El reciente reconocimiento del gobierno de los Estados Unidos del nuevo gobierno de Somalia no es motivo de esperanza para el pueblo somalí. El reconocimiento oficial trae generosidad oficial bajo la forma de ayuda para el desarrollo la cual hará poco por promover el desarrollo. Peor aún, el reconocimiento puede ayudar a legitimar lo que es probable que sea un nuevo gobierno africano opresivo.
En una ceremonia en la Casa Blanca con Hassan Sheikh Mohamud, el recientemente electo presidente de Somalia, la secretaria de Estado Hillary Clinton dijo: “Estoy muy complacida de que… estamos dando este paso histórico de reconocer al gobierno”. La mayoría de las noticias han reportado al evento como una buena señal para el progreso de la región. Desafortunadamente, el reconocimiento oficial es probable que le haga más daño que bien al somalí medio.
El presidente Mohamud y su gobierno se beneficiarán de un reconocimiento oficial porque ahora cumplen con los requisitos para recibir ayudas oficiales para el desarrollo del Banco Mundial, el FMI y la USAID. Más de 2 billones de dólares (trillones en inglés) han sido otorgados en concepto de asistencia oficial para el desarrollo desde 1950, pero hay poco que mostrar a cambio de ello a excepción de abultadas cuentas bancarias suizas para ex funcionarios del gobierno.
La diseminación eficaz y apropiada de la asistencia es sólo una pequeña parte del problema. El verdadero problema es que los fondos de ayuda al desarrollo están motivados por causas inmediatas de crecimiento económico: infraestructura, educación, inversión, etc., mientras que pervierten la causa fundamental del crecimiento—buenas instituciones que aseguren la libertad económica. Los países que tienen una mayor libertad económica poseen estándares de vida más elevados, mayores tasas de crecimiento y les va mejor en casi todas los aspectos que interesan a la gente.
El economista experto en desarrollo P.T. Bauer sostuvo durante décadas que la ayuda al desarrollo politizaba la vida económica y desalentaba los mercados. Más recientemente, Matt Ryan y yo hallamos que niveles de ayuda más altos llevaban a los países a tener menores niveles de libertad económica después de recibir la asistencia.
¿No es el reconocimiento oficial al menos una señal de que Somalia se está moviendo hacia el establecimiento de un Estado más estable? Tal vez, pero deberíamos ser cautelosos. El anterior gobierno de Somalia era rapaz y no democrático. Un gobierno opresivo no es algo necesariamente mejor que cuando no existe gobierno alguno. ¿Por qué deberíamos esperar que este nuevo gobierno vaya a ser diferente?
Los gobiernos reprimen la libertad económica en Africa más que en cualquier otro continente. Según lo mensurado por el Indice de Libertad Económica, el país subsahariano medio está clasificado como mayormente no libre. Su puntuación media del Proyecto Polity IV (Polity IV Project en inglés), que mide cuán democrático o autocrático es un país, cae por debajo de 3 (como el Irak actual), lo cual está bastante por debajo del umbral de 6 que establece el índice para que una nación sea clasificada como ampliamente democrática.
Un gobierno opresivo no es por ende algo necesariamente civilmente más avanzado que la ausencia total de un gobierno. Contrariamente a la percepción popular en los Estados Unidos, Somalia no se ha encontrado en un estado de caos desde que su gobierno colapsó a comienzos de la década de 1990. Por el contrario, Somalia se ha basado en su sistema legal consuetudinario, en lugar de un Estado, para proporcionar la ley y el orden.
La ley se basa en las costumbres y el clan de los ancianos emite pronunciamientos en los distintos casos y media en las disputas entre miembros de diferentes clanes. En lugar de encarcelar a los infractores, el culpable debe pagar una indemnización al demandante. No hay poder legislativo que sancione las leyes. En cambio, la ley es “descubierta” mediante el proceso de resolución de disputas. De hecho, no difiere del todo del primitivo sistema inglés del derecho consuetudinario a partir del cual nuestro sistema legal evolucionó.
El entorno institucional de Somalia en su estado de anarquía está lejos de ser perfecto. Pero Ryan Ford, Nowrasteh Alex y yo descubrimos que superó en desempeño al anterior gobierno de Somalia y a los gobiernos de muchos otros países africanos entre 1990 y 2005 cuando realizamos nuestro estudio.
Nuestra investigación examinó 13 aspectos distintos, incluyendo las tasas de esperanza de vida, de inmunización y enfermedades, de acceso a las telecomunicaciones y de acceso al agua e instalaciones sanitarias. En 2005, Somalia clasificó en el 50 por ciento superior entre los países africanos en seis de nuestros 13 aspectos, y casi al final en sólo tres. Esto se compara favorablemente con la situación en 1990, cuando Somalia tuvo un gobierno por última vez y se ubicaba entonces en el 50 por ciento inferior para la totalidad de los siete aspectos de los que teníamos datos para ese año.
Tal vez lo más impresionante es el cambio de Somalia en materia de esperanza de vida. Durante los últimos cinco años de gobierno, la esperanza de vida se redujo en dos años, pero desde el colapso del Estado, se ha incrementado de hecho en cinco años. Sólo tres países africanos pueden atribuirse una mejora mayor.
El reconocimiento por parte del gobierno de los Estados Unidos del gobierno somalí abre la puerta al dinero que podría ayudar a consolidar la élite política del nuevo gobierno. Por desgracia, ello no garantiza que el nuevo gobierno brindará la protección de los derechos individuales y las libertades económicas que son necesarias para un desarrollo sostenido.
Traducido por Gabriel Gasave
El reconocimiento estadounidense no augura nada bueno para Somalia
El reciente reconocimiento del gobierno de los Estados Unidos del nuevo gobierno de Somalia no es motivo de esperanza para el pueblo somalí. El reconocimiento oficial trae generosidad oficial bajo la forma de ayuda para el desarrollo la cual hará poco por promover el desarrollo. Peor aún, el reconocimiento puede ayudar a legitimar lo que es probable que sea un nuevo gobierno africano opresivo.
En una ceremonia en la Casa Blanca con Hassan Sheikh Mohamud, el recientemente electo presidente de Somalia, la secretaria de Estado Hillary Clinton dijo: “Estoy muy complacida de que… estamos dando este paso histórico de reconocer al gobierno”. La mayoría de las noticias han reportado al evento como una buena señal para el progreso de la región. Desafortunadamente, el reconocimiento oficial es probable que le haga más daño que bien al somalí medio.
El presidente Mohamud y su gobierno se beneficiarán de un reconocimiento oficial porque ahora cumplen con los requisitos para recibir ayudas oficiales para el desarrollo del Banco Mundial, el FMI y la USAID. Más de 2 billones de dólares (trillones en inglés) han sido otorgados en concepto de asistencia oficial para el desarrollo desde 1950, pero hay poco que mostrar a cambio de ello a excepción de abultadas cuentas bancarias suizas para ex funcionarios del gobierno.
La diseminación eficaz y apropiada de la asistencia es sólo una pequeña parte del problema. El verdadero problema es que los fondos de ayuda al desarrollo están motivados por causas inmediatas de crecimiento económico: infraestructura, educación, inversión, etc., mientras que pervierten la causa fundamental del crecimiento—buenas instituciones que aseguren la libertad económica. Los países que tienen una mayor libertad económica poseen estándares de vida más elevados, mayores tasas de crecimiento y les va mejor en casi todas los aspectos que interesan a la gente.
El economista experto en desarrollo P.T. Bauer sostuvo durante décadas que la ayuda al desarrollo politizaba la vida económica y desalentaba los mercados. Más recientemente, Matt Ryan y yo hallamos que niveles de ayuda más altos llevaban a los países a tener menores niveles de libertad económica después de recibir la asistencia.
¿No es el reconocimiento oficial al menos una señal de que Somalia se está moviendo hacia el establecimiento de un Estado más estable? Tal vez, pero deberíamos ser cautelosos. El anterior gobierno de Somalia era rapaz y no democrático. Un gobierno opresivo no es algo necesariamente mejor que cuando no existe gobierno alguno. ¿Por qué deberíamos esperar que este nuevo gobierno vaya a ser diferente?
Los gobiernos reprimen la libertad económica en Africa más que en cualquier otro continente. Según lo mensurado por el Indice de Libertad Económica, el país subsahariano medio está clasificado como mayormente no libre. Su puntuación media del Proyecto Polity IV (Polity IV Project en inglés), que mide cuán democrático o autocrático es un país, cae por debajo de 3 (como el Irak actual), lo cual está bastante por debajo del umbral de 6 que establece el índice para que una nación sea clasificada como ampliamente democrática.
Un gobierno opresivo no es por ende algo necesariamente civilmente más avanzado que la ausencia total de un gobierno. Contrariamente a la percepción popular en los Estados Unidos, Somalia no se ha encontrado en un estado de caos desde que su gobierno colapsó a comienzos de la década de 1990. Por el contrario, Somalia se ha basado en su sistema legal consuetudinario, en lugar de un Estado, para proporcionar la ley y el orden.
La ley se basa en las costumbres y el clan de los ancianos emite pronunciamientos en los distintos casos y media en las disputas entre miembros de diferentes clanes. En lugar de encarcelar a los infractores, el culpable debe pagar una indemnización al demandante. No hay poder legislativo que sancione las leyes. En cambio, la ley es “descubierta” mediante el proceso de resolución de disputas. De hecho, no difiere del todo del primitivo sistema inglés del derecho consuetudinario a partir del cual nuestro sistema legal evolucionó.
El entorno institucional de Somalia en su estado de anarquía está lejos de ser perfecto. Pero Ryan Ford, Nowrasteh Alex y yo descubrimos que superó en desempeño al anterior gobierno de Somalia y a los gobiernos de muchos otros países africanos entre 1990 y 2005 cuando realizamos nuestro estudio.
Nuestra investigación examinó 13 aspectos distintos, incluyendo las tasas de esperanza de vida, de inmunización y enfermedades, de acceso a las telecomunicaciones y de acceso al agua e instalaciones sanitarias. En 2005, Somalia clasificó en el 50 por ciento superior entre los países africanos en seis de nuestros 13 aspectos, y casi al final en sólo tres. Esto se compara favorablemente con la situación en 1990, cuando Somalia tuvo un gobierno por última vez y se ubicaba entonces en el 50 por ciento inferior para la totalidad de los siete aspectos de los que teníamos datos para ese año.
Tal vez lo más impresionante es el cambio de Somalia en materia de esperanza de vida. Durante los últimos cinco años de gobierno, la esperanza de vida se redujo en dos años, pero desde el colapso del Estado, se ha incrementado de hecho en cinco años. Sólo tres países africanos pueden atribuirse una mejora mayor.
El reconocimiento por parte del gobierno de los Estados Unidos del gobierno somalí abre la puerta al dinero que podría ayudar a consolidar la élite política del nuevo gobierno. Por desgracia, ello no garantiza que el nuevo gobierno brindará la protección de los derechos individuales y las libertades económicas que son necesarias para un desarrollo sostenido.
Traducido por Gabriel Gasave
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