Una de los más perdurables interrogantes en materia económica es el de qué hace crecer a las economías. El título completo del bien conocido tratado de Adam Smith, Una Investigación sobre la Naturaleza y las Causas de la Riqueza de las Naciones, publicado en 1776, exhibe claramente que las causas de la prosperidad eran una preocupación primaria de Smith. Él concluyó que los mercados libres, la protección de los derechos de propiedad privada, y una mínima presencia del gobierno en la economía conducen a la prosperidad. Es decir, la libertad económica conduce al crecimiento económico.
Las conclusiones de Smith fueron aceptadas generalmente entre los economistas hasta el siglo veinte, cuando los progresos en la teoría económica revirtieron a la sabiduría convencional y llevaron a los economistas a abogar por la planificación centralizada y el control gubernamental como una mejor forma de generar prosperidad, especialmente entre las economías menos desarrolladas. A fines del siglo veinte, los economistas parecieran estar retornando a las ideas de Adam Smith. ¿Cómo podrían no hacerlo, especialmente después del colapso de las economías más centralizadas alrededor del mundo? Sin embargo, conducido por la teoría económica abstracta, aún sigue existiendo un desafío a la idea de que las políticas de laissez-faire promueven mejor el crecimiento económico.
Adán Smith puso énfasis en que la prosperidad es producida a través de una economía de mercado competitivo. En dicho escenario, destacó Smith en una de sus observaciones más famosas, los individuos que persiguen sus propios intereses son guiados, como por una mano invisible, a hacer lo que es mejor para toda la sociedad. Para promover la asignación de recursos en los mercados competitivos, Smith abogó por impuestos y gasto fiscal bajos, la protección de los derechos de propiedad privada y aranceles reducidos para promover el comercio internacional. En otras palabras, Smith argumentaba que si un contexto de mercado era creado y mantenido, la economía crecería y prosperaría.
Unas pocas décadas más tarde, David Ricardo defendió bajar los aranceles para promover el libre intercambio como un camino hacia la prosperidad, apoyando sus argumentos con su famoso libro, Principios de Política Económica, publicado por vez primera en 1817. Ricardo es tal vez más conocido por demostrar cómo cada uno se coloca en una situación mejor cuando se especializa en las actividades en las cuales tiene una ventaja comparativa y comercia con los demás. Los argumentos de Smith, de Ricardo, y de otros trajeron una reducción en la intervención del gobierno en Gran Bretaña y en otras partes, conduciendo a una economía mundial más libre y haciendo del siglo diecinueve la era de un crecimiento económico sin precedentes.
Otra Visión sobre el Crecimiento
Pese a que la idea de que la libertad económica conduce al crecimiento económico no fue desafiada directamente, la misma se quedó no obstante a mitad de camino a comienzos del siglo veinte. Ello se debió en parte a los desarrollos en la teoría económica y en parte a los acontecimientos mundiales. Alrededor de finales del siglo diecinueve, los métodos en la economía comenzaron a semejarse cada vez más a las ciencias duras, especialmente a la física. La teoría económica fue desarrollada a través de modelos matemáticos cada vez más complejos. Los economistas apoyaron esos cambios, creyendo que una comprensión más científica de la economía podría producir mejores políticas y aún más prosperidad. En términos matemáticos, el rendimiento de la economía podría ser representado como una función de la producción, mediante la cual el rendimiento es una función de recursos tales como la tierra, el trabajo, y el capital. Más recursos producirían más resultados o rendimientos, y la función de la producción podría demostrar en claros términos matemáticos la relación entre los recursos y los resultados.
Cuando el mundo fue acosado por la Gran Depresión en los años 30, el desarrollo de la economía ya había transitado mucho a lo largo de este sendero. La Oficina Nacional de Investigación Económica fue establecida en los años 20 para generar mejor información económica a fin de permitir un gerenciamiento más científico de la economía. La revolución Keynesiana sacudió a la economía con la publicación en 1936 de La Teoría General del Empleo, el Interés, y el Dinero de John Maynard Keynes. La economía keynesiana argumentaba que las economías modernas precisan de políticas activas del gobierno para conducirlas y mantener la prosperidad. Después de la Segunda Guerra Mundial, dos desarrollos en la economía conspiraron para torcer totalmente a la sabiduría convencional en el crecimiento económico.
Preocupados acerca de la posibilidad de otra depresión después de la guerra, los economistas de la corriente mayoritaria sostenían que el gobierno necesitaba manejar la economía a efectos de mantener prosperidad. El crecimiento económico, una parte significativa de la economía desde los días de Adam Smith, declinó en importancia con relación al objetivo de promover la estabilidad macroeconómica. No obstante ello, el crecimiento seguía siendo una cuestión importante con respecto a las economías menos desarrolladas, y los economistas creían que podrían dirigir la política económica para producir crecimiento en esas economías de la misma manera que podían hacerlo en el mundo desarrollado.
Los modelos económicos más sofisticados, tanto entonces como ahora, representaron una relación matemática simple entre los recursos – tierra, trabajo, capital – y el resultado económico. De este modo, las economías podrían crecer más rápidamente si aumentaban sus recursos. Además, la eficacia creciente podría permitir que una economía produzca más resultados con la misma cantidad de recursos. Entonces y ahora, los economistas han previsto aumentos en la eficiencia como los productos de avances tecnológicos. Las economías más avanzadas tendrían que desarrollar una tecnología mejor a través de la investigación y el desarrollo, pero las economías menos desarrolladas pueden crecer simplemente adoptando la tecnología de las economías desarrolladas.
El foco en los recursos, junto con una creciente aceptación del gerenciamiento de la economía por parte del gobierno, condujo a los economistas a recomendar la planificación gubernamental como la mejor manera de crear crecimiento en las naciones menos desarrolladas. La planificación centralizada, sostenían, podría garantizar que las economías invirtiesen una porción suficiente de sus ingresos, podría dirigir esa inversión a aquellos sectores que le agregarían más valor a la economía (por ejemplo, fuera de la agricultura y de los recursos naturales, y hacia las manufacturas), y podría asegurarse que la nueva inversión incorporase la tecnología más avanzada.
Instituciones tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional alentaron la planificación centralizada en las economías menos desarrolladas y empujaron a la inversión de capitales y a la adopción de tecnología moderna ofreciendo ayuda financiera a las economías en desarrollo encaminadas en esa dirección. Incluso en economías relativamente de libre-mercado como la de los Estados Unidos, los expertos económicos apoyaron esas clases de políticas para generar crecimiento económico en naciones menos desarrolladas. Lamentablemente, las naciones que siguieron tales políticas no crecieron, pese a obedecer el consejo de los economistas más prominentes de esa época. Habrían hecho mejor al mirar nuevamente los consejos de Adam Smith.
Las Dos Visiones sobre el Crecimiento
Consideremos más detalladamente las diferencias entre las dos opiniones sobre el crecimiento arriba descritas. Ambas suenan plausibles, y ninguna podría realmente ser llamada errónea, pero una visión conduce a la buena política económica y la otra conduce a la mala. ¿Por qué? El enfoque del siglo veinte de la teoría del crecimiento se centra en los recursos del proceso de crecimiento. Si combinamos estos recursos, razona el mismo, obtendremos éste resultado. El enfoque smithiano mira el contexto económico que es conducente al crecimiento. Siguiendo la línea de razonamiento de Smith, un ambiente de libertad económica es la llave al crecimiento. El problema con el enfoque de la función de la producción es que ignora el mecanismo de mercado que le otorga a las personas un incentivo para combinar los recursos de una manera que cree valor para los demás.
Los recursos son necesarios para producir resultados, pero sin los incentivos correctos, es demasiado fácil combinar recursos de una manera que vuelva al resultado final menos valioso que los recursos originales. En una economía de mercado damos por sentado que la producción lleva a un aumento en la riqueza, porque las firmas que producen un resultado menos valioso que sus recursos sufren pérdidas y salen de negocio. Así, en una economía de mercado la mayoría de las firmas crean resultados más valiosos que sus recursos. En una economía centralmente planificada, el gobierno puede continuar dirigiendo incorrectamente los recursos en arreglos de producción ineficientes, tal vez sin percatarse que se están malgastando los recursos. Los políticos que diseñaron la política de desarrollo basados en la visión de la economía de la función de la producción, fracasaron en darse cuenta que la misma representaba exactamente la forma en la que los recursos eran asignados solamente dentro del marco de una economía de mercado.
Centrándose en el entorno conducente al crecimiento económico, la visión smithiana presta menos atención a los recursos. Sin embargo, Smith también reconoció que la mano invisible del mercado, si se le permite trabajar dentro de un entorno de libertad económica, realizará un trabajo eficaz al asignar los recursos. La política pública no precisa preocuparse de la producción de capital, de la incorporación de tecnología, o del desarrollo de una fuerza laboral capacitada si ese ambiente conducente es creado. La economía atraerá la inversión y proporcionará el incentivo tanto para que los trabajadores obtengan habilidades valoradas en el mercado como para la adopción de una tecnología más avanzada. El contexto correcto atraerá los recursos correctos, pero el proveer los recursos correctos no creará el contexto correcto. Si la política de crecimiento se centra en producir un entorno de libertad económica, el crecimiento tendrá lugar. Sin el entorno correcto, el crecimiento no ocurrirá, punto.
La Evidencia que Relaciona a la Libertad y al Crecimiento
La evidencia ocasional (pero persuasiva) que relaciona a la libertad económica y al crecimiento económico abunda. Después de la Segunda Guerra Mundial, Corea fue dividida: Corea del Sur fomentó una economía orientada al mercado, mientras que Corea del Norte mantuvo una economía centralmente planificada. Mientras se escribe éste artículo, muchos ciudadanos de Corea del Norte se están muriendo de hambre porque su economía está fracasando, mientras que Corea del Sur tiene una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo. De manera similar, tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue dividida en Alemania Oriental y la República Federal de Alemania, y nuevamente la que tuvo una economía de mercado prosperó mientras que la que vivió bajo una economía centralmente planificada quedó relegada. Hace menos de una década atrás, la Alemania Oriental y la Occidental eran jugadores centrales en la Guerra Fría, la que amenazaba hacer entrar en erupción a la Tercera Guerra Mundial. Alemania Oriental se rindió eventualmente a la Alemania Occidental o República Federal de Alemania sin que fuese disparado un solo tiro, debido a que la gente en el Este deseaba tener las ventajas ofrecidas por el sistema económico de la Alemania Occidental.
La ex Unión Soviética tomó el modelo de crecimiento de la función-producción muy seriamente, así que este último imperio proporciona un ejemplo especialmente convincente de las limitaciones del modelo. Invirtió pesadamente en capital físico y humano, produciendo una fuerza laboral altamente entrenada y educada. También invirtió pesadamente en la investigación y el desarrollo, poniendo gran énfasis en la ciencia y en la ingeniería. Aumentando la calidad y la cantidad de sus recursos de capital y de trabajo, y generando avances tecnológicos, la Unión Soviética, según el enfoque de la función-producción, debería haber tenido una de las economías de más rápido crecimiento del mundo. En cambio, sirve como un ejemplo de que el crecimiento no puede ser creado solamente aumentando recursos en el proceso de producción. Más recursos conducen a un aumento en el valor del resultado solamente cuando se encuentran combinados dentro de un ambiente de libertad económica.
A la luz de su prosperidad reciente, es fácil olvidarse que naciones como el Japón, Taiwán, Corea del Sur, Hong-Kong, y Singapur eran pobres hasta hace solamente algunas décadas atrás. Las naciones que evitaron el sistema de mercado en favor del planeamiento económico centralizado, como la Unión Soviética, la China, y la India, tenían economías que languidecían. Ahora que esos países anteriormente socialistas se están moviendo hacia la libertad económica, sus economías han comenzado a crecer. La evidencia ocasional es tan clara que ahora existe un movimiento mundial hacia más libertad económica. No obstante, tan contundente como lo es ésta evidencia ocasional, todavía deja abierta la cuestión de cuáles son, exactamente, los componentes de la libertad económica, y de cuánto efecto tienen en el desarrollo económico.
Un número de estudios académicos recientes han ayudado a verter luz sobre esta cuestión. El examen más profundizado de la libertad económica es un estudio de James Gwartney, Robert Lawson, y Walte Block, Economic Freedom of the World: 1975-1995, publicado en 1996 por el Fraser Institute. Desarrollan una buena medición numérica de la libertad económica y demuestran que la misma se encuentra fuertemente correlacionada con el crecimiento económico. Otros estudios académicos han producido resultados similares, proporcionando evidencia de que un entorno de libertad económica atraerá los recursos necesarios para producir desarrollo económico. Esos estudios examinan muchos otros factores, pero concluyen que el ingrediente fundamental es la libertad económica. Después de un siglo en el cual la teoría del desarrollo económico se había alejado constantemente de las ideas de Adam Smith, los economistas ahora están volviendo a ellas para mostrar cómo la libertad económica es vital para la prosperidad.
Libertad Económica y Libertad Política
Tras el colapso de las economías centralmente planificadas de Europa Oriental en 1989, seguido por la desaparición de la Unión Soviética en 1991, la mayoría de esas naciones abrazaron entusiastamente los principios de la democracia Occidental, esperando que las reformas políticas los conducirían a una prosperidad al estilo Occidental. La gente en Occidente ofreció estímulo, pero apoyaron el gobierno democrático más ardientemente que a las instituciones económicas del laissez-faire. Así, es especialmente importante entender qué se entiende por libertad económica comparada con la libertad política, y qué se puede esperar de ambas. Mientras que la democracia tiene valor por derecho propio, la evidencia sugiere que la democracia por sí sola no hace ninguna contribución a la prosperidad. La libertad económica produce desarrollo económico; la libertad política no.
Este punto es especialmente importante a la luz de las expectativas de aquellos que habitan en las democracias emergentes. Los ciudadanos de esos países están siendo encaminados a una decepción. Si las naciones que recientemente se han convertido en democracias encuentran que sus condiciones económicas no están mejorando, podrían darle la espalda a la democracia, abriendo la oportunidad para una regreso a la dictadura.
La evidencia demuestra que la libertad económica conduce al crecimiento económico incluso allí donde los países poseen una limitada libertad política. Al revés no funciona: la libertad política, sin la libertad económica, no trae crecimiento. Por lo tanto, es vitalmente importante que las democracias emergentes alienten los mercados libres, protejan los derechos de propiedad, proporcionen una moneda estable, y minimicen el rol del gobierno en la economía. Hay también evidencia de que las naciones con ingresos más altos tienden a ser más democráticas y más protectoras de las libertades civiles y políticas. De esta manera, indirectamente, la libertad económica conduce a la libertad política.
La evidencia demuestra claramente que sin un ambiente de libertad económica, el crecimiento no ocurrirá. La libertad económica contiene un número de componentes, todos los cuales deben estar en su lugar para que una economía crezca. Una economía debe tener un sistema monetario estable, asegurar los derechos de propiedad privada, un sistema legal imparcial, impuestos bajos, un gobierno mínimo, y bajas barreras al comercio internacional. Si alguno de estos componentes falta, una economía no crecerá.
Traducido por Gabriel Gasave
Libertad económica y crecimiento económico
Una de los más perdurables interrogantes en materia económica es el de qué hace crecer a las economías. El título completo del bien conocido tratado de Adam Smith, Una Investigación sobre la Naturaleza y las Causas de la Riqueza de las Naciones, publicado en 1776, exhibe claramente que las causas de la prosperidad eran una preocupación primaria de Smith. Él concluyó que los mercados libres, la protección de los derechos de propiedad privada, y una mínima presencia del gobierno en la economía conducen a la prosperidad. Es decir, la libertad económica conduce al crecimiento económico.
Las conclusiones de Smith fueron aceptadas generalmente entre los economistas hasta el siglo veinte, cuando los progresos en la teoría económica revirtieron a la sabiduría convencional y llevaron a los economistas a abogar por la planificación centralizada y el control gubernamental como una mejor forma de generar prosperidad, especialmente entre las economías menos desarrolladas. A fines del siglo veinte, los economistas parecieran estar retornando a las ideas de Adam Smith. ¿Cómo podrían no hacerlo, especialmente después del colapso de las economías más centralizadas alrededor del mundo? Sin embargo, conducido por la teoría económica abstracta, aún sigue existiendo un desafío a la idea de que las políticas de laissez-faire promueven mejor el crecimiento económico.
Adán Smith puso énfasis en que la prosperidad es producida a través de una economía de mercado competitivo. En dicho escenario, destacó Smith en una de sus observaciones más famosas, los individuos que persiguen sus propios intereses son guiados, como por una mano invisible, a hacer lo que es mejor para toda la sociedad. Para promover la asignación de recursos en los mercados competitivos, Smith abogó por impuestos y gasto fiscal bajos, la protección de los derechos de propiedad privada y aranceles reducidos para promover el comercio internacional. En otras palabras, Smith argumentaba que si un contexto de mercado era creado y mantenido, la economía crecería y prosperaría.
Unas pocas décadas más tarde, David Ricardo defendió bajar los aranceles para promover el libre intercambio como un camino hacia la prosperidad, apoyando sus argumentos con su famoso libro, Principios de Política Económica, publicado por vez primera en 1817. Ricardo es tal vez más conocido por demostrar cómo cada uno se coloca en una situación mejor cuando se especializa en las actividades en las cuales tiene una ventaja comparativa y comercia con los demás. Los argumentos de Smith, de Ricardo, y de otros trajeron una reducción en la intervención del gobierno en Gran Bretaña y en otras partes, conduciendo a una economía mundial más libre y haciendo del siglo diecinueve la era de un crecimiento económico sin precedentes.
Otra Visión sobre el Crecimiento
Pese a que la idea de que la libertad económica conduce al crecimiento económico no fue desafiada directamente, la misma se quedó no obstante a mitad de camino a comienzos del siglo veinte. Ello se debió en parte a los desarrollos en la teoría económica y en parte a los acontecimientos mundiales. Alrededor de finales del siglo diecinueve, los métodos en la economía comenzaron a semejarse cada vez más a las ciencias duras, especialmente a la física. La teoría económica fue desarrollada a través de modelos matemáticos cada vez más complejos. Los economistas apoyaron esos cambios, creyendo que una comprensión más científica de la economía podría producir mejores políticas y aún más prosperidad. En términos matemáticos, el rendimiento de la economía podría ser representado como una función de la producción, mediante la cual el rendimiento es una función de recursos tales como la tierra, el trabajo, y el capital. Más recursos producirían más resultados o rendimientos, y la función de la producción podría demostrar en claros términos matemáticos la relación entre los recursos y los resultados.
Cuando el mundo fue acosado por la Gran Depresión en los años 30, el desarrollo de la economía ya había transitado mucho a lo largo de este sendero. La Oficina Nacional de Investigación Económica fue establecida en los años 20 para generar mejor información económica a fin de permitir un gerenciamiento más científico de la economía. La revolución Keynesiana sacudió a la economía con la publicación en 1936 de La Teoría General del Empleo, el Interés, y el Dinero de John Maynard Keynes. La economía keynesiana argumentaba que las economías modernas precisan de políticas activas del gobierno para conducirlas y mantener la prosperidad. Después de la Segunda Guerra Mundial, dos desarrollos en la economía conspiraron para torcer totalmente a la sabiduría convencional en el crecimiento económico.
Preocupados acerca de la posibilidad de otra depresión después de la guerra, los economistas de la corriente mayoritaria sostenían que el gobierno necesitaba manejar la economía a efectos de mantener prosperidad. El crecimiento económico, una parte significativa de la economía desde los días de Adam Smith, declinó en importancia con relación al objetivo de promover la estabilidad macroeconómica. No obstante ello, el crecimiento seguía siendo una cuestión importante con respecto a las economías menos desarrolladas, y los economistas creían que podrían dirigir la política económica para producir crecimiento en esas economías de la misma manera que podían hacerlo en el mundo desarrollado.
Los modelos económicos más sofisticados, tanto entonces como ahora, representaron una relación matemática simple entre los recursos – tierra, trabajo, capital – y el resultado económico. De este modo, las economías podrían crecer más rápidamente si aumentaban sus recursos. Además, la eficacia creciente podría permitir que una economía produzca más resultados con la misma cantidad de recursos. Entonces y ahora, los economistas han previsto aumentos en la eficiencia como los productos de avances tecnológicos. Las economías más avanzadas tendrían que desarrollar una tecnología mejor a través de la investigación y el desarrollo, pero las economías menos desarrolladas pueden crecer simplemente adoptando la tecnología de las economías desarrolladas.
El foco en los recursos, junto con una creciente aceptación del gerenciamiento de la economía por parte del gobierno, condujo a los economistas a recomendar la planificación gubernamental como la mejor manera de crear crecimiento en las naciones menos desarrolladas. La planificación centralizada, sostenían, podría garantizar que las economías invirtiesen una porción suficiente de sus ingresos, podría dirigir esa inversión a aquellos sectores que le agregarían más valor a la economía (por ejemplo, fuera de la agricultura y de los recursos naturales, y hacia las manufacturas), y podría asegurarse que la nueva inversión incorporase la tecnología más avanzada.
Instituciones tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional alentaron la planificación centralizada en las economías menos desarrolladas y empujaron a la inversión de capitales y a la adopción de tecnología moderna ofreciendo ayuda financiera a las economías en desarrollo encaminadas en esa dirección. Incluso en economías relativamente de libre-mercado como la de los Estados Unidos, los expertos económicos apoyaron esas clases de políticas para generar crecimiento económico en naciones menos desarrolladas. Lamentablemente, las naciones que siguieron tales políticas no crecieron, pese a obedecer el consejo de los economistas más prominentes de esa época. Habrían hecho mejor al mirar nuevamente los consejos de Adam Smith.
Las Dos Visiones sobre el Crecimiento
Consideremos más detalladamente las diferencias entre las dos opiniones sobre el crecimiento arriba descritas. Ambas suenan plausibles, y ninguna podría realmente ser llamada errónea, pero una visión conduce a la buena política económica y la otra conduce a la mala. ¿Por qué? El enfoque del siglo veinte de la teoría del crecimiento se centra en los recursos del proceso de crecimiento. Si combinamos estos recursos, razona el mismo, obtendremos éste resultado. El enfoque smithiano mira el contexto económico que es conducente al crecimiento. Siguiendo la línea de razonamiento de Smith, un ambiente de libertad económica es la llave al crecimiento. El problema con el enfoque de la función de la producción es que ignora el mecanismo de mercado que le otorga a las personas un incentivo para combinar los recursos de una manera que cree valor para los demás.
Los recursos son necesarios para producir resultados, pero sin los incentivos correctos, es demasiado fácil combinar recursos de una manera que vuelva al resultado final menos valioso que los recursos originales. En una economía de mercado damos por sentado que la producción lleva a un aumento en la riqueza, porque las firmas que producen un resultado menos valioso que sus recursos sufren pérdidas y salen de negocio. Así, en una economía de mercado la mayoría de las firmas crean resultados más valiosos que sus recursos. En una economía centralmente planificada, el gobierno puede continuar dirigiendo incorrectamente los recursos en arreglos de producción ineficientes, tal vez sin percatarse que se están malgastando los recursos. Los políticos que diseñaron la política de desarrollo basados en la visión de la economía de la función de la producción, fracasaron en darse cuenta que la misma representaba exactamente la forma en la que los recursos eran asignados solamente dentro del marco de una economía de mercado.
Centrándose en el entorno conducente al crecimiento económico, la visión smithiana presta menos atención a los recursos. Sin embargo, Smith también reconoció que la mano invisible del mercado, si se le permite trabajar dentro de un entorno de libertad económica, realizará un trabajo eficaz al asignar los recursos. La política pública no precisa preocuparse de la producción de capital, de la incorporación de tecnología, o del desarrollo de una fuerza laboral capacitada si ese ambiente conducente es creado. La economía atraerá la inversión y proporcionará el incentivo tanto para que los trabajadores obtengan habilidades valoradas en el mercado como para la adopción de una tecnología más avanzada. El contexto correcto atraerá los recursos correctos, pero el proveer los recursos correctos no creará el contexto correcto. Si la política de crecimiento se centra en producir un entorno de libertad económica, el crecimiento tendrá lugar. Sin el entorno correcto, el crecimiento no ocurrirá, punto.
La Evidencia que Relaciona a la Libertad y al Crecimiento
La evidencia ocasional (pero persuasiva) que relaciona a la libertad económica y al crecimiento económico abunda. Después de la Segunda Guerra Mundial, Corea fue dividida: Corea del Sur fomentó una economía orientada al mercado, mientras que Corea del Norte mantuvo una economía centralmente planificada. Mientras se escribe éste artículo, muchos ciudadanos de Corea del Norte se están muriendo de hambre porque su economía está fracasando, mientras que Corea del Sur tiene una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo. De manera similar, tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue dividida en Alemania Oriental y la República Federal de Alemania, y nuevamente la que tuvo una economía de mercado prosperó mientras que la que vivió bajo una economía centralmente planificada quedó relegada. Hace menos de una década atrás, la Alemania Oriental y la Occidental eran jugadores centrales en la Guerra Fría, la que amenazaba hacer entrar en erupción a la Tercera Guerra Mundial. Alemania Oriental se rindió eventualmente a la Alemania Occidental o República Federal de Alemania sin que fuese disparado un solo tiro, debido a que la gente en el Este deseaba tener las ventajas ofrecidas por el sistema económico de la Alemania Occidental.
La ex Unión Soviética tomó el modelo de crecimiento de la función-producción muy seriamente, así que este último imperio proporciona un ejemplo especialmente convincente de las limitaciones del modelo. Invirtió pesadamente en capital físico y humano, produciendo una fuerza laboral altamente entrenada y educada. También invirtió pesadamente en la investigación y el desarrollo, poniendo gran énfasis en la ciencia y en la ingeniería. Aumentando la calidad y la cantidad de sus recursos de capital y de trabajo, y generando avances tecnológicos, la Unión Soviética, según el enfoque de la función-producción, debería haber tenido una de las economías de más rápido crecimiento del mundo. En cambio, sirve como un ejemplo de que el crecimiento no puede ser creado solamente aumentando recursos en el proceso de producción. Más recursos conducen a un aumento en el valor del resultado solamente cuando se encuentran combinados dentro de un ambiente de libertad económica.
A la luz de su prosperidad reciente, es fácil olvidarse que naciones como el Japón, Taiwán, Corea del Sur, Hong-Kong, y Singapur eran pobres hasta hace solamente algunas décadas atrás. Las naciones que evitaron el sistema de mercado en favor del planeamiento económico centralizado, como la Unión Soviética, la China, y la India, tenían economías que languidecían. Ahora que esos países anteriormente socialistas se están moviendo hacia la libertad económica, sus economías han comenzado a crecer. La evidencia ocasional es tan clara que ahora existe un movimiento mundial hacia más libertad económica. No obstante, tan contundente como lo es ésta evidencia ocasional, todavía deja abierta la cuestión de cuáles son, exactamente, los componentes de la libertad económica, y de cuánto efecto tienen en el desarrollo económico.
Un número de estudios académicos recientes han ayudado a verter luz sobre esta cuestión. El examen más profundizado de la libertad económica es un estudio de James Gwartney, Robert Lawson, y Walte Block, Economic Freedom of the World: 1975-1995, publicado en 1996 por el Fraser Institute. Desarrollan una buena medición numérica de la libertad económica y demuestran que la misma se encuentra fuertemente correlacionada con el crecimiento económico. Otros estudios académicos han producido resultados similares, proporcionando evidencia de que un entorno de libertad económica atraerá los recursos necesarios para producir desarrollo económico. Esos estudios examinan muchos otros factores, pero concluyen que el ingrediente fundamental es la libertad económica. Después de un siglo en el cual la teoría del desarrollo económico se había alejado constantemente de las ideas de Adam Smith, los economistas ahora están volviendo a ellas para mostrar cómo la libertad económica es vital para la prosperidad.
Libertad Económica y Libertad Política
Tras el colapso de las economías centralmente planificadas de Europa Oriental en 1989, seguido por la desaparición de la Unión Soviética en 1991, la mayoría de esas naciones abrazaron entusiastamente los principios de la democracia Occidental, esperando que las reformas políticas los conducirían a una prosperidad al estilo Occidental. La gente en Occidente ofreció estímulo, pero apoyaron el gobierno democrático más ardientemente que a las instituciones económicas del laissez-faire. Así, es especialmente importante entender qué se entiende por libertad económica comparada con la libertad política, y qué se puede esperar de ambas. Mientras que la democracia tiene valor por derecho propio, la evidencia sugiere que la democracia por sí sola no hace ninguna contribución a la prosperidad. La libertad económica produce desarrollo económico; la libertad política no.
Este punto es especialmente importante a la luz de las expectativas de aquellos que habitan en las democracias emergentes. Los ciudadanos de esos países están siendo encaminados a una decepción. Si las naciones que recientemente se han convertido en democracias encuentran que sus condiciones económicas no están mejorando, podrían darle la espalda a la democracia, abriendo la oportunidad para una regreso a la dictadura.
La evidencia demuestra que la libertad económica conduce al crecimiento económico incluso allí donde los países poseen una limitada libertad política. Al revés no funciona: la libertad política, sin la libertad económica, no trae crecimiento. Por lo tanto, es vitalmente importante que las democracias emergentes alienten los mercados libres, protejan los derechos de propiedad, proporcionen una moneda estable, y minimicen el rol del gobierno en la economía. Hay también evidencia de que las naciones con ingresos más altos tienden a ser más democráticas y más protectoras de las libertades civiles y políticas. De esta manera, indirectamente, la libertad económica conduce a la libertad política.
La evidencia demuestra claramente que sin un ambiente de libertad económica, el crecimiento no ocurrirá. La libertad económica contiene un número de componentes, todos los cuales deben estar en su lugar para que una economía crezca. Una economía debe tener un sistema monetario estable, asegurar los derechos de propiedad privada, un sistema legal imparcial, impuestos bajos, un gobierno mínimo, y bajas barreras al comercio internacional. Si alguno de estos componentes falta, una economía no crecerá.
Traducido por Gabriel Gasave
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