Ollanta Humala ha cancelado su previsto viaje a Venezuela, al menos por ahora, y ha declarado que su país es un aliado estratégico de Estados Unidos en su lucha contra el narcotráfico. El presidente electo se ha reunido con la cúpula dirigente de los empresarios y parece que el encuentro ha tenido un efecto balsámico sobre el capital. Simultáneamente, el teniente coronel le ha pedido a Alvaro Vargas Llosa que viaje a China, Japón, Washington y Bruselas para calmar las aguas financieras, actuando como una especie de provisional Ministro de Relaciones Exteriores.
Curiosamente, a los chinos les encanta la idea de que Perú siga por el camino capitalista, lejos de la rabiosa algarabía tercermundista de los países del Alba. Siempre es más fácil realizar transacciones mutuamente satisfactorias con Estados de Derecho regidos por el mercado que con la tribu tumultuosa de los impredecibles “revolucionarios”.
Entre los nombres que se barajan para ocupar el cargo de Primer Ministro está el de Beatriz Merino, una abogada liberal, en el sentido latinoamericano de esa palabra, famosa por su honradez y su compromiso con la defensa de los Derechos Humanos. Si la nombran, además de ser una señal muy importante de sensatez política, será la estocada final al autoritarismo colectivista y otro síntoma de que Ollanta se habrá trasmutado de izquierdista carnívoro en un amable socialdemócrata vegetariano al que es factible invitar a tomar café sin temor a que te lance un mordisco.
Es posible que Humala se haya dado cuenta de que la aventura chavista no tiene otro destino en Perú que la crispación, el empobrecimiento colectivo y, muy probablemente, el colapso de las frágiles instituciones democráticas. Tras once años de experiencia chavista cualquier observador objetivo percibe que el desordenado manicomio venezolano sólo se sostiene en pie por el río de petrodólares que le entra al país. Chávez es el modelo perfecto de gobernante, pero por la otra punta: hay que hacer exactamente lo contrario de lo que prescribe este loquito locuaz y pendenciero.
¿Cómo y cuándo se produjo la transformación de Ollanta Humala? Es imposible saberlo. Tampoco se puede precisar si realmente cambió de opinión y modificó su escala de valores, o si se trata, simplemente, de una persona pragmática que entiende sus limitaciones objetivas y actúa en consecuencia.
Ollanta creció bajo la influencia de su padre, el abogado Isaac Humala, un comunista militante y aguerrido, defensor de la vía violenta para imponer sus ideas, que mezclaba el marxismo con el racismo indigenista, quien se ufanaba, como puede comprobar cualquiera que se asome a YouTube, de haber adiestrado a sus hijos Ollanta y Antauro para tomar el poder mediante un golpe militar que implantaría en Perú el reino del “etnocacerismo”, nombre rimbombante de sus fantasías totalitarias.
Luego Ollanta Humala recibió ayuda económica y respaldo político del presidente venezolano. Chávez apostó fuerte por él durante las elecciones del 2006, ángulo que le sirvió a Alan García para derrotarlo fácilmente en aquellos comicios. Más tarde, parece que fue Lula quien lo llevó al altar para desposarlo con las ideas de la moderación socialdemócrata y de una variante light y costeable del asistencialismo.
Por último, un mes antes de las elecciones recientes, durante la segunda vuelta electoral, comparecieron Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo para leerle la cartilla liberal y forjar con él un pacto que lo llevaría al poder a cambio de respetar las normas de la democracia, la Constitución y el modelo económico que desde hace una década han propiciado el crecimiento general de Perú a tasas cercanas al 8%, aunque en ciertas zonas de Lima ese porcentaje alcanza el 20.
¿Qué hará el chavismo si se confirma la deserción de Humala de sus filas? Si los WikiLeaks no mienten, en Ecuador, ante una situación parecida con el presidente Lucio Gutiérrez, a quien Chávez creía haber seducido y luego se separó de esa línea, el venezolano montó una conspiración para derrocarlo. Un tercer hermano de Ollanta, Ulises, profesor universitario y la cabeza mejor amueblada de la familia, piensa y teme que la facción chavista querrá hacer valer su triunfo a cualquier costo. La gran paradoja es que Humala, si gobierna bien, será contra las convicciones de sus antiguos camaradas. El tiempo dirá.
Ollanta Humala: vista a la derecha
Ollanta Humala ha cancelado su previsto viaje a Venezuela, al menos por ahora, y ha declarado que su país es un aliado estratégico de Estados Unidos en su lucha contra el narcotráfico. El presidente electo se ha reunido con la cúpula dirigente de los empresarios y parece que el encuentro ha tenido un efecto balsámico sobre el capital. Simultáneamente, el teniente coronel le ha pedido a Alvaro Vargas Llosa que viaje a China, Japón, Washington y Bruselas para calmar las aguas financieras, actuando como una especie de provisional Ministro de Relaciones Exteriores.
Curiosamente, a los chinos les encanta la idea de que Perú siga por el camino capitalista, lejos de la rabiosa algarabía tercermundista de los países del Alba. Siempre es más fácil realizar transacciones mutuamente satisfactorias con Estados de Derecho regidos por el mercado que con la tribu tumultuosa de los impredecibles “revolucionarios”.
Entre los nombres que se barajan para ocupar el cargo de Primer Ministro está el de Beatriz Merino, una abogada liberal, en el sentido latinoamericano de esa palabra, famosa por su honradez y su compromiso con la defensa de los Derechos Humanos. Si la nombran, además de ser una señal muy importante de sensatez política, será la estocada final al autoritarismo colectivista y otro síntoma de que Ollanta se habrá trasmutado de izquierdista carnívoro en un amable socialdemócrata vegetariano al que es factible invitar a tomar café sin temor a que te lance un mordisco.
Es posible que Humala se haya dado cuenta de que la aventura chavista no tiene otro destino en Perú que la crispación, el empobrecimiento colectivo y, muy probablemente, el colapso de las frágiles instituciones democráticas. Tras once años de experiencia chavista cualquier observador objetivo percibe que el desordenado manicomio venezolano sólo se sostiene en pie por el río de petrodólares que le entra al país. Chávez es el modelo perfecto de gobernante, pero por la otra punta: hay que hacer exactamente lo contrario de lo que prescribe este loquito locuaz y pendenciero.
¿Cómo y cuándo se produjo la transformación de Ollanta Humala? Es imposible saberlo. Tampoco se puede precisar si realmente cambió de opinión y modificó su escala de valores, o si se trata, simplemente, de una persona pragmática que entiende sus limitaciones objetivas y actúa en consecuencia.
Ollanta creció bajo la influencia de su padre, el abogado Isaac Humala, un comunista militante y aguerrido, defensor de la vía violenta para imponer sus ideas, que mezclaba el marxismo con el racismo indigenista, quien se ufanaba, como puede comprobar cualquiera que se asome a YouTube, de haber adiestrado a sus hijos Ollanta y Antauro para tomar el poder mediante un golpe militar que implantaría en Perú el reino del “etnocacerismo”, nombre rimbombante de sus fantasías totalitarias.
Luego Ollanta Humala recibió ayuda económica y respaldo político del presidente venezolano. Chávez apostó fuerte por él durante las elecciones del 2006, ángulo que le sirvió a Alan García para derrotarlo fácilmente en aquellos comicios. Más tarde, parece que fue Lula quien lo llevó al altar para desposarlo con las ideas de la moderación socialdemócrata y de una variante light y costeable del asistencialismo.
Por último, un mes antes de las elecciones recientes, durante la segunda vuelta electoral, comparecieron Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo para leerle la cartilla liberal y forjar con él un pacto que lo llevaría al poder a cambio de respetar las normas de la democracia, la Constitución y el modelo económico que desde hace una década han propiciado el crecimiento general de Perú a tasas cercanas al 8%, aunque en ciertas zonas de Lima ese porcentaje alcanza el 20.
¿Qué hará el chavismo si se confirma la deserción de Humala de sus filas? Si los WikiLeaks no mienten, en Ecuador, ante una situación parecida con el presidente Lucio Gutiérrez, a quien Chávez creía haber seducido y luego se separó de esa línea, el venezolano montó una conspiración para derrocarlo. Un tercer hermano de Ollanta, Ulises, profesor universitario y la cabeza mejor amueblada de la familia, piensa y teme que la facción chavista querrá hacer valer su triunfo a cualquier costo. La gran paradoja es que Humala, si gobierna bien, será contra las convicciones de sus antiguos camaradas. El tiempo dirá.
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