¿Recuerda cuando los demócratas e independientes ansiaban una política exterior estadounidense menos beligerante que abandonase la agresiva doctrina de la administración de George W. Bush de la guerra preventiva? Cuando Barack Obama asumió el cargo, los factores atmosféricos parecieron cambiar a medida que el nuevo presidente prometía retirar las fuerzas de Irak y conversar realmente con las naciones hostiles como Irán y Corea del Norte. El único problema es que el nuevo jefe es en gran medida igual al antiguo jefe en lo atinente a la guerra contra el terror.
Para dar algo de crédito allí donde corresponde, la recientemente publicada Estrategia de Seguridad Nacional de Obama ha estrechado de manera laudable a la amplia guerra contra el terror al ataque contra al-Qaeda y los grupos asociados alrededor del mundo. Pero Obama también ha vuelto a la guerra más agresiva y más sigilosa (en cierto modo).
La guerra contra el extremismo islámico de al-Qaeda es todavía demasiado amplia y genera para los Estados Unidos nuevos y peligrosos enemigos. Desde el 11/09/01, al-Qaeda se ha transformado en una organización mucho más descentralizada—con Osama bin Laden y su tronco central relegado a inspirar a grupos de franquicias locales en Irak, la península arábiga, el Este de Asia, y África del Norte y oriental. A estos grupos les gusta el prestigio del nombre al-Qaeda pero principalmente se concentran en los reclamos locales. Así como debe haber quedado complacido con la invasión y ocupación de Bush de Afganistán e Irak que generó más radicalismo islamista, a bin Laden le agradaría tentar a los Estados Unidos para que ataquen a sus grupos afiliados locales alrededor del mundo por la misma razón. Tontamente, Obama lo está complaciendo.
Obama se encuentra incrementando los ataques “encubiertos” de la CIA con aeronaves no tripuladas contra al-Qaeda, el Talibán afgano, el Talibán paquistaní, y otros grupos afines en Pakistán y aumentando el empleo de las secretas Fuerzas Especiales de los EE.UU. en todo el mundo. Las Fuerzas Especiales han sido expandidas—en sus niveles de tropas, presupuesto y los países desplegados que pasaron de 60 a 75 en el último año y medio—y están realizando más ataques unilaterales preventivos y de represalia contra grupos relacionados con al Qaeda y entrenando a y realizando operaciones conjuntas con las fuerzas antiterroristas locales. Además de mantener la retórica del culto de la ofensiva contra los grupos terroristas—como lo expresó George W. Bush, “la ofensa es la mejor defensa”—la administración Obama está aprobando aún más acciones militares preventivas “encubiertas” que las que autorizó la administración Bush, según funcionarios militares de alta jerarquía de los EE.UU..
En particular, las agresivas operaciones de los EE.UU. en Somalia, Paquistán y Yemen han sido intensificadas. Por supuesto, los islamistas de al-Shabaab en Somalia, el Talibán paquistaní, y al-Qaeda en la Península Arábiga, o bien no eran realmente tan populares en aquellas áreas o no concentraban sus ataques contra objetivos estadounidenses hasta que los EE.UU. comenzaron la escalada de las operaciones contra ellos. Actualmente el grupo al-Shabaab es más popular que nunca, los talibanes paquistaníes han enviado a un atacante al Time Square de Nueva York, y al-Qaeda en la Península Arábiga ha enviado el bombardero navideño con los explosivos en su ropa interior al estilo estadounidense.
¡Y las Fuerzas Especiales no consideran que están generando suficientes nuevos enemigos de los Estados Unidos en nuevos lugares! Uno de sus oficiales lamentaba ante el Washington Post que, “El ochenta por ciento de nuestra inversión está ahora resolviendo los conflictos actuales, no construyendo capacidades con socios para evitarlos en el futuro”. Sin embargo, tal como Osama bin Laden ha dejado en claro una y otra vez después del 11/09/01, su principal motivo para atacar a los Estados Unidos es su “infiel” intervención y ocupación de tierras musulmanas. Así que la no tan secreta presencia de las Fuerzas Especiales en 75 países difícilmente está ayudando a evitar conflictos, sino que en cambio está agitando el avispero de los grupos locales y haciendo que comiencen a atacar a los Estados Unidos.
Por último, como durante la Guerra Fría, el adversario a menudo sabe más acerca de esas operaciones “secretas” que lo que conoce el público estadounidense. La acción encubierta ha sido una manera más de neutralizar el importante requisito constitucional de que el Congreso (en pleno) debe aprobar la acción militar. Aunque la administración Obama ha laudablemente evitado la impresionantemente ostentosa solicitud de facultades ejecutivas en época de guerra de la administración de Bush, ha no obstante estirado salvajemente la autorización parlamentaria de la guerra en 2001 para utilizar “toda la fuerza necesaria y apropiada contra aquellas naciones, organizaciones o personas” que el Presidente concluya que “planearon, autorizaron, cometieron o ayudaron” a los ataques del 11/09. Muchas de las filiales locales de al-Qaeda alrededor del mundo no tuvieron nada que ver con esos ataques. Por lo tanto, Obama sigue actuando inconstitucionalmente sin autorización del Congreso en el uso de la fuerza.
Obama—por razones constitucionales y para mantener seguros a los ciudadanos de los EE.UU. en todo el mundo y en el país—debería estrechar aún más la concentración de las acciones estadounidenses a solamente las entidades mencionadas en la resolución de guerra del Congreso posterior al 11/09/01.
Traducido por Gabriel Gasave
Enterrando la doctrina de la guerra preventiva de Bush (más o menos)
¿Recuerda cuando los demócratas e independientes ansiaban una política exterior estadounidense menos beligerante que abandonase la agresiva doctrina de la administración de George W. Bush de la guerra preventiva? Cuando Barack Obama asumió el cargo, los factores atmosféricos parecieron cambiar a medida que el nuevo presidente prometía retirar las fuerzas de Irak y conversar realmente con las naciones hostiles como Irán y Corea del Norte. El único problema es que el nuevo jefe es en gran medida igual al antiguo jefe en lo atinente a la guerra contra el terror.
Para dar algo de crédito allí donde corresponde, la recientemente publicada Estrategia de Seguridad Nacional de Obama ha estrechado de manera laudable a la amplia guerra contra el terror al ataque contra al-Qaeda y los grupos asociados alrededor del mundo. Pero Obama también ha vuelto a la guerra más agresiva y más sigilosa (en cierto modo).
La guerra contra el extremismo islámico de al-Qaeda es todavía demasiado amplia y genera para los Estados Unidos nuevos y peligrosos enemigos. Desde el 11/09/01, al-Qaeda se ha transformado en una organización mucho más descentralizada—con Osama bin Laden y su tronco central relegado a inspirar a grupos de franquicias locales en Irak, la península arábiga, el Este de Asia, y África del Norte y oriental. A estos grupos les gusta el prestigio del nombre al-Qaeda pero principalmente se concentran en los reclamos locales. Así como debe haber quedado complacido con la invasión y ocupación de Bush de Afganistán e Irak que generó más radicalismo islamista, a bin Laden le agradaría tentar a los Estados Unidos para que ataquen a sus grupos afiliados locales alrededor del mundo por la misma razón. Tontamente, Obama lo está complaciendo.
Obama se encuentra incrementando los ataques “encubiertos” de la CIA con aeronaves no tripuladas contra al-Qaeda, el Talibán afgano, el Talibán paquistaní, y otros grupos afines en Pakistán y aumentando el empleo de las secretas Fuerzas Especiales de los EE.UU. en todo el mundo. Las Fuerzas Especiales han sido expandidas—en sus niveles de tropas, presupuesto y los países desplegados que pasaron de 60 a 75 en el último año y medio—y están realizando más ataques unilaterales preventivos y de represalia contra grupos relacionados con al Qaeda y entrenando a y realizando operaciones conjuntas con las fuerzas antiterroristas locales. Además de mantener la retórica del culto de la ofensiva contra los grupos terroristas—como lo expresó George W. Bush, “la ofensa es la mejor defensa”—la administración Obama está aprobando aún más acciones militares preventivas “encubiertas” que las que autorizó la administración Bush, según funcionarios militares de alta jerarquía de los EE.UU..
En particular, las agresivas operaciones de los EE.UU. en Somalia, Paquistán y Yemen han sido intensificadas. Por supuesto, los islamistas de al-Shabaab en Somalia, el Talibán paquistaní, y al-Qaeda en la Península Arábiga, o bien no eran realmente tan populares en aquellas áreas o no concentraban sus ataques contra objetivos estadounidenses hasta que los EE.UU. comenzaron la escalada de las operaciones contra ellos. Actualmente el grupo al-Shabaab es más popular que nunca, los talibanes paquistaníes han enviado a un atacante al Time Square de Nueva York, y al-Qaeda en la Península Arábiga ha enviado el bombardero navideño con los explosivos en su ropa interior al estilo estadounidense.
¡Y las Fuerzas Especiales no consideran que están generando suficientes nuevos enemigos de los Estados Unidos en nuevos lugares! Uno de sus oficiales lamentaba ante el Washington Post que, “El ochenta por ciento de nuestra inversión está ahora resolviendo los conflictos actuales, no construyendo capacidades con socios para evitarlos en el futuro”. Sin embargo, tal como Osama bin Laden ha dejado en claro una y otra vez después del 11/09/01, su principal motivo para atacar a los Estados Unidos es su “infiel” intervención y ocupación de tierras musulmanas. Así que la no tan secreta presencia de las Fuerzas Especiales en 75 países difícilmente está ayudando a evitar conflictos, sino que en cambio está agitando el avispero de los grupos locales y haciendo que comiencen a atacar a los Estados Unidos.
Por último, como durante la Guerra Fría, el adversario a menudo sabe más acerca de esas operaciones “secretas” que lo que conoce el público estadounidense. La acción encubierta ha sido una manera más de neutralizar el importante requisito constitucional de que el Congreso (en pleno) debe aprobar la acción militar. Aunque la administración Obama ha laudablemente evitado la impresionantemente ostentosa solicitud de facultades ejecutivas en época de guerra de la administración de Bush, ha no obstante estirado salvajemente la autorización parlamentaria de la guerra en 2001 para utilizar “toda la fuerza necesaria y apropiada contra aquellas naciones, organizaciones o personas” que el Presidente concluya que “planearon, autorizaron, cometieron o ayudaron” a los ataques del 11/09. Muchas de las filiales locales de al-Qaeda alrededor del mundo no tuvieron nada que ver con esos ataques. Por lo tanto, Obama sigue actuando inconstitucionalmente sin autorización del Congreso en el uso de la fuerza.
Obama—por razones constitucionales y para mantener seguros a los ciudadanos de los EE.UU. en todo el mundo y en el país—debería estrechar aún más la concentración de las acciones estadounidenses a solamente las entidades mencionadas en la resolución de guerra del Congreso posterior al 11/09/01.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorTerrorismo y seguridad nacional
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