En algún lugar, hay dos estudiantes de ciencias sociales que necesitan temas de disertación. Esos estudiantes deberían observar al movimiento Occupy Wall Street con ojos incisivos dado que a medida que éste evoluciona nos va proporcionar un interesante conjunto de aplicaciones, ilustraciones y pruebas de los distintos principios de las ciencias sociales. Un estudiante debería estudiar in situ la evolución de los propios campamentos de la ocupación. Otro debería observar la evolución de las percepciones de las ocupaciones y cómo se han modificado a medida que ha ido surgiendo información sobre las opiniones de los “ocupantes”.
El ex encuestador de Clinton, Douglas Schoen, ha brindado un valioso servicio al ensamblar una encuesta—que analiza en el Wall Street Journal—que “probablemente representa el primer muestreo aleatorio sistemático de la opinión del movimiento Occupy Wall Street”. Según Schoen, los “ocupantes” están unidos por “un profundo compromiso con las políticas de izquierdas”.
Concuerdo con los “ocupantes” cuando ambos respondemos “no” a la pregunta de si “¿deberíamos rescatar a las grandes instituciones financieras que han realizado un montón de malas inversiones?” Los “ocupantes” más radicales me confunden con sus exigencias de “hagamos trizas al capitalismo” y “abolamos la propiedad privada”. No me queda del todo claro que hayan considerado detenidamente lo que esto exactamente implicaría.
Tal vez ellos ven a esto como el comienzo de una revolución anti-capitalista y anti-comercial, pero en gran medida ya hemos tenido esta conversación. El siglo XX fue un largo (y sangriento) debate acerca de modos alternativos de organización social. Incluso en su forma actual, corrupta y distorsionada por el amiguismo, el “capitalismo moderno”—al cual Deirdre McCloskey define de manera imprecisa como “la propiedad privada y el intercambio sin trabas”—es la gallina de los huevos de oro, y no meramente para los súper ricos. Si no está de acuerdo, pregúntese cuántos de aquellos que dicen hablar en nombre de “el 99%” poseen teléfonos inteligentes, que Luis XIV no hubiera podido comprar ni con todo el oro de Francia. Los problemas que los “ocupantes” le endilgan al “capitalismo” no fueron causados por “la propiedad privada y el intercambio sin trabas”. Fueron causados por la interferencia institucionalizada con “la propiedad privada y el intercambio sin trabas”.
En el margen, un poco más de intervención gubernamental no es probable que haga una gran diferencia. Espero problemas en el largo plazo que no saldrán a la superficie hasta mucho después de que sus principales proponentes y patrocinadores abandonen el cargo, pero el ObamaCare por sí mismo no va a convertir a los EE.UU. en Corea del Norte. Sin embargo, no podemos descartar lo que la economía tiene que enseñar y a la vez esperar que la civilización perdure. Ludwig von Mises, uno de los más destacados defensores del orden liberal clásico del siglo XX, concluyó su obra magna Acción Humana con esto:
“El cuerpo del conocimiento económico es un elemento esencial en la estructura de la civilización humana; es la base sobre la cual han sido construidos el industrialismo moderno y todos los avances morales, intelectuales, tecnológicos y terapéuticos de los últimos siglos. Descansa con los hombres, ya sea que hagan un uso adecuado del rico tesoro que este conocimiento les proporciona o que lo dejen sin utilizar. Pero si ellos fallan en sacar el mayor provecho de él y desoyen sus enseñanzas y advertencias, no anularán la economía; erradicarán a la sociedad y la raza humana”.
Las cosas eran mucho más sombrías cuando Mises escribió aquello (1949) que en la actualidad, pero estamos a sólo unos pocos años de que se gradúe la primera promoción de estudiantes universitarios de último año que no había nacido aún cuando la Unión Soviética colapsó. Se ha dicho que aquellos que no aprenden del pasado están condenados a repetirlo. Haríamos bien en estudiar la historia intelectual, política, social y económica que hizo que Mises escribiese con tanta urgencia y pasión para que no estemos condenados a repetirla. Trágicamente, eso es exactamente lo que sucederá si los que nos instan a que “hagamos trizas al capitalismo” y “abolamos la propiedad privada” cumplen su deseo.
Traducido por Gabriel Gasave
Haga trizas al capitalismo y destruirá la civilización
En algún lugar, hay dos estudiantes de ciencias sociales que necesitan temas de disertación. Esos estudiantes deberían observar al movimiento Occupy Wall Street con ojos incisivos dado que a medida que éste evoluciona nos va proporcionar un interesante conjunto de aplicaciones, ilustraciones y pruebas de los distintos principios de las ciencias sociales. Un estudiante debería estudiar in situ la evolución de los propios campamentos de la ocupación. Otro debería observar la evolución de las percepciones de las ocupaciones y cómo se han modificado a medida que ha ido surgiendo información sobre las opiniones de los “ocupantes”.
El ex encuestador de Clinton, Douglas Schoen, ha brindado un valioso servicio al ensamblar una encuesta—que analiza en el Wall Street Journal—que “probablemente representa el primer muestreo aleatorio sistemático de la opinión del movimiento Occupy Wall Street”. Según Schoen, los “ocupantes” están unidos por “un profundo compromiso con las políticas de izquierdas”.
Concuerdo con los “ocupantes” cuando ambos respondemos “no” a la pregunta de si “¿deberíamos rescatar a las grandes instituciones financieras que han realizado un montón de malas inversiones?” Los “ocupantes” más radicales me confunden con sus exigencias de “hagamos trizas al capitalismo” y “abolamos la propiedad privada”. No me queda del todo claro que hayan considerado detenidamente lo que esto exactamente implicaría.
Tal vez ellos ven a esto como el comienzo de una revolución anti-capitalista y anti-comercial, pero en gran medida ya hemos tenido esta conversación. El siglo XX fue un largo (y sangriento) debate acerca de modos alternativos de organización social. Incluso en su forma actual, corrupta y distorsionada por el amiguismo, el “capitalismo moderno”—al cual Deirdre McCloskey define de manera imprecisa como “la propiedad privada y el intercambio sin trabas”—es la gallina de los huevos de oro, y no meramente para los súper ricos. Si no está de acuerdo, pregúntese cuántos de aquellos que dicen hablar en nombre de “el 99%” poseen teléfonos inteligentes, que Luis XIV no hubiera podido comprar ni con todo el oro de Francia. Los problemas que los “ocupantes” le endilgan al “capitalismo” no fueron causados por “la propiedad privada y el intercambio sin trabas”. Fueron causados por la interferencia institucionalizada con “la propiedad privada y el intercambio sin trabas”.
En el margen, un poco más de intervención gubernamental no es probable que haga una gran diferencia. Espero problemas en el largo plazo que no saldrán a la superficie hasta mucho después de que sus principales proponentes y patrocinadores abandonen el cargo, pero el ObamaCare por sí mismo no va a convertir a los EE.UU. en Corea del Norte. Sin embargo, no podemos descartar lo que la economía tiene que enseñar y a la vez esperar que la civilización perdure. Ludwig von Mises, uno de los más destacados defensores del orden liberal clásico del siglo XX, concluyó su obra magna Acción Humana con esto:
Las cosas eran mucho más sombrías cuando Mises escribió aquello (1949) que en la actualidad, pero estamos a sólo unos pocos años de que se gradúe la primera promoción de estudiantes universitarios de último año que no había nacido aún cuando la Unión Soviética colapsó. Se ha dicho que aquellos que no aprenden del pasado están condenados a repetirlo. Haríamos bien en estudiar la historia intelectual, política, social y económica que hizo que Mises escribiese con tanta urgencia y pasión para que no estemos condenados a repetirla. Trágicamente, eso es exactamente lo que sucederá si los que nos instan a que “hagamos trizas al capitalismo” y “abolamos la propiedad privada” cumplen su deseo.
Traducido por Gabriel Gasave
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