Los Estados Unidos están perdiendo rápidamente su estatus como una de las economías más libres del mundo. La libertad económica ha disminuido en los Estados Unidos sustancialmente desde 2000 y últimamente su clasificación entre los países está cayendo en picada aún más rápido. Esto supone problemas ya que la libertad económica promueve el crecimiento y un nivel de vida más alto.
Los economistas James Gwartney, Robert Lawson y Joshua Hall Josué publican anualmente un informe sobre la libertad económica del mundo. Su último informe, publicado esta semana, muestra que los Estados Unidos, que estaban conceptuados como la segunda economía más libre en 2000, actualmente ocupan el puesto 18º. La libertad económica aumentó entre 1980 y 2000 en los Estados Unidos mientras el país clasificaba generalmente detrás de Hong Kong y Singapur como la tercera economía más libre del mundo. En la actualidad se coloca detrás de estados de bienestar europeos como Finlandia y Dinamarca, y lugares tradicionalmente más hostiles a la libertad económica como Qatar.
Los descensos en materia de libertad se han producido porque el gobierno federal ha crecido más grande y más intrusivo. Esta ha sido una cuestión no atribuible a alguno de los partidos en particular. Aproximadamente dos tercios de la declinación de la libertad económica se produjo durante la presidencia de Bush. Sin embargo, el ritmo del descenso se duplicó durante los dos primeros años de la presidencia de Obama. De hecho, el nuevo índice está basado en datos de 2010. Si la tasa de declinación se ha mantenido sin cambios durante los últimos dos años, los Estados Unidos habrán caído ya al puesto 40º y calificarían detrás de países como Rumania, Suecia y Panamá. Lamentablemente, los datos necesarios para averiguar eso con certeza aún no se encuentran disponibles.
La disminución de la libertad económica se ha producido en la mayoría de las áreas de la economía de los EE.UU.. La protección de los derechos de propiedad privada evidenció la mayor disminución. El descenso es probablemente el resultado de una mayor utilización de las expropiaciones, el aumento gradual de las guerras contra las drogas y el terror, y el entorno de negocios cada vez más incierto en el que no está claro a quién el gobierno va a sacar de apuros financieros y a quiénes se les permitirá romper los contratos. El crecimiento en el tamaño del gobierno y el mayor alcance y carga administrativa de las regulaciones también han disminuido nuestra libertad económica. El gasto gubernamental ajustado por inflación ha crecido en más de un 50 por ciento desde que el presidente Clinton abandonó el cargo.
Irónicamente, en esta década de política monetaria expansiva que alimentó una burbuja inmobiliaria y un reiterado “alivio cuantitativo” (“quantitative easing”) en respuesta a la recesión, el único segmento del índice que no evidencia una disminución de la libertad es nuestro acceso a una moneda sana. Esto se debe en gran medida a que la política monetaria flexible no se ha traducido aún en una inflación de precios. Cuando lo haga nuestro ranking de libertad económica se hundirá aún más.
Este declive de la libertad económica es importante porque una abrumadora literatura académica muestra que una mayor libertad económica conduce a mejores estándares de vida en casi cualquier aspecto que preocupa a la gente. Una disminución de la libertad de la magnitud que los EE.UU. han experimentado está generalmente asociada con una disminución a largo plazo en el crecimiento económico de entre 1 y 1,5 puntos porcentuales. Esta disminución cercenará nuestro promedio histórico de alrededor del 3 por ciento de crecimiento a la mitad.
La libertad económica es tanto buena para los pobres como para los ricos. La desigualdad de ingresos no está relacionada con la libertad económica — el 10 por ciento más pobre de la población gana un 2,75 por ciento de los ingresos en los países más libres y un 2,56 por ciento en los menos libres. No obstante, la libertad sí importa y mucho respecto de cuán bien viven los pobres. En los países más libres que están clasificados en el cuarto superior del índice, el 10 por ciento más pobre de la población gana más de 11.000 dólares anuales, mientras que en el siguiente cuarto más libre del índice ganan sólo 3.400 dólares.
Los países más libres tienen mayores ingresos, mayor esperanza de vida, tasas más bajas de mortalidad infantil, una mayor alfabetización y más libertades civiles y políticas. Nuestra pérdida de libertad económica pone en peligro todos estos estándares de vida.
La disminución de la libertad económica experimentada hasta ahora no significa que los EE.UU. estén a punto de convertirse en un pobre país tercermundista. Pero sí implica un crecimiento bajo o estancado que frena nuestra mejora en los niveles de vida.
Los Estados Unidos precisan reducir drásticamente el tamaño y alcance del gobierno en nuestra economía a fin de reclamar un lugar entre los países más libres del mundo. Por desgracia, eso no parece estar en la agenda de ninguno de los candidatos presidenciales. Supongo que no debería ser una sorpresa ya que fueron las ramas defensoras del gobierno grande de ambos partidos políticos las que disminuyeron nuestras libertades durante los últimos doce años.
Traducido por Gabriel Gasave
La libertad económica en los Estados Unidos se desploma
Los Estados Unidos están perdiendo rápidamente su estatus como una de las economías más libres del mundo. La libertad económica ha disminuido en los Estados Unidos sustancialmente desde 2000 y últimamente su clasificación entre los países está cayendo en picada aún más rápido. Esto supone problemas ya que la libertad económica promueve el crecimiento y un nivel de vida más alto.
Los economistas James Gwartney, Robert Lawson y Joshua Hall Josué publican anualmente un informe sobre la libertad económica del mundo. Su último informe, publicado esta semana, muestra que los Estados Unidos, que estaban conceptuados como la segunda economía más libre en 2000, actualmente ocupan el puesto 18º. La libertad económica aumentó entre 1980 y 2000 en los Estados Unidos mientras el país clasificaba generalmente detrás de Hong Kong y Singapur como la tercera economía más libre del mundo. En la actualidad se coloca detrás de estados de bienestar europeos como Finlandia y Dinamarca, y lugares tradicionalmente más hostiles a la libertad económica como Qatar.
Los descensos en materia de libertad se han producido porque el gobierno federal ha crecido más grande y más intrusivo. Esta ha sido una cuestión no atribuible a alguno de los partidos en particular. Aproximadamente dos tercios de la declinación de la libertad económica se produjo durante la presidencia de Bush. Sin embargo, el ritmo del descenso se duplicó durante los dos primeros años de la presidencia de Obama. De hecho, el nuevo índice está basado en datos de 2010. Si la tasa de declinación se ha mantenido sin cambios durante los últimos dos años, los Estados Unidos habrán caído ya al puesto 40º y calificarían detrás de países como Rumania, Suecia y Panamá. Lamentablemente, los datos necesarios para averiguar eso con certeza aún no se encuentran disponibles.
La disminución de la libertad económica se ha producido en la mayoría de las áreas de la economía de los EE.UU.. La protección de los derechos de propiedad privada evidenció la mayor disminución. El descenso es probablemente el resultado de una mayor utilización de las expropiaciones, el aumento gradual de las guerras contra las drogas y el terror, y el entorno de negocios cada vez más incierto en el que no está claro a quién el gobierno va a sacar de apuros financieros y a quiénes se les permitirá romper los contratos. El crecimiento en el tamaño del gobierno y el mayor alcance y carga administrativa de las regulaciones también han disminuido nuestra libertad económica. El gasto gubernamental ajustado por inflación ha crecido en más de un 50 por ciento desde que el presidente Clinton abandonó el cargo.
Irónicamente, en esta década de política monetaria expansiva que alimentó una burbuja inmobiliaria y un reiterado “alivio cuantitativo” (“quantitative easing”) en respuesta a la recesión, el único segmento del índice que no evidencia una disminución de la libertad es nuestro acceso a una moneda sana. Esto se debe en gran medida a que la política monetaria flexible no se ha traducido aún en una inflación de precios. Cuando lo haga nuestro ranking de libertad económica se hundirá aún más.
Este declive de la libertad económica es importante porque una abrumadora literatura académica muestra que una mayor libertad económica conduce a mejores estándares de vida en casi cualquier aspecto que preocupa a la gente. Una disminución de la libertad de la magnitud que los EE.UU. han experimentado está generalmente asociada con una disminución a largo plazo en el crecimiento económico de entre 1 y 1,5 puntos porcentuales. Esta disminución cercenará nuestro promedio histórico de alrededor del 3 por ciento de crecimiento a la mitad.
La libertad económica es tanto buena para los pobres como para los ricos. La desigualdad de ingresos no está relacionada con la libertad económica — el 10 por ciento más pobre de la población gana un 2,75 por ciento de los ingresos en los países más libres y un 2,56 por ciento en los menos libres. No obstante, la libertad sí importa y mucho respecto de cuán bien viven los pobres. En los países más libres que están clasificados en el cuarto superior del índice, el 10 por ciento más pobre de la población gana más de 11.000 dólares anuales, mientras que en el siguiente cuarto más libre del índice ganan sólo 3.400 dólares.
Los países más libres tienen mayores ingresos, mayor esperanza de vida, tasas más bajas de mortalidad infantil, una mayor alfabetización y más libertades civiles y políticas. Nuestra pérdida de libertad económica pone en peligro todos estos estándares de vida.
La disminución de la libertad económica experimentada hasta ahora no significa que los EE.UU. estén a punto de convertirse en un pobre país tercermundista. Pero sí implica un crecimiento bajo o estancado que frena nuestra mejora en los niveles de vida.
Los Estados Unidos precisan reducir drásticamente el tamaño y alcance del gobierno en nuestra economía a fin de reclamar un lugar entre los países más libres del mundo. Por desgracia, eso no parece estar en la agenda de ninguno de los candidatos presidenciales. Supongo que no debería ser una sorpresa ya que fueron las ramas defensoras del gobierno grande de ambos partidos políticos las que disminuyeron nuestras libertades durante los últimos doce años.
Traducido por Gabriel Gasave
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