Uno de los pensadores más importantes de nuestra época falleció ayer. El economista James M. Buchanan ganó el Premio Nobel en 1986 y fue, entre otras cosas, un pionero intelectual y una inspiración para generaciones de estudiosos. También ayudó a desarrollar un riguroso cuerpo de teoría y evidencia que nos permite entender por qué agradables fantasías políticas a menudo generan verdaderas pesadillas sociales. Específicamente, la agenda de investigación de Buchanan consistía en una “política sin romance”, como señaló Donald J. Boudreaux en el Wall Street Journal de hoy.
Sintetizando, Buchanan, junto con autores como Gordon Tullock, Geoffrey Brennan, Richard Wagner y otros, ayudó a desarrollar una rama de investigación que nos permite entender la política y los mercados al considerar a las personas como realmente son y no como nos podemos imaginar que son en nuestra visión de un mundo perfecto. Fue un ejemplo de lo que el economista Thomas Sowell denominó “la visión restringida”. La naturaleza humana nos viene dada, no es algo que deba ser modificado. Los actores políticos exhiben esta misma naturaleza humana, y cualquier discusión de las instituciones políticas debe contemplar muy en serio nuestras limitaciones morales y cognitivas, así como el hecho de que la gente responde a incentivos.
Las implicancias para el gobierno son claras. Como destaca Boudreaux en su apreciación en el Wall Street Journal, Buchanan veía a los problemas fundamentales de la cooperación social como problemas de identificación e implementación de las limitaciones que canalizan el interés propio hacia resultados socialmente beneficiosos más que como partes de un proyecto para rehacer la naturaleza humana. Recuerdo al economista Michael Munger afirmando en un seminario hace varios años (y al que parafraseo), que la pregunta que deberíamos hacer acerca de una política no es “¿qué es lo que harían dirigentes ideales y llenos de espíritu cívico”, sino “qué harían los políticos reales que realmente resultan elegidos?”. Estas preguntas son parte del formidable legado intelectual de Buchanan.
Buchanan fue extremadamente prolífico, y el lector interesado puede leer sus obras online cortesía de la Library of Economics and Liberty. A pesar de sus muchos tratamientos de cuestiones fundamentales de la economía política a los que dedica libros enteros, mi trabajo favorito de las obras de Buchanan es su excepcional y excepcionalmente corto ensayo “Order Defined in the Process of Its Emergence” (“El orden definido en el proceso de su surgimiento”. En él, Buchanan explica cómo del proceso de intercambio voluntario surge el orden social. Demuele el método de muchos analistas que evalúan los resultados sociales con referencia a lo que un planificador benevolente podría hacer si él o ella contasen con toda la información relevante:
Deseo argumentar que el “orden” del mercado surge sólo del proceso de intercambio voluntario entre los individuos participantes. El “orden” es, en sí mismo, definido como el resultado del proceso que lo genera. “El”, el resultado de la asignación y distribución, no existe, ni puede existir independientemente del proceso de intercambio. En ausencia de este proceso, no hay ni puede haber “orden” alguno.
Los individuos no actúan tanto para maximizar utilidades descritas en funciones existentes de forma independiente. Se enfrentan a verdaderas opciones, y la secuencia de las decisiones tomadas puede ser conceptualizada, ex post (tras las opciones), en términos de funciones “como si” que son maximizadas. Pero estas funciones “como si” son, ellas mismas, generadas en el proceso de elección, no de manera separada de dicho proceso. Visto desde esta perspectiva, no existen medios por los cuales incluso el más idealizado de los diseñadores omniscientes pudiese duplicar los resultados del intercambio voluntario. Los potenciales participantes no saben hasta que ingresan en el proceso cuáles serán sus propias decisiones. De esto se deduce que es lógicamente imposible que un diseñador omnisciente lo sepa, a menos que, por supuesto, prescindamos del libre albedrío.
Como señala Buchanan, los economistas y otros se equivocan cuando ven al proceso de mercado como una de las muchas rutas posibles hacia fines sociales eficientes. Enseña una gran lección: que, literalmente, no sabemos lo que estamos haciendo cuando empleamos la fuerza para restringir las opciones de los demás.
Las ideas Buchanan han sido relativamente bien recibidas: después de todo, tenía un Premio Nobel. Sin embargo, sus ideas siguen estando muy por fuera de la corriente intelectual mayoritaria. Buchanan, sin embargo, fue el modelo de un académico paciente e ilustrado. Escribía de manera perenne, y he oído que les hacía a los jóvenes académicos preguntas como “¿en qué estás trabajando que vaya a ser leído dentro de 100 años?” He recibido preguntas como éstas de los estudiantes que encuentro, y trato de hacérmela mí mismo periódicamente para asegurarme de no perder de vista lo que realmente importa. Buchanan tuvo éxito: los estudiosos todavía seguirán leyendo su obra dentro de un siglo. Y lo harán en un mundo mucho mejor del que habría existido si Buchanan no hubiera pasado por aquí.
Traducido por Gabriel Gasave
Orden, prosperidad y arduo trabajo
Uno de los pensadores más importantes de nuestra época falleció ayer. El economista James M. Buchanan ganó el Premio Nobel en 1986 y fue, entre otras cosas, un pionero intelectual y una inspiración para generaciones de estudiosos. También ayudó a desarrollar un riguroso cuerpo de teoría y evidencia que nos permite entender por qué agradables fantasías políticas a menudo generan verdaderas pesadillas sociales. Específicamente, la agenda de investigación de Buchanan consistía en una “política sin romance”, como señaló Donald J. Boudreaux en el Wall Street Journal de hoy.
Sintetizando, Buchanan, junto con autores como Gordon Tullock, Geoffrey Brennan, Richard Wagner y otros, ayudó a desarrollar una rama de investigación que nos permite entender la política y los mercados al considerar a las personas como realmente son y no como nos podemos imaginar que son en nuestra visión de un mundo perfecto. Fue un ejemplo de lo que el economista Thomas Sowell denominó “la visión restringida”. La naturaleza humana nos viene dada, no es algo que deba ser modificado. Los actores políticos exhiben esta misma naturaleza humana, y cualquier discusión de las instituciones políticas debe contemplar muy en serio nuestras limitaciones morales y cognitivas, así como el hecho de que la gente responde a incentivos.
Las implicancias para el gobierno son claras. Como destaca Boudreaux en su apreciación en el Wall Street Journal, Buchanan veía a los problemas fundamentales de la cooperación social como problemas de identificación e implementación de las limitaciones que canalizan el interés propio hacia resultados socialmente beneficiosos más que como partes de un proyecto para rehacer la naturaleza humana. Recuerdo al economista Michael Munger afirmando en un seminario hace varios años (y al que parafraseo), que la pregunta que deberíamos hacer acerca de una política no es “¿qué es lo que harían dirigentes ideales y llenos de espíritu cívico”, sino “qué harían los políticos reales que realmente resultan elegidos?”. Estas preguntas son parte del formidable legado intelectual de Buchanan.
Buchanan fue extremadamente prolífico, y el lector interesado puede leer sus obras online cortesía de la Library of Economics and Liberty. A pesar de sus muchos tratamientos de cuestiones fundamentales de la economía política a los que dedica libros enteros, mi trabajo favorito de las obras de Buchanan es su excepcional y excepcionalmente corto ensayo “Order Defined in the Process of Its Emergence” (“El orden definido en el proceso de su surgimiento”. En él, Buchanan explica cómo del proceso de intercambio voluntario surge el orden social. Demuele el método de muchos analistas que evalúan los resultados sociales con referencia a lo que un planificador benevolente podría hacer si él o ella contasen con toda la información relevante:
Como señala Buchanan, los economistas y otros se equivocan cuando ven al proceso de mercado como una de las muchas rutas posibles hacia fines sociales eficientes. Enseña una gran lección: que, literalmente, no sabemos lo que estamos haciendo cuando empleamos la fuerza para restringir las opciones de los demás.
Las ideas Buchanan han sido relativamente bien recibidas: después de todo, tenía un Premio Nobel. Sin embargo, sus ideas siguen estando muy por fuera de la corriente intelectual mayoritaria. Buchanan, sin embargo, fue el modelo de un académico paciente e ilustrado. Escribía de manera perenne, y he oído que les hacía a los jóvenes académicos preguntas como “¿en qué estás trabajando que vaya a ser leído dentro de 100 años?” He recibido preguntas como éstas de los estudiantes que encuentro, y trato de hacérmela mí mismo periódicamente para asegurarme de no perder de vista lo que realmente importa. Buchanan tuvo éxito: los estudiosos todavía seguirán leyendo su obra dentro de un siglo. Y lo harán en un mundo mucho mejor del que habría existido si Buchanan no hubiera pasado por aquí.
Traducido por Gabriel Gasave
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