Si bien los tentáculos del “baracktopus” se han extendido por tantos sectores de la vida estadounidense como los del “gobierno grande republicano” de su predecesor, en materia de política exterior Obama parecería no tener instintos mucho mejores que George W. Bush. Pero por temor a ser visto como desacreditado mediante sutiles elogios, digamos tan solo que Obama, al igual que el equipo washingtoniano de futbol Redskins, está moviendo la pelota a lo largo el campo de juego pero debe hacer que alcance la línea de gol más a menudo.
Obama ha retirado las tropas estadounidenses de las ciudades iraquíes y prometido poner fin al atolladero de Bush para finales de 2011. En virtud de que los Estados Unidos han sido renuentes a abandonar aquellos países en los cuales tenían una presencia militar—por ejemplo, naciones europeas, Japón y Corea del Sur—ya sea que la perspectiva de que una recaída iraquí en la violencia la haga descarrilar o sea utilizada como excusa para posponerla, la prometida retirada estadounidense está por verse. Un repliegue más rápido de los EE.UU. sería deseable de modo tal que hubiese menos tiempo para un cambio de rumbo, pero al menos la posición original de Obama a la Guerra de Irak pareciera estar llevándolo en la dirección correcta.
De manera similar, respecto del escudo contra misiles nucleares a ser desplegado en Europa, Obama plausiblemente se ha deshecho de un sistema costoso y no probado que fuera diseñado para resolver una amenaza inexistente y que envenenó innecesariamente las relaciones con Rusia—todavía la única nación del mundo que tiene el poder de terminar con la existencia de los Estados Unidos. Pese a que el sistema estaba dirigido de manera ostensible contra los misiles de largo alcance iraníes, los cuales no existen, los rusos estaban nerviosos de que los 10 interceptores de alta velocidad en Polonia pudiesen crecer en número y amenazar a su menguado arsenal nuclear estratégico.
En vez de cancelar el sistema, Obama desplegará un escudo contra misiles más sensible que eventualmente protegerá a las fuerzas de los EE.UU. y a Europa de los misiles iraníes de corto y mediano alcance, que Irán no posee. Está bien construir una defensa anti-misiles para proteger a las fuerzas estadounidenses, ¿pero por qué los EE.UU. siguen protegiendo a países que son competidores económicos y suficientemente ricos como para erigir sus propias defensas? La respuesta: Pese a que los Estados Unidos constantemente hostigan a los tacaños europeos para que se beneficien gratis menos y contribuyan más a la alianza de la OTAN, los EE.UU. han celebrado un acuerdo implícito para defenderlos y pagar gran parte de la cuenta por hacerlo, a cambio de ser el grande de la alianza. Con un déficit presupuestario abismal que está deteriorando a la economía estadounidense, este ya no es más un buen trato. Como en Irak, Obama necesita ser más radical; debería decirles a los europeos que construyan su propio escudo anti- misiles.
Otro ejemplo de que Obama no está yendo lo suficientemente lejos es el caso de Afganistán. Debido a que deseaba salirse de Irak y en virtud de que los republicanos siempre suman puntos calificando a los demócratas de blandos en materia de seguridad nacional, evidentemente Obama sintió que debía estar a favor de alguna guerra y de ese modo sucumbió con renuencia ante la presión para aumentar las fuerzas estadounidenses en Afganistán. Si hubiese sido más despierto, en su segundo día en el cargo, habría anunciado en cambio la rápida retirada de los efectivos estadounidenses.
Obama claramente comprende algo a lo que George W. Bush y Dick Cheney le restaron importancia—que la opinión pública en los países islámicos afecta a la seguridad de los EE.UU.—pero de nuevo su política no avanza tanto como lo exigen los hechos. Si Obama leyese realmente los escritos de Osama, nunca hubiese acrecentado la guerra en Afganistán. Osama bin Laden y otros terroristas islamistas atacan a los Estados Unidos debido a su entremetimiento y ocupación de tierras islámicas. La ocupación estadounidense para “edificar una nación” en Afganistán ha llevado al resurgimiento del Talibán en ese país y al fortalecimiento del islamismo en Pakistán, lo cual podría amenazar allí a un gobierno que cuenta con armas nucleares.
A favor de Obama puede decirse que actualmente se encuentra resistiendo el pedido público de sus fuerzas armadas para que sean enviados a Afganistán aun más efectivos. A pesar de que Obama es un demócrata y no sirvió en las fuerzas armadas, tampoco evadió el servicio militar como lo hizo Bill Clinton, lo que le facilita “decirle simplemente no” al hecho de hundirse aun más profundamente en la arena movediza afgana. Después de décadas de responsabilidad pública por el pobre trato brindado a los conscriptos que regresaban de Vietnam, la manifestación de adulación en exceso de las fuerzas armadas que en sí misma es anti estadounidense (tal como lo definían los antimilitaristas fundadores de la nación), Obama y la conducción demócrata en el Congreso están al menos retrocediendo un poco. Esperemos que puedan mantener su resistencia ente la embestida de los militares dentro del país para poder terminar con la escalada armada en Afganistán y eventualmente revertir el rumbo allí. Obama y la conducción parlamentaria demócrata no tiene más opción que seguir sus instintos; en una democracia, acelerar aun más una guerra que no es popular en el propio país es un suicidio político.
La buena noticia es que una estrategia anti-al-Qaeda que deje una huella más liviana que la ocupación y edificación de naciones—empleando a las agencias de aplicación de la ley e inteligencia, aviones no tripulados, misiles crucero y una ocasional incursión de las Fuerzas Epeciales—ya ha tenido algún éxito y al menos no agitará el avispero ni creará más terroristas anti-estadounidenses.
Obama ha evidenciado tener algunos buenos instintos en materia de política exterior, pero debe resistir las presiones políticas e institucionales contra cambios más radicales a un status quo disfuncional.
Traducido por Gabriel Gasave
Obama precisa expandir sus buenos instintos en materia de política exterior
Si bien los tentáculos del “baracktopus” se han extendido por tantos sectores de la vida estadounidense como los del “gobierno grande republicano” de su predecesor, en materia de política exterior Obama parecería no tener instintos mucho mejores que George W. Bush. Pero por temor a ser visto como desacreditado mediante sutiles elogios, digamos tan solo que Obama, al igual que el equipo washingtoniano de futbol Redskins, está moviendo la pelota a lo largo el campo de juego pero debe hacer que alcance la línea de gol más a menudo.
Obama ha retirado las tropas estadounidenses de las ciudades iraquíes y prometido poner fin al atolladero de Bush para finales de 2011. En virtud de que los Estados Unidos han sido renuentes a abandonar aquellos países en los cuales tenían una presencia militar—por ejemplo, naciones europeas, Japón y Corea del Sur—ya sea que la perspectiva de que una recaída iraquí en la violencia la haga descarrilar o sea utilizada como excusa para posponerla, la prometida retirada estadounidense está por verse. Un repliegue más rápido de los EE.UU. sería deseable de modo tal que hubiese menos tiempo para un cambio de rumbo, pero al menos la posición original de Obama a la Guerra de Irak pareciera estar llevándolo en la dirección correcta.
De manera similar, respecto del escudo contra misiles nucleares a ser desplegado en Europa, Obama plausiblemente se ha deshecho de un sistema costoso y no probado que fuera diseñado para resolver una amenaza inexistente y que envenenó innecesariamente las relaciones con Rusia—todavía la única nación del mundo que tiene el poder de terminar con la existencia de los Estados Unidos. Pese a que el sistema estaba dirigido de manera ostensible contra los misiles de largo alcance iraníes, los cuales no existen, los rusos estaban nerviosos de que los 10 interceptores de alta velocidad en Polonia pudiesen crecer en número y amenazar a su menguado arsenal nuclear estratégico.
En vez de cancelar el sistema, Obama desplegará un escudo contra misiles más sensible que eventualmente protegerá a las fuerzas de los EE.UU. y a Europa de los misiles iraníes de corto y mediano alcance, que Irán no posee. Está bien construir una defensa anti-misiles para proteger a las fuerzas estadounidenses, ¿pero por qué los EE.UU. siguen protegiendo a países que son competidores económicos y suficientemente ricos como para erigir sus propias defensas? La respuesta: Pese a que los Estados Unidos constantemente hostigan a los tacaños europeos para que se beneficien gratis menos y contribuyan más a la alianza de la OTAN, los EE.UU. han celebrado un acuerdo implícito para defenderlos y pagar gran parte de la cuenta por hacerlo, a cambio de ser el grande de la alianza. Con un déficit presupuestario abismal que está deteriorando a la economía estadounidense, este ya no es más un buen trato. Como en Irak, Obama necesita ser más radical; debería decirles a los europeos que construyan su propio escudo anti- misiles.
Otro ejemplo de que Obama no está yendo lo suficientemente lejos es el caso de Afganistán. Debido a que deseaba salirse de Irak y en virtud de que los republicanos siempre suman puntos calificando a los demócratas de blandos en materia de seguridad nacional, evidentemente Obama sintió que debía estar a favor de alguna guerra y de ese modo sucumbió con renuencia ante la presión para aumentar las fuerzas estadounidenses en Afganistán. Si hubiese sido más despierto, en su segundo día en el cargo, habría anunciado en cambio la rápida retirada de los efectivos estadounidenses.
Obama claramente comprende algo a lo que George W. Bush y Dick Cheney le restaron importancia—que la opinión pública en los países islámicos afecta a la seguridad de los EE.UU.—pero de nuevo su política no avanza tanto como lo exigen los hechos. Si Obama leyese realmente los escritos de Osama, nunca hubiese acrecentado la guerra en Afganistán. Osama bin Laden y otros terroristas islamistas atacan a los Estados Unidos debido a su entremetimiento y ocupación de tierras islámicas. La ocupación estadounidense para “edificar una nación” en Afganistán ha llevado al resurgimiento del Talibán en ese país y al fortalecimiento del islamismo en Pakistán, lo cual podría amenazar allí a un gobierno que cuenta con armas nucleares.
A favor de Obama puede decirse que actualmente se encuentra resistiendo el pedido público de sus fuerzas armadas para que sean enviados a Afganistán aun más efectivos. A pesar de que Obama es un demócrata y no sirvió en las fuerzas armadas, tampoco evadió el servicio militar como lo hizo Bill Clinton, lo que le facilita “decirle simplemente no” al hecho de hundirse aun más profundamente en la arena movediza afgana. Después de décadas de responsabilidad pública por el pobre trato brindado a los conscriptos que regresaban de Vietnam, la manifestación de adulación en exceso de las fuerzas armadas que en sí misma es anti estadounidense (tal como lo definían los antimilitaristas fundadores de la nación), Obama y la conducción demócrata en el Congreso están al menos retrocediendo un poco. Esperemos que puedan mantener su resistencia ente la embestida de los militares dentro del país para poder terminar con la escalada armada en Afganistán y eventualmente revertir el rumbo allí. Obama y la conducción parlamentaria demócrata no tiene más opción que seguir sus instintos; en una democracia, acelerar aun más una guerra que no es popular en el propio país es un suicidio político.
La buena noticia es que una estrategia anti-al-Qaeda que deje una huella más liviana que la ocupación y edificación de naciones—empleando a las agencias de aplicación de la ley e inteligencia, aviones no tripulados, misiles crucero y una ocasional incursión de las Fuerzas Epeciales—ya ha tenido algún éxito y al menos no agitará el avispero ni creará más terroristas anti-estadounidenses.
Obama ha evidenciado tener algunos buenos instintos en materia de política exterior, pero debe resistir las presiones políticas e institucionales contra cambios más radicales a un status quo disfuncional.
Traducido por Gabriel Gasave
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