La administración Bush, desesperada por hallar justificaciones para comprar un poco más de tiempo con el pueblo estadounidense por su fallida aventura en Irak, saca a la venta la idea de que sí los Estados Unidos se retiran rápidamente de Irak, los “terroristas nos seguirán a casa”. Una análisis más cercano de esta aseveración—como del resto del alarmismo de la administración—demuestra su falta de sustento.
Las estadísticas del Departamento de Estado de los EE.UU. evidencian que históricamente, Norteamérica tuvo la más baja incidencia de terrorismo de todo el mundo. La conmocionada reacción del público estadounidense a los catastróficos ataques del 11/09 se debió, en parte, a la infrecuencia de ataques terroristas en el pasado sobre el territorio de los Estados Unidos. Tras los extraordinarios acontecimientos del 11/09, el terrorismo en Norteamérica ha iniciado nuevamente su modesta trayectoria histórica.
Norteamérica ha sido un refugio relativamente seguro del terrorismo por varias razones. Los Estados Unidos se encuentran alejados de los centros de conflicto mundiales. A pesar de que los Estados Unidos son odiados rotundamente en todo el mundo en virtud de su innecesario entrometimiento en conflictos remotos, gran parte del terrorismo anti-estadounidense es perpetrado contra las embajadas de los EE.UU. e instalaciones militares en el exterior—no contra el territorio estadounidense. Los terroristas, como los ejércitos convencionales, tienen dificultades para operar en los Estados Unidos debido a que están muy lejos de sus bases normales de operaciones. Además, los Estados Unidos no poseen muchas poblaciones extranjeras militantes que podrían proporcionar santuario y apoyo para terroristas importados de la misma clase.
Según el politólogo de la Ohio State University John Mueller, la probabilidad a lo largo de la vida de que terroristas internacionales maten a un estadounidense es de un minúsculo uno en 80.000—casi la misma de que esa persona resulte muerta a causa de un cometa. Por su puesto, las probabilidades son aún más bajas si usted es un estadounidense que vive en los Estados Unidos (y no en el exterior) y no reside en Nueva York, Washington, Chicago, o Los Angeles.
Pero el estadounidense promedio, especialmente después de la suerte de la que se beneficiaron los secuestradores el 11/09, no debería ser culpado por exagerar el peligro del terrorismo. Las agencias de seguridad de los EE.UU., para obtener más fondos y autoridad para sus burocracias, han utilizado constantemente alertas con códigos de colores y otras técnicas de alarmismo para mantener viva a la ansiedad generada por el 11/09 en la conciencia pública. Los medios de comunicación estadounidenses, obteniendo altos picos de audiencia por la cobertura sensacionalista del terrorismo, han sido un cómplice dispuesto del esfuerzo de la administración.
El temor “islamo-fascista” ha funcionado. El ya masivo presupuesto de defensa de los Estados Unidos se ha incrementado un 50% y el presupuesto del recientemente creado Departamento de Seguridad Nacional (DHS es su sigla en inglés) se ha duplicado. La solicitud del presupuesto del DHS para el año fiscal 2008 es de 46.500 millones, gran parte del cual se destinará a la lucha contra el terrorismo. Gastar todo ese dinero para combatir a una amenaza que es tan rara como un cometa catastrófico impactando a los Estados Unidos tiene poco sentido. Si la NASA fuese capaz de emplear las mismas tácticas de temor que el DHS, quizás la agencia especial podría persuadir a un Congreso renuente a que le otorgue los insignificantes (en comparación) $1.000 millones para su igualmente absurdo programa Spaceguard Survey, que lleva un registro de los asteroides y cometas que tienen una probabilidad de matar a estadounidenses similar a la que tienen los terroristas.
Si la probabilidad de que estadounidenses en los Estados Unidos sean asesinados por terroristas internacionales se mantiene baja incluso después del 11/09, ¿se incrementará si las fuerzas estadounidenses se retiran rápidamente de Irak y el caos allí se convierte en un sangriento desorden? Lo más probable es que no. Según los expertos estadounidenses en contraterrorismo, alrededor del 90% de los combatientes de al Qaeda en Irak son iraquíes, no combatientes extranjeros. Estos expertos consideran que estos combatientes ponen el énfasis en los asuntos locales y tendrán sus manos llenas peleando contra los más numerosos chiítas cuando las fuerzas de los EE.UU.—uno de sus actuales objetivos importantes—se retiren.
En lugar de estar ansioso acerca de tales embustes de la administración Bush, el pueblo estadounidense debería preocuparse por cosas que tengan una mayor probabilidad de matarlos—por ejemplo, las probabilidades a lo largo de su vida de que un estadounidense promedio muera en un accidente automovilístico son de una en 100. En vez de concentrarse en el potencial terrorismo dentro del país que pudiese emanar de un Irak post–EE.UU., los estadounidenses que deseen tener las mayores probabilidades de vivir vidas más largas deberían alimentarse correctamente, ejercitarse y usar cinturones de seguridad, y evitar fumar y preocuparse en exceso (especialmente acerca de jihadistas siguiendo a los soldados estadounidenses de regreso a casa desde Irak).
Traducido por Gabriel Gasave
¿Seguirán a casa los terroristas de Irak a las tropas estadounidenses?
La administración Bush, desesperada por hallar justificaciones para comprar un poco más de tiempo con el pueblo estadounidense por su fallida aventura en Irak, saca a la venta la idea de que sí los Estados Unidos se retiran rápidamente de Irak, los “terroristas nos seguirán a casa”. Una análisis más cercano de esta aseveración—como del resto del alarmismo de la administración—demuestra su falta de sustento.
Las estadísticas del Departamento de Estado de los EE.UU. evidencian que históricamente, Norteamérica tuvo la más baja incidencia de terrorismo de todo el mundo. La conmocionada reacción del público estadounidense a los catastróficos ataques del 11/09 se debió, en parte, a la infrecuencia de ataques terroristas en el pasado sobre el territorio de los Estados Unidos. Tras los extraordinarios acontecimientos del 11/09, el terrorismo en Norteamérica ha iniciado nuevamente su modesta trayectoria histórica.
Norteamérica ha sido un refugio relativamente seguro del terrorismo por varias razones. Los Estados Unidos se encuentran alejados de los centros de conflicto mundiales. A pesar de que los Estados Unidos son odiados rotundamente en todo el mundo en virtud de su innecesario entrometimiento en conflictos remotos, gran parte del terrorismo anti-estadounidense es perpetrado contra las embajadas de los EE.UU. e instalaciones militares en el exterior—no contra el territorio estadounidense. Los terroristas, como los ejércitos convencionales, tienen dificultades para operar en los Estados Unidos debido a que están muy lejos de sus bases normales de operaciones. Además, los Estados Unidos no poseen muchas poblaciones extranjeras militantes que podrían proporcionar santuario y apoyo para terroristas importados de la misma clase.
Según el politólogo de la Ohio State University John Mueller, la probabilidad a lo largo de la vida de que terroristas internacionales maten a un estadounidense es de un minúsculo uno en 80.000—casi la misma de que esa persona resulte muerta a causa de un cometa. Por su puesto, las probabilidades son aún más bajas si usted es un estadounidense que vive en los Estados Unidos (y no en el exterior) y no reside en Nueva York, Washington, Chicago, o Los Angeles.
Pero el estadounidense promedio, especialmente después de la suerte de la que se beneficiaron los secuestradores el 11/09, no debería ser culpado por exagerar el peligro del terrorismo. Las agencias de seguridad de los EE.UU., para obtener más fondos y autoridad para sus burocracias, han utilizado constantemente alertas con códigos de colores y otras técnicas de alarmismo para mantener viva a la ansiedad generada por el 11/09 en la conciencia pública. Los medios de comunicación estadounidenses, obteniendo altos picos de audiencia por la cobertura sensacionalista del terrorismo, han sido un cómplice dispuesto del esfuerzo de la administración.
El temor “islamo-fascista” ha funcionado. El ya masivo presupuesto de defensa de los Estados Unidos se ha incrementado un 50% y el presupuesto del recientemente creado Departamento de Seguridad Nacional (DHS es su sigla en inglés) se ha duplicado. La solicitud del presupuesto del DHS para el año fiscal 2008 es de 46.500 millones, gran parte del cual se destinará a la lucha contra el terrorismo. Gastar todo ese dinero para combatir a una amenaza que es tan rara como un cometa catastrófico impactando a los Estados Unidos tiene poco sentido. Si la NASA fuese capaz de emplear las mismas tácticas de temor que el DHS, quizás la agencia especial podría persuadir a un Congreso renuente a que le otorgue los insignificantes (en comparación) $1.000 millones para su igualmente absurdo programa Spaceguard Survey, que lleva un registro de los asteroides y cometas que tienen una probabilidad de matar a estadounidenses similar a la que tienen los terroristas.
Si la probabilidad de que estadounidenses en los Estados Unidos sean asesinados por terroristas internacionales se mantiene baja incluso después del 11/09, ¿se incrementará si las fuerzas estadounidenses se retiran rápidamente de Irak y el caos allí se convierte en un sangriento desorden? Lo más probable es que no. Según los expertos estadounidenses en contraterrorismo, alrededor del 90% de los combatientes de al Qaeda en Irak son iraquíes, no combatientes extranjeros. Estos expertos consideran que estos combatientes ponen el énfasis en los asuntos locales y tendrán sus manos llenas peleando contra los más numerosos chiítas cuando las fuerzas de los EE.UU.—uno de sus actuales objetivos importantes—se retiren.
En lugar de estar ansioso acerca de tales embustes de la administración Bush, el pueblo estadounidense debería preocuparse por cosas que tengan una mayor probabilidad de matarlos—por ejemplo, las probabilidades a lo largo de su vida de que un estadounidense promedio muera en un accidente automovilístico son de una en 100. En vez de concentrarse en el potencial terrorismo dentro del país que pudiese emanar de un Irak post–EE.UU., los estadounidenses que deseen tener las mayores probabilidades de vivir vidas más largas deberían alimentarse correctamente, ejercitarse y usar cinturones de seguridad, y evitar fumar y preocuparse en exceso (especialmente acerca de jihadistas siguiendo a los soldados estadounidenses de regreso a casa desde Irak).
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrakTerrorismo y seguridad nacional
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