Responsabilicemos a los políticos estadounidenses por su pésimo historial de intromisión extranjera

27 de febrero, 2013

Los Estados Unidos y Arabia Saudita parecen estar aumentando gradualmente la ayuda a los rebeldes sirios. Aquí vamos de nuevo en el camino hacia la debacle.

¿Por qué? Los medios de comunicación nunca responsabilizan a nadie ni por sus predicciones ni por sus resultados–funcionarios, políticos, y por supuesto sus propios expertos. Y eso es algo bueno para gente como Bill Kristol, John McCain y Lindsey Graham. No importa cuál sea la “crisis” en el exterior ni dónde ocurra, son entusiastas sobre el envío ya sea de efectivos como de armas estadounidenses a la refriega. Recientemente, estos halcones de la guerra han estado golpeando los tambores para una mayor intervención de los EE.UU. en Siria.

Su argumento no es que la rebelión siria se desmoronará si los Estados Unidos no proporcionan armas, sino que cuando los insurgentes finalmente tomen el control de Siria, los EE.UU. carecerán de mucha “influencia”. Arguyen que los islamistas militantes entre los rebeldes, que son los combatientes mejor pertrechados y más despiadados, se tornarán dominantes si los Estados Unidos no suministran armas a las fuerzas más seculares y democráticas. Sin embargo, los halcones de la guerra jamás se preguntan cómo los islamistas se convirtieron en los grupos mejor pertrechados en Siria—respuesta: por ser los más despiadados. Hasta ahora, los Estados Unidos según se informa han ayudado a Arabia Saudita, los Emiratos Arabes Unidos y otros proveedores de armas árabes sunitas a investigar a los grupos para los cuales están organizando envíos de armas. Pero a pesar de esos esfuerzos, los informes de prensa indican que de todos modos los islamistas parecen estar recibiendo la parte del león de los armamentos. En situaciones bélicas caóticas, estas consecuencias no deseadas suelen ser la regla y no la excepción.

Y la situación en Siria podría estar a punto de empeorar. Informes de prensa indican que los sauditas han incrementado sus brazos financieros—comprando y enviando a Siria un gran cargamento de armas de infantería croatas, una transacción que parece haber sido facilitada por los Estados Unidos. Además, los rebeldes sirios han chantajeado con promesas de más ayuda humanitaria de los Estados Unidos y Gran Bretaña a cambio de asistir a una reunión de amigos de Siria en Roma. Anteriormente, los EE.UU. han enviado suministros “no letales” de comunicaciones y medicinas a los rebeldes.

Así que el pronunciamiento público de que los Estados Unidos no se encuentran armando a los rebeldes sólo es técnicamente cierto, la realidad es que los EE.UU. están investigando y facilitando la entrega por parte de otros países de armas a los insurgentes. Incluso el equipamiento de comunicaciones que los EE.UU. envían directamente podría ser utilizado para aumentar la coordinación, y por lo tanto la efectividad, de las misiones rebeldes.

¿Existe alguna crisis de la cual los Estados Unidos puedan mantenerse al margen? Con enormes déficits presupuestarios federales y una monstruosa deuda nacional de 16.5 billones de dólares (trillones en inglés), uno podría pensar que los «conservadores” Kristol, McCain y Graham desearían ahorrar al menos un poco del dinero del gobierno. Y si realmente observasen el historial de las recientes intervenciones de los Estados Unidos, que desperdiciaron el dinero de los contribuyentes en un emprendimientos fallido tras otro, podrían percatarse de que la causa a favor de evitar costos en Siria es aún mayor.

Desde el retorno del intervencionismo estadounidense post-Vietnam (aminorado únicamente en el período inmediatamente posterior a la guerra durante las administraciones de Ford y Carter) durante el gobierno de Reagan y después, muy pocos episodios de intromisión en el extranjero han sido exitosos. Durante la administración Reagan, contrariamente a la creencia popular, atacar y bombardear Libia sólo condujo a Muamar Gadafi a generar más terrorismo—esta vez dirigido contra objetivos estadounidenses. En el Líbano, las fuerzas estadounidenses se apartaron de las fuerzas de paz neutrales para participar activamente en uno de los bandos en una guerra civil y en última instancia se marcharon con el rabo entre las piernas tras el bombardeo por parte de Hezbollah del cuartel de los Infantes de Marina.

En una situación similar a la Siria de hoy, los suministros de armas de los Estados Unidos a los rebeldes afganos que luchaban contra los soviéticos terminaron en manos de los grupos más radicales, dando lugar a la aparición de al Qaeda y los talibanes, los ataques del 11 de septiembre, y en última instancia al pantano afgano en el que los Estados Unidos actualmente se encuentran. Finalmente, Reagan secreta, ilegal e inconstitucionalmente financió–contra los deseos del Congreso–a los matones rebeldes de la Contra en Nicaragua con las ganancias procedentes de la venta de armas a un Irán patrocinador del terrorismo, creando así un escándalo peor para la república que el de Watergate.

George H. W. Bush, el sucesor de Reagan, ineptamente y sin quererlo, dio luz verde a Saddam Hussein, a quien Reagan había apoyado, para invadir Kuwait y luego envió tropas estadounidenses a poner al líder iraquí de nuevo en caja—generando una cascada de acontecimientos que más tarde llevaron a su hijo, George W. Bush, a invadir Irak y atrapar a los EE.UU. en un atolladero de casi una década. Bill Clinton, el moderno rey de la intervención en puros y simples números de incidentes, fue sacado de Somalia por un ataque de un señor de la guerra somalí entrenado por Osama bin Laden y también llevó a cabo una de las muchas incursiones militares de los Estados Unidos en Haití, que sólo ha empeorado las cosas en ese país empobrecido y corrupto. Barack Obama, además de continuar y acrecentar el bebé de alquitrán de George W. Bush en Afganistán, ha expandido las guerras aéreas de Bush en Pakistán, Yemen y Somalia, todas las cuales sirven más para crear nuevos enemigos que para matar a los restantes perpetradores de los ataques del 11 de septiembre. Finalmente, en un indicador de lo que podría acontecer en Siria, Obama tumbó a Muamar Gadafi, llevando a una inestabilidad en ese país que mató a un embajador de los EE.UU. y canalizó a muchos islamistas y enormes depósitos de armas liberados de Gadafi a tomar el control del norte de Mali.

Si los rebeldes finalmente desplazan al gobierno de Bashar al-Assad en Siria, la subsecuente violencia interna podría empequeñecer a la del conflicto tribal y la inestabilidad en la Libia post-Gadafi, en virtud de que Siria posee tensiones sectarias, similares a las de Irak, que Libia no tiene.

Por lo tanto, después de analizar y admitir esta clase de antecedentes en materia de intervenciones fallidas, ¿cómo puede alguien en los Estados Unidos, con cara seria, abogar por hundirse más profundo en el pantano sirio?

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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