BUENOS AIRES – El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) copatrocinó una conferencia aquí a mediados de octubre para discutir las relaciones crecientes entre América Latina y Asia. Un foco importante de los participantes de ambas áreas y más allá de las mismas fue el de por qué tanta gente en Asia y tan poca en América Latina han en realidad mejorado sus estándares de vida durante las décadas recientes, y qué pueden aprender los latinoamericanos de la experiencia asiática de las últimas décadas.
Pero conferencias como esta y otras conferencias internacionales y planes de desarrollo en general, conseguirán poco en América Latina a menos que los participantes latinoamericanos se formulen dos críticas preguntas preliminares y que respondan a ambas enfáticamente por la afirmativa. Y que luego se ciñan a su palabra.
Las dos preguntas son simples pero indican el camino al éxito posible o al fracaso seguro. Primero, ¿desean verdaderamente los latinoamericanos el desarrollo económico?, y segundo, la extensión critica del primer interrogante, ¿están dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para triunfar? Hay un montón de consejos de “haga esto” y “haga aquello” por estos días en Buenos Aires, pero sin un compromiso de largo plazo todo es apenas aire caliente.
¿Han sido los asiáticos más exitosos durante los pasados cuarenta años debido a que son más listos o más virtuosos que los latinoamericanos? No existe evidencia de ello. Pero ciertamente son más serios, pragmáticos, previsores y comprometidos.
Trepando sobre los escombros de la Segunda Guerra Mundial y enfrentando la amenaza de las tomas de poder comunistas, algunos líderes asiáticos vieron por sí mismos la frase escrita sobre el muro: o produces para el pueblo como un todo o te mueres. Así que respondieron “si, si” y, con mucho trabajo, produjeron a los “dragones” y a los“tigres” asiáticos. Cuando surgieron problemas, como en 1997, persistieron y volvieron a encarrilarse, no obstante que todavía subsisten más desafíos.
En la actualidad, los asiáticos son los profesores del BID aquí en la Argentina y los latinoamericanos son los alumnos.¿Pero son serios los alumnos? Rara vez aprobaron en el pasado y siguen sin estar aprobados al día de hoy.
Mientras Asia estuvo creciendo de manera constante durante décadas, el país anfitrión de la conferencia del BID pasó por dictaduras militares, en su mayoría breves, gobiernos civiles incompetentes, una “guerra sucia,” el más grande incumplimiento de una deuda en la historia mundial y el repentino empobrecimiento de millones.
Actualmente Brasil, en el corazón de América Latina, se encuentra nuevamente en crisis. El mandato del Presidente Lula da Silva ha tomado un giro muy negativo con uno de los mayores escándalos de corrupción de la década. Paro tal como lo puntualiza el experto latinoamericano Alvaro Vargas Llosa, la corrupción es el síntoma en esta crisis, no la causa. La causa es un sistema político laberíntico, con profundas raíces históricas, que invita a la corrupción y que sirve a las camarillas poderosas, no al pueblo.
Varios gobiernos andinos son virtualmente no-funcionales. Hugo Chavez está alocadamente polarizando a Venezuela y a la región. Incluso la democracia más admirada de América Latina, la de Costa Rica, está repleta de escándalos. Chile es el territorio latinoamericano más “asiático en sus éxitos relativos.
Por lo tanto, ¿cómo responden los latinoamericanos a la primera pregunta? El Latinobarómetro del año 2004 mostró que una mayoría de latinoamericanos desean más y mejores hogares, alimentación, educación, empleos, justicia, y oportunidad. Y a pesar de una preferencia marginal por la democracia, en su gran mayoría se encuentran frustrados con el desempeño de ese sistema y estarían a favor de regímenes no-democráticos si ellos fuesen necesarios para distribuir los bienes.
Pero incluso si los latinoamericanos dicen, “si, deseamos el desarrollo,” sus perspectivas dependen de su cumplimiento del segundo mandamiento. ¿Desean lo suficiente a este materialismo como para abandonar o para modificar drásticamente algunas de esas “virtudes” resistentes al desarrollo (como lo expresa el analista argentino Mariano Grondona)? ¿Rodo asociado con Ariel?
¿Qué debe hacerse más allá de tener la voluntad y el compromiso de cambiar? Los asiáticos y otros han demostrado que existen opciones. Pero al menos los líderes reformistas deben mirar al futuro de manera pragmática, no al pasado, con objetivos nacionales, no propios y estrechos; luchar por una educación buena y moderna para todos los ciudadanos a través de la escuela secundaria; mejorar los estándares de salud; cultivar verdaderos sistemas judiciales para todos, no solo para las camarillas ricas y poderosas; y mejorar bastamente la calidad del liderazgo y del gobierno.
En gran parte de los aspectos esto significa quitar al estado de las espaldas de los individuos, no obstante queda por verse si los latinoamericanos tienen los hombros lo suficientemente amplios como para soportar la carga. Muchos asiáticos los tienen.
Singapur sin duda estará representada en las discusiones del BID. Uno de los máximos diplomáticos de ese pequeño e increíblemente exitoso país, Kishore Mahbubani, una vez redactó un incisivo listado de “mandamientos” los que afirmaba deberían ser seguidos por los países que procuran el desarrollo. El primero de ellos es, no culpes a los demás por tu fracasos pasados.
La búsqueda de chivos expiatorios es la resignación del “perfecto idiota latinoamericano” dado que ella difiere la auto evaluación y al final garantiza el continuo fracaso.
El hecho central es que ninguna idea ni sexperiencia asiáticas u otras harán por sí mismas una verdadera diferencia. Los latinoamericanos en todos los niveles de la sociedad deben ser serios, objetivamente analíticos y determinados para implementar las reformas sin importar qué obstáculos sean arrojados en su camino. De otra forma, todas las conferencias y demás planes tan solo serán un huracán de aire caliente para el pueblo latinoamericano.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Ya eres seria América Latina?
BUENOS AIRES – El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) copatrocinó una conferencia aquí a mediados de octubre para discutir las relaciones crecientes entre América Latina y Asia. Un foco importante de los participantes de ambas áreas y más allá de las mismas fue el de por qué tanta gente en Asia y tan poca en América Latina han en realidad mejorado sus estándares de vida durante las décadas recientes, y qué pueden aprender los latinoamericanos de la experiencia asiática de las últimas décadas.
Pero conferencias como esta y otras conferencias internacionales y planes de desarrollo en general, conseguirán poco en América Latina a menos que los participantes latinoamericanos se formulen dos críticas preguntas preliminares y que respondan a ambas enfáticamente por la afirmativa. Y que luego se ciñan a su palabra.
Las dos preguntas son simples pero indican el camino al éxito posible o al fracaso seguro. Primero, ¿desean verdaderamente los latinoamericanos el desarrollo económico?, y segundo, la extensión critica del primer interrogante, ¿están dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para triunfar? Hay un montón de consejos de “haga esto” y “haga aquello” por estos días en Buenos Aires, pero sin un compromiso de largo plazo todo es apenas aire caliente.
¿Han sido los asiáticos más exitosos durante los pasados cuarenta años debido a que son más listos o más virtuosos que los latinoamericanos? No existe evidencia de ello. Pero ciertamente son más serios, pragmáticos, previsores y comprometidos.
Trepando sobre los escombros de la Segunda Guerra Mundial y enfrentando la amenaza de las tomas de poder comunistas, algunos líderes asiáticos vieron por sí mismos la frase escrita sobre el muro: o produces para el pueblo como un todo o te mueres. Así que respondieron “si, si” y, con mucho trabajo, produjeron a los “dragones” y a los“tigres” asiáticos. Cuando surgieron problemas, como en 1997, persistieron y volvieron a encarrilarse, no obstante que todavía subsisten más desafíos.
En la actualidad, los asiáticos son los profesores del BID aquí en la Argentina y los latinoamericanos son los alumnos.¿Pero son serios los alumnos? Rara vez aprobaron en el pasado y siguen sin estar aprobados al día de hoy.
Mientras Asia estuvo creciendo de manera constante durante décadas, el país anfitrión de la conferencia del BID pasó por dictaduras militares, en su mayoría breves, gobiernos civiles incompetentes, una “guerra sucia,” el más grande incumplimiento de una deuda en la historia mundial y el repentino empobrecimiento de millones.
Actualmente Brasil, en el corazón de América Latina, se encuentra nuevamente en crisis. El mandato del Presidente Lula da Silva ha tomado un giro muy negativo con uno de los mayores escándalos de corrupción de la década. Paro tal como lo puntualiza el experto latinoamericano Alvaro Vargas Llosa, la corrupción es el síntoma en esta crisis, no la causa. La causa es un sistema político laberíntico, con profundas raíces históricas, que invita a la corrupción y que sirve a las camarillas poderosas, no al pueblo.
Varios gobiernos andinos son virtualmente no-funcionales. Hugo Chavez está alocadamente polarizando a Venezuela y a la región. Incluso la democracia más admirada de América Latina, la de Costa Rica, está repleta de escándalos. Chile es el territorio latinoamericano más “asiático en sus éxitos relativos.
Por lo tanto, ¿cómo responden los latinoamericanos a la primera pregunta? El Latinobarómetro del año 2004 mostró que una mayoría de latinoamericanos desean más y mejores hogares, alimentación, educación, empleos, justicia, y oportunidad. Y a pesar de una preferencia marginal por la democracia, en su gran mayoría se encuentran frustrados con el desempeño de ese sistema y estarían a favor de regímenes no-democráticos si ellos fuesen necesarios para distribuir los bienes.
Pero incluso si los latinoamericanos dicen, “si, deseamos el desarrollo,” sus perspectivas dependen de su cumplimiento del segundo mandamiento. ¿Desean lo suficiente a este materialismo como para abandonar o para modificar drásticamente algunas de esas “virtudes” resistentes al desarrollo (como lo expresa el analista argentino Mariano Grondona)? ¿Rodo asociado con Ariel?
¿Qué debe hacerse más allá de tener la voluntad y el compromiso de cambiar? Los asiáticos y otros han demostrado que existen opciones. Pero al menos los líderes reformistas deben mirar al futuro de manera pragmática, no al pasado, con objetivos nacionales, no propios y estrechos; luchar por una educación buena y moderna para todos los ciudadanos a través de la escuela secundaria; mejorar los estándares de salud; cultivar verdaderos sistemas judiciales para todos, no solo para las camarillas ricas y poderosas; y mejorar bastamente la calidad del liderazgo y del gobierno.
En gran parte de los aspectos esto significa quitar al estado de las espaldas de los individuos, no obstante queda por verse si los latinoamericanos tienen los hombros lo suficientemente amplios como para soportar la carga. Muchos asiáticos los tienen.
Singapur sin duda estará representada en las discusiones del BID. Uno de los máximos diplomáticos de ese pequeño e increíblemente exitoso país, Kishore Mahbubani, una vez redactó un incisivo listado de “mandamientos” los que afirmaba deberían ser seguidos por los países que procuran el desarrollo. El primero de ellos es, no culpes a los demás por tu fracasos pasados.
La búsqueda de chivos expiatorios es la resignación del “perfecto idiota latinoamericano” dado que ella difiere la auto evaluación y al final garantiza el continuo fracaso.
El hecho central es que ninguna idea ni sexperiencia asiáticas u otras harán por sí mismas una verdadera diferencia. Los latinoamericanos en todos los niveles de la sociedad deben ser serios, objetivamente analíticos y determinados para implementar las reformas sin importar qué obstáculos sean arrojados en su camino. De otra forma, todas las conferencias y demás planes tan solo serán un huracán de aire caliente para el pueblo latinoamericano.
Traducido por Gabriel Gasave
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