Virginia Tech (Blacksburg), Columbine (Colorado), Polytechnique (Canadá), Dunblane (Escocia), Jonesboro (Arkansas), Nickel Mines (Pensilvania), y Dawson College (Canadá). ¿Qué tienen en común todas estas trágicas matanzas masivas de estudiantes y escolares? La respuesta no es obvia.
Lo que resulta obvio, para aquellos de nosotros que vemos más allá de los titulares, es que las matanzas masivas eran inusuales cuando las armas se encontraban fácilmente disponibles, pero se han incrementado a medida que las armas se han vuelto más controladas.
A comienzos del siglo 20, las armas estaban fácilmente disponibles para la gente común en todos los países civilizados, incluida Inglaterra, Canadá, los Estados Unidos y Francia. En muchos casos, los individuos podían portarlas ocultas libremente. Pero todo eso ha cambiado.
La masacre de Dunblane en Escocia en 1996, por ejemplo, la cual se cobró las vidas de 16 niños, ocurrió en un país donde, tras siete décadas de crecientes controles sobre las armas, se había vuelto muy difícil para los ciudadanos comunes poseer armas, especialmente pistolas, e ilegal portarlas virtualmente en cualquier lugar.
De manera similar, los tiroteos en el Dawson College en Canadá en 2006 acontecieron después de 15 años de controles sobre las armas cada vez más rígidos, que tornan ilegal incluso portar armas en su propia propiedad. En los Estados Unidos, donde la mayoría de las trágicas balaceras han ocurrido, los controles federales sobre las armas se han incrementado prácticamente de manera continua desde los años 60. Ninguna de las masacres fue perpetrada por personas a las que se les permitió legalmente tener armas allí donde cometieron sus crímenes, y muchas de las matanzas tuvieron lugar en “zonas libres de armas” por disposición gubernamental.
Lo cierto, tal como nos recuerda la tragedia en Blacksburg, es que resulta imposible estar totalmente protegidos por la policía contra los maniáticos criminales, excepto convirtiendo a la sociedad en una prisión. No obstante, un importante interrogante precisa formularse. ¿Qué tal si alguno de los estudiantes o profesores hubiese estado armado en Virginia Tech, una universidad donde las armas se encuentran vedadas?
Resulta interesante que un proyecto de ley que hubiese permitido a los estudiantes y empleados portar pistolas en los campos universitarios de Virginia fue rechazado en la Asamblea General del estado a comienzos de este año. El vocero de Virginia Tech Larry Hincker elogió el rechazo: “Estoy seguro de que la comunidad universitaria está agradecida de las acciones de la Asamblea General en virtud de que esto ayudará a que los padres, estudiantes, profesores y visitantes se sientan seguros en nuestro predio”. ¿Y ahora qué?
Cuando se le preguntó en una conferencia de prensa después de la matanza qué puede hacerse para garantizar la seguridad del campo universitario, el Presidente de la Virginia Tech Charles Steger señaló que no hay manera de colocar a un guardia de seguridad en cada aula o dormitorio. Eso es muy cierto.
Pero contrapónganse los horripilantes tiroteos de Virginia Tech con la matanza de enero de 2002 en la Appalachian Law School de Virginia. A pocos minutos de disparar a tres personas en la oficina del decano, el contrariado estudiante Peter Odighizuwa fue detenido por dos estudiantes que habían sacado pistolas de sus automóviles. Desarmaron al asesino y lo entregaron a la policía.
Obviamente, cuando personas están resueltas a masacrar a estudiantes indefensos, no existe ninguna panacea segura.
Sin embargo, debe haber un motivo por el cual tales matanzas no han ocurrido en sitios como la University of Utah, donde la gente que cuenta con licencia para portar armas puede llevarlas al campo universitario, incluidos los edificios de la universidad. Debería haber un motivo por el cual el asesino del Dawson College, quien tenía un automóvil y aparentemente ninguna razón especial para tomar como blanco a esa escuela en particular, no se dirigió en cambio a la Escuela Nacional de Policía, a unas 100 millas de Montreal, donde todos los estudiantes están armados.
Necesitamos tener una visión más amplia. Algo más que la baja probabilidad de ser detenido antes de cometer tanto daño debe estar en juego. Hace algunas décadas, la mayoría de la gente, incluidos los jóvenes revoltosos, y tal vez incluso la mayoría de los criminales, se encontraban bajo ciertas restricciones morales a las que estaban abochornados de quebrantar. Desde esa época, estas restricciones se han desmoronado, siendo reemplazadas por un nihilismo post modernista y la pesada mano del gobierno.
Siempre han existido maniáticos auto engañados quienes, a efectos de buscar solaz y fama, causan destrucción. Así era Eróstrato quien, en 356 A.C., y precisamente por esta razón, incendió el Templo de Artemisa en Efeso, una de las Siete Maravillas del Mundo. Sin embargo, dudo seriamente que hubiese asesinado a escolares o jóvenes mujeres, aún si hubiese tenido la facultad de hacerlo.
Mientras toleremos una cultura de dependencia en un estado niñera, en el cual las personas sean tratadas como niños, desarmadas e imposibilitadas de protegerse así mismos, las absurdas matanzas masivas continuarán, y tal vez aumentarán.
Traducido por Gabriel Gasave
Virginia Tech
Virginia Tech (Blacksburg), Columbine (Colorado), Polytechnique (Canadá), Dunblane (Escocia), Jonesboro (Arkansas), Nickel Mines (Pensilvania), y Dawson College (Canadá). ¿Qué tienen en común todas estas trágicas matanzas masivas de estudiantes y escolares? La respuesta no es obvia.
Lo que resulta obvio, para aquellos de nosotros que vemos más allá de los titulares, es que las matanzas masivas eran inusuales cuando las armas se encontraban fácilmente disponibles, pero se han incrementado a medida que las armas se han vuelto más controladas.
A comienzos del siglo 20, las armas estaban fácilmente disponibles para la gente común en todos los países civilizados, incluida Inglaterra, Canadá, los Estados Unidos y Francia. En muchos casos, los individuos podían portarlas ocultas libremente. Pero todo eso ha cambiado.
La masacre de Dunblane en Escocia en 1996, por ejemplo, la cual se cobró las vidas de 16 niños, ocurrió en un país donde, tras siete décadas de crecientes controles sobre las armas, se había vuelto muy difícil para los ciudadanos comunes poseer armas, especialmente pistolas, e ilegal portarlas virtualmente en cualquier lugar.
De manera similar, los tiroteos en el Dawson College en Canadá en 2006 acontecieron después de 15 años de controles sobre las armas cada vez más rígidos, que tornan ilegal incluso portar armas en su propia propiedad. En los Estados Unidos, donde la mayoría de las trágicas balaceras han ocurrido, los controles federales sobre las armas se han incrementado prácticamente de manera continua desde los años 60. Ninguna de las masacres fue perpetrada por personas a las que se les permitió legalmente tener armas allí donde cometieron sus crímenes, y muchas de las matanzas tuvieron lugar en “zonas libres de armas” por disposición gubernamental.
Lo cierto, tal como nos recuerda la tragedia en Blacksburg, es que resulta imposible estar totalmente protegidos por la policía contra los maniáticos criminales, excepto convirtiendo a la sociedad en una prisión. No obstante, un importante interrogante precisa formularse. ¿Qué tal si alguno de los estudiantes o profesores hubiese estado armado en Virginia Tech, una universidad donde las armas se encuentran vedadas?
Resulta interesante que un proyecto de ley que hubiese permitido a los estudiantes y empleados portar pistolas en los campos universitarios de Virginia fue rechazado en la Asamblea General del estado a comienzos de este año. El vocero de Virginia Tech Larry Hincker elogió el rechazo: “Estoy seguro de que la comunidad universitaria está agradecida de las acciones de la Asamblea General en virtud de que esto ayudará a que los padres, estudiantes, profesores y visitantes se sientan seguros en nuestro predio”. ¿Y ahora qué?
Cuando se le preguntó en una conferencia de prensa después de la matanza qué puede hacerse para garantizar la seguridad del campo universitario, el Presidente de la Virginia Tech Charles Steger señaló que no hay manera de colocar a un guardia de seguridad en cada aula o dormitorio. Eso es muy cierto.
Pero contrapónganse los horripilantes tiroteos de Virginia Tech con la matanza de enero de 2002 en la Appalachian Law School de Virginia. A pocos minutos de disparar a tres personas en la oficina del decano, el contrariado estudiante Peter Odighizuwa fue detenido por dos estudiantes que habían sacado pistolas de sus automóviles. Desarmaron al asesino y lo entregaron a la policía.
Obviamente, cuando personas están resueltas a masacrar a estudiantes indefensos, no existe ninguna panacea segura.
Sin embargo, debe haber un motivo por el cual tales matanzas no han ocurrido en sitios como la University of Utah, donde la gente que cuenta con licencia para portar armas puede llevarlas al campo universitario, incluidos los edificios de la universidad. Debería haber un motivo por el cual el asesino del Dawson College, quien tenía un automóvil y aparentemente ninguna razón especial para tomar como blanco a esa escuela en particular, no se dirigió en cambio a la Escuela Nacional de Policía, a unas 100 millas de Montreal, donde todos los estudiantes están armados.
Necesitamos tener una visión más amplia. Algo más que la baja probabilidad de ser detenido antes de cometer tanto daño debe estar en juego. Hace algunas décadas, la mayoría de la gente, incluidos los jóvenes revoltosos, y tal vez incluso la mayoría de los criminales, se encontraban bajo ciertas restricciones morales a las que estaban abochornados de quebrantar. Desde esa época, estas restricciones se han desmoronado, siendo reemplazadas por un nihilismo post modernista y la pesada mano del gobierno.
Siempre han existido maniáticos auto engañados quienes, a efectos de buscar solaz y fama, causan destrucción. Así era Eróstrato quien, en 356 A.C., y precisamente por esta razón, incendió el Templo de Artemisa en Efeso, una de las Siete Maravillas del Mundo. Sin embargo, dudo seriamente que hubiese asesinado a escolares o jóvenes mujeres, aún si hubiese tenido la facultad de hacerlo.
Mientras toleremos una cultura de dependencia en un estado niñera, en el cual las personas sean tratadas como niños, desarmadas e imposibilitadas de protegerse así mismos, las absurdas matanzas masivas continuarán, y tal vez aumentarán.
Traducido por Gabriel Gasave
Control de armasDelitos, justicia penal y prisionesDerecho ConstitucionalDerecho y libertad
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