Al igual que millones de personas alrededor del mundo, he venido observando las manifestaciones de este año en el mundo árabe, Europa y los Estados Unidos. Lo que más me ha impactado, mientras seguía las protestas en la televisión y los medios de comunicación social, es que en general los manifestantes saben que el status quo no debería ser tolerado, pero son mucho menos claros y unificados acerca de con qué desean reemplazarlo. En la batalla de las ideas no basta con estar en contra de algo; se tiene también que estar a favor de algo que sea sensato. Antes de salir a alterar el status quo usted tiene que saber cómo reemplazarlo–y tiene que estar convencido, intelectualmente y en su corazón, de que el nuevo sistema será realmente mejor.
Cuando iniciamos nuestras protestas en el astillero Lenin en Gdansk en 1980–manifestaciones que desencadenaron el eventual colapso del comunismo soviético a lo largo de Europa Central y Oriental–no contábamos con el beneficio de Internet y los medios de comunicación social. Lo que teníamos en cambio era una idea unificadora: que el hombre y la mujer poseen un derecho otorgado por Dios de ser libres y que el gobierno no está facultado para negarles esta libertad. Estábamos luchando por las libertades individuales que muchos estadounidenses dan por sentadas: la libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad de organizar sindicatos, la libertad de congregarse en lugares públicos y expresar nuestros puntos de vista, la libertad de prensa y la libertad de contratar, poseer bienes, tener empresas y trabajar para mejorar la vida de nuestras familias y comunidades.
Aquellos que se oponían al status quo en Polonia y otros países detrás de la Cortina de Hierro eran muy numerosos. Esa fue la fuente de nuestra fortaleza: cuando nos dimos cuenta que no estábamos solos, que los demás compartían nuestras preocupaciones y puntos de vista. Esto nos apoderó, tal como apoderó a las protestas en el mundo árabe, y las manifestaciones actuales en los EE.UU. y Europa.
Las actuales protestas parecerían estar concentradas en los problemas que están asolando a muchas de las economías avanzadas del mundo, mientras le prestan poca consideración a los efectos que el poder del Estado tiene en la creación de estos problemas. Lo que se necesita, además, son soluciones sensatas que sean conscientes de los efectos tanto de las facultades del gobierno como de la importancia de las libertades vitales. Estas soluciones deben ser obtenidas a través del diálogo entre banqueros, empresarios, administradores públicos, sindicatos y organizaciones sociales.
Cada vez que apoyo los movimientos a favor de la libertad en Cuba, el Medio Oriente, Birmania y otros puestos de avanzada de la tiranía, no sólo apoyo la idea de derrocar a aquellos que están en el poder. Apoyo los procesos que conducirán a nuevos órdenes que garanticen la libertad individual, la democracia, la virtud cívica, la igualdad y el Estado de Derecho.>
“El poder a la gente” no es una frase hueca. La poderosa voz de la gente puede ser oída por encima del megáfono del Estado, sin importar cuán bien pertrechado u opresivo pueda ser cualquier gobierno. Así es como tienen lugar los cambios. Esta es la forma en la que Solidaridad creció desde un pequeño grupo de sindicalistas en un solo astillero en una sola ciudad a una organización que un año más tarde representaba a alrededor de un tercio del total la población en edad de trabajar en Polonia.
He vivido bajo la pesada mano del comunismo, donde el Estado controla prácticamente todo, y he vivido en libertad. Si bien los manifestantes de hoy tienen muchas preocupaciones legítimas, permítanme asegurarles que en vez del amiguismo o un mayor control gubernamental, es el diálogo y la solidaridad lo que conduce a la libertad a la que todos deberíamos aspirar.
Esperemos que la gente puede converger para resolver nuestros problemas comunes. De lo contrario, tendrán que conformarse con meros disturbios contra el status quo sin el beneficio de una alternativa clara, racional y productiva para un mejor futuro de la libertad para todos.
Traducido por Gabriel Gasave
Lech Walesa, Premio Nobel de la Paz, co-fundador y líder de Solidaridad, y ex Presidente de Polonia, será homenajeado por el Independent Institute con el Premio Alexis de Tocqueville el 15 de noviembre de 2011, ocasión para la cual escribió el presente ensayo.
Quienes protestan necesitan un plan, no solo una queja
Al igual que millones de personas alrededor del mundo, he venido observando las manifestaciones de este año en el mundo árabe, Europa y los Estados Unidos. Lo que más me ha impactado, mientras seguía las protestas en la televisión y los medios de comunicación social, es que en general los manifestantes saben que el status quo no debería ser tolerado, pero son mucho menos claros y unificados acerca de con qué desean reemplazarlo. En la batalla de las ideas no basta con estar en contra de algo; se tiene también que estar a favor de algo que sea sensato. Antes de salir a alterar el status quo usted tiene que saber cómo reemplazarlo–y tiene que estar convencido, intelectualmente y en su corazón, de que el nuevo sistema será realmente mejor.
Cuando iniciamos nuestras protestas en el astillero Lenin en Gdansk en 1980–manifestaciones que desencadenaron el eventual colapso del comunismo soviético a lo largo de Europa Central y Oriental–no contábamos con el beneficio de Internet y los medios de comunicación social. Lo que teníamos en cambio era una idea unificadora: que el hombre y la mujer poseen un derecho otorgado por Dios de ser libres y que el gobierno no está facultado para negarles esta libertad. Estábamos luchando por las libertades individuales que muchos estadounidenses dan por sentadas: la libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad de organizar sindicatos, la libertad de congregarse en lugares públicos y expresar nuestros puntos de vista, la libertad de prensa y la libertad de contratar, poseer bienes, tener empresas y trabajar para mejorar la vida de nuestras familias y comunidades.
Aquellos que se oponían al status quo en Polonia y otros países detrás de la Cortina de Hierro eran muy numerosos. Esa fue la fuente de nuestra fortaleza: cuando nos dimos cuenta que no estábamos solos, que los demás compartían nuestras preocupaciones y puntos de vista. Esto nos apoderó, tal como apoderó a las protestas en el mundo árabe, y las manifestaciones actuales en los EE.UU. y Europa.
Las actuales protestas parecerían estar concentradas en los problemas que están asolando a muchas de las economías avanzadas del mundo, mientras le prestan poca consideración a los efectos que el poder del Estado tiene en la creación de estos problemas. Lo que se necesita, además, son soluciones sensatas que sean conscientes de los efectos tanto de las facultades del gobierno como de la importancia de las libertades vitales. Estas soluciones deben ser obtenidas a través del diálogo entre banqueros, empresarios, administradores públicos, sindicatos y organizaciones sociales.
Cada vez que apoyo los movimientos a favor de la libertad en Cuba, el Medio Oriente, Birmania y otros puestos de avanzada de la tiranía, no sólo apoyo la idea de derrocar a aquellos que están en el poder. Apoyo los procesos que conducirán a nuevos órdenes que garanticen la libertad individual, la democracia, la virtud cívica, la igualdad y el Estado de Derecho.>
“El poder a la gente” no es una frase hueca. La poderosa voz de la gente puede ser oída por encima del megáfono del Estado, sin importar cuán bien pertrechado u opresivo pueda ser cualquier gobierno. Así es como tienen lugar los cambios. Esta es la forma en la que Solidaridad creció desde un pequeño grupo de sindicalistas en un solo astillero en una sola ciudad a una organización que un año más tarde representaba a alrededor de un tercio del total la población en edad de trabajar en Polonia.
He vivido bajo la pesada mano del comunismo, donde el Estado controla prácticamente todo, y he vivido en libertad. Si bien los manifestantes de hoy tienen muchas preocupaciones legítimas, permítanme asegurarles que en vez del amiguismo o un mayor control gubernamental, es el diálogo y la solidaridad lo que conduce a la libertad a la que todos deberíamos aspirar.
Esperemos que la gente puede converger para resolver nuestros problemas comunes. De lo contrario, tendrán que conformarse con meros disturbios contra el status quo sin el beneficio de una alternativa clara, racional y productiva para un mejor futuro de la libertad para todos.
Traducido por Gabriel Gasave
Lech Walesa, Premio Nobel de la Paz, co-fundador y líder de Solidaridad, y ex Presidente de Polonia, será homenajeado por el Independent Institute con el Premio Alexis de Tocqueville el 15 de noviembre de 2011, ocasión para la cual escribió el presente ensayo.
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