En defensa de los mercados y de los avaros

1 de abril, 1998

Los mercados y los avaros son despreciados enormemente por la misma razón: la gente falla en ver el valor de las pequeñas cosas a las que ambos contribuyen. Es difícil que las personas se percaten de muchos pequeños beneficios desparramados sobre la población entera, mucho menos que los aprecien, aun cuando la suma de estos pequeños beneficios sea grande. Por otra parte, los beneficios concentrados son fáciles de ver y de apreciar, aun cuando no sean tan grandes.

El aparente umbral debajo del cual los beneficios son difíciles de ver proporciona una base para comprender el prejuicio contra la actividad del mercado comparada con la actividad política. Existe un prejuicio similar contra los avaros por oposición a aquellos que disipan sus fortunas, o mejor todavía, las regalan a la caridad. Los avaros tienen incluso menos defensores que los mercados, y, como en el caso de los mercados, los mismos son criticados por aquellos que se benefician de lo que están criticando.

No estamos recomendando que la gente se vuelva avara, y tal recomendación no tendría influencia alguna incluso si la hiciéramos. La vida de un avaro es una opción poco atractiva para la mayoría de las personas, quienes desean bastante racionalmente gastar en sí mismos, o compartir voluntariamente con otros, el dinero que han ganado. Pero aquellos que escogen atesorar su dinero merecen nuestra gratitud antes que nuestra mofa. Considerando un poco de economía simple y reconociendo el valor de los beneficios pequeños esparcidos sobre una vasta cantidad de individuos, una puede ver que los mercados y los avaros son ambos fuentes de generosidad involuntaria más beneficiosas que las dispensadas intencionalmente por los políticos o los filántropos. Antes de articular una defensa de los avaros, examinemos brevemente la tendencia a infravalorar los beneficios del mercado y a sobre valorar los beneficios políticos.

El Prejuicio en Favor de la Política por sobre los Mercados

En la política, los grandes beneficios son comúnmente sacrificados en favor de los pequeños beneficios debido a que los primeros están ampliamente dispersos y los últimos están altamente concentrados. Por ejemplo, un arancel aduanero recibe el apoyo popular porque cada uno puede ver el beneficio que el mismo concentra en quienes trabajan en la industria protegida, mientras que pocos se percatan del costo mucho más grande bajo la forma de un pequeño incremento en el precio esparcido sobre millones de consumidores. De hecho, las actividades gubernamentales, pese a que destruyen riqueza, son a menudo populares porque los beneficios se encuentran concentrados y los costos están ampliamente dispersos.

En contraste, las actividades del mercado son a menudo criticadas a pesar de que crean riqueza. El mercado enfrenta un enorme problema de relaciones públicas porque el mismo motiva la creación de beneficios esparcidos en la forma de mejores productos y de precios más bajos para las masas mediante la concentración de los costos de formas muy visibles sobre aquellos que fracasan en servir los intereses de los demás. Debido a que los beneficios del mercado se encuentran tan dispersos, los mismos son largamente ignorados o dados por sentados, mientras que la disciplina del mercado que posibilita los beneficios es censurada.

De manera similar, debido a que la gente tiene dificultad para darse cuenta y para apreciar los beneficios dispersos, como opuestos a los condensados, ellos también infravaloran las contribuciones de los avaros y sobre valoran las contribuciones de los filántropos.

El Prejuicio Contra los Avaros

Considérese el siguiente ejemplo de un rico avaro, A, y de un igualmente rico filántropo, F. Ambos fueron extremada e igualmente productivos en crear riqueza durante sus carreras empresariales. A la edad de 50 ambos se retiran, cada uno con una riqueza acumulada de $10 mil millones (billones en inglés). La similitud entre A y F termina cuando consideramos cómo disfrutan de su riqueza durante el retiro. El Sr. A no gasta casi en nada, siendo su mayor placer el mantener su dinero en una bóveda secreta enterrada debajo de su modesta vivienda. No tiene ni amigos, ni esposa, ni descendencia con quienes compartir su enorme riqueza, lo cual esta bien, dado que él estaría aterrado con solo pensar en alguien, incluido él mismo, gastando su dinero.

El Sr. F es un hombre jovial y generoso que gasta pródigamente en él y en sus amigos. Ofrece fiestas extravagantes en sus mansiones situadas en algunos de los lugares más exóticos del mundo. Estas fiestas ofrecen suntuosos banquetes y cuentan con los actores más grandes del mundo, y los jets privados y los lujosos yates del Sr. F están constantemente en movimiento transportando a sus huéspedes de una fiesta a la otra. El gasto del Sr. F en entretenimiento proporciona empleo para los cocineros, los pilotos, los encargados de los yates, las criadas, los mayordomos, los encargados de la limpieza de las casas, los decoradores de interiores, y otros. Pero ni siquiera su presupuesto de entretenimiento puede aproximarse a extinguir su riqueza durante el curso de su vida, por lo tanto F también otorga cientos de millones de dólares a dignas organizaciones sin fines de lucro tales como universidades, museos de arte, orquestas sinfónicas, y compañías operísticas, creando disfrute y empleo aún para más personas.

Cada hombre fallece en su cumpleaños 85, el Sr. A con su dinero encerrado para siempre en su bóveda oculta, y el Sr. F habiendo apenas gastado su último dólar en el banquete que lo acabó. La pregunta que formulamos es, ¿cuál de los dos hizo más en beneficio de los demás? Ambos hemos formulado este interrogante a estudiantes de nuestras clases de economía y casi sin excepción los mismos responden: el Sr. F.1 Sospechamos que aquellos sin ningún entrenamiento económico son aún más proclives a contestar: el Sr. F. Después de todo, el dinero del Sr. F benefició obviamente a otros individuos, tanto al incrementar su consumo como al proporcionarles empleo. El dinero del Sr. A no hizo nada más que sentarse en una bóveda, lo cual puede haberle proporcionado a A alguna especie de pervertido placer, pero ¿qué hubiese podido hacer el mismo por los más?

De hecho, es fácil establecer que el Sr. A hizo más para beneficiar a otros que el Sr. F. Un motivo por el cual las personas se encuentran engañadas cuando comparan los beneficios creados por los dos hombres, es que son inconscientes de la conexión entre la cantidad de dinero en circulación y el nivel general de precios. Pero creemos que las personas ignoran también la contribución del Sr. A debido a que no pueden percibir los beneficios esparcidos finamente sobre una gran cantidad de individuos, a pesar de que el agregado de esos beneficios sea grande. En gran medida, por la misma razón que existe un prejuicio en favor de la política por sobre los mercados, existe también un prejuicio en favor de los filántropos por sobre los avaros.

Para proceder con el argumento por el Sr. A, uno debe reconocer que tanto A como F crearon más riqueza que los $10 mil millones que cada uno acumuló como fortuna personal. Los $10 mil millones son la diferencia entre la utilidad que cada hombre recibió al vender su producto y el costo de producirlo. A esta diferencia se la llama comúnmente el excedente del productor. Pero los consumidores reciben más valor de parte de los productos que lo que pagan por ellos. Los clientes expanden su compra de un producto hasta el punto en el cual el valor que sitúan en la última unidad es igual al precio, con las unidades previas valiendo más para ellos que el precio. La diferencia entre el valor que los consumidores sitúan en toda la unidad consumida y la suma que pagan (el precio multiplicado por el número de unidades adquiridas) es denominado el excedente de los consumidores. Por lo tanto, nuestra asunción original de que tanto A como F fueron igualmente productivos durante sus carreras y que ganaron la misma cantidad de dinero (excedente del productor) implica que su actividad productiva contribuyó en la misma cuantía a otros bajo la forma del excedente de los consumidores. La pregunta que entonces se presenta es en cuánto contribuyeron cada uno a los demás con sus $10 mil millones.

Comparando Sus Contribuciones

La contribución del Sr. F con sus $10 mil millones es vista fácilmente debido a que la mayor parte de la misma se encontraba concentrada en relativamente pocos amigos, empleados, y organizaciones sin fines de lucro. La contribución del Sr. A es fácilmente extraviada porque se encuentra dispersa sobre cientos de millones de consumidores. El Sr. A hizo exactamente tanto como el Sr. F para expandir la oferta de bienes disponibles en la economía, pero atesorando todos sus $10 mil millones, redujo la cantidad de dinero disponible para gastar en ellos. Incrementar la oferta de bienes mientras se reduce la oferta de dinero es una forma garantizada de reducir el nivel general de precios por debajo de lo que el mismo hubiese estado de otra manera. Cada consumidor podría comprar un poquito más con su ingreso que lo que le hubiese sido posible si el Sr. A hubiese gastado su dinero.

Es cierto que el nivel de precios no sería perceptiblemente más bajo que de otra manera; casi nadie se daría cuenta de que puede comprar más. Incluso si alguien se percatase de ello, no conectaría el poder adquisitivo adicional con el atesoramiento del Sr. A. Pero ése es el punto. El atesoramiento del Sr. A proporcionará un beneficio total de $10 mil millones a los demás, pero debido a que el mismo está tan ampliamente distribuido, nadie notará, o apreciará, su contribución.

Los beneficios que los avaros proporcionan a otros serían fáciles de ver si estuvieran concentrados sobre unos pocos. Para considerar un ejemplo extremo, imagínese tan solo cuán bien estaría usted si todos, salvo usted, comenzaran a atesorar todo el dinero que ganasen (a excepción de la cantidad necesaria para una pura subsistencia), pero continuasen produciendo la misma cantidad de bienes y servicios que ahora. Usted podría comprar casi todo lo producido en la economía entera con su ingreso, ya fuese que usted tenga los ingresos de Bill Gates o de un beneficiario del bienestar social. Cuanto más bajo su ingreso, menos tendría usted disponible para gastar, pero más bajos serían los precios. En este caso, sería obvio que los avaros le proporcionaron a usted un gran negocio ventajoso. Habrán producido para usted y exigido nada de valor a cambio. 2

Desafortunadamente para aquellos de nosotros que desearíamos especializarnos en el consumo mientras todos los demás se especializan en la producción, no existe mucha gente como el Sr. A. En vez de ridiculizar a los pocos avaros que existen, deberíamos estar cantándoles alabanzas con la esperanza de animar a más personas a que se vuelvan avaras.

Pero incluso si usted ahora entiende los beneficios que el Sr. A le proporciona a otros, podría aún sentir que el Sr. F proporciona más. Después de todo, él no solamente obsequió gran parte de sus $10 mil millones a sus amigos y a causas dignas (su consumo personal puede ser ignorado puesto que, como con la mayoría de los individuos que ganan una enorme fortuna, es una proporción muy pequeña de su riqueza total), él también creó muchos empleos al mantener su dinero en circulación. 3

De hecho, el Sr. F no generó ningún aumento en el empleo con su gasto. Simplemente dirigió a algunos trabajadores hacia empleos que producían las cosas en las que él gastaba el dinero (ya sea directa, o indirectamente a través de sus contribuciones a la caridad) y los alejaba de otros empleos. El Sr. A tampoco incrementó el empleo, pero ciertamente no lo redujo. Reduciendo un poco el nivel general de precios, su atesoramiento permitió que millones de otros comprasen un poquito más con su dinero, con un aumento en sus compras totales igual a lo que el Sr. A hubiese podido gastar por sí mismo. La única diferencia entre el Sr. A y el Sr. F es que A le permitió a los otros decidir dónde las oportunidades de empleo deberían ser aumentadas con sus opciones de compra. Por lo tanto, mientras que no hay razón para favorecer al Sr. A o al Sr. F por crear empleo, el atesoramiento del Sr. A es realmente más generoso que el gasto del Sr. F porque los beneficiarios del atesoramiento pueden obtener lo que desean en vez de lo que algún otro desee para ellos.4

También, la filantropía en la forma de regalos a las organizaciones caritativas sin fines de lucro, aunque está universalmente aplaudida, hace realmente menos bien que la contribución no publicitada del Sr. A. Aunque tales organizaciones proporcionan valor, enfrentan una seria desventaja porque son sin fines de lucro; sin la realimentación de las ganancias y de las pérdidas, no saben si podrían estar produciendo más valor mediante la utilización de sus recursos de otras formas. Además, incluso si tal información estuviese disponible sin las ganancias generadas en el mercado, estas organizaciones de caridad carecen del incentivo para dirigir los recursos hacia su empleo más productivo.5 Por otra parte, la mayor parte del valor que el Sr. A contribuye a otros es transferido a través de las firmas privadas que responden a la información del mercado que posibilita proporcionar a los consumidores el mayor valor al más bajo costo.6

Otra desventaja de otorgar dinero a las organizaciones de caridad no lucrativas es que gran parte del mismo se destina a peticiones por más contribuciones en vez de a promover los objetivos estipulados de las organizaciones. De hecho, en muchos casos, más del 50 por ciento del dinero recaudado por las organizaciones sin fines de lucro es dirigido hacia actividades de recaudación de fondos, designadas a menudo eufemísticamente como desembolsos educativos.7 Algunos gastos que proporcionan información a potenciales donantes se encuentran justificados, al igual que los gastos de publicidad de las firmas privadas. Pero, a diferencia de la mayoría de las organizaciones caritativas no lucrativas, las firmas privadas proporcionan sus productos a aquellos que pagan el costo completo de ellos. Por lo tanto, si las firmas privadas no reinvierten la mayor parte de sus ingresos en mantener y mejorar sus productos, la publicidad no los beneficiará mucho. No asombrosamente, como un porcentaje de los réditos, las firmas privadas gastan mucho menos en publicidad para atraer clientes que lo que las organizaciones caritativas sin fines de lucro gastan para atraer donantes, quienes tienen típicamente poca motivación para supervisar cómo sus contribuciones son gastadas. Por ende, menos de la contribución del Sr. A es arrebatada en peticiones y más de la misma alcanza realmente a los beneficiarios.

Las contribuciones dispersas del Sr. A pueden seguir sin ser anoticiadas y su comportamiento puede ser ridiculizado, mientras las altamente visibles contribuciones del Sr. F son alabadas y su generosidad elogiada. Pero el Sr. A se encuentra en realidad proporcionándole más beneficios a los demás.

Beneficios No Queridos

Nuestro propósito ha sido explicar cómo los avaros proporcionan beneficios a otros más efectivamente que los filántropos y por qué, a pesar de esta circunstancia, los avaros son ridiculizados, mientras que los filántropos son venerados. Desde el principio observamos que los mercados y los avaros son despreciados debido a que sus contribuciones son escuálidamente esparcidas. Pero existe otra razón: las contribuciones tanto de los mercados como de los avaros son involuntarias. De hecho, lo asombroso acerca de los mercados es que canalizan las pretensiones de individuos enormemente interesados en sí mismos hacia un patrón de cooperación social que beneficia a cada uno aunque ésa no sea la intención de nadie. Similarmente, los avaros no se preponen beneficiar a otros, no obstante sus acciones hacen más bien que si ésa hubiese sido su intención. Incluso si las contribuciones de los mercados y de los avaros fuesen percibidas, la mayoría de la gente les negaría la virtud moral que es tan fácil de asignarle a aquellos que se preponen hacer el bien. En contraste, las contribuciones tanto de la política como las de los filántropos aparecen como intencionales.

Un punto final: debido a que los beneficios de los mercados y de los avaros están impersonalmente transmitidos, la gente invierte poco esfuerzo (y por lo tanto emplea pocos recursos) en procurar asegurar favores especiales de aquellos que generan esos beneficios. En contraste, dado que los beneficios de la política y de los filántropos están asociados a las intenciones de donantes identificables, gran parte del valor de esos beneficios se disipa a medida que la gente compite por su favor.

No estamos seguros que defender a los avaros sea la mejor manera de efectuar un argumento para el mercado. Pero estamos seguros que si la gente comprendiese correctamente al mercado, y cómo el mismo contribuye tanto a todos nosotros, los avaros no necesitarían ser defendidos.

Notas:

1. Solamente en las clases de Lee unos pocos estudiantes escogieron al Sr. A, pero ello fue casi con seguridad debido a que los mismos habían aprendido de la experiencia previa a elegir la respuesta que parecía menos razonable.

2. Una sólida defensa económica de los avaros es dada por Walter Block, Defending the Undefendable (San Francisco: Fox & Wilkes, 1991 [1974]), pp. 105–109. Véase también a Steven E. Landsburg, Fair Play (New York: The Free Press, 1997), pp. 200–03.

3. El empleo creado mediante el gasto de dinero fue la razón más común por la cual los estudiantes en una de las clases de Allen favorecieron al Sr. F cuando se los interrogó acerca de quién contribuía más para con los demás.

4. Por su puesto, cuando F otorga dinero a obras de caridad, las mismas tienen mucha latitud respecto de cómo gastarlo. Pero incluso aquí, escogiendo el tipo de caridades que realiza, F se encuentra ejerciendo más control sobre cómo su contribución es gastada que A. También, no estamos argumentando aquí en contra del regalar. Después de todo, quien ofrece regalos también tiene una satisfacción, y esto debería ser tomado en consideración. Pero si reconocemos que el avaro está haciendo un obsequio tan generoso como el del filántropo, también deberíamos reconocer que el avaro obtiene igualmente satisfacción al hacer su regalo, la satisfacción de atesorar todo ese dinero.

5. Por supuesto, los individuos que trabajan para organizaciones sin fines de lucro pueden beneficiarse de cualquier excedente de ingresos por sobre los costos, pero este beneficio debe tomar la forma de gastos adicionales dentro de la organización. Por lo tanto, algunos excesos de ingresos (ganancias) son rápidamente convertidos en costos inflados antes que dirigidos hacia usos más productivos.

6. Para más reflexiones sobre las desventajas de expandir la filantropía a costa de reducir la actividad de las firmas privadas, véase Don Boudreaux, “Bill Gates, Philanthropist,” “Notes from FEE,” The Freeman, enero 1998.

7. Para un detallada discusión de las practicas de recaudación de fondos y de gastos de algunas de las más conocidas organizaciones caritativa sin fines de lucro del país, véase a James T. Bennett y Thomas J. DiLorenzo, Unhealthy Charities: Hazardous to Your Health and Wealth (New York: Basic Books, 1994).

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Investigador Asociado en el Independent Institute y Profesor visitante afiliado en el Institute for the Study of Political Economy del Miller College of Business en la Ball State University.

Artículos relacionados