Aunque el horario de verano (Daylight Saving Time o DST en inglés) ha sido justificado como una medida tendiente a la conservación de energía, no lo es.
Estudios realizados por investigadores de la University of California en Indiana antes de 2006, cuando el estado operaba bajo tres regímenes horarios distintos, y en Sydney, Australia, que extendió el DST para que se adecuase a los Juegos Olímpicos de verano de 2000, o bien no exhiben diferencia alguna en el consumo energético o denotan un pequeño incremento en el uso de la energía durante los meses posteriores al adelantamiento en una hora de los relojes.
Mientras que estos estudios ponen en duda el ahorro de energía prometido, no hay duda alguna respecto de los costos del horario de verano. De acuerdo a mis cálculos iniciales, en los EE.UU. desperdiciamos casi el equivalente a 1.700 millones de dólares de valioso tiempo en el ejercicio anual de adelantar (“Spring forward”) y atrasar (“Fall back”) los relojes. Ese es el costo de oportunidad—tiempo que podría ser mejor empleado en cosas más productivas.
Los economistas normalmente valorizan el costo de oportunidad en términos del salario de un individuo. La Oficina de Estadísticas Laborales estima de manera preliminar que el salario por hora promedio de los estadounidenses era de $22.45 en enero de 2010.
Asumiendo que a todos les insume 10 minutos cambiar todos sus relojes, el costo de oportunidad es igual a $ 3,74 por persona. El costo de oportunidad para la nación (basado en la población total de los EE.UU. de más de 18 años, excluidos los residentes de Arizona, que no cumple con el DST) es por lo tanto de $ 836.117.536. Dado que los relojes son modificados dos veces al año, el total debe ser multiplicado por dos.
Las empresas también sienten los costes. Más de 1.500 millones de personas en todo el mundo precisan ajustar los relojes y calendarios, aunque sus propios países no hayan adoptado oficialmente el horario de verano.
No hay beneficios reales pero si algunos costos muy reales relacionados con horario de verano. El Congreso debería derogar la tiranía del tiempo gubernamental y dejar tranquilos a nuestros relojes.
Traducido por Gabriel Gasave
Terminemos con el horario de verano
Aunque el horario de verano (Daylight Saving Time o DST en inglés) ha sido justificado como una medida tendiente a la conservación de energía, no lo es.
Estudios realizados por investigadores de la University of California en Indiana antes de 2006, cuando el estado operaba bajo tres regímenes horarios distintos, y en Sydney, Australia, que extendió el DST para que se adecuase a los Juegos Olímpicos de verano de 2000, o bien no exhiben diferencia alguna en el consumo energético o denotan un pequeño incremento en el uso de la energía durante los meses posteriores al adelantamiento en una hora de los relojes.
Mientras que estos estudios ponen en duda el ahorro de energía prometido, no hay duda alguna respecto de los costos del horario de verano. De acuerdo a mis cálculos iniciales, en los EE.UU. desperdiciamos casi el equivalente a 1.700 millones de dólares de valioso tiempo en el ejercicio anual de adelantar (“Spring forward”) y atrasar (“Fall back”) los relojes. Ese es el costo de oportunidad—tiempo que podría ser mejor empleado en cosas más productivas.
Los economistas normalmente valorizan el costo de oportunidad en términos del salario de un individuo. La Oficina de Estadísticas Laborales estima de manera preliminar que el salario por hora promedio de los estadounidenses era de $22.45 en enero de 2010.
Asumiendo que a todos les insume 10 minutos cambiar todos sus relojes, el costo de oportunidad es igual a $ 3,74 por persona. El costo de oportunidad para la nación (basado en la población total de los EE.UU. de más de 18 años, excluidos los residentes de Arizona, que no cumple con el DST) es por lo tanto de $ 836.117.536. Dado que los relojes son modificados dos veces al año, el total debe ser multiplicado por dos.
Las empresas también sienten los costes. Más de 1.500 millones de personas en todo el mundo precisan ajustar los relojes y calendarios, aunque sus propios países no hayan adoptado oficialmente el horario de verano.
No hay beneficios reales pero si algunos costos muy reales relacionados con horario de verano. El Congreso debería derogar la tiranía del tiempo gubernamental y dejar tranquilos a nuestros relojes.
Traducido por Gabriel Gasave
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