Las fuerzas armadas rusas fueron claramente superiores a las de un pequeño país en su “exterior cercano”—Georgia—pero ¿es una Rusia “resurgente” una amenaza para los Estados Unidos? Si los Estados Unidos insisten en expandir su imperio informal en la esfera de influencia cercana de Rusia, pueden esperar alguna resistencia de una Rusia que ya no es más débil como alguna vez lo fue y que se encuentra resentida por haber sido atropellada durante la década del 90 y comienzos del nuevo siglo.
A finales de la Guerra Fría, los Estados Unidos le prometieron verbalmente al líder soviético Mikhail Gorbachev que si la U.S.S.R. le permitía a Alemania reunificarse e integrarse a la OTAN, los EE.UU. no expandirían la alianza, a la que el oso percibe como hostil. No obstante, los Estados Unidos, violaron esta promesa y expandieron reiteradas veces a la OTAN—reclutando a ex aliados soviéticos del Pacto de Varsovia en Europa Oriental e incluso a ex repúblicas soviéticas (los estados bálticos). (Increíblemente, incluso después de que los EE.UU. y la OTAN demostrasen ser impotentes para ayudar a Georgia durante su reciente guerra con Rusia, la administración Bush todavía se encuentra presionando a sus renuentes aliados europeos para que admitan a Georgia y Ucrania, una ex república soviética aún más importante en la frontera de Rusia). Una demostración adicional de que la política exterior estadounidense nunca terminó con la Guerra Fría han sido los reiterados actos por parte de los presidentes tanto demócratas como republicanos de refregar sus narices contra una Rusia debilitada—por ejemplo, ganando el acceso de los EE.UU. a las bases militares en la ex Asia Central soviética, reencauzando las tuberías de energía desde el Mar Caspio rico en petróleo alrededor del territorio ruso y la planificación de la construcción de instalaciones de defensa misilística en los territorios de las ex aliadas soviéticas Polonia y la República Checa.
Pero el oso está actualmente saliendo de una larga hibernación un tanto rejuvenecido. Utilizando los incrementados ingresos petroleros del repunte en el precio del petróleo, los rusos aumentarán el gasto de defensa un 26 por ciento el año próximo hasta alcanzar alrededor de 50 mil millones de dólares—el nivel más alto desde el colapso de la Unión Soviética. Sin embargo, a medida que el precio del petróleo declina desde su pico histórico, Rusia contará con menos ingresos para incrementar el gasto en defensa y reconstruir a sus fuerzas armadas.
Incluso los 50 mil millones de dólares anuales tienen que ser puestos en perspectiva. Los Estados Unidos están gastando alrededor de 700 mil millones de dólares por año en defensa y arrancaron de un plano de capacidad mucho más alto. Tras el colapso de la Unión Soviética, las fuerzas armadas rusas se desmoronaron y eran equivalentes a las de un país subdesarrollado. Incluso los tradicionalmente beligerantes militares estadounidenses y los líderes y analistas de la defensa no están preocupados acerca de los planes de Rusia de adquirir armas modernas, mejorar los estándares de vida de los militares para atraer al mejor personal senior enlistado, mejorar el entrenamiento y reducir el tamaño de las hinchadas fuerzas y cuerpos de oficiales. Por ejemplo, Eugene B. Rumer de la U.S. National Defense University fue citado en el Washington Post afirmando que las acciones rusas “no son en verdad un signo de que la fuerzas armadas rusas estén renaciendo, sino mayormente de una Rusia capaz de flexionar un músculo relativamente pequeño que posee en la escala global, y demostrar que verdaderamente importa”.[1]
Además, las fuerzas armadas rusas son muy corruptas—con un estimado 40 por ciento del dinero para algunos armamentos y la paga del personal robado o desperdiciado. Esto hace que la cantidad real del gasto en defensa esté muy por debajo de la cifra nominal de 50 mil millones de dólares por año.
Sin embargo, los analistas estadounidenses sostienen, que ese gasto militar incrementado le permitiría a Rusia tener más influencia sobre las naciones en su exterior cercano y Europa del Este. Por supuesto, a través de la historia, los pequeños países viviendo a la sombra de potencias más grandes han tenido que realizar ajustes políticos, diplomáticos y económicos para satisfacer a la potencia mayor. Una incrementada influencia rusa en esta esfera, no obstante, no necesariamente debería amenazar la seguridad de los distantes Estados Unidos. Lo hace solamente porque los Estados Unidos han definido a su seguridad como requiriendo intrusiones en la tradicional esfera de influencia de Rusia. Al expandir a la OTAN en Europa del Este y la ex Unión Soviética, los Estados Unidos han garantizado, en el peor de los casos, la seguridad de esos países aliados contra una potencia nuclearmente armada pero sacrificando a sus ciudades en una guerra nuclear. La provisión de esta clase de garantía para estos países no estratégicos no es algo que haga al interés vital de los EE.UU.. El negarle a Rusia la esfera de influencia en sus áreas cercanas de la que tradicionalmente disfrutaron las grandes potencias (por ejemplo, los EE.UU. emplean la Doctrina Monroe para custodiar al hemisferio Occidental) solamente conducirá a una innecesaria tensión estadounidense-rusa e incluso posiblemente a una guerra catastrófica.
[1] Citado en Thom Shanker, “Russia Is Striving to Modernize Its Military, the U.S. Notes With Interest, Not Alarm,” New York Times, 20 de octubre de 2008, p. A8.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Es una Rusia resurgente una amenaza para los Estados Unidos?
Las fuerzas armadas rusas fueron claramente superiores a las de un pequeño país en su “exterior cercano”—Georgia—pero ¿es una Rusia “resurgente” una amenaza para los Estados Unidos? Si los Estados Unidos insisten en expandir su imperio informal en la esfera de influencia cercana de Rusia, pueden esperar alguna resistencia de una Rusia que ya no es más débil como alguna vez lo fue y que se encuentra resentida por haber sido atropellada durante la década del 90 y comienzos del nuevo siglo.
A finales de la Guerra Fría, los Estados Unidos le prometieron verbalmente al líder soviético Mikhail Gorbachev que si la U.S.S.R. le permitía a Alemania reunificarse e integrarse a la OTAN, los EE.UU. no expandirían la alianza, a la que el oso percibe como hostil. No obstante, los Estados Unidos, violaron esta promesa y expandieron reiteradas veces a la OTAN—reclutando a ex aliados soviéticos del Pacto de Varsovia en Europa Oriental e incluso a ex repúblicas soviéticas (los estados bálticos). (Increíblemente, incluso después de que los EE.UU. y la OTAN demostrasen ser impotentes para ayudar a Georgia durante su reciente guerra con Rusia, la administración Bush todavía se encuentra presionando a sus renuentes aliados europeos para que admitan a Georgia y Ucrania, una ex república soviética aún más importante en la frontera de Rusia). Una demostración adicional de que la política exterior estadounidense nunca terminó con la Guerra Fría han sido los reiterados actos por parte de los presidentes tanto demócratas como republicanos de refregar sus narices contra una Rusia debilitada—por ejemplo, ganando el acceso de los EE.UU. a las bases militares en la ex Asia Central soviética, reencauzando las tuberías de energía desde el Mar Caspio rico en petróleo alrededor del territorio ruso y la planificación de la construcción de instalaciones de defensa misilística en los territorios de las ex aliadas soviéticas Polonia y la República Checa.
Pero el oso está actualmente saliendo de una larga hibernación un tanto rejuvenecido. Utilizando los incrementados ingresos petroleros del repunte en el precio del petróleo, los rusos aumentarán el gasto de defensa un 26 por ciento el año próximo hasta alcanzar alrededor de 50 mil millones de dólares—el nivel más alto desde el colapso de la Unión Soviética. Sin embargo, a medida que el precio del petróleo declina desde su pico histórico, Rusia contará con menos ingresos para incrementar el gasto en defensa y reconstruir a sus fuerzas armadas.
Incluso los 50 mil millones de dólares anuales tienen que ser puestos en perspectiva. Los Estados Unidos están gastando alrededor de 700 mil millones de dólares por año en defensa y arrancaron de un plano de capacidad mucho más alto. Tras el colapso de la Unión Soviética, las fuerzas armadas rusas se desmoronaron y eran equivalentes a las de un país subdesarrollado. Incluso los tradicionalmente beligerantes militares estadounidenses y los líderes y analistas de la defensa no están preocupados acerca de los planes de Rusia de adquirir armas modernas, mejorar los estándares de vida de los militares para atraer al mejor personal senior enlistado, mejorar el entrenamiento y reducir el tamaño de las hinchadas fuerzas y cuerpos de oficiales. Por ejemplo, Eugene B. Rumer de la U.S. National Defense University fue citado en el Washington Post afirmando que las acciones rusas “no son en verdad un signo de que la fuerzas armadas rusas estén renaciendo, sino mayormente de una Rusia capaz de flexionar un músculo relativamente pequeño que posee en la escala global, y demostrar que verdaderamente importa”.[1]
Además, las fuerzas armadas rusas son muy corruptas—con un estimado 40 por ciento del dinero para algunos armamentos y la paga del personal robado o desperdiciado. Esto hace que la cantidad real del gasto en defensa esté muy por debajo de la cifra nominal de 50 mil millones de dólares por año.
Sin embargo, los analistas estadounidenses sostienen, que ese gasto militar incrementado le permitiría a Rusia tener más influencia sobre las naciones en su exterior cercano y Europa del Este. Por supuesto, a través de la historia, los pequeños países viviendo a la sombra de potencias más grandes han tenido que realizar ajustes políticos, diplomáticos y económicos para satisfacer a la potencia mayor. Una incrementada influencia rusa en esta esfera, no obstante, no necesariamente debería amenazar la seguridad de los distantes Estados Unidos. Lo hace solamente porque los Estados Unidos han definido a su seguridad como requiriendo intrusiones en la tradicional esfera de influencia de Rusia. Al expandir a la OTAN en Europa del Este y la ex Unión Soviética, los Estados Unidos han garantizado, en el peor de los casos, la seguridad de esos países aliados contra una potencia nuclearmente armada pero sacrificando a sus ciudades en una guerra nuclear. La provisión de esta clase de garantía para estos países no estratégicos no es algo que haga al interés vital de los EE.UU.. El negarle a Rusia la esfera de influencia en sus áreas cercanas de la que tradicionalmente disfrutaron las grandes potencias (por ejemplo, los EE.UU. emplean la Doctrina Monroe para custodiar al hemisferio Occidental) solamente conducirá a una innecesaria tensión estadounidense-rusa e incluso posiblemente a una guerra catastrófica.
[1] Citado en Thom Shanker, “Russia Is Striving to Modernize Its Military, the U.S. Notes With Interest, Not Alarm,” New York Times, 20 de octubre de 2008, p. A8.
Traducido por Gabriel Gasave
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