipo de censura más tradicional: aquella proporcionada por la derecha, ingresando desde afuera de las puertas de la universidad. Repentinamente, la libertad académica se encuentra sitiada tanto desde la izquierda como desde la derecha.
La censura políticamente correcta de la izquierda también permanece viva y en buenas condiciones en otro caso reciente en la University of Nevada. Considérese el dilema del profesor de economía Hans Hoppe en la University of Nevada, Las Vegas. En noviembre pasado, Hoppe le dedicó un minuto o dos en una conferencia a opinar respecto de cómo los homosexuales podrían tener horizontes de tiempo distintos en la toma de decisiones acerca de ahorrar dinero, debido a que los mismos tendía a no tener hijos. Este comentario ofendió a un estudiante, quien procedió a acusar a Hoppe de “acoso” a los homosexuales. (¡Qué le ha ocurrido al hecho de seguir la ruta de la libertad intelectual mediante el dialogo con el profesor o la presentación de una opinión en contrario durante la clase!) Una investigación coercitiva demasiado típica tuvo lugar. Afortunadamente para la libertad académica, Hoppe está resistiendo la investigación, y ha organizado el apoyo de los partidarios de la libertad académica de todo el país.
Todos estos casos reflejan el desequilibrio político de los cuerpos docentes a nivel nacional y la forma políticamente selectiva en la cual algunos de la izquierda han reaccionado a las más prominentes amenazas a la libertad de expresión y a la libertad académica en las universidades. Los conservadores han soportado el embate de los códigos de expresión y de las políticas relacionadas, y han abarcado a la basta mayoría de los oradores que han sido abucheados cuando ingresan al foro público de los recintos universitarios. Demasiados desde la izquierda no han denunciado tales formas de censura, debido probablemente a que la otra cara del buey estaba siendo corneada. En efecto, el propio Churchill ha obstruido los desfiles del Día de Colon, sosteniendo que los mismos representan una “expresión de odio.” El no era ningún defensor de la libertad de expresión hasta que la que fue atacada fue su propia expresión.
Pero lo último que necesitan las universidades estadounidenses es la censura de la derecha amontonándose sobre la preexistente censura de la izquierda. Las universidades no recobrarán la confianza del público a la que han desperdiciado hasta que se paren y defiendan los principios de la libre expresión y de la libertad académica para todos, sin consideración de sus ideas políticas.
Traducido por Gabriel Gasave
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